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Críticas de Milton viquendi
Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
8
20 de octubre de 2009
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En cuanto a la estética, resulta necesario reparar en la similitud e influencia del expresionismo, lo gótico y lo macabro en la biomecánica que es el estilo escenográfico del film. Es notable la influencia del escritor Lovercraft en la obra de Giger (quien además de diseñarlo, le dio el nombre al monstruo). Paralelamente el planteo escenográfico es muy novedoso: con el estilo que propone Giger se rompe con las características arquetípicas que estaban planteadas desde "2001..." y continuada por "star wars" (naves brillantes, plateadas, impecables), para dar lugar a una nave de estilo barco carguero. Esta concepción visual le valió el Oscar a Giger.
Recursos aplicados al suspenso: cuando vemos a uno de los protagonistas buscando al gato, la cámara lo toma en primer plano de espaldas. El objetivo radica en producir en el espectador la sensación de una "subjetiva del monstruo", como si lo estuviera persiguiendo, y que, por supuesto, él no lo ve por su posición. La inquietud va en in crescendo ya que el plano es cerrado, y, por lo tanto, no vemos nada de lo que ocurre alrededor. Por otro lado, la mirada del actor juega con la elipsis: es decir que él esta viendo algo sorprendente que los espectadores desconocen, para provocar un efecto de contra-suspenso. De esta manera el espectador piensa que sí ha visto algo, pero, imprevistamente sus ojos se posan en el vacío, con lo cual se advierte que en realidad no observó nada importante, lo cual conlleva a la distensión del público, con el fin de contraponer un clima y otro.
Enseguida la duración de planos se extiende a 5 segundos (largos), lo cual aumenta la morosidad y favorece la sensación de tensión. Así, el espectador desea fervientemente que aparezca el monstruo porque ya no es capaz de sostener la incertidumbre.
Con posterioridad se muestra un "travelling hacia adelante subjetivo", pero ¿de quién?, nadie lo sabe. Nuevamente se aplica en este caso un fuera de campo que sirve para aumentar la tensión. La toma termina con un travelling hacia arriba que finaliza en un contrapicado muy abrupto. Recién se adivina que la mirada es la del protagonista cuando se realiza un contraplano con un picado que culmina en los ojos de él.
A estas alturas, el público reconoce que el monstruo está cerca, porque se ha mostrado el detalle de unas pieles caídas. Acto seguido, por medio de la elipsis, se advierte al monstruo a través de la mirada del gato (por recepción del otro). El recurso es claro: los espectadores no deben ver al monstruo con suma claridad ya que esto permitiría acostumbrarlos a su figura y perder la sensación de terror que se quiere lograr (se juega con el miedo a lo desconocido, muy utilizado por Lovercraft), por eso se escamotea permanentemente con planos cerrados o elipsis.
El diseño de la imagen cumple con el mismo propósito, que a los receptores les resulte dificultosa la decodificación, incentivándolos a rellenar los espacios con su imaginación, siempre más terrorífica que una imagen.
Milton viquendi
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8
21 de julio de 2008
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Movidos por sus sentimientos e historias personales, los personajes de "Smoke" convergen en una cigarrería de Broklin atendida por Auggie (Harvey Keitel), quien brinda una mano amiga para guiar los rumbos que elige el corazón de quienes lo rodean. Su amigo, el escritor Paul Benjamin (William Hurt), con la mirada perdida en la imagen de su esposa asesinada, intenta ayudar a Rashid (Harold Perrineau), un joven de raza negra que busca a su padre (Forest Whitaker). Este lo había abandonado, perturbado por la muerte de su esposa -la madre de Rashid- luego de un accidente automovilístico ocurrido cuando él manejaba. También aparece en escena una ex-pareja de Auggie (Ruby Mc Nutt), quien le dice que tienen una hija en común, la cual se encuentra sumida en las drogas. Los afectos, que tiñen las acciones de cada personaje, fueron la clave para que el director japonés Wayne Wang -con una producción de bajo costo- lograra una excelente película.

Pese a los escasos recursos económicos, la película es rica en el aspecto técnico. Sin espectaculares explosiones, ni grandes efectos especiales, denota un detallado estudio de la imagen. Los gestos y las situaciones son captados desde diversos planos, de acuerdo con lo que se quiera destacar: el mensaje, mediante planos detalle de los labios del hablante, o las acciones, mostrando a los actores desde diversos ángulos. También cabe destacar la escena final en blanco y negro, cuyas tonalidades producen una sensación de nostalgia y emotividad.

"Despacio, miremos la vida" fueron las palabras con las cuales el cineasta definió su estilo, una síntesis perfecta del contenido del filme. Una frase que recuerda un antiguo tópico de origen latino: "Beatus ille" (feliz de aquel... que disfruta de las pequeñas cosas de lo cotidiano).

Las acciones se desencadenan emotivamente, se crea una atmósfera cargada de sonrisas y lágrimas donde el lenguaje de las miradas cobra un papel de gran importancia. Para generar este clima, fue fundamental la elección de los actores. Principalmente la de Keitel -de "Tiempos Violentos" o "Los duelistas"-, representando a un hombre sincero, espontaneo, quien, con sus cálidos consejos se gana la confianza y la simpatía del público.

La trama culmina en un elogio al sentimiento. Una historia -en blanco y negro- que inspiró al resto del guión: "Un cuento de Navidad de Auggie Wreen", publicado en New York Time, del escritor y co-autor de Cigarros, Paul Auster. Un relato que demuestra que no todo está viciado por la maldad, que un simple abrazo puede darle sentido a la vida, o a la muerte.
Milton viquendi
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