Lo que pasa con las pelis clásicas es que es imposible ser objetivo con ellas, llevamos oyendo hablar de "La Gran Evasión" como referente del cine desde siempre, desde mucho antes de verla y, a la hora de valorarla, se hace difícil abstraerse de toda ese aura de mito.

La película, por el lugar en donde se desarrolla casi al completo, un campo de prisioneros, debiera tener una enorme carga de tensión, pero no es así, más bien parece un simpático campamento de verano con los monitores caracterizados de soldados nazis muy educados. Los días transcurren apaciblemente para los protagonistas, entre horticultura, clases de canto y ornitología y fiestas con alcohol casero. Además, si intentan escapar sólo les echan un poco, no demasiado, la bronca y les mandan de vuelta a jugar con sus amigos. Sinceramente, ¿por qué quieren escapar? Sólo falta que los alemanes les inviten a unas señoritas.

Hay también cierta tendencia a la sobreexplicación, personificada en la escena en que uno de los personajes se queda ciego y repite en voz alta: "no veo", pese a que no hay nadie más en la habitación. Vamos a ver, señor director, ya sabemos que se ha quedado ciego, nos lo has contado a través de una cosa llamada lenguaje cinematográfico, es innecesario lo de después.

Me gusta el ritmo de la narración, la dureza de la parte final y la icónica banda sonora, además de la interpretación de Steve McQueen. Pese a ser un film muy coral, él brilla por encima de los demás, es la definición de carisma.

Vaya, a pesar de todo le he puesto un seis, ¿veis?, yo también soy una víctima del mito.

La premisa de la película es tan estúpida que, antes de verla, piensas que se trata de una especie de delirante parodia que mezcla Lincoln con Blade, pero luego te das cuenta que no, que es aún peor, que está narrada en serio, como si de verdad Abraham Lincoln hubiera cazado vampiros.

Todo es académicamente aburrido en esta película, como si fuera un biopic fidedigno, con planos muy clásicos y tratados con una inaudita seriedad, la acción es rutinaria, la música suena cuando el manual dice que debe sonar, incluso se permiten el hacer una analogía de la guerra civil, la libertad y la abolición de la esclavitud con la lucha contra los vampiros, en medio de una oda al patriotismo. Vaya pelotas que tiene el amigo Timur.

Al menos, aquí los vampiros vuelven a ser malvados monstruos y no adolescentes con tupé vestidos como si hubieran salido de un catálogo de Mango. Vamos mejorando.

La serie "Pesadillas" de R. L. Stine fue, para muchos, el primer acercamiento con el género del terror y, aunque eran libros sencillos y algo previsibles, sí explotaban muchos de los miedos infantiles con acierto, e incluso daban lugar a un trasfondo mucho más turbio de lo que se podía pensar dada la edad recomendada.

Esta película es una pieza indigna, un homenaje pobre, descafeinado y hollywoodiense, pensado para no incomodar al espectador medio tontorrón y poco exigente, amante del cine blando e irrelevante del Disney actual, un entretenimiento amable, ligero y poco exigente consigo mismo.

"Pesadillas" es la definición del cine de encargo, sin carisma ni personalidad alguna. Guión genérico, previsible y lleno de clichés, personajes planos y estereotipados, CGI barato y actuaciones pobres, en la que Jack Black hace lo que puede por dar algo de fuerza a su personaje, pero que tiene que luchar contra el niño idiota que hace de alivio cómico, contra la chica florero que hace de interés romántico del protagonista o contra el pesado ese que lo único que hace es meterle fichas a la madre, contribuyendo a elevar exponencialmente el nivel de vergüenza ajena de la película.

Lo que más me sorprende es que R. L. Stine, al que yo tenía por uno de esos que se viste por los pies, no sólo ha dado el visto bueno a esta basura, sino que, además, ¡se hace un cameo! No doy crédito.

No suelo hacer críticas de películas que me han gustado, porque me lo paso mucho mejor escribiendo sobre las que no, pero me veo imperativamente obligado a escribir algo en defensa de Ad Astra, una gran película injustamente masacrada aquí, que me niego a que sea lo que sirva de referencia para alguien que entra buscando decidirse sobre si verla o no.

Ad Astra es una película comercial sin dejar de ser cine de autor, que le da mil patadas a esa chorrada pretenciosa y con ínfulas de trascender de Gravity. Cuenta con una portentosa actuación de Brad Pitt, que lleva con comodidad sobre sus hombros todo el peso de la película, destacando sus monólogos sobre el sentido de la vida y sus silencios fantásticamente interpretados.

No sé que ha llevado al crítico medio gafapastero amante del cine de Truffaut a despreciar esta película, puesto que cuenta con todo lo que, normalmente, les pone cachondos a más no poder: un tono introspectivo y minimalista, un ritmo pausado, una estética cuidada y cierto mensaje existencialista. Puede que esperasen una película sencilla de aventuras espaciales, y encontrarse con un personalísimo retrato intimista del protagonista, que trata la soledad existencial y la relación padre-hijo desde polos opuestos, les haya provocado tal confusión que han sido incapaces de disfrutar de la que para mí es una de las grandes obras de la ciencia ficción de los últimos diez años.

Como si de un adolescente empastillado se tratase, ansioso por gozar de la siguiente delirante experiencia que los psicotrópicos de dudosa calidad pueden ofrecer, no puedo dejar de disfrutar de cada nueva profanación que nos ofrece esta película.

Abandonada la idea preconcebida de que este film pudiera estar basado, aunque fuera ligeramente, en el libro de Bram Stoker, y abandonada también la percepción de Van Helsing como una película mínimamente seria, ya sólo queda aguantarse la risa ante el desfile de monstruos del imaginario popular que van apareciendo. ¿Dr. Jekyll y Mr. Hyde? Lo compro. ¿El Hombre Lobo? Pues ok. ¿Frankenstein? Me vale. ¿La Momia? No sale, pero si me dices que sí, me lo hubiera creído.

El festival del humor sigue con los personajes, Hugh Jackman disfrazado de gótico molón, Kate Beckinsale luciendo un corsé de dominatrix con escote que debe ser muy útil para proteger su cuerpo en una pelea, Frankenstein con una Xbox en el pecho, Drácula suministrando bastante aceite como para cocinar para todo el reparto, equipo de grabación y extras, y Elena Anaya tan sobreactuada que parece un personaje de Los Simpson en uno de sus especiales de Halloween.

La banda sonora es también otro de los puntos fuertes de la película, con una mezcla de sonido instrumental, trash metal, canto gregoriano y música pastillera de la ruta del bacalao. Como si hubieras pulsado la "reproducción aleatoria" en la lista de Spotify de un demente.

Todo es tan ridículo y absurdo, que me la tragaría mañana otra vez. Es como ver a un niño pequeño vestido con una gabardina de cuero y armado con una ballesta de repetición: sabes que es una tontería, pero te quedas a ver que hace hasta el final, porque seguro que, al menos, va a ser entretenido.