Mucho celofán y lazos, luego lo desenvuelves y tienes una moñiga gringa, porque los gringos cuando se ponen las ponen prodigiosas, no vayan ustedes a creer que por ser gringos cagan siempre oro, ¡que va!, son como los demás mortales. En fin, una serie para tontos, bueno hasta el tercer capítulo, después no sé porque no pienso seguir perdiendo un tiempo muy valioso que puedo dedicar a ver otras cosas más provechosas. Para tontos, que debe haber muchos porque si no, no se explica el negocio. Tontos de esos que se sientan delante del televisor y ¡hala! a tragarse lo que echen. Luego claro, se lo creen todo y así se construyen nuevas verdades. Un producto fake muy de esta época, absolutamente trumpiano. Una pena, porque el tema es apasionante, un momento crítico de la Historia, no solo de la Historia de Inglaterra, sino de la Historia de Europa, y no lo han sacado ningún partido, y han preferido inclinarse por unos enredos de corte que además han falseado. Un desastre, vaya. No voy a reincidir en lo que ya han dicho aquí otros, y en la prensa también, sobre las "inexactitudes" históricas, por no decir falsedades, en la que incurre, pero si quiero comentar que este tipo películas debería ser combatido "fieramente" porque todavía en el s. XXI continúan difundiendo una imagen falsa y negativa de lo español: la conversación en la cantina entre Lina y Oviedo, en la que este se siente amenazado por la Inquisición es sencillamente insultante; esa sutil impresión que filtra permanentemente de España como un país asilvestrado también lo es. Castilla en ese momento de la Historia era un reino infinitamente más avanzado que Inglaterra, pero claro, por poner un caso, la serie nos priva de las conversaciones entre Catalina y Tomás Moro que podrían haber sido magníficas (No sé si habrá algo de esto en otros episodios, pero no pienso comprobarlo). Para esto supongo que hacen falta guionistas buenos y cultos, pero se lo han gastado en celofán. Una última cosa que no he leído por ahí, quizá la reina Isabel del primer episodio encaje más con su rival por el trono de Castilla, Juana de Castilla (la Beltraneja). Juana si montaba a caballo como los hombres, a horcajadas, iba de caza con los hombres, disparaba el arco y manejaba la espada, pero desde luego no consta que lo hiciera así Isabel. Lo mismo ha sido que los guionistas han leído otro libro. También es muy divertido cuando Catalina dice que en España se sientan en el suelo, porque precisamente esa costumbre moruna, como otras muchas que tenía, eran las que le criticaban los rivales a Enrique IV de Castilla (el Impotente), hermano de Isabel y padre de Juana, así que insisto, han debido leer otros libros. Aunque esto son minucias, lo importante para mí es como este tipo de productos continúan consolidando la Leyenda Negra tranquilamente. Y todavía salía el otro día en El País el catedrático de filosofía José Luis Villacañas refutando en su nuevo ensayo el “populismo intelectual reaccionario” del fenómeno editorial ‘Imperiofobia’, de Elvira Roca Barea (El País 4 de junio de 2019, https://tinyurl.com/y2ub9sts ) Pues aquí tenemos una prueba bien reciente de que Elvira tiene mucha razón, señor Villacañas.

Puritanismo protestante en grado superlativo que culmina en el desenlace. El narrador nos explica los deseos de los protagonistas que durante la mayor parte de la película son incapaces de transmitirlos por ellos mismos. Todas las situaciones son muy forzadas para que el relato cuadre. Dos tramas se entrecruzan constantemente, la del pedófilo sobra pero nos privaría de las dos escenas más memorables de la película (su cita a ciegas es de lo mejor, yo me he partido de risa, aunque seguro que el director perseguía otra cosa), pero a cambio dejaría la cinta en su justo metraje, que es excesivo para lo que ofrece. Las escenas de sexo muy estándar y comerciales, no transmiten ni la pasión ni el deseo que se supone a la pareja. En fin, floja, floja. Por cierto, no hay manera de que Jennifer Connelly se ría en ninguna película, siempre tan mustia.