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Críticas de Aurelio Pérez Rocha
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Críticas 14
Críticas ordenadas por utilidad
7
20 de agosto de 2018
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sí hay algo que no se le puede discutir a los cineastas franceses es su termómetro certero a la hora de confeccionar historias humanas, intimistas y emotivas. Martin Provost no es la excepción, de hecho es uno de los máster en ese terreno y con El Reencuentro, una deliciosa y agridulce comedia, lo confirma.
El realizador galo nos trae un relato escrito por él, con dos personajes que calzan como un guante Catherine Frot y la mítica Catherine Deneuve.
A luces simple, la historia se centra (como refiere el título del filme en español) en el reencuentro de estas dos mujeres: Claire (Frot) y Béatrice (Deneuve), quienes poseen carácteres y visiones de la vida contradictorios.
Claire trabaja en una hospital como partera, oficio al que alude el título original (Sage Femme) y que ella ejecuta con entrega y pasión, por lo que la amenaza de cerrar la sección de maternidad la hunde en la desesperación.
Esta loable labor es lo que le da sentido a la vida de Claire, quien está soltera y le cuesta socializar, así que su futuro se torna gris. Por si fuera poco, su hijo está por marcharse de casa y aunque ella podría tener una vida sentimental plena parece temer al amor, y para rematar en su vida reaparece repentinamente Béatrice, una mujer sin escrúpulos, egoísta y frívola que fuera amante de su padre. Esto es lo que hace interesante
(e hilarante y retador argumentalmente) al filme, que tiene su mayor atractivo en las interpretaciones de las protagonistas.
Con una hermosa banda sonora facturada por Gregoire Hetzel, artífice de la partitura de la maravillosa cinta Incendies de Denis Villeneuve, El Reencuentro nos muestra las dificultades que debe sobrellevar una complicada amistad de dos mujeres con vidas convencionales, aunque completamente distintas, a las que la vida les da la oportunidad de reestructurar su presente curando las heridas del pasado a través del cariño genuino que sólo se consigue con la sabiduría que otorga la madurez.
La cinta mueve a la risa y a la lágrima (dependiendo de la sensibilidad del espectador), pero a un ritmo mesurado y disfrutable, y aunque es evidente que Deneuve se mueve como pez en el agua en su personaje de sensual examante, hay que destacar el trabajo de su tocaya que se pone en la piel de un personaje con más capas emocionales que lo hacen brillar a lo largo del metraje.
Provost (ganador del César de 2008 por Séraphine), parece regodearse tras la lente con esta profundo e íntimo relato sobre las complejidades de las relaciones humanas que va a las emociones sin necesidad de caer en el melodrama.
Aurelio Pérez Rocha
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3
23 de marzo de 2018
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cada que veo una nueva película de terror, constato que se trata de uno de los géneros en verdad más difíciles de trabajar, porque quizá una historia pueda resultar cautivadora en papel, pero una vez que toma forma en fotograbas corre el riesgo de ver esfumado su fuerza y su encanto.
Eso sucede con La Maldición de la Casa Winchester, que como su nombre indica versa sobre la mítica mansión victoriana, erigida por la viuda del inventor del rifle de repetición a unos kilómetros de San Francisco, California.
Los relatos sobre casas embrujadas siempre resultan llamativos, y sino pregúntenle a quienes han realizado numerosos filmes sobre la de Amityville, otra de las construcciones supuestamente malditas más famosas de Estados Unidos.
En esta nueva cinta, a cargo de los hermanos Spiering, quienes resucitaron el año pasado la saga de Saw, tenemos como máxima recompensa la regia presencia de la siempre correcta Helen Mirren, en el papel de Sarah Winchester, quien obsesionada con la idea de que aquellos que fueron abatidos por el arma creada por su difunto marido decidieron atormentarla en su propio hogar. Por ello decidió construir más de 150 habitaciones, puertas y escaleras falsas para evitar toparse con los fantasmas.
Ahí se recluye con su sobrina también viuda y su hijo que padece sonambulismo. El terreno propicio para una buena dotación de sustos. Así, sin más.
La premisa se antoja oportunista y forzada con el discurso antiarmas muy en boga en estos días. Encima, los cineastas australianos deciden hacer uso de una narrativa plagada de clichés del género, a pesar de que buscan explotar el espacio como uno de los elementos primordiales, sin dotarlo de la fuerza que se requiere para convertirlo en un personaje más, incluso como debería ser: el central.
En síntesis, La Maldición de la Casa Winchester es una cinta efectista que pierde el rumbo a unos minutos de su inicio y se vuelve sosa y floja.
Qué ganas que lo realizadores se olviden de jumpscares o golpes de efecto para cumplir con su cometido, y edifiquen historias sustanciosas que, como algunas de antaño, sustentaban su terror en el histrionismo y las propias atmósferas.
Aurelio Pérez Rocha
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8
29 de marzo de 2017
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿A quién no le gusta que le cuenten historias sobre personas que han alcanzado el éxito? No por nada, el clan Kardashian, a pesar de sus miles de haters (incluyéndome) sigue considerándose uno de los ejemplos más claros de una eficaz capitalización de la imagen en la era moderna.
Consciente de esa inclinación que tiene el público por el tema del “american dream”, John Lee Hancock, a quien le debemos otros acertados filmes sobre el triunfo humano (El Sueño de Walt [2013] y Un Sueño Posible [2009]), vuelve a decantarse en Hambre de Poder (The Founder) por una historia sobre un hombre que se hace a sí mismo, y no es cualquier hombre, se trata de Ray Kroc, quien convirtiera a McDonald’s en un emporio de la comida rápida, sentando un precedente sobre la evolución del negocio restaurantero.
En síntesis, la cinta tiene todos los elementos para cautivarnos y, efectivamente, lo hace no bien corren los primeros minutos de metraje gracias al excelente guion de Robert Siegel, que es uno de los principales aciertos, sólo a la par de la puntual interpretación de Michael Keaton, quien dota a Kroc de la dosis justa de hombre astuto que aprovecha las oportunidades que se le presentan.
Y ahí es, en este discurso moralmente ambiguo, donde considero que radica el problema de la película, que si bien resulta muy disfrutable, está a mucho de ser brillante.
A lo largo de casi dos horas, y a través de una hermosa fotografía que nos transporta al midwest americano de mitad del siglo 20, Hancock nos cuenta la historia de Kroc, un apasionado vendedor que toda su vida tuvo un clara ambición monetaria, en su etapa como distribuidor de la Multimixer, una máquina para hacer batidos, con la que no le va muy bien.
Pero cuando conoce el negocio emprendido por los hermanos Richard “Dick” y Maurice “Mac” McDonald, el cual le solicita varias de sus máquinas, queda fascinado al imaginar lo que sería replicar esta idea de comida rápida en todo el territorio estadunidense.
Lo que viene después es cómo Kroc, un fracasado de 50 años, pero férreo creyente del poder de la perseverancia, aunque con una distorsión de la ética, logra convertir un negocio de hamburguesas en una de las franquicias de alimentos más importantes del siglo 20. Y todo contado sin adornos.
Sé que muchos cuando vean esta película no podrán evitar compararla con otros biopic que se han hecho sobre individuos que han triunfado de los últimos tiempos, como es el caso de Steve Jobs, cuya historia llevó a la gran pantalla, en 2015, Danny Boyle, y Mark Zuckerberg, quien inspiró la aplaudida cinta de David Fincher, Red Social.
Aurelio Pérez Rocha
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10
16 de septiembre de 2020
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pareciera que, anticipando la necesidad que tendría el público (resultado de un viaje en el tiempo –una de sus obsesiones fílmicas–) tras meses de confinamiento, Christopher Nolan decidiera echar toda la carne al asador para configurar su, hasta ahora, más ambicioso proyecto fílmico: Tenet, que mucha expectativa generó desde que se dio la noticia de la conclusión de su rodaje.
Ahora, esta cinta (la undécima del cineasta) llega a las salas mexicanas, precedida del estreno en Estados Unidos, donde Nolan refrendó su estatus de director con un estilo definido e inconfundible que polariza a la audiencia.
Quienes disfrutaron Memento, Inception, Interestelar y Dunquerke, sin duda gozarán al máximo de Tenet, corolario audiovisual y narrativo de los temas recurrentes del realizador británico, quien para muchos es uno de los mejores guionistas del cine contemporáneo.
Sustentada en conceptos relativos a la teoría cuántica, Tenet narra la historia de un agente secreto (John David Washington) al que recluta una misteriosa organización con el fin de que impida la destrucción del mundo.
Este hombre se percata de que se está librando una guerra desde el futuro, donde se ha inventado la tecnología que permite que los objetos y las personas se “inviertan”, es decir, que cambien el flujo de su entropía para viajar en dirección contraria en el tiempo. Tenet se creó en el futuro y su objetivo es evitar que los malos activen un poderosa arma que acabará con el pasado y el presente.
¿Premisa simple y, tal vez, repetitiva? puede ser, sin embargo, Nolan la adereza con elementos que sabe manejar con maestría y que elevan lo que pudiera ser un thriller policíaco en clave de sci-fi a otro nivel.
Se trata de un filme épico donde confluye lo distópico, lo apocalíptico, lo dramático y ¿por qué no? lo romántico. Todo con el fin de contar una historia muy ad-hoc a los tiempos que corren, donde el individualismo, el rencor y la maldad son caldo de cultivo para la decadencia humana.
Cobijada con una energética banda sonora, a cargo de Ludwig Göranssony, y pincelada de forma excelsa con la fotografía de Hoyte Van Hoytema, esta cinta arranca con una trepidante secuencia en la Ópera del Kiev, y desde ese momento, es seguro que te mantendrá al filo de la butaca, porque habrá que estar atento para juntar todas las piezas del rompecabezas para tras dos horas y media ver la “imagen” final, la cual, en determinado momento del metraje parece no concretarse, pero que conforme avanzan los minutos, nos permite constatar que todo encaja en el enrevesado y complejo guion de Nolan.
En pocas palabras, Tenet es un filme magistral que ofrece al espectador una emocionante experiencia cinematográfica, justo lo que los cinéfilos necesitan luego de una larga ausencia de las salas.
Aurelio Pérez Rocha
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9
25 de febrero de 2018
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las cosas en la vida que que más mal me pone es ver que un niño pase hambre y esté privado de las cosas más elementales que le procuren una vida adecuada. Por ello luego de ver El Proyecto Florida, de Sean Baker, (a quien le debemos la magnífica Tangerine, de 2015), me sentí con el corazón estrujado, aunque con esa sensación de que la vida tiene el tono que uno le quiera dar.
Este filme es una andanada de desazón, que como el calor del sitio que retrata (la húmeda costa sureste estadounidense), es soporífera y apabullante; el reverso de la moneda del American Dream.
El título de la cinta alude al ambicioso proyecto de Walt Disney cristalizó en 1971, al abrir su parque de atracciones en Orlando, Florida, que se convirtió en el destino donde millones daban fe de como luce un gran sueño hecho realidad.
Baker no se regodea en la fantasía de ese paraíso sino que pone su mirada del otro lado del muro, en los arrabales, donde no hay princesas ni personajes mágicos, sino seres reales que sobreviven en medio de las crisis económicas que asolan a los de su mundo.
Aquí, en este pintoresco paisaje, se mueve Moonee, una alegre niña, interpretada maravillosamente por Brooklynn Prince, quien vive con su alocada mamá (Bria Vinaite) en The Magic Castle, un motel venido a menos que administra Bobby (Willem Dafoe).
A la sombra de Disney World, paraíso vedado para aquellos que siempre están sorteando obstáculos deben procurarse techo y alimento, Moonne y sus pequeños amigos se procurarán pasar un fantástico verano, porque al igual que cualquier niño de su edad, para ellos la vida no es como la ven los adultos, los que sí se quiebran una y otra vez ante los embates de esta.
Todo ello ocurre bajo la mirada complaciente de Bobby, quien se convierte en una especie de Ángel de la Guarda.
El impecable trabajo de Willen Dafoe le valió múltiples nominaciones a importante premios entre ellos el Oscar, el Globo de Oro y el Bafta, pero sin duda el alma de la cinta es la pequeña Moonee.
La tristeza y el sufrimiento del mundo se superan con un alta dosis de resiliencia o en su caso de inocencia, y es a esta última que el cineasta apela para contarnos una demoledora historia, pero lo hace sin caer en posturas maniqueas de denuncia social, sólo expone
con acuciosa ironía que hay seres de luz que iluminan a aquellos, cuyos sueños se han roto, y que se puede sobrevivir ante un desolador panorama cuando se tiene el incansable espíritu y la natural alegría de un niño.
Al ver El Proyecto Florida uno agradece por estar vivo, sin importar los problemas o las carencias. Todo se convierte en minucias.
En resumen, para mí es una de las mejores películas sobre la infancia y por mucho es de lo mejor que se hizo en 2017.
Aurelio Pérez Rocha
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