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Críticas de Baile de San Vito
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
8
29 de diciembre de 2021
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película ideal para personas comunes y corrientes, con gustos amplios y plurales (exquisitos, abstenerse).

Resulta irritante la incapacidad de ciertos paladares para disfrutar de un plato excelentemente cocinado y presentado. De hecho, son los mismos que arrugaban la nariz en su momento ante las comedias del Hollywood clásico (¡tan banales!), las películas de Hitchcock (¡qué ordinarias!) o cualquier cinta que no resulte sesuda, amanerada o directamente incomprensible.

Yo, que he leído a Dostoyevsky, amo a Schubert y lloro con Dreyer, sin embargo, me siento perfectamente capaz de gozar como un niño (con una al lado, eso sí) ante el derroche de talento de los creadores de ¡Canta 2! Si ya me maravillé con la primera -que he visionado en DVD varias veces-, esta secuela no me ha defraudado en absoluto: perdemos de vista al ratón bacilón y ganamos a cambio a una simpática gata blanca, que también se gana la vida en las calles con su arte (guiño, guiño); se mantiene el elenco original y se incorporan a él, entre otros, el severo y sádico maestro de baile, el cantante vanidoso y narcisista protagonizado por un empalagoso ñu, el lobo de Wall Street y su redimida hija consentida, el humilde elefante vendedor de helados y, por último, el león melancólico al que Ash devuelve a la vida musical.

El conjunto es una sinfonía de colores y músicas donde la vitalidad arrebata al espectador, que no se aburre en ningún momento ante tanto despilfarro de amor por todas las artes, desde la primera hasta la última.

Contando estoy ya los días que faltan para el estreno de ¡Canta 3!
Baile de San Vito
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10
3 de marzo de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
A esta película le he puesto un 10 por el interés de la temática que plantea, la honestidad de guionista y director, la entrega de los actores y la corrección de la puesta en escena. Por supuesto, no le aplico los criterios cinéfilos al uso; no me interesan. Nos encontramos ante una película que trata un tema sobre el que actualmente se frivoliza demasiado (el embarazo adolescente), aunque más bien se trata de un "mcguffin" que oculta el auténtico trasfondo: la perspectiva de asumir las consecuencias de los propios actos y, de este modo, madurar y dejar atrás una existencia estúpida y vacía como la que lleva cualquier adolescente occidental, tanto en el momento de su estreno (1987) como en pleno siglo XXI. Entre medias, los protagonistas experimentan toda una panoplia de sentimientos que les desbordan (estupor, valentía, temor, ganas de salir corriendo... de hecho, esto último lo hacen varias veces) y cuya gestión determinará lo que será de sus vidas en el futuro: tal vez menos brillantes de lo que hubiesen imaginado, pero infinitamente más densas y reales. Por lidiar con la vida misma es por lo que puntúo a esta modesta película tan alto: porque es un ejemplo de lo que nunca debería dejar de ser el cine.
Baile de San Vito
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8
30 de mayo de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Square: el cuadrado. Un espacio seguro en el que uno puede vivir al abrigo del caos que le rodea por todos lados, como un círculo en expansión. El cuadrado: un ámbito de control, de refugio. Una placenta. Una quimera. Una patraña.

La sociedad occidental vive en esa quimera: es esa quimera. La de que, mediante las instituciones (formales e informales), podemos escapar al estado de naturaleza para acceder a otro perfectamente convencional y, en cuanto tal, previsible. Sin embargo, basta con que un pequeño incidente impacte contra la vitrina tras la cual nos hemos encerrado -esa jaula de hierro de la que hablaba Max Weber- para que se agriete nuestro muro defensivo y se desencadene toda la furia que rugía en el exterior, y de la cual apenas nos llegaban remotos ecos en forma de catástrofes naturales u ocasionales desgracias íntimas, siempre accidentales, inesenciales. El (aparente) robo del móvil, la cartera y los gemelos que sufre el protagonista de The Square al principio de la película es ese pequeño incidente, el cual me ha hecho recordar el atropello del ciclista en la película de Bardem: una vez activada la espoleta, se sucede una espiral de hechos que arrastran a quien no es capaz de poner pie en pared ante el avance de la devastación.

Christian no es capaz. Paradigma del hombre voluble, desde el primer fotograma le conocemos tal y como es: una persona sin carácter, al albur de sus propios miedos y deseos, desbordado por todos lados, sin norte, sin criterio... La perplejidad en el rostro de su hija menor, en la escena que cierra la película, refleja a la perfección nuestro estupor ante tanta carencia. "No voy a acostarme con ella", se dice el protagonista justo unos minutos antes de aparecer haciéndolo. "Hay que defender la libertad de expresión hasta las últimas consecuencias", afirma ante la directora del museo, para acto seguido plegarse a sus exigencias y asumir la responsabilidad de una decisión que él no ha tomado... Y así, todo, componiendo una fábula moral acerca de la importancia de conocer lo que somos y lo que hacemos para estar a la altura de los acontecimientos... cosa que Christian, si lo hace, es de manera formularia -ante la pantalla de un móvil, grabando un vídeo de autodisculpa- o finalmente estéril: no, no será perdonado, porque el mal ya está hecho y nunca la herida se podrá suturar.

Más allá de otras cuestiones temáticas, en las cuales me da pereza perderme porque son numerosísimas, me gustaría destacar la eficacia de la puesta en escena de Ruben Östlund. No deja margen para la improvisación, para la desidia o para la rutina. Siempre se plantea el plano desde la ambición, para nada gratuita. Algunos ejemplos: los de la escalera del edificio del extrarradio, magníficos en su variedad y significación; el del ayudante dentro del coche aparcado, mientras Christian introduce los papeles en los buzones, prodigio de evocaciones fantasmales; el del basurero bajo la lluvia, con esas gotas confluyendo en punta contra el protagonista... No hay concesiones en esta película. Porque no debe haberlas en el arte, si quiere merecer el calificativo de tal.
Baile de San Vito
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10
20 de marzo de 2021
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vida es del color del cristal con que se mira, o lo que es lo mismo: sólo los buenos ven bien. Que un corazón puro, despojado de las adherencias convencionales, es el único que puede penetrar las apariencias para alcanzar la esencia, es una de las múltiples lecciones que imparte esta sorprendente película. Y digo sorprendente, porque da muchísimo más de lo que promete, e infinitamente más de lo que parece.

Cuanto más vueltas le doy, mejor comprendo que esta es una película evangelizadora: promueve el amor como vector transversal que supera las barreras, perdona los errores, arrasa las taras y nos hermana a todos y a todas en un gran abrazo armonioso. De no haber sido por el amor-ciego-que-todo-lo-ve, el personaje que encarna a las mil maravillas Jack Black no habría percibido la verdadera naturaleza del personaje que encarna a las mil maravillas Gwyneth Paltrow, y ni siquiera ésta se habría podido ver como era, tan aturdida estaba con los juicios que los demás vertían sobre ella. Eso por no hablar de la panoplia de adorables secundarios que me han hecho recordar la entrañable Freaks de Tod Browning, los cuales componen un maravilloso coro de adorables excluidos. ¿Y la escena en que Black abraza a la niña quemada? ¡Jesucristo lloró de la emoción la primavera vez que la vio!

Que mis palabras puedan provocar la sonrisa sarcástica, y aun la mofa, de más de un lector, sólo habla de lo corrompido que está nuestro mundo actual, que es incapaz de captar un mensaje tan diáfano como el que propone esta humilde película (cuya banda sonora, además, resulta fabulosa): el de que el amor es la fuerza que transforma la más fea realidad en un paraíso perpetuo.
Baile de San Vito
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