Puritanismo protestante en grado superlativo que culmina en el desenlace. El narrador nos explica los deseos de los protagonistas que durante la mayor parte de la película son incapaces de transmitirlos por ellos mismos. Todas las situaciones son muy forzadas para que el relato cuadre. Dos tramas se entrecruzan constantemente, la del pedófilo sobra pero nos privaría de las dos escenas más memorables de la película (su cita a ciegas es de lo mejor, yo me he partido de risa, aunque seguro que el director perseguía otra cosa), pero a cambio dejaría la cinta en su justo metraje, que es excesivo para lo que ofrece. Las escenas de sexo muy estándar y comerciales, no transmiten ni la pasión ni el deseo que se supone a la pareja. En fin, floja, floja. Por cierto, no hay manera de que Jennifer Connelly se ría en ninguna película, siempre tan mustia.