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Críticas de Migue Muñoz
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Críticas 100
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
5
24 de junio de 2011
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando vimos a Will Ferrell desgañitarse de su vida marital y ponerse a realizar las tropelías de su adolescencia en una de las fiestas de campus de 'Old school' (Todd Phillips, 2003), percibimos que su interpretación de Frank ‘The Tank’ era el clímax de la renovación de la comedia USA en torno al subgénero de la bufonada y la falta de maduración masculina en el nicho de edad de la treintena. Su figura cómica entre Fatty Arbuckle, Goofy y John Belushi había recogido los matices exactos de la comedia gamberra y el descaro del rechazo de amedrentarse ante el filtro social de las buenas maneras y la insistencia de aquel dictamen de que “ya no tienes edad para esto”.

Bajo la perspectiva del tiempo transcurrido, 'Aquellas juergas universitarias' (la mejor comedia de Phillips hasta la fecha) podría verse como el anticipo, casi una década antes, de una muestra desvergonzada de los treintañeros actuales: indignados no sólo por no poder acceder al plano de la madurez socio-económica que siempre se les ha exigido, sino hastiados de tener que doblegarse ante las convenciones colectivas.

Sea como fuere, Todd Phillips ha sufrido en sus carnes como realizador de gran parte de las comedias más exitosas de la última década, el mismo proceso de sometimiento que su filmografía: ha pasado de burlarse de dichas convenciones sociales a doblegarse ante la moraleja subterránea que soporta la gran mayoría. Su mayor éxito: 'Resacón en Las Vegas' (2009), bajo su epíteto de comedia gamberra, escondía una angustia generacional sempiterna por ocultar aquellos errores que no admitirían un aprobado por parte de la convención social, al aprovechar el truco narrativo del flashback y la elipsis para connotar una vergüenza común por aquellos actos impropios de una determinada edad.

Con 'Resacón 2 ¡Ahora en Tailandia!' Se cumplen las expectativas mayoritarias: más gags toscos, sexuales, desvergonzados y más vandalismo bajo inconsciencia etílica; pero también se consuma la expectativa de que no sólo se otorga más de lo mismo sino que se acentúa el truco inicial de la saga para perdonar desde el principio el acto de esos vándalos de la despedida de soltero contemporánea.

Aún a pesar de que la presencia de Zach Galifianakis y el mono logren los momentos más disparatados, desternillantes y hasta enternecedores de la secuela (onanismo figurado incluido), él que esto suscribe mantiene la sentencia de que lo único realmente sostenible por parte de la comedia norteamericana actual es el grupo formado por Jody Hill, David Gordon Green, Ben Best y Danny McBride: la comedia catódica con sello HBO consolida en las dos temporadas de 'Eastbound & Down' (o 'De culo y cuesta abajo') el patetismo, la vergüenza ajena, el post-humor y la franqueza de gran parte de una generación perdida en el centro neurálgico de la crisis emocional y social de la post-globalización… Y sin viajar a Tailandia.
Migue Muñoz
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7
10 de junio de 2011
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La corta filmografía del londinense Joe Wright podrá tener tantos detractores como evidencias que han ido auspiciando la llegada de un realizador con reveladoras inquietudes más allá de sus adaptaciones de pesos pesados literarios como Jane Austen ('Orgullo y prejuicio', 2005) o Ian McEwan ('Expiación', 2007). Su amplio manejo del movimiento de la cámara hace que sus relatos nunca caigan en la estática sobria sino que vean en la cinética del cinematógrafo una posibilidad para rebasar el límite de coordenadas que fija el plano. Con 'Hanna' logra la perfecta fusión de sus intenciones sobre la capacidad de incrustar el movimiento en escena sin que ello resulte una impostación sino la necesidad pura y dura que solicita la historia.

La aventura juvenil deviene en relato de espías y en cinta de acción de última hornada. Como si sus guionistas Seth Lochhead y David Farr hubieran fundamentado la teoría del “gran juego” kiplingiano para levantar una consorte femenina a Jason Bourne, Wright aprovecha el viaje iniciático de su heroína para reciclar las aventuras juveniles clásicas a lo 'Kim de la India' y poder ejercitar su pasión y obsesión por el eterno movimiento en una fuga de secuencias como móviles perpetuos. Hanna es la Lola de Tom Tykwer que corre y corre por la Europa de principios del siglo XXI, mofándose de las fronteras, sin detención posible, y con un montaje sincopado que contradice de manera sensacional los postulados que marca su impulso inicial: cine de género, sin grandes alardes, y con la única pretensión de poner a prueba los conocimientos de un realizador que se maneja a la perfección en su ejercicio de estilo de acción.

Chirrían algunas elecciones de caracterización de secundarios y quizás plantea demasiadas búsquedas paralelas a su protagonista (las dudas sobre su despertar sexual) pero la sola presencia pérfida de Cate Blanchett y el incesante, y hasta exótico, viaje que esboza rezuma una mezcla entre sofisticación, clasicismo de colonización europea y de relato juvenil entre la influencia subconsciente del Kim de Kipling y el blockbuster familiar de las últimas décadas tipo 'D.A.R.Y.L.' (Simon Wincer, 1985). Cine de espías que resultan aventuras familiares, o la historia de una familia disfuncional construida con la raíz de la experimentación gubernamental y a la búsqueda de su desintegración total.
Migue Muñoz
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7
10 de junio de 2011
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las entregas de la saga 'Saw', no han hecho más que ocultar dentro de la filmografía básica de Wan notables ejercicios de estilo dónde el thriller, el fantástico y el grand guignol alcanzaban cotas memorables como las visualizadas en el muy respetable homenaje a títulos hammerianos en El silencio desde el mal (2007) o con ínfulas setenteras de géneros potentes con Sentencia de muerte (2007).

Con 'Insidious', labra la excusa de las casas encantadas, las moradas que infectan el adn familiar, así como la dicotomía de inexplicable teoría científica en torno al fantasma parásito y el legado genético en tiempos de crisis emocional y social, con brusco desarrollo narrativo, sin perder tiempo con clicheadas explicaciones dramáticas, el uso de la elipsis para avanzar el relato en pro del poderío visual de la propuesta.

Tan siniestro como la sacudida por parte de un cuerpo escondido en el interior de un saco en la magistral 'Audition' (Takashi Miike, 1999), las apariciones misteriosas ipso facto en el Lynch más oscuro, las visiones espeluznantes durante las grabaciones cumpleañeras en video doméstico en 'El sexto sentido' o 'Señales' (M. Night Shyamalan, 1999 y 2002) o las ya clásicas secuencias rodadas con steadicam en uno de los pasillos del Hotel Overlook de 'El resplandor' (Stanley Kubrick, 1980), el gran acierto de Insidious es el estimulante batiburrillo de apariciones tétricas, las estampas amenazantes que circulan por su puesta en escena y la preparación hacia un clímax final acentuado por un aterrador viaje parapsicológico por dentro de la mente.

Ese poderío visual es el que hacer subir enteros a una película que lucha contra los puntos muertos llenos de explicación lógica que muchos productos de su clase arrastran tras de sí, y propone la idea del espectro como parásito emocional, familiar y social, incrustando hasta diversos subniveles de lectura. Al igual que uno de los anuncios virales más divertidos de los últimos años: ¡No te fíes de las fotos de perfil! De la agencia londinense con sede en Estados Unidos, The Viral Factory, la película de Wan (producida por Jason Blum y Oren Peli, artífices de Paranormal activity) propone la posibilidad de reflexionar sobre el monstruo latente que inconscientemente incubamos en nuestro interior y que las nuevas tecnologías con uso doméstico o las redes sociales de uso masivo pueden seguir ocultando, o mostrando, con la misma facilidad con la que admitimos que no creemos en fantasmas, pero somos conscientes de la siniestralidad de nuestro prójimo.
Migue Muñoz
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8
13 de mayo de 2011
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con 'Tournée' Mathieu Amalric se pone delante y detrás de las cámaras y con su mirada, tanto la física (los ojos más vivarachos, masculinos y hondos del cine francés actual) como la conceptual (puesta en escena corta, adherida al cuerpo), expone en primer plano la desventura de un grupo de artistas de new burlesque para dialogar en último término con las diatribas emocionales de un ex-productor televisivo de éxito que regresa de EE.UU.

La principal resonancia de 'Tournée' se propaga en ecos de Cassavetes, recordada en la mayoría de críticas y entrevistas en base a la película: es indudable la fisicidad, la importancia de los cuerpos y todo lo que conllevan (vestimenta, gestos y eterno movimiento). Sin embargo, también existen actualmente ejemplos autorales de un tipo de cine al que asemejar la película de Amalric según su propuesta de tiempos muertos, fugas del punto de vista desde el backstage a la platea, pasando por la mirada esquiva al escenario. Ante todo, las sinestésicas sensaciones que son capaces de evocar y connotar sus imágenes nos hablan de texturas perezosas pero tremendamente vivas como podría ser una cama desecha, el hall de un hostal, la primera luz de la mañana, el olor a café, whisky y fast food, el fluorescente de una gasolinera en turno de noche o las maletas repletas de trajes y modelitos varios que transpiran la sensación de tejido usado y rancio cuidado.

Sea como fuere, lo último de Sofia Coppola ('Somewhere') podría ser la versión de Costa Oeste norteamericana de Tournée en cuanto a fisicidad de habitación, alimentación y tratamiento del show business. Y si hablábamos de la idea de improvisación y temática resonante con el padre del cine independiente estadounidense, de Cassavetes podríamos rebotar en los recorridos de bajos fondos scorsesianos (no solo los antros de 'Malas calles' sino el recorrido country de Ellen Burstyn en 'Alicia ya no vive aquí' o el aroma de bastidor y tramoya de la espléndida 'El último vals'). Se trata de adherirse al cuerpo y como espectadores asumimos la capacidad de entrever la psicología del arte en todas sus jerarquías. Cómo John Cameron Mitchell en 'Hedwig and the angry inch' somos testigos del sueño a realizar como de la pesadilla palpable que uno lleva a cuestas.

Sólo importan las imágenes, Joachim y su movimiento, sus cambios de humor, su realidad oculta, sus mentiras, su deseo latente… Las relaciones comunicativas se ven anquilosadas en el viejo continente por un viaje primario, cara a cara, sin posibilidad de lo virtual, sin capacidad de futuro diáfano, seguro y rápido. Como la puesta en escena de Amalric, nerviosa al mismo tiempo que rotunda en sus pretensiones, cercana como oculta, tan fascinante como imperfecta: más que una road-movie europea, 'Tournée' acaba modelando una estupenda muestra de cine a hombro y pegado a las espaldas que, por tanto, deja manchas de cal en aquel traje que creíamos idóneo para seducir y embaucar.
Migue Muñoz
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6
24 de marzo de 2011
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando en las sobremesas de los veranos de los ochenta las series familiares de acción eran indiscutibles tras el Telediario, el subgénero que más éxito cosechaba era aquel que tenía como protagonista a un medio de transporte arrollador: KITT en 'El coche fantástico', la moto de Jesse Mach en 'El halcón callejero' o el helicóptero Aerospatiale Gazelle, más conocido como Blue Thunder o Trueno Azul, hecho héroe catódico tras el éxito de la película de John Badham en 1982.

Utilizado como sofisticado helicóptero de asalto policial, y conducido por Roy Schreider (siempre recordado como el jefe de policía Martin Brody en el 'Tiburón' de Spielberg) será el arma de discordía entre policías y militares corruptos en su función de vigilante de las masas que pueblan la gran ciudad.

Una estimable cinta de acción con buena puesta en escena y espectacularidad en su justa medida.
Migue Muñoz
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