Garra de hierro
6.7
5,819
Drama
Biopic sobre los hermanos Von Erich, que hicieron historia en el competitivo mundo de la lucha libre profesional a principios de la década de los 80. A través de la tragedia y el triunfo, bajo la sombra de su dominante padre y entrenador, los hermanos buscan la inmortalidad en el escenario más importante del deporte.
25 de marzo de 2024
25 de marzo de 2024
52 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los hermanos Von Erich, dedicados a la lucha libre en los años 80 bajo la sombra de su padre, viven en perseverancia por el deporte pero en serenidad entre ellos, hasta que les empieza a ocurrir una serie de sucesos trágicos e improbables, una maldición.
Encuentro mucha autenticidad en esta película. Siendo la mitad de la historia casi una tragedia griega, esta se siente verdadera porque, sin recurrir a falsas justificaciones o resoluciones dramáticas, nos hace entender que los personajes viven en una situación realmente fuera de lo normal, una ironía extraordinaria en la que ellos pierden progresivamente lo único por lo que han luchado. Es una maldición y nada más allá de ahí, cosa que ya conlleva a una carga emocional devastadora entre lo verosímil y lo surrealista. El padre no es un brillante profesor diabólico a lo “Whiplash” con el que acabamos entendiendo tanta dureza sino que es alguien que simplemente ha querido sacar lo mejor de sus hijos pero ha tenido mala suerte. Lo mismo con el resto de personajes. Pam (Lily James), la novia, por ejemplo, no es un plato principal en la historia sino que solo es una manera de que Kevin (Zac Efron) tenga algo a lo que aferrarse, un pequeño aprendizaje, un personaje con quien compartir sus pensamientos. No es más que un corazón puro el cual el sinsentido de la vida acaba rompiendo.
Es irónico el hecho de que Fritz (Holt McCallany), el padre, al igual que su hijo Mike (Stanley Simons), abandonara la música para convertirse en un “verdadero hombre” dedicado a la lucha libre. Sabiendo lo que más adelante le ocurrirá a Mike por haber seguido los pasos de su padre, podría parecer que la película nos intenta inculcar erróneamente el peligro de este deporte en comparación con lo pacífico que es tocar la guitarra. Pero, como he dicho, esto no es más que una maldición, sin buenos ni malos. El peligro no viene directamente del ring sino de una fuerza externa incontrolable, cosa que convierte a la historia en algo mucho más inaparente, injusto y cruel. Esta no es una película sobre deportes, ni sobre la madurez, ni sobre el perdón. Es una película sobre la aceptación. El deporte es la metáfora, muchas veces visual, que utiliza la película para señalar que los verdaderos puñetazos no están en el ring sino en la vida. Resulta que debajo de tanto pectoral hay un sorprendente gran corazón.
Me encantan esos planos con la cámara en el suelo del cuadrilátero o justo frente a las cuerdas mientras Kevin no para de tirarse al suelo o de impulsarse de un lado al otro. Es como si el personaje estuviese chocando contra la cámara, machacándose, inquieto y ansioso por entrar y salir del encuadre, de sus traumas. Esto muestra a través de lo cinematográfico el ring como un espacio de tortura hacia uno mismo.
Poco a poco vamos entendiendo la película y valoramos mucho más las vidas de los personajes cuando nos damos cuenta de que ellos no tienen nada de especial como luchadores, no hay conflictos en el deporte, simplemente son personas que se quieren a las que les ocurre una serie de hechos puramente trágicos. No es tanto la recreación dramática de los hechos sino el propio valor de estos. Es decir, la historia, por muy simple que sea, es suficientemente desgarradora como para adornarla con melodrama, por lo que no hay otra opción que mostrar la perspectiva más pura de los personajes. Y para ello, parece que no, pero se necesita una destreza increíblemente sofisticada para la forma cinematográfica. Se trata de que la película tenga enfoque. Precisamente eso es lo que más me gusta de esta.
Fijémonos en que, en el guion, la maduración de Kevin es algo tan simple como ser el favorito de su padre, conocer a una chica, seguir entrenando, cuidar de sus hermanos y poco más. Es la transformación de una persona dedicada, que tiene corazón y encaja en la sociedad, ni más ni menos. Y es simple porque la película no trata de su transformación sino de cómo los sucesos que le ocurren afectan a esa transformación. De esa manera se consigue el verdadero aprendizaje, el llamado “deseo inconsciente”. Y esto se respalda con la brillante dirección de la película y el recurso que mejor utiliza: la utilización del tiempo mediante la elipsis o la dilatación.
Durante la primera mitad no paramos de ver los momentos idílicos o cotidianos de los personajes. Esos largos abrazos cuando se reencuentran, esas primeras escenas que muestran el día a día de los hermanos, esos combates donde ellos son un equipo inseparable e invencible, siempre con los puños en alto, como si en “El luchador” de Aronofsky todo estuviese bien. O esos bailes en la boda donde incluso acabamos viendo un travelling lateral que muestra el rostro de los cuatro hermanos y la novia en primer plano, uno a uno, pasándolo bien, unas imágenes al desnudo sin nada de subtexto. Esta "calma antes de la tormenta” no tiene ninguna prisa en dejar de mostrar sus sonrisas. Ni un ápice de tragedia en esta primera mitad cobra sentido cuando la seguimos viendo. Lo que parece una alegría tan superficial y monótona se acaba convirtiendo en algo que echaremos de menos.
Y en la segunda mitad es donde la película gana fuerza. Sigo en la sección Spoiler.
Encuentro mucha autenticidad en esta película. Siendo la mitad de la historia casi una tragedia griega, esta se siente verdadera porque, sin recurrir a falsas justificaciones o resoluciones dramáticas, nos hace entender que los personajes viven en una situación realmente fuera de lo normal, una ironía extraordinaria en la que ellos pierden progresivamente lo único por lo que han luchado. Es una maldición y nada más allá de ahí, cosa que ya conlleva a una carga emocional devastadora entre lo verosímil y lo surrealista. El padre no es un brillante profesor diabólico a lo “Whiplash” con el que acabamos entendiendo tanta dureza sino que es alguien que simplemente ha querido sacar lo mejor de sus hijos pero ha tenido mala suerte. Lo mismo con el resto de personajes. Pam (Lily James), la novia, por ejemplo, no es un plato principal en la historia sino que solo es una manera de que Kevin (Zac Efron) tenga algo a lo que aferrarse, un pequeño aprendizaje, un personaje con quien compartir sus pensamientos. No es más que un corazón puro el cual el sinsentido de la vida acaba rompiendo.
Es irónico el hecho de que Fritz (Holt McCallany), el padre, al igual que su hijo Mike (Stanley Simons), abandonara la música para convertirse en un “verdadero hombre” dedicado a la lucha libre. Sabiendo lo que más adelante le ocurrirá a Mike por haber seguido los pasos de su padre, podría parecer que la película nos intenta inculcar erróneamente el peligro de este deporte en comparación con lo pacífico que es tocar la guitarra. Pero, como he dicho, esto no es más que una maldición, sin buenos ni malos. El peligro no viene directamente del ring sino de una fuerza externa incontrolable, cosa que convierte a la historia en algo mucho más inaparente, injusto y cruel. Esta no es una película sobre deportes, ni sobre la madurez, ni sobre el perdón. Es una película sobre la aceptación. El deporte es la metáfora, muchas veces visual, que utiliza la película para señalar que los verdaderos puñetazos no están en el ring sino en la vida. Resulta que debajo de tanto pectoral hay un sorprendente gran corazón.
Me encantan esos planos con la cámara en el suelo del cuadrilátero o justo frente a las cuerdas mientras Kevin no para de tirarse al suelo o de impulsarse de un lado al otro. Es como si el personaje estuviese chocando contra la cámara, machacándose, inquieto y ansioso por entrar y salir del encuadre, de sus traumas. Esto muestra a través de lo cinematográfico el ring como un espacio de tortura hacia uno mismo.
Poco a poco vamos entendiendo la película y valoramos mucho más las vidas de los personajes cuando nos damos cuenta de que ellos no tienen nada de especial como luchadores, no hay conflictos en el deporte, simplemente son personas que se quieren a las que les ocurre una serie de hechos puramente trágicos. No es tanto la recreación dramática de los hechos sino el propio valor de estos. Es decir, la historia, por muy simple que sea, es suficientemente desgarradora como para adornarla con melodrama, por lo que no hay otra opción que mostrar la perspectiva más pura de los personajes. Y para ello, parece que no, pero se necesita una destreza increíblemente sofisticada para la forma cinematográfica. Se trata de que la película tenga enfoque. Precisamente eso es lo que más me gusta de esta.
Fijémonos en que, en el guion, la maduración de Kevin es algo tan simple como ser el favorito de su padre, conocer a una chica, seguir entrenando, cuidar de sus hermanos y poco más. Es la transformación de una persona dedicada, que tiene corazón y encaja en la sociedad, ni más ni menos. Y es simple porque la película no trata de su transformación sino de cómo los sucesos que le ocurren afectan a esa transformación. De esa manera se consigue el verdadero aprendizaje, el llamado “deseo inconsciente”. Y esto se respalda con la brillante dirección de la película y el recurso que mejor utiliza: la utilización del tiempo mediante la elipsis o la dilatación.
Durante la primera mitad no paramos de ver los momentos idílicos o cotidianos de los personajes. Esos largos abrazos cuando se reencuentran, esas primeras escenas que muestran el día a día de los hermanos, esos combates donde ellos son un equipo inseparable e invencible, siempre con los puños en alto, como si en “El luchador” de Aronofsky todo estuviese bien. O esos bailes en la boda donde incluso acabamos viendo un travelling lateral que muestra el rostro de los cuatro hermanos y la novia en primer plano, uno a uno, pasándolo bien, unas imágenes al desnudo sin nada de subtexto. Esta "calma antes de la tormenta” no tiene ninguna prisa en dejar de mostrar sus sonrisas. Ni un ápice de tragedia en esta primera mitad cobra sentido cuando la seguimos viendo. Lo que parece una alegría tan superficial y monótona se acaba convirtiendo en algo que echaremos de menos.
Y en la segunda mitad es donde la película gana fuerza. Sigo en la sección Spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Las muertes de los hermanos, a cada una más trágica que la anterior, se muestran gradualmente más desde dentro y de una manera más carnal. En la primera, la de David (Harris Dickinson), se dice en off que ha muerto por una perforación intestinal y solo vemos un pequeñísimo funeral. En la segunda, la de Mike, después de tener un accidente en el ring, quedarse en coma y desgraciadamente aceptar su condición, lo vemos ingerir un bote de pastillas y huir de la casa, de noche y solitario. Por lo tanto, a esta se le dedica más tiempo, más información, a tiempo real y desde una perspectiva mucho más cercana, aunque haciendo largos saltos en el tiempo (desde el accidente en el ring hasta su muerte no pasan más de veinte minutos de metraje). Y la más brutal es la tercera, la de Kerry (Jeremy Allen White), quien pasa por dos fases: el accidente que le hacer perder el pie y la depresión que le lleva al suicidio.
En la primera, lo único que vemos es un largo travelling de la carretera a toda velocidad y a ras de suelo desde el punto de vista de la moto, de noche, y seguidamente un primer plano de Kerry con una mirada vacía y desalmada hacia el horizonte mientras conduce, rodeado de oscuridad. En la siguiente escena simplemente se levanta de la cama con arañazos en la espalda y coge unas muletas, esnifa una pastilla y entra en la cocina, haciendo que mediante el escenario y la cámara se revele que le falta un pie. Es una dirección mucho más impactante de lo que cabría esperar. Aquí entendemos que la película narra no mediante los hechos que se muestran sino mediante lo que nos sugiere el interior de los personajes. Y la segunda fase de su decadencia es su muerte. Tras una conversación tétrica y oscura entre Kevin y Kerry al estilo “Mystic River”, Kerry se dispara en vivo y en directo, aunque en fuera de campo, mientras su hermano lo busca para evitar otra tragedia. Kevin pega un grito y va corriendo a buscarle, desorientado, mientras le seguimos a tiempo real, hasta que lo encuentra bajo un árbol y llora sobre su cuerpo. Luego no duda en intentar estrangular a su padre, el supuesto culpable (recordemos que aquí nadie lo es) hasta que Kevin coge el cuerpo de Kerry y se lo lleva en brazos al interior de la casa. Es devastador porque es crudo y es crudo porque es auténtico. El hecho de no mostrar ninguna muerte directamente en pantalla es una decisión inteligente que irónicamente nos hace más sensibles y nos aterroriza más. Lo brillante está en esa selección de los momentos para dar la información justa y con la intensidad justa para que nos lo creamos y no sobrecargarnos de tragedia. Es decir, la primera fase se narra de manera contenida porque la emoción se reserva para una segunda fase mucho más explícita, donde finalmente la película nos da permiso para sufrir tanto como el personaje de Kevin. Y todo esto con la carga que nos ha ido acumulando la película a través de las otras dos muertes y su contraposición con la idílica primera mitad. Siempre de menos a más, de lo oculto a lo evidente, de lo pacífico a lo violento, del duro ring al suave césped. Aquí está la destreza formal de la que hablaba.
No daba un duro por “El clan de hierro” y acabé deslumbrado. Película infravalorada por la Academia, ya siendo mejor que la mayoría de las nominadas y ganadoras a los Oscars. Inesperada sorpresa la dirección del para mí desconocido Sean Durkin. También gran interpretación de todo el reparto, especialmente el ya consolidado Zac Efron.
Una película densa y dura con una bonita mirada hacia lo trágico. Muy recomendable.
En la primera, lo único que vemos es un largo travelling de la carretera a toda velocidad y a ras de suelo desde el punto de vista de la moto, de noche, y seguidamente un primer plano de Kerry con una mirada vacía y desalmada hacia el horizonte mientras conduce, rodeado de oscuridad. En la siguiente escena simplemente se levanta de la cama con arañazos en la espalda y coge unas muletas, esnifa una pastilla y entra en la cocina, haciendo que mediante el escenario y la cámara se revele que le falta un pie. Es una dirección mucho más impactante de lo que cabría esperar. Aquí entendemos que la película narra no mediante los hechos que se muestran sino mediante lo que nos sugiere el interior de los personajes. Y la segunda fase de su decadencia es su muerte. Tras una conversación tétrica y oscura entre Kevin y Kerry al estilo “Mystic River”, Kerry se dispara en vivo y en directo, aunque en fuera de campo, mientras su hermano lo busca para evitar otra tragedia. Kevin pega un grito y va corriendo a buscarle, desorientado, mientras le seguimos a tiempo real, hasta que lo encuentra bajo un árbol y llora sobre su cuerpo. Luego no duda en intentar estrangular a su padre, el supuesto culpable (recordemos que aquí nadie lo es) hasta que Kevin coge el cuerpo de Kerry y se lo lleva en brazos al interior de la casa. Es devastador porque es crudo y es crudo porque es auténtico. El hecho de no mostrar ninguna muerte directamente en pantalla es una decisión inteligente que irónicamente nos hace más sensibles y nos aterroriza más. Lo brillante está en esa selección de los momentos para dar la información justa y con la intensidad justa para que nos lo creamos y no sobrecargarnos de tragedia. Es decir, la primera fase se narra de manera contenida porque la emoción se reserva para una segunda fase mucho más explícita, donde finalmente la película nos da permiso para sufrir tanto como el personaje de Kevin. Y todo esto con la carga que nos ha ido acumulando la película a través de las otras dos muertes y su contraposición con la idílica primera mitad. Siempre de menos a más, de lo oculto a lo evidente, de lo pacífico a lo violento, del duro ring al suave césped. Aquí está la destreza formal de la que hablaba.
No daba un duro por “El clan de hierro” y acabé deslumbrado. Película infravalorada por la Academia, ya siendo mejor que la mayoría de las nominadas y ganadoras a los Oscars. Inesperada sorpresa la dirección del para mí desconocido Sean Durkin. También gran interpretación de todo el reparto, especialmente el ya consolidado Zac Efron.
Una película densa y dura con una bonita mirada hacia lo trágico. Muy recomendable.
11 de marzo de 2024
11 de marzo de 2024
19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los premios, por lo que sea, se han olvidado de este estupendo drama. Varios miembros de una familia, alentados por el patriarca, desean triunfar en el exigente mundo de la lucha libre. Contado desde el punto de vista de uno de los hermanos, la película conmueve sin forzar, creando personajes con vida propia, cuidándose de no abandonar la verosimilitud. El film refleja la perversión de algunos sueños, transformados en obsesiones destructoras; arremete contra la falacia de la cultura del esfuerzo; reflexiona sobre las frustraciones transmitidas de padres a hijos. No sermonea, no se recrea en las desgracias; se limita a presentar unas situaciones muy duras. Es una obra descarnada, inmersiva, que incluso suaviza los hechos reales para no abrumarnos con la sucesión de tragedias. En todo momento se hace palpable la sensación de que lo que cuentan ha tenido que ocurrir así, que es real: posee la fuerza de lo auténtico. Zac Efron se vuelca con su papel, y el resto de intérpretes lo secundan de maravilla. Los premios se han olvidado de este fantástico drama; los espectadores difícilmente lo harán.
15 de enero de 2024
15 de enero de 2024
22 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
The iron claw es un film sólido, con buena ambientación de los 80, una gran dirección por parte de Sean Durkin y una excelente actuación de Zac Efron.
La película nunca decae, es continua con un trama que te mantiene alerta y un bonito final.
Una historia triste e increíble pero real y sobre todo bien contada y con el toque del director logra encontrar el amor en tanto dolor.
Es el amor de los hermanos lo que hacen a la película; y el nuevo comienzo formando su propia familia por parte de uno de ellos, corta con la maldición y logra encontrar lo que perdió, en su nueva casa.
Recomendable film.
La película nunca decae, es continua con un trama que te mantiene alerta y un bonito final.
Una historia triste e increíble pero real y sobre todo bien contada y con el toque del director logra encontrar el amor en tanto dolor.
Es el amor de los hermanos lo que hacen a la película; y el nuevo comienzo formando su propia familia por parte de uno de ellos, corta con la maldición y logra encontrar lo que perdió, en su nueva casa.
Recomendable film.
1 de marzo de 2024
1 de marzo de 2024
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué bueno encontrarse con este tipo de películas que uno no daba dos duros antes de verla y que la cual casi no tuvo publicidad, ni marketing, del bueno o del malo, y que prácticamente no supe de su existencia, por casualidad, hace no más de una semana.
Este tipo de obras, que pasan por debajo del radar, siempre resultan las más disfrutables. Cualquier comentario que haga son halagos, porque me gustó de principio a fin, no le encontré fallas, me mantuvo pegado al sillón en cada escena. Es totalmente disfrutable y sorprendente, a la vez, por los hechos que cuenta.
Hacía rato que no veía un filme tan redondo y entretenido, el cual no tenga que recurrir a artimañas baratas de guion para mantenerte expectante.
Sin duda la tapada del año, aunque sea de 2023. Visionado obligatorio.
Este tipo de obras, que pasan por debajo del radar, siempre resultan las más disfrutables. Cualquier comentario que haga son halagos, porque me gustó de principio a fin, no le encontré fallas, me mantuvo pegado al sillón en cada escena. Es totalmente disfrutable y sorprendente, a la vez, por los hechos que cuenta.
Hacía rato que no veía un filme tan redondo y entretenido, el cual no tenga que recurrir a artimañas baratas de guion para mantenerte expectante.
Sin duda la tapada del año, aunque sea de 2023. Visionado obligatorio.
18 de febrero de 2024
18 de febrero de 2024
18 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Clan de Hierro, extraña traducción de "The Iron Claw", que alude al finisher (técnica más poderosa de un luchador de wrestling) característico de los Von Erich, es una historia marcada por la tragedia. Basada en unos hechos reales que en la realidad fueron aún más trágicos, nos presenta a la famosa dinastía de lucha libre de los Von Erich en una historia de ascenso y caída, resiliencia, fortaleza, familia y muerte.
Casi se podría dividir esta película en dos partes bien diferenciadas. La primera, muy bien construida, idílica, pausada, elegante, eficaz. La recreación de los combates de wrestling en la WCCW de principios de los ochenta es sensacional, desde las cabeceras del programa a los atuendos y la caracterización de los luchadores (Harley Race y Terry Gordy son IGUALES) Esta primera parte es un sensacional ejercicio de world building que no se hace pesado en ningún momento y que mete de lleno en el ambiente que pretende transmitir. A ello ayudan las fantásticas coreografías de los combates, dirigidas por el profesional de la lucha libre Chavo Guerrero. La segunda parte arranca tras el primer momento trágico, más o menos a mitad de película, y se caracteriza por un desarrollo más acelerado, casi atropellado, que omite sucesos y detalles importantes que ocurrieron en la realidad, comprime fechas, y requiere de cierto conocimiento de la historia real para que no te pille descolocado algún corte (en el spoiler me explayo más) Esta segunda mitad gana en emotividad y dramatismo, pero pierde en casi todo lo demás. Yo diría que se nota mucho la tijera en la sala de montaje, sencillamente le faltan escenas.
En cuanto a las actuaciones, la película está liderada por un más que sorprendente y musculadísmo Zac Effron en lo que me atrevería a decir que es uno de los mejores, si no el mejor papel de su carrera. Le acompaña Jeremy Allen White en el papel de Kerry Von Erich, quien fuera el mítico Tornado Texas de la WWF que salía en el Pressing Catch que emitían en telecinco a principios de los noventa. Jeremy Allen White es un buen actor y aquí lo demuestra, pero el casting es cuanto menos extraño. Él y Kerry Von Erich no se pueden parecer menos. Diría que todo el casting pone encima de la mesa unas interpretaciones más de correctas, pero en mi opinión es Holt McCallany quien se lleva la palma. Sencillamente es Fritz Von Erich.
Si te gusta el wrestling, creo que esta es una película obligada. Es una lástima esos fallos de montaje que la alejan de la perfección.
Casi se podría dividir esta película en dos partes bien diferenciadas. La primera, muy bien construida, idílica, pausada, elegante, eficaz. La recreación de los combates de wrestling en la WCCW de principios de los ochenta es sensacional, desde las cabeceras del programa a los atuendos y la caracterización de los luchadores (Harley Race y Terry Gordy son IGUALES) Esta primera parte es un sensacional ejercicio de world building que no se hace pesado en ningún momento y que mete de lleno en el ambiente que pretende transmitir. A ello ayudan las fantásticas coreografías de los combates, dirigidas por el profesional de la lucha libre Chavo Guerrero. La segunda parte arranca tras el primer momento trágico, más o menos a mitad de película, y se caracteriza por un desarrollo más acelerado, casi atropellado, que omite sucesos y detalles importantes que ocurrieron en la realidad, comprime fechas, y requiere de cierto conocimiento de la historia real para que no te pille descolocado algún corte (en el spoiler me explayo más) Esta segunda mitad gana en emotividad y dramatismo, pero pierde en casi todo lo demás. Yo diría que se nota mucho la tijera en la sala de montaje, sencillamente le faltan escenas.
En cuanto a las actuaciones, la película está liderada por un más que sorprendente y musculadísmo Zac Effron en lo que me atrevería a decir que es uno de los mejores, si no el mejor papel de su carrera. Le acompaña Jeremy Allen White en el papel de Kerry Von Erich, quien fuera el mítico Tornado Texas de la WWF que salía en el Pressing Catch que emitían en telecinco a principios de los noventa. Jeremy Allen White es un buen actor y aquí lo demuestra, pero el casting es cuanto menos extraño. Él y Kerry Von Erich no se pueden parecer menos. Diría que todo el casting pone encima de la mesa unas interpretaciones más de correctas, pero en mi opinión es Holt McCallany quien se lleva la palma. Sencillamente es Fritz Von Erich.
Si te gusta el wrestling, creo que esta es una película obligada. Es una lástima esos fallos de montaje que la alejan de la perfección.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El accidente de moto que le costó a Kerry Von Erich el pie debería haberse mostrado de forma diferente. En la película no hay tal accidente, simplemente se le ve conducir su motocicleta en la noche. La siguiente escena es él levantándose de la cama y apoyarse en unas muletas. Entonces descubrimos que ha perdido un pie. Es una elipsis rara y que puede dar lugar a confusiones. Un par de escenas tratando un elemento tan capital en la historia real no habrían venido de más. También se omiten los problemas de Kerry con la ley, que fueron según los entendidos, el detonante de lo que le llevó al suicidio en última instancia.
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