Confieso que he salido tocado. La pregunta que me hago ahora es, ¿qué le dice el Joker a la sociedad actual? Este enfermo sin remedio que se recrea con horribles fantasías, ¿por qué se ha hecho con la atención del público mundial?

Desde mi punto de vista el gran mérito está en la recreación de un personaje Real, un personaje que evoluciona en un entorno decadente, gris, sin esperanza, con la pesada carga de un pasado duro y una enfermedad mental que le coloca fuera del orden y la razón. Cuando descubre la crueldad de las personas más queridas, toma la determinación de vengarse y convertirse en un orgulloso agente del caos y la destrucción.

Hacer real una evolución que desemboca en el icónico personaje del Joker parecía algo imposible y durante toda la película pensaba que no lo iba a lograr porque había renunciado a ese objetivo. Parecía conformarse con mostrar la psicología de un payaso tocado con licencia para matar.  Una ilustración de cómo el resentimiento puede volver loca a una persona y llevarle a cometer las mayores locuras con una sonrisa.

Pero la apoteosis justiciera en el programa de humor de Murray se convierte en un mensaje carismático para la corrompida ciudad, que lo adopta como líder e imita su comportamiento: "¡Tienes que te lo mereces!".

Para mí, el final me devuelve a una realidad prosaica y sin mensaje porque cuando ya había conseguido sacarnos de la caverna para mostrarnos la Idea, en vez de dejarnos contemplarla durante más tiempo, nos vuelve a meter a ella para mostrar las sombras de un psiquiátrico con un tarado danzando en los pasillos.

No le quito mérito por eso; pero prefería que todo hubiera sido real, porque es posible que estemos incubando un Joker cuando despreciamos a los que sufren, a los pobres y los más desfavorecidos, que se agarrarán a un Supervillano cuando surja de entre la miseria y la ruina moral de su tiempo.

Película para reflexionar sobre el sufrimiento humano, especialmente el psicológico, el que no se ve. En un mundo "civilizado" donde la enfermedad más frecuente es la depresión, quizá venga bien pensar en solucionas para ello que no se limiten a practicar yoga, budismos y otras evasiones. El resentimiento es una realidad que puede conducir a la locura y a buscar la salvación en los villanos de verdad.

Diez años han pasado desde la primera y última vez que la vi. Me refiero a Trinity. Había olvidado su papelón en esta historia subyugado por el ritmo de las balas y las acrobacias. Pero hoy la he vuelto a ver y he sentido una reconciliación interior.

Trinity: ese témpano de hielo que mantiene viva la hoguera toda la película, esa jabata embutida en cuero que sabe como manejar un arma, un helicóptero B2-212, y quién sabe qué mas. Sirviendo de contrapunto sentimental en esta realidad de números y Big Data, su presencia es el descanso, la pausa de las balas, el humano controlando a la máquina. Es la quintaesencia de esta alegoría futurista que refleja las duda filosóficas más antiguas, a saber, ¿hay algo real? ¿Podemos conocerlo? ¿Quién es el hombre y para qué está aquí?

Pero no he venido a deciros cómo acabará todo esto, sino a deciros cómo empieza. Imagino un mundo en el que todo es posible y no hay límites a la imaginación. Un mundo sin miedo, donde los humanos no sean esclavos unos de otros, sin guerras, sin petróleo. Un mundo sin smartphones con nuevas actualizaciones disponibles.

Sé qué tal vez no entenderéis todo esto. Tampoco yo. Pero hoy me siento el elegido.

El alcohol: la muerte, el tanathos o la locura. La pasión desatada. El vino: el eros, el amor, la vida o el espíritu.

Burton encarna aquí a un personaje interesante. Pastor protestante, dubitativo entre sus impulsos terrenales y la excelencia del espíritu. La vida lo ha llevado al más puro sinsentido, siendo guía de expediciones parroquiales con con un grupo de viejas puritanas. Pero entre ellas se ha colado una muchacha, joven, agradable y locamente enamorada. Es un personaje intrascendente en sí mismo pero detonante de todo lo demás.

Por otro lado aparece una mujer madura, artista, independiente que cuida de su insigne padre. Un poeta que ha llegado a la última edad para recitar su poema mortuorio. Es difícil arrancar una simbología a todo esto, pero cada personaje está tan bien definido que nos traza un mapa de la moral completo, con sus más diversas manifestaciones: Ava Gardner, la pasión cínica y desengañada. Huston, el espíritu terrenal y atormentado. Las puritanas, con la hipocresía. La artista: la autenticidad, la belleza del alma. El poeta: profeta de la vida, es un halo de esperanza dentro de ese mundo caótico e incomprensible.

Todo en este film es bello y difícilmente comprensible, como la vida. Por eso está entre mis pelis favoritas desde hace años. Original y poco conocida, te hace reflexionar. Para ver en soledad, sobrio o bebido.

Gordon Gheko es el lobo hecho cinta, un auténtico inversor y máquina de hacer dinero. Es lo que queríamos ver, conocer cómo es el corazón de un personaje así, maestro de las finanzas, ególatra y todo ambición. Bajo la interpretación de Michael Douglas nada en él parece forzado ni tópico, es una auténtica obra maestra y la veracidad de su carácter invita a querer ser como él. No por sus virtudes inhumanas, sino por la autenticidad que destilan sus discursos y acciones.

La película entera parece una novela y así se ve, con la profundidad y la amenidad de quien va pasando las páginas de su cuento favorito. Los personajes convencen al 110 por ciento, estén o no basados en tópicos de la época. Por eso nos engancha y nos hace querer saber más del ingenuo Bud Fox y del maestro Geko. El último plano de la película nos deja el sabor que dejan las buenas novelas cuando acaban; es como acabarse el Quijote o leer Guerra y Paz y todavía desear saber qué ocurrirá con esas personas de carne y hueso, o que se harán en el futuro esos personajes tan bien trazados que ya parecen nuestros hermanos cuando vemos su triste final.