Curioso título familiar producido por Disney (a través de la Touchstone) que retrata el mundillo del showbusiness de una forma edulcorada para hacer hincapié en lo delicado que resulta el empleo para ello de menores. Puede que como película no alcance grandes cotas narrativa (ni lo busca), no estamos hablando de Broadway Danny Rose o Bellísima, pero se adelanta a títulos como Jerry Maguire en lo tocante a ciertos temas. Por tanto deberíamos preguntarnos si en esa lína hace esfuerzos y creo que sí, saliendo además airosa. A saber:

- La colaboración musical de Alan Menken contextualiza tanto ese Boradway idílico como las realidades que oculta.
- Sus intérpretes saben muy bien de lo que se está hablando. Su protagonista fue una estrella juvenil, le acompaña una leyenda de los escenarios como Nathan Lane y redondean la jugada dos mitos: Cindy Lauper y Rubén Blades.
- Los niños tienen cierto peso en la trama y encima son tratados con respeto. Tanto es así, que el típico personaje caricaturesco-repelente que interpreta David Krumholst sale bien parado (de lo que rodea a los niños actores poca culpa tienen ellos).
- El guión de Marc Lawrence (antes de reventar las taquillas con Sandra Bullock) maneja bien el arco de sus personajes, aunque terminen forzados al cierre según rigen estos productos familiares disney. Lo que no quita que exagere ciertos momentos por el bien de la comedia y cierre con mala baba algunas secuencias (al estilo Gary Marshall), que para eso distribuye la Touchstone.

Ahora sabemos lo que sabemos (Corey Feldman o Will Wheaton lo desembuchan todo y Jeffrey Epstein ha ocultado con su marcha la peor parte) pero a principios de los noventa resultaba curiosa esta aproximación al tema. Desgraciadamente, atendiendo al título original y el marketing empleado, creo que la productora no supo colocar el producto porque nada presagiaba el tipo de historia que nos iba a contar.

Tan impecable como cabía esperar e intensa cuando toca. Aunque por su sobria ejecución y sutileza serán muchos los que la cataloguen como telefilm de sobremesa. Desde el principio, en una declaración de intenciones, se ahorran créditos y sobre fondo negro muestra el título. Tan sencillo, como quien se topa con una copia de trabajo.

Conociendo el pasado del director, uno sabría lo que va a ver. Pero el punto de vista pareciera el de un hijo que en su edad adulta comprende las acciones de sus padres, empleando un relato para hacer las paces con ellos. El trasfondo humano es muy hermoso y explica con gran precisión lo que puede suponer el cine tanto para el que lo crea como para el que lo disfruta, comparando su naturaleza artística y científica con la de sus respectivos padres (brillantemente interpretados por Paul Dano y Michelle Williams, aunque ésta última parezca por momentos haberse quedado con tics de su previa Gwen Verdon).

Ahora bien, choca la falta de interés que muestra por sus hermanas. Se contradice con el título y las intenciones del film que le dediques hora y media a una familia sin molestarte en retratar a tres de sus miembros. Además, el aspecto visual me chirría en ocasiones tratándose de un drama familiar por su habitual aporte digital (vaya si cantan el CGI o los cromas cuando se suben a un coche o sale un atardecer, por muy idealizado que sea el tono).

Lo mejor de todo, más allá de su impecable producción y magistral manejo narrativo, me han parecido las secuencias con secundarios de peso, como la protagonizada por su tío Boris (interpretado por Judd Hirsch) y el inolvidable remate final, con una leyenda esperada por quienes conozcan el reparto.

Si hay algo en lo que una sociedad parece voluble es en su sesgo moral. En muy poco tiempo lo que se considera escandaloso puede resultar justificable en determinadas circunstancias. De ahí que en estos tiempos tan convulsos resulte apropiado revisitar un mito, una brújula moral durante generaciones como "El cuento de Navidad" de Charles Dickens.

Ahí entra AppleTV+, apoyando esta producción de Reynolds y Ferrell (con sus respectivas casas y equipos humanos) que no bajan el listón de otros títulos familiares ofertados en el pasado. Una grata oportunidad para disfrutar el talento de estos dos señores en su mejor momento, dos profesionales que adoran su trabajo y saben lo que quieren. Sobre todo Ferrell, que a punto de cumplirse el 20 aniversario de su obra maestra "Elf" vuelve sobre este subgénero para decirnos algo más.

A nivel técnico y formal es impecable (véase la solidez de los números musicales), las canciones son maravillosas y abarcan varios géneros (desde el swing hasta el rock), todos aportan su talento musical con mayor o menor acierto (sorprende la emotividad interpretativa de Octavia Spencer) y la lectura final es de lo más actual e importante para las nuevas generaciones.

Como cabe esperar tiene sus cosillas. No es muy original en el universo corporativo que retrata, algo que ya había hecho la Aardman en "Arthur Christmas", la tintas se sobrecargan por momentos con tanta subtrama y le cuesta poner el freno cuando entra en el terreno de lo sentimentaloide (al menos para ser tan cínica), pero son salvedades perfectamente justificables en un título navideño tan interesante y vistoso.

Ahora que la Disney se hace de oro con la adquisición de franquicias, estrenando guiones que años atrás ni hubiesen llegado a los directivos, despierta cierta nostalgia el visionado de películas como Candleshoe (El secreto del castillo, en España). Y no lo digo porque sean mejores o peores unas que otras, sino por el marcado estilo de sus producciones en el pasado, aún bajo los preceptos del Tío Walt, aunque pertenezcan (como la que nos ocupa) a la inolvidable etapa de Ron W. Miller, su amado yerno.

Estamos ante un prototípico producto de la casa, para el que desempolvaron una novela infantil escrita por J.I.M. Stewart (bajo el seudónimo Michael Innes), que no sólo sale airoso de los tópicos recursos del género infantil, sino que atesora bastantes virtudes. Para empezar un estupendo reparto, encabezado por una carismática Jodie Foster, secundada por el gran David Niven (haciendo las veces de Guiness o Seller en un papel múltiple) y una enternecedora Helen Hayes, y para terminar la retahíla de valores que se presuponen en un trabajo así: Impecable realización de Norman Tokar (tres décadas tuvieron al hombre en nómina, filmando clásicos familiares), una agradable banda sonora de Ron Goodwin y un trabajo de producción que sacaba oro de la escasez presupuestaria (desmereciendo algunos decorados rutinarios, la mansión no tiene desperdicio).

Y así nos queda bien empaquetada una bonita historia de amistad y sacrificio, que termina por enganchar, deja buen sabor de boca y probablemente recordemos en el futuro. De lo mejor que nos puede brindar una simpática película matinal.

Antes de costear la Dreamworks, el magnate David Geffen produjo personalmente dos grandes películas, "La pequeña tienda de los horrores" y "Entrevista con el vampiro". Ambas son consideradas hoy día clásicos modernos, pero la primera de ellas no corrió buena suerte en la taquilla. Tras un accidentado pre-estreno entraron en pánico sus artífices y no se atrevieron a plasmar el desenlace de la obra teatral original. De manera que lo reescribieron por el bien de la mayoría social, eliminando una carga moral que desentonaba en la era Reagan e incomodaba a los que consideran únicamente evasivo el género musical. Y sucedió lo que suele suceder, que no sirvió para nada (no cubrieron gastos) y encima le cortaron las patas a un mensaje demoledor a largo plazo.

Pero en 2012, con su salida en formato Blu Ray (tras la curiosidad que despertaron los extras del dvd), se hizo justicia y podemos entender al fin qué quería contarnos ese pollo sin cabeza que estrenaron en 1986, por qué la primera Audrey soñaba con vivir en verde, qué planes tenía la segunda y qué futuro le auguraba a una clase trabajadora que ya "vivía por encima de sus posibilidades". Y así lo que a muchos nos parecía un "buen musical" se ha quedado en el "mejor musical de su década", tan terrorífico, épico y perfecto como cabía esperar de unas mentes tan privilegiadas (Menken, Ashman y Oz, casi nada).