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Voto de Milton viquendi:
8
Drama Brooklyn, verano de 1987. Algunas personas que frecuentan el estanco de Auggie Wren (Harvey Keitel) le confían sus problemas. La rocambolesca historia de cómo consiguió su cámara fotográfica y de por qué se decidió a elaborar su singular colección de fotografías le dará por fin un argumento a Paul Benjamin (William Hurt), un prestigioso novelista que atraviesa una crisis. Por su parte, Paul ayudará a Rashid (Harold Perrineaud Jr.), un ... [+]
21 de julio de 2008
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Movidos por sus sentimientos e historias personales, los personajes de "Smoke" convergen en una cigarrería de Broklin atendida por Auggie (Harvey Keitel), quien brinda una mano amiga para guiar los rumbos que elige el corazón de quienes lo rodean. Su amigo, el escritor Paul Benjamin (William Hurt), con la mirada perdida en la imagen de su esposa asesinada, intenta ayudar a Rashid (Harold Perrineau), un joven de raza negra que busca a su padre (Forest Whitaker). Este lo había abandonado, perturbado por la muerte de su esposa -la madre de Rashid- luego de un accidente automovilístico ocurrido cuando él manejaba. También aparece en escena una ex-pareja de Auggie (Ruby Mc Nutt), quien le dice que tienen una hija en común, la cual se encuentra sumida en las drogas. Los afectos, que tiñen las acciones de cada personaje, fueron la clave para que el director japonés Wayne Wang -con una producción de bajo costo- lograra una excelente película.

Pese a los escasos recursos económicos, la película es rica en el aspecto técnico. Sin espectaculares explosiones, ni grandes efectos especiales, denota un detallado estudio de la imagen. Los gestos y las situaciones son captados desde diversos planos, de acuerdo con lo que se quiera destacar: el mensaje, mediante planos detalle de los labios del hablante, o las acciones, mostrando a los actores desde diversos ángulos. También cabe destacar la escena final en blanco y negro, cuyas tonalidades producen una sensación de nostalgia y emotividad.

"Despacio, miremos la vida" fueron las palabras con las cuales el cineasta definió su estilo, una síntesis perfecta del contenido del filme. Una frase que recuerda un antiguo tópico de origen latino: "Beatus ille" (feliz de aquel... que disfruta de las pequeñas cosas de lo cotidiano).

Las acciones se desencadenan emotivamente, se crea una atmósfera cargada de sonrisas y lágrimas donde el lenguaje de las miradas cobra un papel de gran importancia. Para generar este clima, fue fundamental la elección de los actores. Principalmente la de Keitel -de "Tiempos Violentos" o "Los duelistas"-, representando a un hombre sincero, espontaneo, quien, con sus cálidos consejos se gana la confianza y la simpatía del público.

La trama culmina en un elogio al sentimiento. Una historia -en blanco y negro- que inspiró al resto del guión: "Un cuento de Navidad de Auggie Wreen", publicado en New York Time, del escritor y co-autor de Cigarros, Paul Auster. Un relato que demuestra que no todo está viciado por la maldad, que un simple abrazo puede darle sentido a la vida, o a la muerte.
Milton viquendi
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