Julio César
7.6
6,667
Drama
Fiel adaptación para el cine de la obra homónima de Shakespeare. Terminada la guerra civil entre César y Pompeyo (49-46 a. C.), César se convierte en dictador vitalicio y concentra en su persona todos los poderes, lo cual implica, de hecho, la desaparición de la República. En el año 44 a. C., Casio y Bruto, dos nobles romanos defensores a ultranza de las libertades republicanas, encabezan una conjura contra el dictador, que es asesinado ... [+]
10 de mayo de 2018
10 de mayo de 2018
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando alguien es lo suficientemente fuerte como para ser fiel a si mismo, amarse a si mismo por encima de todas las cosas, confiar en si mismo y, asumir esa responsabilidad, el resto de individuos mediocres intentaran tirarle para abajo.
Es lo que le ocurrió a Cesar, cuya tremenda fuerza le llevo a asumir la terrible responsabilidad de asumir el pleno poder de su imperio, y con ello a salvaguardar las vidas de todos y cada uno de sus ciudadanos, y, claro, esto no fue muy bien visto por la clase de individuos pequeños y envidiosos que formaban su circulo, que se unieron en una vil conspiración para acabar con su gloriosa vida.
Solo uno, Marco Antonio, vio con ojos claros la verdad, y se levanto frente a la maldad de los pequeños, llevando a cabo el que es sin duda uno de los soliloquios más potentes y sinceros de la historia.
El propio pueblo tampoco se salva de la quema, pues carecen de la más minima opinion propia, y un minuto están llorando la muerte de su amado líder y al siguiente alabando a su asesino, para volver luego a dejarse convencer y estallar contra Bruto. Es aquí donde la obra del genio ingles sigue tan vigente, pues el pueblo sigue siendo estúpido y manipulable, receptivo a los discursos demagogos de la izquierda y la derecha (sobretodo de la izquierda).
Hay cosas que nunca cambiaran.
Es lo que le ocurrió a Cesar, cuya tremenda fuerza le llevo a asumir la terrible responsabilidad de asumir el pleno poder de su imperio, y con ello a salvaguardar las vidas de todos y cada uno de sus ciudadanos, y, claro, esto no fue muy bien visto por la clase de individuos pequeños y envidiosos que formaban su circulo, que se unieron en una vil conspiración para acabar con su gloriosa vida.
Solo uno, Marco Antonio, vio con ojos claros la verdad, y se levanto frente a la maldad de los pequeños, llevando a cabo el que es sin duda uno de los soliloquios más potentes y sinceros de la historia.
El propio pueblo tampoco se salva de la quema, pues carecen de la más minima opinion propia, y un minuto están llorando la muerte de su amado líder y al siguiente alabando a su asesino, para volver luego a dejarse convencer y estallar contra Bruto. Es aquí donde la obra del genio ingles sigue tan vigente, pues el pueblo sigue siendo estúpido y manipulable, receptivo a los discursos demagogos de la izquierda y la derecha (sobretodo de la izquierda).
Hay cosas que nunca cambiaran.
1 de abril de 2022
1 de abril de 2022
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ha pasado el tiempo, demoledor, implacable. Hoy se contempla con tedio, casi sonrojo de las declamaciones con su doblaje trasnochado. Quizá es que Shakespeare ya está más en desuso que la rueca. Uno mira hacia otro lado para no sentir turbación ante los diálogos ampulosos, pantagruélicos y ridículos.
El discurso de Marlon Brando ante la masa romana, patético.
Lo dicho.
El film ha pasado a la tercera edad.
El discurso de Marlon Brando ante la masa romana, patético.
Lo dicho.
El film ha pasado a la tercera edad.
24 de diciembre de 2023
24 de diciembre de 2023
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Fiel adaptación para el cine de la obra homónima de Shakespeare. Terminada la guerra civil entre César y Pompeyo (49-46 a. C.), César se convierte en dictador vitalicio y concentra en su persona todos los poderes, lo cual implica, de hecho, la desaparición de la República. En el año 44 a. C., Casio y Bruto, dos nobles romanos defensores a ultranza de las libertades republicanas, encabezan una conjura contra el dictador, que es asesinado en los idus de marzo de ese mismo año. Cabría destacar el apologético (y demagógico) discurso que pronuncia Marco Antonio en defensa de César con el fin de soliviantar a la plebe contra los tiranicidas. Con esta obra Mankiewicz propone una lección política sobre los regímenes autoritarios.
(FILMAFFINITY)
Cowards die many times before their deaths.
The valiant never taste of death but once.
(William Shakespeare - Julius Caesar)
Pensaba que no le escuchaba mientras me recitaba este discurso, nunca se lo tuve en cuenta porque sé qué algo cambió para mí el día que empezó a prestarme o regalarme libros y aconsejarme algunos de ellos encarecidamente, tenía su propio triunvirato; Shakespeare, Kafka y Morris West, aun siendo consciente de que no era su voluntad prioritaria enseñarme el camino sino la necesidad acuciante de hablar y mostrar que estaba vivo todo aquello que leía, que podía acordarse de Bruto mientras penaba por los remordimientos al no saber si verdaderamente fue su amor a la República lo que le hizo participar de forma destacada en el asesinato de Julio César o sus ansias de poder.
Además Rafle llevaba la razón cuando ponía en su boca las palabras del bardo inglés en la soledad de un entorno que aún no había empezado a comprar enciclopedias; “Los cobardes mueren muchas veces antes de su muerte, el valiente la saborea una sola vez”. Sí, Rafle, a tu manera fuiste un hombre muy valiente, llegaste a acumular tú solo más libros que todo el barrio junto y, lo más importante, los leías, no los tenías para adornar las estanterías y, algunas veces, recitabas pasajes que te eran queridos con el brillo en los ojos y la exaltación en el pecho; vivías la literatura con la pasión aventurera de un alpinista que afrontara su primera escalada en el Himalaya en la década de los treinta.
Julio César de Mankiewicz es, para mis adentros, la mejor adaptación al cine de una obra de Wiliam Shakespeare, mejor que la del Hamlet de Pastenak, el Ram de Kurosawa o Campanadas a media noche.
Los actores soberbios, los principales, los secundarios y los extras. casi todos españoles, así como rl escaso preupuest.o.
(FILMAFFINITY)
Cowards die many times before their deaths.
The valiant never taste of death but once.
(William Shakespeare - Julius Caesar)
Pensaba que no le escuchaba mientras me recitaba este discurso, nunca se lo tuve en cuenta porque sé qué algo cambió para mí el día que empezó a prestarme o regalarme libros y aconsejarme algunos de ellos encarecidamente, tenía su propio triunvirato; Shakespeare, Kafka y Morris West, aun siendo consciente de que no era su voluntad prioritaria enseñarme el camino sino la necesidad acuciante de hablar y mostrar que estaba vivo todo aquello que leía, que podía acordarse de Bruto mientras penaba por los remordimientos al no saber si verdaderamente fue su amor a la República lo que le hizo participar de forma destacada en el asesinato de Julio César o sus ansias de poder.
Además Rafle llevaba la razón cuando ponía en su boca las palabras del bardo inglés en la soledad de un entorno que aún no había empezado a comprar enciclopedias; “Los cobardes mueren muchas veces antes de su muerte, el valiente la saborea una sola vez”. Sí, Rafle, a tu manera fuiste un hombre muy valiente, llegaste a acumular tú solo más libros que todo el barrio junto y, lo más importante, los leías, no los tenías para adornar las estanterías y, algunas veces, recitabas pasajes que te eran queridos con el brillo en los ojos y la exaltación en el pecho; vivías la literatura con la pasión aventurera de un alpinista que afrontara su primera escalada en el Himalaya en la década de los treinta.
Julio César de Mankiewicz es, para mis adentros, la mejor adaptación al cine de una obra de Wiliam Shakespeare, mejor que la del Hamlet de Pastenak, el Ram de Kurosawa o Campanadas a media noche.
Los actores soberbios, los principales, los secundarios y los extras. casi todos españoles, así como rl escaso preupuest.o.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
In memoriam.
A pesar de ser el lector más infatigable que haya conocido, a Rafle no le gustaba mucho la poesía, aun así tenía el detalle y la intuición afortunada de destacar a Bécquer entre todos los poetas. Creo que no le importaba mi opinión y nuestras charlas se convertían en un monólogo, yo apenas tenía quince años y una proclividad manifiesta por los mitos y la fabulación con un maniqueísmo acusado en el que reposaba un mundo en donde sólo existían los héroes y los monstruos. Pienso que los otros muchachos también lo creían así porque, también ellos, acababan de cruzar hacía no mucho la línea del Paraíso de los juegos que se pierden y se retuercen en la memoria como un pez arrojado a la orilla que sabe que no verá más la mar pero salta con desesperación hasta que exhala el último suspiro.
Más de una vez le escuché recitar con una pasión desordenada fragmentos del discurso de Marco Antonio ante el cadáver de César en presencia del pueblo romano. Pero ¿a quién le importa el poder y la gloria? ¿qué republicano sirve sin pestañear y sin que se agiten sus entrañas a un rey? ¿qué demócrata siente veneración por un régimen pasado? ¿quién lee a Shakespeare con la determinación de indagar en el alma humana y no deletrear su nombre con precisión? Así lo hacía Rafle cuando hablaba de la alegría de la vida y la tristeza de la muerte cuando citaba la indecisión ante la existencia y el amor de un príncipe danés que se resuelve entre la duda, la sed de venganza y los caprichos funestos del destino que le llevan a clavar un puñal en el pecho equivocado o que la mujer que ama acabe yaciendo en el lecho de un estanque porque no puede beber de un trago su enajenación de fingirse loco, y creo que así lo sigue haciendo, que seguirá hasta el final en esta aventura que emprendió de niño mientras leía “El Coyote” y desatendía las explicaciones del maestro, nunca me dijo si los héroes de su infancia fueron cómplices de sus malas notas. Ni siquiera sé si esto último es así.
23 de enero de 2016.
Unos meses más tarde de escribirle este homenaje sincero y agradecido Rafle moría. Pero yo pienso que sigue vivo, él fue la primera persona que me habló de Giordano Bruno que desde entonces vive en mí, por eso Rafle vivirá en cierta forma mientras yo resista y en aquellos que lean con fervor “El hereje” y entren en la agonía del mártir que sucumbió ante la intolerancia y la inflexibilidad de la Iglesia.
Me regaló “El viejo y el mar” sin que yo pudiera ver entonces la trascendencia que su autor negaba en un intento de desmitificar su literatura, el mundo, la vida que tanto amaba (ya sé que esto podrá parecer extraño a muchos sabiendo que se despidió de ella pegándose un tiro) quizás porque pensaba que los críticos le sacan punta a todo y muchas veces dicen tonterías, a pesar de todo me quedé pensando en la belleza crepuscular de la derrota, en el sentido de la lucha aunque vuelvas con las manos vacías, en el valor y el escuálido precio de la poesía en un mundo prosaico tendente a perder el tiempo en asuntos importantes que no lo son cuando se piensa. Verdaderamente es un logro tener la oportunidad de vivir un sueño aunque se desvanezca, perder una batalla porque has podido participar en ella.
Última edición por F. Enrique el Vie, 27 May 2022 7:30, editado 3 veces en total.
A pesar de ser el lector más infatigable que haya conocido, a Rafle no le gustaba mucho la poesía, aun así tenía el detalle y la intuición afortunada de destacar a Bécquer entre todos los poetas. Creo que no le importaba mi opinión y nuestras charlas se convertían en un monólogo, yo apenas tenía quince años y una proclividad manifiesta por los mitos y la fabulación con un maniqueísmo acusado en el que reposaba un mundo en donde sólo existían los héroes y los monstruos. Pienso que los otros muchachos también lo creían así porque, también ellos, acababan de cruzar hacía no mucho la línea del Paraíso de los juegos que se pierden y se retuercen en la memoria como un pez arrojado a la orilla que sabe que no verá más la mar pero salta con desesperación hasta que exhala el último suspiro.
Más de una vez le escuché recitar con una pasión desordenada fragmentos del discurso de Marco Antonio ante el cadáver de César en presencia del pueblo romano. Pero ¿a quién le importa el poder y la gloria? ¿qué republicano sirve sin pestañear y sin que se agiten sus entrañas a un rey? ¿qué demócrata siente veneración por un régimen pasado? ¿quién lee a Shakespeare con la determinación de indagar en el alma humana y no deletrear su nombre con precisión? Así lo hacía Rafle cuando hablaba de la alegría de la vida y la tristeza de la muerte cuando citaba la indecisión ante la existencia y el amor de un príncipe danés que se resuelve entre la duda, la sed de venganza y los caprichos funestos del destino que le llevan a clavar un puñal en el pecho equivocado o que la mujer que ama acabe yaciendo en el lecho de un estanque porque no puede beber de un trago su enajenación de fingirse loco, y creo que así lo sigue haciendo, que seguirá hasta el final en esta aventura que emprendió de niño mientras leía “El Coyote” y desatendía las explicaciones del maestro, nunca me dijo si los héroes de su infancia fueron cómplices de sus malas notas. Ni siquiera sé si esto último es así.
23 de enero de 2016.
Unos meses más tarde de escribirle este homenaje sincero y agradecido Rafle moría. Pero yo pienso que sigue vivo, él fue la primera persona que me habló de Giordano Bruno que desde entonces vive en mí, por eso Rafle vivirá en cierta forma mientras yo resista y en aquellos que lean con fervor “El hereje” y entren en la agonía del mártir que sucumbió ante la intolerancia y la inflexibilidad de la Iglesia.
Me regaló “El viejo y el mar” sin que yo pudiera ver entonces la trascendencia que su autor negaba en un intento de desmitificar su literatura, el mundo, la vida que tanto amaba (ya sé que esto podrá parecer extraño a muchos sabiendo que se despidió de ella pegándose un tiro) quizás porque pensaba que los críticos le sacan punta a todo y muchas veces dicen tonterías, a pesar de todo me quedé pensando en la belleza crepuscular de la derrota, en el sentido de la lucha aunque vuelvas con las manos vacías, en el valor y el escuálido precio de la poesía en un mundo prosaico tendente a perder el tiempo en asuntos importantes que no lo son cuando se piensa. Verdaderamente es un logro tener la oportunidad de vivir un sueño aunque se desvanezca, perder una batalla porque has podido participar en ella.
Última edición por F. Enrique el Vie, 27 May 2022 7:30, editado 3 veces en total.
10 de noviembre de 2010
10 de noviembre de 2010
2 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película yo la considero la mejor obra de teatro pasada el cine, increible la interpretacion de Marlon Brando en su papel de Marco Antonio y James Mason en el de Bruto, la obra de la que sale es Julio Cesar de William Shakespeare.
6 de abril de 2012
6 de abril de 2012
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me parece que esta película es la obra maestra del mundo por excelencia. El papel sentimental pero a la vez perverso que juega Marco Antonio en Julio César, es para mí lo mejor que se ha visto hasta ahora en el cine. La primera vez que vi esta película, tenía 12 años y me maravilló.
Fíjense, en la media-sonrisa que hace Marco antonio después de convencer al populacho. Eso da vista a que en el fondo no es tan noble como parece ser.
Le puse de nota un 10,00 por razones para mí obvias.
Fíjense, en la media-sonrisa que hace Marco antonio después de convencer al populacho. Eso da vista a que en el fondo no es tan noble como parece ser.
Le puse de nota un 10,00 por razones para mí obvias.
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