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Críticas de AntonioFB
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
8
4 de abril de 2020
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
“The first ten-page unit of dramatic action is the most important part of the screenplay” – Syd Field

Sinopsis: Goreng (Ivan Massagué) se despierta en una extraña plataforma junto a un desconocido. Ésta, dividida en diferentes niveles ocupados por dos personas cada uno, sólo ofrecerá comida a los implicados, descendiendo desde arriba hasta lo más hondo, ¿conseguirá sobrevivir el protagonista?

Si hay una película patria que actualmente está causando sensación entre el público, esa es El hoyo, la ópera prima de Galder Gaztelu-Urrutia. Desde una perspectiva crítica al sistema capitalista, esta distopía futurista (subgénero tan poco habitual en nuestro cine) nos mostrará hasta dónde es capaz de llegar el ser humano cuando sobrevivir es la única alternativa. Un concepto con un mensaje claro que la llevó a triunfar en la pasada edición del Festival de Sitges.

El hoyo da el pistoletazo de salida con un escueto prólogo conducido mediante una introducción musical. Ésta nos traslada a una cocina profesional en la que una figura en posición de superioridad se encarga de dar el visto bueno a los platos elaborados por los empleados. De este modo, se nos ofrece una pequeña pincelada de esa crítica que hemos comentado anteriormente, la existencia de un orden jerárquico.

Otro detalle a destacar de este apetitoso arranque es el interés del director por mostrarnos los diferentes elementos que han quedado atrás para crear esos platos deliciosos. Es decir, esas piezas de animales muertos que han servido o van a servir para el gran festín. Una decisión que causa cierto morbo en el espectador y, además, tiene otro objetivo justificado; el de exponernos que, para conseguir nuestros logros, hay que dejar cadáveres por el camino. ¿Es esto una regla obligatoria?

“Hay tres clases de personas: las de arriba, las de abajo y las que caen”.

Tras este breve prólogo, una voz en off plasmada en un fundido en negro ya nos adelanta en qué bloques podemos categorizar a los personajes presentes en esta alegoría. Sin saber aún cómo se organizan estas etiquetas, somos testigos del “nacimiento” de nuestro protagonista. Es decir, su incursión en El hoyo.

Éste despierta junto a un sujeto desconocido, Trimagasi (Zorion Eguileor), un anciano de carácter poco simpático que servirá para resolver las primeras incógnitas que revolotean tanto en la cabeza del personaje de Ivan Massagué como en el espectador. Entre todas las preguntas lanzadas, la que más interés despierta es aquella que resuelve el objetivo de ambos en la celda: comer.

Respecto a esto último, los dos hombres, ubicados en el nivel 48, se encuentran en una posición casi privilegiada, pues afortunadamente son cercanos a las primeras divisiones. Es decir, una vez que la plataforma con el festín preparado por los de fuera descienda, aún tendrán oportunidad de comer, no como los individuos que se encuentran en lo más hondo.

Una imagen insólita que, sin duda, se incrusta en las retinas de los espectadores es aquella en la que se produce la degustación de las sobras, donde el más anciano disfruta con gozo de ellas. En dicho momento, el protagonista advierte no tener apetito, a lo que su compañero responde: “ya lo tendrás”. Efectivamente, el primero está destinado a sufrir el mismo recorrido que Trimagasi.

Por otro lado, también es importante destacar el momento en el que las sobras vuelven a descender. En primer lugar, por mostrarnos más matices sobre la personalidad del anciano, cuya actitud deleznable le hace romper una botella de vidrio contra la plataforma, perjudicando a los de abajo (a pesar de encontrarse en una posición inferior a otros muchos niveles). En segundo, por indicarnos otra de las reglas del juego: la comida ha de ser ingerida o devuelta. De no ser así, la temperatura de la celda puede aumentar o disminuir hasta un resultado mortal.

Por lo tanto, esta primera parte sirve en rasgos generales para ubicarnos en un entorno (juego), identificarnos con un protagonista al que acompañamos en su aprendizaje y, sobre todo, posicionarnos contrariamente a su compañero, quien actúa de posible reflejo futuro. Mediante el diálogo, vamos descubriendo paso a paso los engranajes de este mecanismo ¿perfecto?

El extracto a criticar finaliza con un flashback, en el que se nos expone que el protagonista ha entrado voluntariamente en El hoyo. Otro detalle a resaltar es la posibilidad de acceder con un objeto. En este caso, Goreng escoge una novela, y no una cualquiera, sino Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes. Recordemos que el icónico hidalgo español sufre una evolución a lo largo del relato, recobrando la cordura a medida que avanzamos en la lectura. ¿Está relacionado con la situación del personaje? ¿Es El hoyo una situación real o simulada?

Aunque son muchas las preguntas a las que debemos dar respuesta, lo que sí tenemos claro con este arranque es la imposibilidad de no sentirse fascinado por la novedad que supone la cinta, especialmente en un cine patrio donde el género fantástico y de ciencia ficción siempre ha quedado denostado.

Al igual que coetáneos como Nacho Vigalondo o Carlos Vermut, Gaztelu-Urrutia utiliza elementos del género sacando el máximo rendimiento a la imaginación y la economía narrativa, focalizando en los diálogos y sirviéndose de escasos espacios reducidos. Éstos son muy bien tratados gracias a la acertada fotografía de Jon D. Domínguez, coloreada de tonos fríos y basada en planos cercanos que omiten información y ayudan a crear esa sensación de claustrofobia.

Sin embargo, a pesar de su originalidad, el film sigue los patrones marcados de otras obras afines en temática y puesta en escena, como es el caso de Cube (1997), la hermana mayor de la presente, o Saw (2004). Empero, se trata de una apuesta muy arriesgada que, indudablemente, despierta el interés de todo curioso. ¡Muy a tener en cuenta!
AntonioFB
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9
23 de marzo de 2020
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
“The first ten-page unit of dramatic action is the most important part of the screenplay” – Syd Field

Sinopsis: Década de 1890. El veterano farero Thomas Wake (Willem Dafoe) y su joven aprendiz Ephraim Winslow (Robert Pattinson) desembarcan en una remota y misteriosa isla de Nueva Inglaterra, donde deberán mantener el faro en buenas condiciones hasta que llegue el relevo. La relación entre ambos se complicará a medida que su estancia se vuelve más hostil y perturbadora.

Tras su fantástico debut con La bruja (2015), Robert Eggers vuelve a los tintes del género con El faro, una cinta hermana de su predecesora por huir del susto gratuito, su atmósfera asfixiante, el interés por la mitología y su propuesta insólita. No obstante, el cineasta no se acomoda en su status y sube la apuesta con un film que retumba brutalidad y locura.

Desde el primer segundo de visionado, el cineasta se encarga de adentrarnos en ese clima claustrofóbico, confiando plenamente en los detalles técnicos. Entre ellos, destacamos un sonido opresor y una magnífica fotografía en blanco y negro cuyo formato de 4:3 acentúa su naturaleza desazonadora.

Un barco avanza bravo mientras rompe un océano gris y violento cuyas olas se confunden con la partitura de Mark Korven. A pesar de la espesa niebla, observamos que en el navío se encuentran nuestros dos protagonistas. Ambos, frente ese paisaje incierto donde destaca un faro que bien podría simbolizar un rayo de esperanza.

Aislados del resto de la humanidad, los personajes ponen pie en tierra. Avanzan en silencio para hacer el relevo de los anteriores fareros, dos de los pocos personajes que veremos durante la trama. Entre ellos no se da ni un cruce de miradas, pues los que abandonan la isla dan la sensación de volver del mismo infierno.

Una imagen que precede a la casi ruptura de la cuarta pared, donde Pattinson y Dafoe nos hacen partícipes de su exilio con unas miradas desafiantes que traspasan la pantalla.

Al igual que el formato 4:3, el espacio en el que van a convivir nuestros protagonistas durante cuatro semanas es bastante reducido, característica que vamos descubriendo mediante los ojos de Winslow. Es decir, inspeccionamos el escenario desde un punto de vista inexperto, ajeno a ese mundo, como es el nuestro.

El extracto a criticar finaliza con la ruptura del silencio y la llegada de la confrontación. A los 7 minutos del visionado, el farero y el ayudante nos adelantan durante una cena pequeños detalles de cómo va a evolucionar su relación a lo largo de la cinta. En dicha conversación, también se establece la jerarquía entre ellos, donde Dafoe, como voz de la experiencia, se presenta como un ser autoritario que se ocupará el puesto más importante: el de proteger la luz.

A pesar de las aparentes diferencias entre los dos hombres, podemos advertir que el arco de ambos será bastante similar, viviendo una simbiosis. De hecho, el cineasta nos adelanta pequeños y banales rasgos comunes, como el hecho de fumar. Y es aquí donde podría radicar la única grieta de este arranque, en lo predecible.

Sin embargo, Robert Eggers deja en el camino numerosos elementos de interés para el espectador que, sin duda, queda maravillado por unas imágenes y diálogos tan bellos como espeluznantes. La figura de una sirena, la necesidad de querer ascender a esa luz (lo casi sagrado), el sombrío y peculiar comportamiento de Dafoe… Cine en mayúsculas.
AntonioFB
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7
15 de marzo de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“The first ten-page unit of dramatic action is the most important part of the screenplay” – Syd Field

Sinopsis: II Guerra Mundial. Jojo “Rabbit” Betzler (Roman Griffin Davis) es un joven nazi de apenas 10 años que lucha por la causa aria junto a su amigo imaginario, el mismísimo Hitler. Sin embargo, su mundo se pondrá patas arriba el día que descubra a una niña judía escondida en su propia casa.

Aunque el género de comedia suele calar más fácilmente entre los espectadores (no tanto en la crítica), llevar a cabo una película como Jojo Rabbit puede ser todo un campo de minas, especialmente si tenemos en cuenta la trayectoria de un director tan asiduo a filmes meramente correctos, Taika Waititi (Thor: Ragnarok, Lo que hacemos en las sombras). Y es que, a pesar de contar con la base de una novela superventas como El cielo enjaulado de Christine Leunens, es muy difícil contar un chiste sobre el episodio más oscuro de la historia reciente.

Tal y como ocurre en numerosos títulos del género, la cinta arranca directamente con una presentación del protagonista, rompiendo la cuarta pared y exponiendo su objetivo inicial en la trama. Jojo se prepara para acudir a la Juventud Hitleirana con el fin de comenzar su entrenamiento; una etapa en la que espera volcar todas sus energías y hacerse todo un hombre, siendo fiel al “salvador” de su nación, Adolf Hitler.

Sin embargo, el joven alemán también experimenta su primer conflicto, no sentirse preparado para el entrenamiento. A pesar de ello, cuenta con la ayuda de un amigo invisible, el propio Führer (interpretado por el director de la cinta), o más bien su particular versión del dictador, la cual se nos presenta como un personaje amable y caricaturesco.

Este fanatismo infantil y acérrimo también puede verse reflejado a través de los títulos de crédito, donde se emplean imágenes de archivo y música rock para presentarnos a Hitler como un fenómeno de masas. Un claro diálogo inicial entre el título que ahora nos ocupa y El triunfo de la voluntad (Leni Reifenstahl, 1935).

Seguidamente, el personaje de Griffin Davis se reúne con su mejor y entrañable amigo Yorki (Archie Yates) a la llegada del adiestramiento. A partir de aquí seremos testigos de una extensa tanda de personajes bufos entre los que destacamos al Capitán Klenzendorf (Sam Rockwell), un héroe de guerra frustrado encargado de dirigir el campamento juvenil.

Quema de libros, odio hacia los judíos, práctica en el campo de batalla… El director y guionista no se deja ningún estereotipo nazi. Por lo tanto, desde un primer momento se nos presentan elementos como la guerra, la violencia, el fanatismo y el nazismo. Todos ellos a través de un único punto de vista, el de un niño que se siente afín a esta ideología. Es aquí donde encontramos la originalidad de la cinta. Claro, esta barbarie solamente podría tener sentido a los ojos de un niño…

El extracto a criticar finaliza con la escena en la que vuelven a aparecer todas las dudas que revoloteaban en la cabeza del protagonista al comienzo de la cinta. En ella, el joven es objeto de burla por parte de sus superiores debido a la aparente deserción de su padre en el frente. Además, es obligado por estos a matar a un inocente conejo. Al no ser capaz de ejecutar dicho deber, dejando huir al animal, no sólo se confirma su incapacidad de cumplir ciertas órdenes, sino el origen del mote que dará lugar al título de la película, Jojo Rabbit.

El largometraje de Taika Waititi puede presumir de crear un universo propio con una mise en scène de lo más cuidada, la cual nos recuerda en más de una ocasión a los Monty Python (ya es un logro). Otro aspecto técnico a destacar es, sin duda, un montaje tan ligero y chispeante como los diálogos de estos diez primeros minutos.

Especial mención al trabajo actoral de Roman Griffin Davis y Archie Yates, capaces de impregnar la gran pantalla de carisma en cada aparición.

La sátira de Jojo Rabbit es clara, aunque puede resultar un tanto obvia y simple. La cinta no es algo que no se haya visto antes, basta con mencionar El gran dictador (Charles Chaplin, 1940). Aun así, consigue su objetivo y surte efecto. Si bien es cierto que Taika Waititi profundiza en la humanidad de la historia cuando avanza el visionado, la crítica presente únicamente se centra en el comienzo.
AntonioFB
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