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Argentina Argentina · Buenos Aires
Críticas de Nostradamus
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Críticas 76
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
2
5 de mayo de 2023
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si el padre Amorth viviera, seguramente se empeñaría en exorcisar a los mentores de semejante dislate cinematográfico, a la vez que reclamaría una más digna versión fílmica del papel que desempeñó como exorcista en la diócesis de Roma a partir de 1986 hasta su muerte acontecida en 2016.

Dicho esto, cualquier documental disponible en YouTube referida a su labor sacerdotal rinde mucho mejor honor a su cruzada contra las huestes del averno que esta pirotécnica y ridícula versión encabezada por un obeso y decadente Crowe, tanto que se animó a exponer su reputación y voluminosa humanidad en este bodrio que, seguramente, nunca gozará de una mención entre las contadas buenas obras del género y, muchísimo menos, del perdón de Dios.
Nostradamus
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4
13 de noviembre de 2021
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La última entrega del ciclo del segundo blondo que se metió en la piel del agente secreto con licencia para matar más famoso del mundo (el primero fue compuesto por el santo y risueño de Roger Moore, un tipo que resultaba más audaz en compañía de Tony Curtis que lo que demostró jugando con el perfil interpretativo que heredó de Sean Connery), nos llega impregnada por la cultura atenta y vigilante del momento que nos toca vivir, con sensibleros villanos, escasas (para mi gusto) bellas señoritas, un monógamo, sentimental y poco zalamero Bond, y una trama afiebrada e irregular que hasta se da el tiempo de coquetear con la idea de cederle el número más icónico del MI6 a alguien tan capaz de conducir un artillado Aston Martin y vaciar el cargador de una Walther PPK, como vestir una sexy y ajustada falda, arrancando suspiros a su alrededor. Quizá sea esta una anticipación del nuevo ciclo, el cual, seguramente, captará tantos nuevos adeptos como los que ya viene dejado por el camino a lo largo de estas 25 entregas (26, si se tiene en cuenta “Never Say Never Again” de 1983, con un Connery necesitado de peluquín para reversionar “Thunderball” e insistir con el rol que lo hiciera famoso por fuera de las fauces comerciales de Eon Productions, propietaria de la franquicia).

Con lo dicho hasta aquí, y sin necesidad de mencionar que se abandonó casi por completo la obligación de tener que hacer hincapié en muchos de los modos y las aficiones asociadas al gentleman inglés que ejercía gustoso el Comandante de la Royal Navy reclutado al servicio del MI6 y, por ende, de Su Majestad (conducta esta autoproyectada y volcada inicialmente en el papel, dicho sea de paso, por la pluma del periodista, oficial de inteligencia y escritor londinense Ian Lancaster Fleming), es muy fácil suponer que no estaríamos frente a otra adaptación cinematográfica estricta de las novelas (para ser justos, solo lo fueron cinco de ellas: las cuatro primeras de Connery y la única que protagonizó Lazenby), y que fueron agotadas en el celuloide en 1989 con “Licence to Kill”, película estelarizada por el shakespeariano Timothy Dalton, acaso el más fiel intérprete a la fecha del concepto original que le imprimió el autor al personaje, aunque haya terminado sucumbiendo prontamente a las cifras que arrojaban las siempre determinantes taquillas.

Sin considerar la interpretación televisiva prehistórica del estadounidense (¿en serio?) Barry Nelson de 1954, ni la del Teniente Coronel inglés devenido actor David Niven de 1967, esta sexta franquicia de cinco títulos (cuya primera se dio a conocer en pantalla grande hace casi 60 años y, aún sin contar con el beneplácito inicial de Sir Fleming, presentó a un ignoto actor escocés en el papel de un corpulento, rudo, despiadado, peludo, varonil, machista y mujeriego agente secreto enfrentando a un igualmente peligroso, pero mucho menos agraciado y maléfico Dr. Julius No, constituyéndose en un éxito que terminó despejando todas las dudas y, a la vez que llenó los bolsillos del descreído autor y de los arriesgados productores, conquistó al gran público y lanzó un personaje a escala mundial que estaría destinado a cautivar a muchas generaciones hasta el día de hoy) comenzó muy bien, retomando la senda del autor, reiniciando la franquicia con “Casino Royale” y equilibrando la evidente carencia del “fisic du rol” de Craig que resaltaban los más ortodoxos (más emparentada, quizás, con la de un villano, y muy alejada del ideal de Fleming, quien hasta se tomó el trabajo de dibujarlo y describirlo en la propia “Casino Royale” como alguien parecido al músico de su tiempo Hoagy Carmichael, “aunque más frío y rudo”, aclara) con la idea de reeditar en la pantalla (en serio y no la parodia surrealista que tuvo a Niven en el rol del espía secreto) la primera novela de las once que la sucederían, apoyada por una trama consistente, unas interpretaciones convincentes y por secuencias de acción adrenalíticas a lo Bourne (inyectando mucha más que la del texto original). La crítica, el público y las recaudaciones le dieron una cálida bienvenida.

Lamentablemente, y a pesar de este promisorio debut, el ciclo de Craig no mantuvo la regularidad deseada y cayó en los marcados altibajos que sufrieron todos (no viene al caso, en mis sesenta y tantos años que tengo, los muchos bodrios de 007 que me tocó presenciar, por más elenco o pirotecnia que incluyera), a excepción de “Skyfall”, que pareció querer recomponerse de la torpeza que significó “Quantum of Solace”. Aunque seguidamente se comprobó que esto solo fue un amague, ya que “Spectre” tampoco estuvo a la altura de sus dos buenas predecesoras. Y “No Time to Die” no es la excepción ni la frutilla del postre que se esperaba para un fin de ciclo tan promocionado y largamente postergado por la maldita pandemia mundial.

Para colmo, 007 ya venía degustando las mieles de un merecido retiro desde “Skyfall” y aquí ya lo venía ejerciendo (casualmente, al igual que el propio Craig con seguir interpretando ese rol), pero al pobre lo terminan embarcando en un asunto y –estoy convencido de esto– lo someten a un fin de ciclo más embustero que el que hubiera imaginado Fleming en su peor pesadilla, aunque mucho más cercano al universo Marvel y a estos tiempos que corren... casi sin lugar ni espacio para ese Bond que nació y prosperó en plena Guerra Fría, en los albores de la psicodelia, al son de la Beatlemanía y, de manera indeclinable, al servicio secreto de Su Majestad.

Tiempos que, de seguro, no volverán, a pesar de que Bond asegura que sí lo hará.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Nostradamus
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5
17 de enero de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Descreído del cine Bíblico por razones estrictamente personales, aún con el amargo sabor que me dejó Noah y desconfiado de este “pendulante” director, concurrí al cine sin mayores expectativas que las de saciar mi testarudez más que mi curiosidad.

En esta oportunidad, Ridley Scott (el mismo que se atrevió con una inusual aunque desencantadora historia de Robin Hood), más ortodoxo aquí, retoma el argumento oficialmente aceptado por Hollywood –no por los historiadores ni por el mismo Antiguo Testamento, que no hace mención a ningún faraón en particular– de asociar a un personaje bíblico (Moisés) con uno histórico bien conocido (Ramsés II), el cual, a diferencia del primero, se encargó de dejar una huella tan grande en un pasado tan lejano que hasta llegó a nuestros días.

Incluso fue tan así, que hasta su momia le facilitaba a Scott el rostro para que pudiera elegir un actor que interpretara este papel sin dar la espalda a la evidencia arqueológica: Adrien Brody (pero… ir por el rubiecito de Joel Edgerton?).

Tampoco pareciera que Christian Bale, muy lejos del temperamental y determinado Charlton Heston de aquellos tiempos, haya sido elegido por su particular forma de expresar sus palabras (no sabría explicar por este medio la forma de inflexión característica que utiliza para hablar), habida cuenta que el Moisés de las Sagradas Escrituras padecía de una dificultad en el habla, sino más bien por un tema de cartel y representantes.

Pero sigamos…

Si bien hasta aquí no existiría impedimento alguno para que las figuras elegidas y la base argumental fueran digeridos por la gran mayoría, especialmente para aquellos que en su momento se maravillaron con la casi sexagenaria “Los Diez Mandamientos”, el verdadero problema sobreviene en el desarrollo mismo de la historia y en la interacción de sus personajes, a algunos de los cuales les sobra cartel para tan pobre interpretación.

En cuanto a la historia en sí, todo gira en torno al enfrentamiento que se genera entre Moisés y Ramsés II por cuestiones de legitimidad de cuna del primero, y en la cual un Dios, con aspecto de niño que se manifiesta omnipotente y parcial, toma partido y aprovecha para encender la mecha entre ambos.

Así de sencillo es, ya que la película centra mucho más su atención en la lógica argumental típica de la mitología griega (por sus ribetes de espectacularidad, supongo) más que en el hecho de la reclamada liberación del sojuzgado pueblo hebreo. Y aún peor, pareciera que esta sobreviene, casi de casualidad, a raíz de la disputa personal de los excluyentes antagonistas de la historia: un faraón hitleriano y su aguerrido hermanastro devenido en profeta de su pueblo de procedencia, dicho sea de paso, una horda de esclavos hebreos que lo siguen sin chistar rumbo a la Tierra Prometida.

Capítulo aparte merece la personificación que se hace de Dios, ya que aunque admitiendo lo que asume la creencia popular de que el Yahvé del Antiguo Testamento tiene ciertos rasgos de crueldad e ira que no se vislumbran en el Nuevo (en verdad, esto no es así), no lo imagino en la piel de un niño, más caprichoso que furioso, desatando pestes y desastres cuasi mitológicos sobre Egipto en auxilio de un Moisés que se ve derrotado.

Respecto a la puesta en escena, la ambientación y los efectos, se puede decir que están a la altura de lo que la mejor tecnología digital permite actualmente, aunque hubiera sido conveniente que las pirámides lucieran tal como se veían en esos tiempos (grandes bloques de piedra caliza blanca perfectamente ensamblados) y no deslucidas y escalonadas como se ven en la actualidad.

En síntesis: Mantengo mi postura frente al género.
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Nostradamus
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8
16 de enero de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película gira en torno a la Dra. Alice Howland, el personaje magníficamente interpretado por Julianne Moore (esta excelente actriz que ya nos ofreció sobradas muestras de sus dotes interpretativas), cuyas reconocidas credenciales en el área de la psicología cognitiva parecieran resultar inmejorables y apetecibles víctimas de un Alzheimer que se manifiesta tempranamente en su organizada y ajetreada vida y, nada menos, en la cumbre de su carrera.

A partir de allí, asistimos a una irremediable involución de su enorme capacidad intelectual, con el consecuente drama familiar que esa terrible situación conlleva y que amenaza con despersonalizarla y alejarla definitivamente de la encumbrada vida profesional que había forjado, a la vez que hacer tambalear el entorno afectivo más caro a sus sentimientos.

Este drama en sí mismo y la soberbia caracterización de Moore, firme candidata a llevarse el mayor premio de la Academia en el rubro por su magnético trabajo, colman toda la pantalla, sin importar demasiado el moderado presupuesto empleado en el rodaje de la cinta, el eclipsado rol que les toca jugar a los personajes secundarios, los cuales acompañan a la altura de las circunstancias, y, en menor medida, a la profundidad con que es tratado el tema.

Además, huelga decir que resulta meritorio el tratamiento argumental que se hace de semejante situación, que a pesar de contener los ingredientes necesarios para llevarnos al terreno melodramático y lacrimógeno que tantas veces visitó esta temática, esquiva con destreza la tentación o el facilismo de recurrir a esos artilugios.
Nostradamus
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2
29 de agosto de 2014
6 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué me dirían de una película si les adelanto que está rodada en escenarios soporíferos, con actuaciones soporíferas, con secuencias soporíferas, con ambientaciones soporíferas y con un guión soporífero?

Acertaron: ¡ES UNA PELÍCULA SOPORÍFERA!

A este segundo largometraje de Michôd, con tan pocas palabras como ideas, le encaja perfecto este calificativo, y solo sirvió para que Robert Pattinson se la pase ensayando arcadas (¿será una particular manera de interpretar al joven inseguro y confundido que interpreta, por el maquillaje dental que utiliza en el filme, o bien por la mucha sangre que bebió en Crepúsculo?. Particularmente, me inclino por esto último) del mismo modo que lo hice yo en buena parte de su estirado y lento desarrollo.

No se dejen meter el perro, y si lo hacen, vayan bien descansados y en ayunas, porque las arcadas son contagiosas.
Nostradamus
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