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Críticas de Lucía Berger
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
1
3 de enero de 2017
26 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Decir que “La vida de Adéle” es algo así como una película representante del lesbianismo y de la libertad del amor, es insultar a nuestra inteligencia.
Llamar exagerada a cualquier lesbiana que se sienta incómoda y ofendida ante estas escenas sexuales, que sienta pena al ver a dos actrices jóvenes y guapas obligadas a grabar posturas sexuales durante horas y que ellas mismas admitieron que lo pasaron mal, que se molesta al ver a estas chicas soportando esa tortura con el propósito de subir audiencia, llamar exageradas o rabiosas o ignorantes a esas lesbianas que sienten que esta película es sexista, es confirmar lo que muchos piensan: que las mujeres no tenemos otras cualidades más que la belleza que podamos hacer valer, o que, si las tenemos, como en el caso de estas dos magníficas actrices, no son suficientes. Ambas protagonistas demuestran unos valores interpretativos espléndidos a lo largo de la película, pero al director no le bastaron para convencer al público únicamente con ellos y tuvo que desnudarlas y ponerlas a practicar sexo durante gran parte del metraje. Y para colmo, hace que la relación sexual con los chicos sea mínima o que ni aparezca en pantalla, para que el contraste sea aún más llamativo.
Y quieren hacernos creer lo libre, bella y avanzada que es una película así. Eso es tomarnos por idiotas. Llamar evolución y avance a seguir reproduciendo en el cine el papel de mujer reclamo es muy triste. Es involución, no evolución. Y más triste aún es mostrar escenas lésbicas tan explícitas con ese punto de vista provocativo.
Decir que es una simple escena de sexo y que no está representada con morbo es tomarnos por memas. No nos molesta que haya escenas de sexo (heterosexual o lésbico) en una trama. Nos molesta saber que si éstas hubieran sido mucho más breves y sugerentes, la película no habría tenido tal repercusión. No nos molestan esos bellísimos cuerpos. Nos molesta saber que el director los ha utilizado únicamente como reclamo y que a las actrices no las ha valorado tanto por su talento como por ellos.
Llamarnos retrógradas porque nos molestó la explotación del sexo denota una escasez de miras preocupante. Esta película no es símbolo de avance ni de igualdad. Es involución y sexismo. La adaptación de Kechiche no hace sino alimentar estereotipos contra los que luchan diariamente multitud de colectivos. Es el símbolo de cómo no debe crearse una obra: de manera zafia, grosera, rancia y machista. Y explotando, además, los cuerpos femeninos.
Lucía Berger
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10
10 de abril de 2018
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Eso es lo que más me ha gustado de la película de Adrian Lyne, que desde el principio se mantiene pegada a la maravillosa obra original de Nabokov, plasmando, además del dolor, la obsesión y el sufrimiento de los personajes, el sutil e irónico humor del autor ruso. Nada se pierde, empezando por esa necesario prólogo con el atractivo personaje de Annabel, primer amor de la adolescencia de Humbert y cuya trágica pérdida le marcó de tal manera que llegó a determinar y a explicar en gran medida su obsesión posterior. Esa introducción es bellísima e imprescindible para entender al protagonista.

Lo que también me gusta mucho es que aquí no se ha sacado de contexto ni se ha manipulado la propia naturaleza de la protagonista, como ha sucedido en otras muchas adaptaciones o iconos. Nabokov se hartó de repetir una y otra vez que la niña era una víctima de la que un adulto se aprovecha, pero el resultado en el imaginario colectivo occidental (por supuesto, patriarcal, forjado a partir de cientos de críticas, análisis, películas y mitos) fue el de considerar a Lolita una seductora implacable y culpable de su propia perdición. Lolita no es ninguna pánfila ni una mojigata, como tampoco me gusta que se la considere, porque el libro deja claro que es juguetona, caprichosa y alegre, en fin, una adolescente atolondrada y curiosa como todas a su edad, consciente de su atractivo, que se cree una mujer sin serlo aún y supone que ya está capacitada para manejar ciertas situaciones. Digamos que le gusta gustar, sí, y más aún a un adulto al que admira (¿quién de nosotras no sintió lo mismo a esa edad por un profesor o alguien que nos superaba en años?), pero en ningún caso es una perversa nínfula experta en las artes amatorias como se la ha definido. El juego inocente que inicia se le va de las manos, y el adulto que debe frenarla no lo hace sino que se aprovecha de ello para saciar sus deseos. La interpretación que arraigó, sin embargo, fue diametralmente opuesta, a favor del pederasta, o al menos disculpándole, y focalizando toda la iniciativa en la adolescente. Su propia creación escapó de su control y pasó a convertirse en todo lo contrario a lo que el propio Nabokov quiso retratar.

Adrian Lyne consigue acercarse mucho a la idea inicial de Nabokov, y nos presenta unos personajes humanos, a los que entendemos pese a que no compartamos ni disculpemos sus acciones, pero hace que, gracias a su maravillosa fotografía, su banda sonora, sus paisajes evocadores y el atractivo de la joven Dominique Swain, todos caigamos también rendidos ante la belleza de Lolita.
Lucía Berger
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1
15 de febrero de 2017
19 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bertolucci, sobre la violación a Maria Schneider: "No quería que fingiese la humillación, quería que la sintiese".

Esto es la cultura de la violación, ni más ni menos. Una escena de violación y humillación de una mujer que no sólo no tiene consecuencias penales sino que se justifica, se disculpa e incluso se eleva a la categoría de mito cultural.
Lucía Berger
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