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España España · Valencia
Críticas de andrewsama
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
9
14 de junio de 2015
41 de 64 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y Netflix lo vuelve a hacer.

Menudo homenaje a la biología, la humanidad y su naturaleza; a la complejidad, la diversidad y la diferencia; a la empatía, la solidaridad y el compromiso genuino; a la pertenencia, la hermandad y la lealtad; al sexo, el amor y las conexiones que van más allá de nuestro entendimiento.
Sense8 eleva la vida hasta más allá de nuestra comprensión sin necesidad de vinculaciones paranormales o tecnológicas, una utopía darwinista de la sociedad globalizada que nos conecta unos a otros sin artilugios, magias o trucos, tan solo con la capacidad de nuestros cuerpos.

Wachowskis, cómo moláis. Y aviso: Estuve a punto de dejarla después del segundo episodio porque esto me parecía la irrelevancia hecha serie, pero aguantad hasta el cuarto, cuando las conexiones empiezan a fluir, y entenderéis todo lo que acabo de decir.
andrewsama
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10
24 de octubre de 2014
34 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
Seis y cuarto de la tarde. Después de haber estado vagando desorientada entre calles que, juraría, estaban sudando tanto o más que yo, crucé la puerta de la sala 5 de los Babel con una frase en la cabeza: “¿Me quieres, aunque sea mucho?”, y decidí, justo al sentarme en la butaca, que me iba a dejar guiar; seguiría a Vermut por cualquier rincón que me señalase, le permitiría sorprenderme de la misma forma en que lo consiguió su superhéroe aquella tarde en la que solamente esperaba poder tener dos horas de procrastinación. Y lo hice, confié en él. Confié en Carlos, y salí ganando.

Desde el primer plano intuí que aquella no era una cinta corriente. La distancia entre los personajes, la altura de sus miradas, los movimientos de sus manos, la modulación de sus voces; la colocación de los objetos, el color de la ropa, la luz de la habitación. Todo tenía un sentido, todo daba información, no sobraba nada, y el resto del metraje me dio la razón. A diferencia de lo que pude apreciar en Diamond Flash, el peso de cuyo guion recae, con diferencia, en los diálogos –lo cual no resta méritos a lo que Vermut fue capaz de “parir” con a penas 20.000€ en el bolsillo–, Magical Girl encuentra el perfecto equilibrio entre técnica y narrativa. Esta vez, tanto la cámara como los personajes giran en torno al conflicto central, justo lo contrario que sucedía con el secuestro de Alba que nos contaba la opera prima del director. Así, Cada evento, cada acción, cada palabra y cada objeto conviven para construir la red en la que Luis (Luis Bermejo), Bárbara (Bárbara Lennie) y Damián (José Sacristán) se ven atrapados, y la importancia de cada uno de estos elementos es tal que el más mínimo cambio es capaz de generar consecuencias irreparables.

Llegados a este punto, debo aplaudir el ejercicio de autoconocimiento al que Vermut parece someternos, y es que cualquier espectador puede sentir frustración al presenciar algunas de las escenas. Para mí, es un juego. La película nos ofrece la información justa y necesaria para transmitir lo que el director nos quiere contar; no peca ni de falta ni de exceso. Teniendo en cuenta esta premisa, la curiosidad, e incluso morbosidad, de las personas del público puede quedar al descubierto si, por ejemplo, entienden como necesario que se muestre aquello que sucede tras “la puerta del lagarto negro”, o como innecesario el desnudo de Bárbara. La producción habla por sí misma: Todo lo que ves, tanto en contenido y forma, es lo que quiere ser contado.

Retomando el hilo, cuando la trama comenzaba a edificarse fotograma tras fotograma, en mi cabeza se empezaba a discernir el recuerdo de una cinta. La congoja que la más humana de las desesperaciones que demostraban Luis, Bárbara y Damián conseguía producirme, me resultaba una sensación más que familiar. Y es que la historia bebe directamente del conflicto de Dancer in the Dark (Lars von Trier, 2000): El deseo de Luis por curar la enfermedad de su hija Alicia, el tesón de Bárbara por ocultar un doloroso secreto y la firmeza con la que Damián está dispuesto a proteger a Bárbara son comparables a la lucha que Selma llevó a cabo por evitarle la ceguera a su hijo Gene; se trata de relaciones que ponen a prueba el límite humano entre la razón y el instinto, entre cabeza y corazón, y que terminan por corromper a todo aquel que se deja envolver por ellas. Del mismo modo, la forma en la que Luis traiciona y condena a Bárbara para siempre solo por contentar a su hija recuerda a cómo Bill transformó la vida de Selma en un infierno para poder seguir consintiendo los caprichos de su mujer.

(Continúa en 'spoiler' por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
andrewsama
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8
8 de noviembre de 2014
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ocho amigos, una sala de estar y un cometa. El joven Ward Byrkit no ha necesitado nada más para construir una espléndida alegoría del experimento del gato de Schrödinger y convertir la que es su ópera prima en una verdadera joya del sci-fi de los últimos años. Con una puesta de escena simple y costumbrista, un presupuesto más bien escaso y un guion absolutamente merecedor del premio que el Festival de Sitges le ha otorgado, se elabora un puzzle de casualidades y eventos aleatorios que consigue mantener al espectador en alerta desde el momento en el que aparece la primera incoherencia.

A pesar de la complejidad de la trama que se cimienta ante nosotros secuencia tras secuencia, todo tiene una explicación –o un amasijo de muchas conclusiones– casi imposible de descifrar durante el primer visionado pero alcanzable si nos estrujamos la cabeza durante los pocos minutos que duran los créditos. Es entonces, tal y como ocurre con algunas películas del mismo género, cuando las piezas del rompecabezas empiezan a encajar, aunque quizás sea necesario echar mano de algunas referencias generales de física cuántica.

Por si fuera poco, a la parte más teórica que estructura el guion debemos añadirle algunos alicientes psicológicos y emocionales muy interesantes. El inminente paso de un cometa engulle a los personajes en una sombría pesadilla en la que nada ni nadie es lo que parece, donde cabe la posibilidad de que deban enfrentarse a ellos mismos en una habitación en la que tan solo pueden aferrar su cordura a la presencia de algunos objetos. Antiguos conflictos olvidados reaparecerán, motivados por la angustia y la incongruencia en la que el grupo parece sumirse al convivir en un espacio familiar en el que puede que no hayan estado antes y al que quizás no regresen jamás.

Un marco científico que integra algunas de las teorías más interesantes de la física contemporánea; un juego de paradojas eventuales que invita al espectador a hacer las veces de detective, recopilando cada prueba, archivándolas para recurrir a ellas a medida que avanza el metraje si quiere mantener el hilo de la historia; un complicado engranaje que hará las delicias de todos aquellos a quienes les guste estrujarse el cerebro hasta terminar dejándolo echo una pasa. Todo eso es Coherence.

Un cometa abre la caja. ¿Y si somos capaces de ver con coherencia el interior antes de que vuelva a cerrarse?
andrewsama
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7
6 de diciembre de 2014
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todavía recuerdo la fascinación que sentí al conocer los propósitos de los doctores Masters y Johnson. Con todas las de perder, ambos desafiaron a los arraigados moralistas de los años 50 y a su masculinamente divinizada comunidad científica para evidenciar la hipocresía y el silencio en el que había quedado sumido algo tan inexorable a la vida y a la propia biología como el sexo, y nadie puede poner en duda que llevaron su tarea con éxito durante su flamante y espléndida primera temporada.

Masters of Sex llegó a Showtime para no solo tumbar, sino corregir los esquemas sobre los que se han ido conformando las producciones de ficción mayoritarias, y con ello, hacer las veces de espejo en el que reflejar la incompatibilidad entre conservadurismo y evidencia. Las primeras escenas del piloto lo dejan bastante claro: el doctor William Masters, justo tras haber sido galardonado por su trabajo en el campo de la fertilidad, escucha totalmente perplejo a una prostituta hablando de cómo tuvo que fingir un orgasmo para sacarse a un cliente rápidamente. Pero espera, ¿las mujeres fingen orgasmos? Masters se empequeñece, el doctor desaparece y se convierte en alumno de un más que heterogéneo grupo de putas que le sacarán de la ignorancia en la que ha estado sumido toda su vida por no haber prestado atención ya no al cuerpo de cualquier desconocida, sino al de su propia mujer.

Firme a su compromiso profesional, el doctor Masters se ve empujado por su ignorancia a encontrar los entresijos fisiológicos del sexo, pero desde una ingenuidad privilegiada: ¿Por qué la comunidad científica no se había movido por el campo de la pulsión sexual? Los obstáculos y dificultades a las que hace frente capítulo tras capítulo junto a la doctora Virginia Johnson para sacar adelante su estudio sobre sexología le terminan demostrando que la sociedad de su época no está preparada para dejar que las verdades salgan a la luz, ni mucho menos para ver por primera vez el interior de una vagina proyectado en una pantalla.

Un guion basado en la elaboración empírica del trabajo de Masters y Johnson convirtió a los sujetos de estudio en los verdaderos protagonistas de la primera tanda de capítulos, un enfoque acertadísimo que elevó la serie al cielo de HBO. Del mismo modo, la construcción de Virginia –no exagero, creedme, cuando digo que se trata de uno de los mejores personajes femeninos que han llegado a la televisión, si no el mejor– y el calculado pero fluido abanico de tramas y secundarios hicieron de Masters of Sex todo un ejemplo de transversalidad que evidenció, de forma catártica, la obsolescencia del falo y recolocó al feminismo y a la diversidad en las agendas americanas como estándares inequívocos de calidad social y cultural.

Pero qué difícil es andar y qué fácil deshacer lo andado.

Desde el final de la primera temporada pudimos mascar la tragedia. Un claffhanger digno de ser anteclímax en cualquier comedia romántica bastó para devolver el protagonismo a los doctores en la que puede que sea una de las peores decisiones jamás tomadas por unos guionistas que evidentemente cobran demasiado. El magistral retrato del antiético y todavía vigente comportamiento supuestamente clínico con respecto a la intersexualidad fue incapaz de solventar la forma en la que William y Virginia, de la forma más egoísta posible, dejaron de lado su compromiso profesional para atender unas pasiones que habrían sido completamente compatibles con el estudio si, de nuevo, los guionistas no se hubieran empeñado en corromper los propósitos de la primera temporada para poder seguir la recurrida línea del morbo comercial.

La relación entre la prostituta Betty y su ex pareja Helen da la impresión de haber sido incrustada a la fuerza por su irrisoria duración –¿diez minutos?–. El conflicto racial entre Libby y la niñera Coral queda reducido a un problema de liendres, del mismo modo en el que su implicación con la comunidad negra termina siendo una excusa barata y desagradable para poder poner otro affaire sobre la mesa. El compromiso social que abanderó la primera temporada se convierte en una tomadura de pelo a medida que avanzan unos capítulos caóticos, incapaces de encontrar el norte.

Es una pena que algo tan prometedor como lo que en un principio fue Masters of Sex haya terminado convirtiéndose en una simple telenovela de época. El escepticismo, el empoderamiento femenino y la diversidad de un inicio que tanto escoció a los que tenía que escocer se han desvanecido para dar paso a la autocomplacencia de una audiencia que se cree comprometida por el simple hecho de presenciar un romance interracial.

Ahora, las aguas que removieron Virginia y William han vuelto a su cauce. Ahora, el sexo vuelve a ser simplemente sexo.
andrewsama
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4
23 de junio de 2014
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excesiva, recargada, cliché.
Una introducción del personaje repetitiva y extensísima que culmina directamente con el final del film. Desde el minuto uno queda claro que es un yonki borracho millonario sin base moral; extender esa explicación hasta las 3h es insultante.
Scorsese se vio con un presupuesto demencial y una trama aburrida y repetitiva, y pensó "pues ya puestos, a por el Oscar", y juntó todas las mamarrachadas yankies, capitalistas y soeces que le vinieron a la cabeza para sacar un producto comercial que atrajera a las masas.
Martin, deja de intentar ganar el Oscar e irte de vacío, y dedícate a hacer cine; los premios vendrán solos.
andrewsama
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