Película, como todas las de Steven Spielberg, rodada con maestría. Pero esto no quita que sea un bodrio infumable. Poco más que decir.

Parte de una premisa insólita, cómo un ganadero que necesita un animal de labranza, sin razón alguna, compra un caballo de carreras. Inmediatamente después se lo da a su hijo, siempre guapo y limpio a pesar de vivir en el duro campo inglés. Vamos, que se ha gastado el poco dinero que tiene en un capricho inútil...

A partir de aquí, partiendo ya de la poca lógica del primer rollo de la película, es todo una sucesión de azúcar y moralina estúpida y obvia. Todo dentro de una historia inverosímil, donde las casualidades hacen que todo sea asquerosa e irrealmente perfecto, siendo un despropósito total que apenas un espectador de 6 años enamorado de los caballos podría aceptar. Como digo en el título de la crítica, aquí sólo falta George Bailey, protagonista de "¡Qué bello es vivir!", para terminar de intoxicar a todos aquellos que padezcan de diabetes.

No entro en que en estos días que corren hacer hablar a dos franceses entre sí en inglés con acento gabacho está fuera de lugar y resta credibilidad, qué decir de los soldados alemanes con su über acento... De principio a fin es una lástima de film, que intenta estar destinado a todo tipo de público y finalmente es infumable para todos los rangos de edad.

Es vergonzoso que una película así sea candidata al oscar a mejor película. Un insulto a la inteligencia media, antes voto por American Pie 3 que por lo menos es capaz de provocar sentimientos en el espectador. Sí, son sentimientos de vergüenza ajena, pero ya es algo que gana respecto a War Horse que ni siquiera es capaz de conseguir que me duerma.

Arriesgada apuesta de Michel Hazanavicius. No imagino los dolores de cabeza que habrá tenido explicando a productores su idea (7 años dice que ha tardado en conseguir el dinero... pocos me parecen). En un mundo donde los silencios en el cine se cubren con explosiones gigantescas o escenas de sexo más o menos explícito, "The artist" es un bonito homenaje a una época del cine, allá por los años '20 y '30 cuando el progreso de la industria era inmenso, más aún con el salto al cine hablado. En estos años es cuando muchas personas con cierto éxito no supieron crecer al mismo ritmo que el cine, y de esto trata esta película: de adaptarse al cambio o morir.

Jean Dujardin hace un trabajo espléndido, las escenas de sus "famosas" películas me hacen sentir como si fuera realmente un actor de aquella época, un dignísimo sucesor de Douglas Fairbanks. El cariño con el que se tratan todos los aspectos nostálgicos de la película es digno de admiración, trabajo que sólo la exquisitez de un francés metido a artista (hablo de Hazanavicious) es capaz de hacer con tanto nivel.

Sin embargo Bérénice Bejo, a pesar de su belleza y expresividad, me descoloca un poco, no soy capaz de creerme que estamos ante una actriz del cine mudo... o quizá esta sea la intención de su actuación, ya que el éxito del papel que representa se da con el salto al cine sonoro, es un punto que desconozco, no obstante creo que visualmente falla.

La música es un divertido juego de melodías clásicas y parte fundamental de la narrativa. Ha debido de ser una delicia componerla, por la gran importancia que tiene en el desarrollo de la película.

Todo en "The Artist" rebosa agradecimiento y homenaje, desde el reparto de actores americanos que ellos mismos forman parte de la historia del cine, hasta los pequeños y constantes detalles de amor por el cine antiguo, casi pionero. Es una pena que no existan más directores/productores valientes para crear obras de arte mudas, siendo un filón de belleza poco explotado salvo por algunos documentales.

A pesar de su silencio, es una película recomendable a casi todos los públicos, y según termines de verla hará que irremediablemente quieras ponerte a bailar...

No puedo dejar de pensar qué habría sido de mi si en lugar de ver esta película con mis más de 30 años, la habría podido ver con 10-12... Una historia sencilla que narra uno de los momentos más fascinantes de la historia del cine, cuando se entremezclaba la ciencia, el arte, la magia y la fantasía. Si yo soñé con E.T. la generación actual tiene a un señor de carne y hueso, Georges Méliès, con el que empezar a descubrir el cine desde sus excitantes inicios.

Vistas las intenciones de Scorsese con el fabuloso plano secuencia introductorio, aquí se utiliza toda la artillería técnica disponible hoy en día para contar con absoluta sencillez la historia de Hugo Cabret, un continuo homenaje a los creadores del cine, desde sus inicios hasta la actualidad, con una estética fascinante.

Y no se debe confundir con una historia para niños, que lo es, sino con un cuento fantástico para todos aquellos que seguimos soñando con los ojos abiertos. "La invención de Hugo" es una película con una historia simplona e infantil, pero contada con una exquisitez y un poderío artístico y técnico que no deja lugar a pestañear mientras se observa desde tu butaca.

Hermosa, preciosa, vibrante... Un peliculón tremendo, sobre todo para los amantes del jazz en general, el latin jazz y la época dorada del bebop en particular.

Mezclando ficción y realidad, sin entender en algunos momentos si chico y rita son personajes reales o pura imaginación que se cruza con músicos reales, Chico y Rita es un fabuloso homenaje a los músicos cubanos y al mundo del latin jazz.

Sin estar convencido de la estética del dibujo de Mariscal, debo reconocer que el trabajo realizado es impresionante, es una pena que no ganara el oscar. Quizá sea por ser una historia dirigida a un público concreto, a los amantes de la música.

El final es sobrecogedor y emocionante, tan sencillo que mata, tan hermoso que te hace llorar. Y Bebo al piano... qué decir, qué esperar!!!


Y ese pequeño "papel" de Thelonious Monk "el de la gorra"... espléndida, bravo Trueba!

Esta película, a pesar de retratar los entresijos de algo tan "yanki" como el béisbol, es capaz de llegar al espectador. No abusa de la emotividad simplona típica de Hollywood, muy peligrosa cuando se acerca al mundo del deporte. Supongo que será porque está basada en hechos reales donde la vida no siempre es perfecta.

Yo, vasco, futbolero y seguidor del Athletic Club de Bilbao, donde todos sus jugadores son criados en nuestra tierra, no dejo de pensar en qué bonita sería la historia de mi equipo contada en el cine. Moneyball no me llega al corazón precisamente porque creo que la historia del Athletic es muchísimo más interesante respecto al tema moral que trata Moneyball. Vale que es difícil encontar un actor que haga de Javier Clemente (por favor, Antonio Resines no), pero el caso es que en esta película se trata un tema que más o menos es normal en Europa: el amor a unos colores, a unas ideas, a unas personas con las que has trabajado duro durante mucho tiempo.

Quizá en Estados Unidos, donde el dinero mueve montañas, Moneyball sea algo digno de nominarse a los oscars, cuando aquí sería una película del montón. O quizá no, quizá sea simplemente que el cine europeo sólo busca grandes argumentos filosóficos y se olvida que la sencillez de nuestros corazones también se alcanza con historias fáciles sin necesidad de convertirlas en una comedia (esto va explícitamente por el cine español). Moneyball puede ser una cura de humildad o, simplemente, una película entretenida y bien realizada.