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España España · Barcelona
Críticas de reithebonsai
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
8
18 de junio de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Atracción, desprecio, pérdida, soledad, tristeza y perversión. Park Chan-wook construye un arcoíris de emociones en su debut en Hollywood. Una iniciación a la perversión y al erotismo incestuoso, alejada de cualquier tinte conservador. Historia de educación sentimental que culminará en el descubrimiento del germen del mal que radica en el ser humano, constante explorada en toda la filmografía del surcoreano. Una elegante inmoralidad y una frialdad calculadora se alternan en un ensayo cinematográfico sobre la locura, con ápices de determinismo biológico.

La celebración del decimoctavo cumpleaños de India (Mia Wasikowska) se tiñe de sangre con la muerte de su padre en un accidente de coche. Recluida en un yo solitario y sarcástico, la irrupción en la mansión familiar de Charlie (Matthew Goode), tío del que desconocía su existencia, despertará sus sospechas y dará lugar a un peculiar triángulo de erotismo y desconfianza. Personas próximas a la atípica familia desaparecerán, y con ellas acrecentará la fascinación de India por su tío: una historia de deseo, iniciación y sospecha. ¿Quién se esconde detrás del seductor y fascinante Charlie?

El también director de la aclamada Oldboy, firma un manifiesto nihilista contra la convencionalidad: estética fría, estudiados primeros planos inanimados, violentos silencios. Una búsqueda de la conmoción visual que prima por encima de una trama minimalista que flojea en el desenlace. El suspense no es vital, y el terror radica en unas hechizantes y aterradoras postales visuales respaldadas por un reparto de primera, encabezado por una exquisita Mia Wasikowska.

Híbrido de géneros cinematográficos y marcada influencia hitchcockiana, Stoker se desliza entre el drama familiar, el terror y el thriller salvaje. Park Chan-wook presenta una acuarela de escenas ya icónicas (deliciosa es la imagen de una reflexiva India en la cama rodeada de cajas de zapatos), insólita obra de arte que resplandece entre la homogénea taquilla actual. Antónima a la indiferencia, Stoker es la crónica del universo de la no-sonrisa.
reithebonsai
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5
13 de junio de 2013
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Diecisiete días, un presupuesto de 74000 dólares, una adaptación de Broadway y dos protagonistas sin previos primeros planos en sus currículos. Son las cifras con las que John Carley presenta Once, una reinterpretación del género del musical más cercana a un acústico de Ray LaMontagne que a la coreografiada Chicago. En las calles del Dublín de Carley, las baladas que Glen Hansard ejercen de sujeto paciente en el trazado del hilo argumental. Entre una marea de transeúntes, convergen los caminos de dos extraños gracias a las poéticas composiciones a un amor frustrado. Las almas gemelas se encuentran sólo una vez y Once nos presenta uno de esos hallazgos al son de una enaltecida “Falling slowly”.

John Carley abandona las pericias estéticas y se entrega al found footage en pro a facilitar la vivencia de esta historia de encuentros en primera persona. No obstante, obtiene un superfluo y descafeinado resultado, magnánimo pecado en la industria del romance, un género consumado a la constante búsqueda de empatía con el espectador. La indiferencia reinaría en el aletargado patio de butacas si no fuera porque Once se protege detrás del tópico del presupuesto alejado de las cifras de los blockbusters hollywoodienses para justificar sus errores y aconvencionalismos. Transitar el festival de Sundance no debería ejercer de hada madrina y convertir el amateurismo de una modesta calabaza indie en una película de culto. Y el pequeño experimento de John Carley está condenado al oasis de la intrascendencia cinematográfica, pero su aclamada banda sonora es bienvenida al Olimpo musical.

Edulcorado soneto al amor, Once peca de justificar su mediocridad con su modesto presupuesto. No es una película de artificios técnicos ni argumentales, sino un videoclip cuya duración es inusual. Sólo con esta catalogación entenderemos cómo la idea de narrar las vivencias de dos almas predestinadas, obviando las tópicas alusiones a la carnalidad, pronto se ve superada por un guión sin mordiente e inexistentes actuaciones. Un día de la marmota en el que se sucede lo mojigato, melindroso y puritano, mientras el espectador incluso llega a rezar por la espontánea aparición de una Jennifer Aniston con gafas de pasta que indique el retorno al romanticismo convencional.
reithebonsai
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6
18 de junio de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Reinterpretación caleidoscópica y barroca de un clásico, oscila entre lo sobresaliente y el fracaso. Baz Luhrmann se propuso ejercer de cronista de los años 20. Y, al son de unos anacrónicos Jay-Z, Lana del Rey y The xx, lo hizo. Tras Moulin Rouge, Romeo y Julieta y Australia, su fijación por la tragedia y el desamor alcanza un nuevo estadio. Con la adaptación de Scott Fitzgerald al cine recupera su obcecación por el amor imposible, y se enmascara en un peligroso barroquismo estético.

Otro buscador del sueño americano es acogido por la Nueva York de 1922. El aspirante a escritor Nick Carraway (Tobey Maguire) vislumbra entre el meteórico ascenso de Wall Street, el libertinaje moral y un ambiente impregnado de desenfrenado jazz, una fascinación mayor: el misterioso Jay Gatsby (Leonardo DiCaprio). Carraway se convertirá en silencioso confidente de cómo una vida convertida en un escaparate de fiestas y diversión alberga el deseo de reencontrarse con el amor de Daisy (Carey Mulligan). Nueva York, teatro en el que es representada una historia de titánicas renuncias para reconquistar un idealizado corazón.

Diagnóstico de la decadencia del portentoso mundo de Gatsby, no obstante es una radiografía kitsch y desbocada en 3D, un artificio que suplanta la complejidad de los personajes y la historia. Las acertadas actuaciones de un reparto de primera, lideradas por un sobresaliente DiCaprio, quedan asimismo en segundo plano, enmascaradas por la constante música hip-hop. Detrás del gongorismo visual hayamos el desvanecimiento de la prosa que convirtió una novela en una de las cumbres de la literatura norteamericana.

¿Extravagancias fascinantes o excesivas, caleidoscopio de tonalidades o de exhibicionismo recargado, espectáculo que rehúye de lo convencional o se resguarda en el vulgarismo? El gran Gatsby de Baz Luhrmann es un sinfín de incógnitas que emigran de las respuestas genéricas y se auxilian en el gusto del particular. No estamos delante de un producto innovador, sino ante uno que recoge la estela la María Antonieta de Sofía Coppola y su anacronismo musical.

Luhrmann peca de alardear tener en manos la “adaptación definitiva”. No es que sea un producto fallido, pero la circense presentación de videoclip alberga un producto para el entretenimiento, y no una composición maestra. Con el paso de los años, El gran Gatsby se convertirá en esa lejana luz ambarina que se desvanece entre la oscuridad.
reithebonsai
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