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Voto de GafasDeNariz:
8
Bélico. Acción. Thriller. Drama En Irak, una unidad de élite de artificieros norteamericanos actúa en una caótica ciudad donde cualquier persona puede ser un enemigo y cualquier objeto, una bomba. El jefe del grupo, el sargento Thompson, muere en el transcurso de una misión y es sustituido por el impredecible y temerario sargento William James (Jeremy Renner). Cuando falta poco para que la brigada sea relevada, el imprudente comportamiento de James hará que dos de sus ... [+]
9 de enero de 2013
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El auténtico interés que Bigelow tiene en sus personajes es el de preguntarse (y no siempre responderse) acerca de sus motivaciones. Podemos hacernos una idea de lo que arrastra a una hombre cualquiera a jugarse la vida cada día, a miles de kilómetros de su casa, desactivando artefactos explosivos, cuando le vemos perdido, confuso, desorientado, ante una interminable columna de cajas de cereales en el pasillo de un supermercado. Kathryn (con ayuda de su abigarrado estilo visual, poderosamente nervioso y falsamente documental) intuye que en la maraña de aburridos sinsentidos que componen nuestra existencia, en una sociedad tan aletargada como la nuestra -que en su creencia de que vive, duerme-, surge la imperiosa necesidad de riesgo para encontrar auténtica emoción y sentido. Se acusa a la ex de James Cameron de no posicionarse ideológicamente, de obviar su punto de vista sobre la invasión de Irak. Pero es una acusación interesada y absurda, si uno ve la película dejando de lado sus prejuicios políticos, ya que escenas como la del asalto de la casa donde supuestamente vive el niño “Beckham” (o la misma relación entre ellos), y la del terrorista suicida que no quiere serlo, dejan bien a las claras como ve mi directora favorita la situación de las tropas yanquis: intrusos, molestos, desubicados, e inútiles (en el sentido de utilidad). Y eso, nos guste o no, es posicionarse. Puede que no sea la opinión beligerante que los gurús de la verdad única pretendían, pero es una posición tan legítima como cualquier otra. Y mucho más auténtica.
La película es, sobre todo, física. Espléndidamente fotografiada, compartimos sudor, saliva, sangre, arena, polvo, alcohol y lágrimas con una naturalidad apabullante, irrespirable. Tanto en la inmensidad del desierto (tremenda la secuencia del francotirador), como en la oscuridad sombría de las calles de Bagdad, en el aspecto puramente visual no cabe ponerle un pero: sentimos perfectamente el calor sofocante, la angustia y el peso de los uniformes, la sed y el agotamiento de los soldados en cada momento. Desde luego, Kathryn sabe manejar las claves de la puesta en escena y consigue que la tensión y el interés no decaigan en todo el metraje. Ahí es, a mi juicio, donde reside la fuerza del film, que funciona como película de acción al uso, como drama bélico (pero sin cargar las tintas), y como entretenimiento con las justas pretensiones para no resultar intrascendente.
Aquí no hay psicología de enciclopedia kiosquera, o de libro de autoayuda, ni poses afectadas políticamente correctas (e inverosímiles), pero tampoco estamos ante otro ejercicio de estilo bélico maniqueo (moralmente repugnante) como el del amigo Ridley, en “Black hawk derribado”. Allí, en una evidente deserción moral (terroríficamente obviada por el público que después acude en masa a las manifestaciones anti-guerra), mientras los (pocos) marines morían entre flashbacks de sus familias, música de violines y cámara lenta, miles de negros Somalíes caían sin más como los vulgares e insignificantes zombies sin corazón de un videojuego… Aquí no. Aquí mueren personas corrientes (de uno y otro bando) abocadas a una situación desesperada y hostil. Pero con una diferencia fundamental, y es que la tierra hostil de la que habla el título en español no es únicamente la árida y seca del desierto, para los marines, sino también el paisaje moral que subyace de la mutilación de la esperanza, de la inocencia, de una sociedad Iraquí desmembrada por la guerra continua. En éste Irak hiperrealista que se nos muestra, de basura en las calles vacías, de bombas entre escombros, de niños que juegan y ríen como los que torturan alacranes en “Grupo salvaje”, y de fantasmas de ciudadanos que graban las acciones militares en una liturgia cotidiana como la que aquí nos puede parecer el video casero de un cumpleaños… descubrimos que ya nadie conoce realmente el papel que juega. No llegamos a comprender del todo quién teme o quién apoya, quién encubre o quién huye, quién es víctima o quién verdugo. En éste sentido, es reveladora la escena en la que un alto mando pregunta al artificiero interpretado por Renner, acerca de la cantidad de desactivaciones que ha llevado a cabo, y éste le resta importancia, casi como si le avergonzara. Y es que ninguno de ellos ve heroísmo en lo que hace. Y no lo ven, porque no lo hay. No hay la menor épica en su trabajo, la menor grandeza. Solo dolor y soledad. Pero es su dolor y es su soledad, y el miedo que provocan, el único asidero emocional que encuentran para vivir en un mundo que no se parece en nada a lo que les vendieron de pequeños. En un paisaje de contrastes morales donde nada es lo que parece, y no hay una sola línea que defina el bien del mal, el encuentro directo con el instinto perdido, más primitivo, de supervivencia, se convierte en la única verdad posible.
Siete años después de su última película, Bigelow vuelve al ruedo con la fuerza perdida de sus primeros trabajos, aunque con un discurso indudablemente más maduro. Sin perder la pujanza expresiva de sus mejores obras, pero más cerca de esa promesa de grandeza que aventuraba su ya film de culto, “Días extraños”, esta estimable aportación al moderno cine bélico, es la patada en la puerta de una directora que reclama de una vez por todas su lugar en la industria. “En tierra hostil” es, por ahora, la mejor cinta sobre Irak realizada (quizás con “Redacted” de De Palma), y una interesante (y más profunda de lo puede parecer a simple vista) aportación al género bélico en general. Con todos los respetos (o sin ninguno), y por ésta vez, la buena de Bigelow le ha dado sopas con honda al endiosado de su ex, y a su Disneyana e insípida “Avatar”…
Y bien que me alegro.
GafasDeNariz
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