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Críticas de GafasDeNariz
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
8
9 de enero de 2013
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
El arranque deja en mal lugar a los que (ya cacareaban antes de estrenarse) dicen que la peli es el lavado de cara patriotero americano de costumbre. Las imágenes del 11-S están en la cabeza de tod@s, pero aquí solamente oímos las voces de las víctimas, como fantasmas que acarrean un incuestionable peso moral para la posterior sociedad americana, y global (Londres, Madrid). Y a partir de aquí, Bigelow pone la cámara delante y detrás de los interrogatorios/torturas, en las cárceles secretas de la CIA, y nos muestra las consecuencias psicológicas de estos sobre los detenidos... y (como ocurría aunque con otros matices en la grandiosa Zodiac) sobre los agentes encargados de la búsqueda, y su aplicación de las nuevas leyes de barra libre. En una elípsis brutal, hemos pasado del ideal y la necesidad de justicia de personas para con personas... a un ejercicio de venganza abanderado por el estado y permitido por el sistema... que nuevamente queda en manos de personas para con otras personas. Esa degradación que nos muestra es bidireccional, transversal, y afecta a todo y a todos. Y esto lo expresa la película con una precisión total. Nada se salva, ni política grande o pequeña, ni sistema ni agentes que lo ejecutan. Pero la gran virtud de la película (y del buen cine: no lo expliques, muéstralo) es no llegar a esta idea a través del discurso, ni del panfleto, que bien que les duele a much@s, porque el cine de esta señora es cada vez más inteligente y no lo necesita. La escala de valores de cada espectador es la que pone el juicio a lo que se ve en pantalla.
El ritmo de la investigación, el desarrollo paralelo a la realidad de los cambios políticos y sociales, y la evolución de los personajes (que vemos madurar y encallecerse con el paso y el peso de los años) son, a mi juicio, perfectos. La historia no solo no decae, sino que aumenta gradualmente de tensión hasta la operación de los helicópteros, que es (a pesar de saber todo el mundo cómo acaba) vibrante de principio a fin. Por otro lado, yo tenía la sensación de estar realmente delante de agentes de la CIA, hablando como agentes de la CIA en despachos de la CIA, en cárceles secretas... Cosa que, y con todos los respetos, ninguna de esas series que tanto se nombran aquí, y que están bien, consiguen ni de lejos. Y por cierto, contrariamente a lo que algunos defienden por este foro, el relato enseña multitud de detalles que no cuadran en absoluto con la versión oficial... Spoiler *
En definitiva, una película recomendable de todas, todas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
GafasDeNariz
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7
27 de abril de 2011
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelente premisa, buenas ideas respetando la inteligencia del espectador (y esto ya es de destacar por sí solo), actores eficaces (la pareja está muy bien), tensa dirección en la primera hora (o quizá menos)...
En definitiva, una "casi" gran película. Se queda en un estimable y entretenido ejercicio de acción con apuntes de Ciencia-ficción, que agradará a la mayoría del público... pero que a los aficionados al género (perdón, A MÍ) nos acaba dejando un poco fríos. Creo que ese final blandurrio y previsible (qué manía) lastra gran parte de sus méritos. La verdad es que la estimulante (y claustrofóbica, no me diréis que no) situación inicial acaba perdiendo ritmo en las repeticiones, cuando (demasiado temprano) ya sabemos de qué va la vaina. Me resulta mejor y más interesante (y desde luego más oscura) la primera peli de Duncan Jones, esa "Moon" que, ahí sí, no da gato comercial por liebre cinéfila. Eso si, aún dicho esto, y tan canina como está la oferta de ciencia-ficción de calidad, recomiendo "Código fuente" de todas, todas...

Salutem!
GafasDeNariz
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8
27 de abril de 2011
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Leo algunas críticas demasiado dañinas, pese a su más que buena puntuación... Curioso.
Vaya por delante que el episodio piloto ya me parece mejor que el 98% del cine de terror que se hace en la actualidad (generalmente tan huérfano de imaginación y sobre-hinchado de excesos gratuitos, que da la sensación de que, más allá de meter el miedo en el cuerpo, su intención sea únicamente la de asquear o provocar...). Creo que nos estamos (y me incluyo) mal acostumbrando a que el género de terror haya que servirlo rodeado de efectismos, gritos, carreras y sustos... olvidándonos de los personajes y la historia. Es evidente que aquí importa más el estudio de unos personajes en situación de supervivencia extrema, en un mundo radicalmente opuesto al estado del bienestar del que disfrutamos. Ahí está la clave, creo yo, y es que a los guionistas y a Darabont (cuya "La Niebla" aún me acojona cuando veo bajar las nubes del monte a mi barrio...) lo que les interesa explorar es cómo reaccionaría la gente normal en una sociedad salvaje, primitiva, nueva y sin reglas. Estoy de acuerdo en que la serie flaquea un poco en los últimos capítulos, curiosamente al contrario que en los cómics, que crecen en angustia con la evolución de los personajes, sobre todo en ese policía que en la serie acaba pareciendo un poco santurrón,mientras que en el cómic (y no me gustaría desvelar nada) es más sorprendente e inquietante. Os recomiendo el cómic para comprender mejor la visión sobre el universo"zombie" que se busca aquí, compañer@s.
Saludos!
GafasDeNariz
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6
9 de enero de 2013
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Y a la séptima patinó. Tarantino es un grande, de eso ya no hay duda, y lo es (también) porque es capaz de rodar y firmar una errática obra deslavazada y admirable como ésta y que le salga regular, tirando a mal. Se ha dicho que el inolvidable autor de “Pulp Fiction” es un creador multireferencial, pero que sobre todo es hijo de todas las series de cine que van desde la B hasta la Z. Y es cierto. Pero también (y sobre todas las cosas) lo es de la serie A. Y ese es el problema irresoluble de “Malditos Bastardos”: que su serie A son Sergio Leone, Robert Aldrich o Sam Peckimpah. Y eso es mucho toro.
Varios son los factores que juegan en contra de ésta entretenida (que una cosa no quita la otra) revisión en clave pop de la segunda guerra mundial. La primera es la poquísima presencia de los Bastardos del título en la historia. Y es que, en ocasiones, parecen más bien invitados molestos que protagonistas. Y no me refiero precisamente al tiempo que aparecen en pantalla, que es más bien escaso, si no a su relevancia auténtica, real, en lo que se nos cuenta. Se echa de menos un mayor desarrollo de sus perfiles, de su búsqueda y reclutamiento por parte del Apache, y de su historia personal. Falta el mimo en los detalles de su relación y sus motivaciones de, pongamos por caso, “Doce del patíbulo” (1967), de la que el amigo Quentin bebe, y mucho, o “Los siete magníficos” (1960). Me hubiera encantado verles en acción de verdad: asaltando patrullas, desollando nazis (más), robando trenes de suministros, destruyendo puentes… sublimando esa guerra de guerrillas que se nos dice (porque no se ve) hacen con tanta maestría y mala uva. Tengo la sensación permanente de que me han birlado información vital, y la impresión de que Tarantino se queda a medio camino en todas sus propuestas, dejándo a la peña sin querer con la miel en los labios. Por lo que se dice, hubo diversos problemas a la hora de enlazar coherentemente todo el material filmado, así que me da en la nariz que se hicieron tal lío en la sala de montaje, que terminaron por perder el hilo. Quedan, eso sí, muchos detalles de gran, gran cine: el uso maravilloso de los acentos y los idiomas, con un trabajo actoral de primera, y que compensa con una necesaria cuota de hiperrealismo el desequilibrio generado por la desmedida gamberra (y divertida) de su tono de comic; varios inspirados diálogos marca de la casa; la música (que no las canciones, que esta vez no pegan ni con cola: ese rock ochentero mientras Shossana se prepara el día del estreno, agggh…); y el aprovechamiento (espectacular) del formato panorámico con el encuadre, y una factura técnica irreprochables. Pero, y sobre todo, quedan dos secuencias absolutamente memorables, que permiten añorar con cierta nostalgia la sensacional película que nos hemos perdido: el arranque y la escena del bar. Ese primer capítulo es un manual de planificación escénica, bordado por dos actores en estado de gracia y con una cámara que ocupa con maestría todos los rincones posibles de la cabaña, para transmitir la emoción más adecuada a cada momento. Debería enseñarse desde ya en las escuelas de cine. Spoiler*
Que no decir del ritmo progresivo (que algunos han tildado de lento, pero que a mí me parece hipnótico y preciso como un jodido reloj suizo) de la brutal secuencia de la Taberna francesa. Spoiler **
Pero estas dos secuencias impresionantes, paradójicamente, condenan la narración, porque abren expectativas que el desarrollo posterior no consigue alcanzar ni de lejos. Todo el metraje pasa cojo y tuerto, esperando ese gran momento que parece estar anunciándose pero que no termina de llegar nunca. Esa permanente frustración funciona como un retardo, como una disfunción que a muchos de los espectadores (no a mí, sin embargo) termina por desubicar y aburrir. Tampoco esta vez le funciona la habitual desfragmentación de la historia en capítulos, que lo único que consigue es aumentar la sensación de distanciamiento. La elipsis es un recurso imprescindible del cine, pero aquí son tan enormes, que se convierten en agujeros negros que te sacan completamente de contexto… Por otro lado, es curioso (y un placer) comprobar como, en un director que ha sido calificado desde siempre (tanto para darle cera, como para pulirle cera) como posmoderno, irreverente, e hijo bastardo de la cultura pop, vayamos a destacar como lo mejor de su película dos escenas de regusto inequívocamente clásico. Pero así es.
Lamentablemente, y a pesar de sus grandes momentos e indiscutibles logros, Malditos Bastardos” naufraga en un final desigual y atropellado, catártico y a la vez absurdo e inverosímil, que me deja un sabor de boca demasiado tibio. Spoiler ***
Queda el simbolismo preclaro del celuloide (o del arte) como arma con la que sacudir papanatismos y extremismos… Pero también la tristeza de intuir, los que (como un servidor) seguimos con fervor la obra de uno de los más grandes exponentes del cine contemporáneo, que bajo la estimable y entretenida película que hemos podido ver se esconde una obra maestra que jamás veremos. Porque hubiera hecho falta el Sergio Leone de “Hasta que llegó su hora” (1968) o “Erase una vez en América” (1984), o el mismísimo Peckimpah, para dotar de una mayor grandeza a ésta “Malditos bastardos”.
Y nuestro querido Quentin es grande, quizá enorme, pero no tanto...
Aún.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
GafasDeNariz
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8
9 de enero de 2013
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El auténtico interés que Bigelow tiene en sus personajes es el de preguntarse (y no siempre responderse) acerca de sus motivaciones. Podemos hacernos una idea de lo que arrastra a una hombre cualquiera a jugarse la vida cada día, a miles de kilómetros de su casa, desactivando artefactos explosivos, cuando le vemos perdido, confuso, desorientado, ante una interminable columna de cajas de cereales en el pasillo de un supermercado. Kathryn (con ayuda de su abigarrado estilo visual, poderosamente nervioso y falsamente documental) intuye que en la maraña de aburridos sinsentidos que componen nuestra existencia, en una sociedad tan aletargada como la nuestra -que en su creencia de que vive, duerme-, surge la imperiosa necesidad de riesgo para encontrar auténtica emoción y sentido. Se acusa a la ex de James Cameron de no posicionarse ideológicamente, de obviar su punto de vista sobre la invasión de Irak. Pero es una acusación interesada y absurda, si uno ve la película dejando de lado sus prejuicios políticos, ya que escenas como la del asalto de la casa donde supuestamente vive el niño “Beckham” (o la misma relación entre ellos), y la del terrorista suicida que no quiere serlo, dejan bien a las claras como ve mi directora favorita la situación de las tropas yanquis: intrusos, molestos, desubicados, e inútiles (en el sentido de utilidad). Y eso, nos guste o no, es posicionarse. Puede que no sea la opinión beligerante que los gurús de la verdad única pretendían, pero es una posición tan legítima como cualquier otra. Y mucho más auténtica.
La película es, sobre todo, física. Espléndidamente fotografiada, compartimos sudor, saliva, sangre, arena, polvo, alcohol y lágrimas con una naturalidad apabullante, irrespirable. Tanto en la inmensidad del desierto (tremenda la secuencia del francotirador), como en la oscuridad sombría de las calles de Bagdad, en el aspecto puramente visual no cabe ponerle un pero: sentimos perfectamente el calor sofocante, la angustia y el peso de los uniformes, la sed y el agotamiento de los soldados en cada momento. Desde luego, Kathryn sabe manejar las claves de la puesta en escena y consigue que la tensión y el interés no decaigan en todo el metraje. Ahí es, a mi juicio, donde reside la fuerza del film, que funciona como película de acción al uso, como drama bélico (pero sin cargar las tintas), y como entretenimiento con las justas pretensiones para no resultar intrascendente.
Aquí no hay psicología de enciclopedia kiosquera, o de libro de autoayuda, ni poses afectadas políticamente correctas (e inverosímiles), pero tampoco estamos ante otro ejercicio de estilo bélico maniqueo (moralmente repugnante) como el del amigo Ridley, en “Black hawk derribado”. Allí, en una evidente deserción moral (terroríficamente obviada por el público que después acude en masa a las manifestaciones anti-guerra), mientras los (pocos) marines morían entre flashbacks de sus familias, música de violines y cámara lenta, miles de negros Somalíes caían sin más como los vulgares e insignificantes zombies sin corazón de un videojuego… Aquí no. Aquí mueren personas corrientes (de uno y otro bando) abocadas a una situación desesperada y hostil. Pero con una diferencia fundamental, y es que la tierra hostil de la que habla el título en español no es únicamente la árida y seca del desierto, para los marines, sino también el paisaje moral que subyace de la mutilación de la esperanza, de la inocencia, de una sociedad Iraquí desmembrada por la guerra continua. En éste Irak hiperrealista que se nos muestra, de basura en las calles vacías, de bombas entre escombros, de niños que juegan y ríen como los que torturan alacranes en “Grupo salvaje”, y de fantasmas de ciudadanos que graban las acciones militares en una liturgia cotidiana como la que aquí nos puede parecer el video casero de un cumpleaños… descubrimos que ya nadie conoce realmente el papel que juega. No llegamos a comprender del todo quién teme o quién apoya, quién encubre o quién huye, quién es víctima o quién verdugo. En éste sentido, es reveladora la escena en la que un alto mando pregunta al artificiero interpretado por Renner, acerca de la cantidad de desactivaciones que ha llevado a cabo, y éste le resta importancia, casi como si le avergonzara. Y es que ninguno de ellos ve heroísmo en lo que hace. Y no lo ven, porque no lo hay. No hay la menor épica en su trabajo, la menor grandeza. Solo dolor y soledad. Pero es su dolor y es su soledad, y el miedo que provocan, el único asidero emocional que encuentran para vivir en un mundo que no se parece en nada a lo que les vendieron de pequeños. En un paisaje de contrastes morales donde nada es lo que parece, y no hay una sola línea que defina el bien del mal, el encuentro directo con el instinto perdido, más primitivo, de supervivencia, se convierte en la única verdad posible.
Siete años después de su última película, Bigelow vuelve al ruedo con la fuerza perdida de sus primeros trabajos, aunque con un discurso indudablemente más maduro. Sin perder la pujanza expresiva de sus mejores obras, pero más cerca de esa promesa de grandeza que aventuraba su ya film de culto, “Días extraños”, esta estimable aportación al moderno cine bélico, es la patada en la puerta de una directora que reclama de una vez por todas su lugar en la industria. “En tierra hostil” es, por ahora, la mejor cinta sobre Irak realizada (quizás con “Redacted” de De Palma), y una interesante (y más profunda de lo puede parecer a simple vista) aportación al género bélico en general. Con todos los respetos (o sin ninguno), y por ésta vez, la buena de Bigelow le ha dado sopas con honda al endiosado de su ex, y a su Disneyana e insípida “Avatar”…
Y bien que me alegro.
GafasDeNariz
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