Voy directo al cuello. Y qué mejor ataque que el que va dirigido a los fundamentalistas de ese "otro cine es posible en el nuevo milenio".

Ayer me enfrenté a "Luz silenciosa" de Carlos Reygadas.

Lenta y sin ritmo, Con millones de virtudes, pero lenta y sin ritmo.
Exasperantes planos fijos (el primero es de 8 minutos). Si un amigo me enseña las fotos de su último viaje yo decido si me quiero quedar delante de una ocho minutos pero joder que no me lo impongan.
Acudo al simil más de moda en este mes: el fútbol. Un partido puede tener mil cosas, pero si es lento y sin ritmo es un coñazo, no hay más. Sí, a lo mejor hay algún detalle de un jugador, una falta bien tirada o una rabona, pero si no tiene ritmo es un coñazo.

Ahora comprendo por qué EL PAÍS cuando establece la categoría de las películas pone cinco estrellas para las obras maestras y una mano con el índice apuntando para las pelis "para cinéfilos" porque para tragarte esto hay que ser, no sólo cinéfilo, sino un flipao. Volviendo al simil, solo Maldini es capaz de tragarse un partido del Guadalajara la madrugada del lunes al martes por Galavisión. Y al día siguiente le contará a sus colegas que el partido estuvo espeso pero que hay un jugador que se llama Chicharito que bla bla bla. Pues bien yo no soy Maldini (a mucha honra) y el Reygadas se puede meter su peli por el ojete, por mucho plano estético que tenga.

Yo me quedo con las pelis 5 estrellas como "Un profeta" o 4 estrellas como "Lejos de Tierra Quemada". Un poquito de cine por favor. Y un guión joder que para ver cuadros ya voy al Prado.

La peli dura 142 minutos, con un mando a distancia la puedes ver en 12, es más, con las fotos de promo ya la has visto y el guión es más corto que esta´parrafada.

(si no la habéis visto no he metido la pata con esto porque no lleva spoilers, pero lo que es acojonante es que una solo frase bastaría para spoiler y resumen de todo el film)

y por supuesto acabaréis viéndola porque mirad esto:


“Todas las escenas brillan con un resplandor visual y emocional .” – Time
“Una obra maestra.” - Time
“La genialidad de Reygadas logra que cada instante sea sagrado.” – Le Monde
“Uno de los directores más audaces y más líricos del cine mundial.” – Le Monde
“Una película majestuosa.” – Le Monde
“Luz silenciosa se queda grabada en la memoria.” – Hollywood Reporter
“Una historia en apariencia sencilla sobre el perdón... las imágenes son de una belleza impresionante.” – Manohla Dargis, New York Times
“Los personajes parecen estar iluminados por dentro” – Manohla Dargis, New York Times

Indudablemente se trata de una película de mujeres, para mujeres, sobre mujeres y hecha por mujeres. El imaginario femenino no es motivo sino causa, no es circunstancial sino nuclear. Sin embargo son dos trazos los que enmarcan esta oda a la mujer, uno estético, el clasicismo del s.XVIII y otro temático, la adolescencia.

Este icono adolescente tiene todas las papeletas para convertirse en la “Sissi” de una generación moderna y a la última que enloquece con los blogs, internet, la fiesta, la música, las revistas de tendencias y hace esfuerzos por exteriorizar sus supuestas inquietudes.

La principal carencia del film es su falta de fluidez. Desde los albores del mismo se tiene la certeza de que está basado en una novela. Se abusa de los planos explicativos para captar detalles que no encuentran cabida en unos diálogos huecos. El triunfo de la forma sobre el fondo.

Ahora bien, hay interés y mucho. La película no decae en ningún momento y sus escasas referencias históricas y lo plano de la trama permiten centrar la atención en la vida de la corte, en sus formalidades, en lo estúpido del protocolo, en la necesidad intrínseca al ser humano de tener líderes, de establecer jerarquías, de encumbrar a un igual y erigirlo en diferente, en superior. Consuela observar (y alivia) como la tendencia de las monarquías europeas ha sido hacia la flexibilidad de las formalidades y hacia la exogamia en lugar de enconarse en posturas ortodoxas.

La música merece una mención aparte. Este apartado marca menos distancia entre iniciados y neófitos que en su anterior film “Lost in translation” en el que la sucesión de temas alternativos a modo de interludios sacaba de la historia a todo melómano y lo introducía en un, por momentos vulgar, videoclip. En “María Antonieta” las canciones acompañan más a la historia, no viven independientes a la misma, no se emancipan. Al contrario, la banda sonora alcanza dos logros, por un lado la identificación de una adolescente de hace más de dos siglos con las actuales, al acudir al romanticismo pop de los ochenta, y por otro, el choque de culturas y de momentos históricos, que encuentra en la apabullante “Hong Kong Garden” de Siouxsie & the Banshees su más claro clímax. Al sustituir las primeras notas de xilófono de la canción original por música de cámara que se adapta a la perfección al decorado, al vestuario, al baile y a las exquisiteces de la corte para posteriormente lanzar las atronadoras guitarras, se contraponen en lo audiovisual más de dos siglos. Un brillante choque que no deja indiferente. Sólo faltaba que aparecieran en escena guitarras eléctricas aunque entonces el choque sería también visual y estaríamos ante un nuevo “Jesucristo Superstar”. Lástima que no acentúe el contraste con una canción del año 2007 ganando así 29 años de distancia, ganando, en definitiva, modernidad.

Esta película no es ni tan buena ni tan mala como unos y otros intentan demostrar. Se trata de un film más de Woody Allen que versa, como casi siempre, sobre la dicotomía entre una vida estable y el intento pseudo intelectual de llevar una vida snob poco convencional. Puede que en esta ocasión esta trama habitual esté tratada de forma más frívola y más simplona que en otras ocasiones pero también de forma más acorde con la realidad a avenir.

La historia refleja situaciones muy interesantes. Por un lado el choque entre el mundo tradicional y el extremadamente liberal. Mostrado de manera muy forzada. Sin embargo, el hilo se tensa con motivo: los aquí llamados tradicionales ya no solo no se escandalizan sino que asumen, toleran y respetan lo moderadamente liberal, de ahí que se acuda al extremo para poder buscar el conflicto. Por otro lado, una vez se ha abierto el matrimonio a la unión de dos personas sin importar el sexo, no cabe duda de que el futuro y la nueva conquista irá enfocada a otorgar derechos a las uniones estables entre tres o más personas. Estemos o no de acuerdo por ahí va a discurrir el futuro.

Los defectos son evidentes: Ciertas situaciones y conversaciones quedan realmente ridículas y, por extensión, poco creíbles; la evolución de la historia, en ocasiones, no está bien sostenida; la relación de los dos personajes españoles está demasiado caricaturizada, aunque Juan Antonio (Javier Bardem) mantiene en todo momento una coherencia casi insultante para los que detestan lo libertario de su discurso, y la actuación de Penélope Cruz está muy por debajo del resto.

Y lo que hay que dejar fuera de toda crítica, porque nunca nadie lo ha cuestionado en el cine de Allen, es que siempre los personajes de su mundo bohemio de pintura, fotografía, poesía y arte en general viajan en jets privados, viven en palacetes de ensueño, disfrutan de vinos caros... Si nos pinta así a Manhatan y a Londres por qué no va a retratar así a Barcelona.

Pues sí, era una peli de 10, porque es un guión de 10, pero Jaime Rosales pretende ser tan bueno buscando planos que acaba desesperando.

Si hubiese seguido a los personajes con naturalidad, si nos hubiese dado algún primer plano, si no se hubiese empeñado en sacar la cámara de la habitación para crear profundidad, si se hubiese limitado a mostrar a sus personales en lugar de demostrar lo buen director que es, hubiese hecho una buena pelicula. Pero ha hecho un coñazo lleno de impostura.