Con una filmación de una estética sublime propia de Jacquot, la película interpreta, pone muy de manifiesto el conflicto de una mujer que aspira a la dignidad y la libertad versus la condición servil. Es decir, la dialéctica amo-esclavo o señor/a-siervo/a está expresada tanto narrativamente como a través del trabajo de cámaras con tiempos muy cuidados que posibilitan que cada personaje, sobre todo la protagonista como Joseph, revelen a través de composiciones magistrales su dramática. Según Hegel la salida para el esclavo es la libertad, o sea lo que el amo por su condición posee: los personajes amas y amos despliegan su libertad casi descaradamente a la vez que también de algún modo muestran su condición de esclavos. En resumen, Mirbeau en la novela y Jacquot en el filme ponen de manifiesta cómo la dialéstica amo-esclavo o señor-siervo no sólo es exterior sino también juega en el mundo interno de cada persona, de cada personaje, en este caso, por tratarse de una película. Deja el interrogante: realmente ¿la esclava (Célestine) y el esclavo (Joseph) lograrán la libertad y la dignidad?

A contramano de tantas críticas favorables, explicaciones obvias sobre el desarrollo y final que pretenden encontrar profundidad donde no la hay, afirmo que es una más de las producciones estadounidenses en las que se combinan la superficialidad, la obsesiva interacción con lo paranormal o lo sobrenatural, con la tan reiterada y remanida mansión lúgubre y misteriosa como escenario.
La miniserie abunda en diálogos insustanciales e insulsos, es sumamente parsimoniosa y reiterativa y carece de vuelo. Hay episodios que se tornan extremadamente interminables. Parece propio de muchas producciones televisivas, de cine y de realizadores estadounidenses confundir lentitud con profundidad. La lentitud, que en las producciones europeas, orientales y latinoamericanas es habitual, tiene siempre un sentido, incita a explorar y a la introspección; no es el caso de las producciones estadounidenses, ni siquiera de las literarias.
Pretender encontrar en esta miniserie, que ni siquiera es de terror, el buceo sobre la complejidad del comportamiento humano es una exageración cuando no una ilusión.
Los personajes son estereotipados y también, una vez más, repetidos: forman parte de la clásica galería de las realizaciones del país de origen.
Por lo tanto reitero: una más, por cierto muy aburrida. Para quiien tenga cierta cultura fílmica no encierra ningún misterio, el final no tiene nada de enigmático. Es una pérdida de tiempo leer o ver las explicaciones sobre el final que se exponen en distintos sitios, ya que no añaden nada a lo que un telespectador mínimamente capacitado deduce.

Esta serie se trata de un adulterio, pero no según el significado común del término sino en el sentido más figurado de gato por liebre, Es la adulteración de un período significativo de la historia, particularmente de la europea. Es inconcebible que una historia que contiene tanta riqueza y tanto valor para enseñar sobre la cuestión del poder, los enfrentamientos entre naciones y monarquías, entre cultos religiosos que perduran con gran influencia y tantas otras cuestiones se tomen tan frívolamente y, además, con distorsiones, simplificaciones y puerilidades de toda índole dando como resultado una producción que parece una mezcla de Disney, cultura rock, pijamadas y compulsión al ridículo.
Es inconcebible también que todo sea palaciego y que, además, se tomen tan a la ligera a protagonistas de la historia europea, como justamente María Estuardo, que entre otras obras de jerarquía, inspiró nada menos que al dramaturgo alemán Schiller.
Sólo puede entenderse como una típica producción más del país de origen, tan propenso a la estupidización y también a la esterilización de toda significación y de toda trascendencia.
Llama la atención que se hagan defensas del tipo de que sus productores no pretendían otra cosa, justificación endeble por donde se la mire porque estamos hablando de historia y por lo tanto de la obligación de la fidelidad a los datos y lo documentado, tanto más cuanto es un tramo de la historia cuya influencia llega hasta hoy.
Sólo puede rescatarse las actuaciones de actrices y actores, canadienses, británicos y australianos, que hacen gran esfuerzo para sostener algo tan precario y que muestran que su potencial está por encima de lo que les pidieron para componer a sus personajes.
También llama la atención que referentes y periodistas que pasan por prestigiosos la recomienden, lo cual habla de las carencias, de la vocación por la ignorancia de los mismos.
Vale, en todo caso, para pasar el rato comiendo bizcochitos, tomándola como una serie más de aventuras e intrigas elementales. Tomarla en serio sería respetarse poco uno mismo.

Consciente de que contradigo muchas opiniones, considero a esta serie una producción digna de rechazo. Expresa y convalida el oscurantismo y la decadencia de nuestros tiempos. Típica representante de lo que produce en cine y series los EEUU, apela al puro impacto avasallando con todo lo que pueda considerarse una invitación a reflexionar y a interrogarse. Apabulla en lugar de interpelar; promueve la depresión en quien pueda ser vulnerable en lugar de interrogar.
Es como si hubiera sido creada sobre la base de preguntarse "¿qué podemos inventar que sobrepase todo lo conocido a cualquier costo?". Sin embargo, pretendiendo ser novedosa, no es ni más ni menos que una de las tantas variantes de las producciones más trilladas.
Libreto, composición de los personajes, actuaciones, trabajo de cámara y demás componentes de la producción de una serie confluyen, en este caso, en algo insípido, profundamente desagradable y con una supuesta crítica a la moral convencional que no es otra cosa que impulsar una moral anacrónica asentada sobre valores destructivos. Rinde culto al nihilismo.
Muy apta para quienes quieren que la cultura imperante siga viento en popa.