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Críticas de alroderagft
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Críticas 21
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
Red Army. La guerra fría sobre el hielo
Documental
Rusia2014
7,3
3.661
Documental
7
14 de febrero de 2015
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
La facilidad de hacer propias las victorias ajenas alcanza su máximo exponente con el deporte. No solo es esa satisfacción pasiva la que se propaga por la sociedad cuando gana el equipo predilecto, sino que esos grupos de deportistas pueden tener un significado mucho mayor, incluso político.

Esa estrecha relación entre la política y el deporte está reflejada en el documental ‘Red Army’, en el que el director Gabe Polsky analiza a la implacable selección soviética de hockey, que se impuso como el mejor equipo en ese deporte durante la Guerra Fría. No nos encontramos ante un simple documental de logros deportivos, sino que su importancia radica en cómo ese equipo era un arma de un gobierno prácticamente rechazado por el resto del mundo y que necesitaba reafirmarse entre sus ciudadanos. La sociedad de la Unión Soviética sentiría que los valores defendidos por su gobierno de verdad tenían significado -a pesar de las carencias existentes y de los apuros sociales y económicos- al ver que el emblema de ese esfuerzo infatigable, representado por un equipo de hockey aparentemente sin fisuras, realmente obtenía los resultados prometidos.

La evolución de ese equipo que logró imponerse a nivel mundial no puede separarse del desarrollo de la última década de la Guerra Fría. Polsky cuenta con un guía de lujo para mostrar al público la situación de la selección de hockey que marcó un antes y un después en ese deporte, ese narrador es Viacheslav Fetisov, que durante años fue el capitán y la figura más representativa de aquel equipo. Tal es la influencia de estas figuras deportivas en la sociedad que Fetisov fue nombrado Ministro de Deporte por Vladimir Putin en 2002, por lo que la relevancia del Red Army en la Unión Soviética sigue teniendo su repercusión en la Rusia actual. Fetisov repasa junto a Polsky la trayectoria del equipo desde sus comienzos, no centrándose solo en lo deportivo sino también en lo personal. Los duros e incesantes entrenamientos impedían que los componentes del equipo pudieran pensar en otra cosa que no fuera el hockey, tratando de suprimir sus vidas personales al tenerles prácticamente aislados durante la mayor parte del tiempo. El éxito que lograron les llevó a ser reconocidos, pero no les dio libertad, ya que el insaciable gobierno del país que representaban veía en ellos la mejor baza para demostrar su poder ante el resto del mundo.

Pero ese poder estaba entrando en decadencia en los últimos años del enfrentamiento “encubierto” de la Guerra Fría. En el documental vemos cómo los deportistas rusos veían limitadas sus posibilidades de incorporarse a la liga americana, ya que eso se comprendía como una traición, por lo que resulta interesante ver ese proceso en el que unos ambiciosos y exitosos deportistas no tenían la posibilidad de decidir sobre su propio futuro, y cómo las tentaciones de escapar a un estilo de vida diferente en el continente vecino se iban incrementando a medida que el enfrentamiento entre ambos países estaba más cerca de su resolución al disolverse la Unión Soviética en 1991.

Al no centrarse únicamente en el hockey, Polsky plasma algo mucho más interesante. No solo se refleja el éxito de una selección que mostró al mundo un nuevo estilo de juego, sino todo aquello que venía después de levantar los trofeos y el exigente proceso por el que tuvieron que pasar para alzarse con ellos. La breve duración de la película, que no alcanza los ochenta minutos, y la narración tan bien estructurada, logran que sea certera y concisa y que en ningún momento se pierda el ritmo. Además no está todo centrado en el punto de vista de Fetisov, sino que se intenta abarcar a todo el equipo con varios puntos de vista de sus componentes y cada uno entiende de una manera diferente esos años repletos de gloria y restricciones.

Sinceramente el hockey nunca me ha interesado, pero ‘Red Army’ trasciende al deporte, creando un retrato de una sociedad reprimida que se mira en el espejo de un laureado equipo que, a pesar de estar tan sometidos como el resto de ciudadanos, sirven de inspiración para todo un país, a la vez que son útiles para abastecer a su gobierno de un nuevo mecanismo de control para subrayar sus fronteras.
alroderagft
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7
4 de febrero de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mundo de la lucha y la competición rara vez ha sido representado con tanta crudeza como en el tercer largometraje de ficción del director neoyorkino Bennett Miller, que una vez más le da una gran importancia a la psicología de sus complejos y perturbadores personajes.

Ganar la medalla olímpica de oro no tiene por qué significar alcanzar la autorrealización, al menos eso es lo que sucede con Mark Schultz, que necesita demostrarse a sí mismo que puede triunfar más allá de la sombra de su hermano Dave, también luchador y ganador de la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 1984 celebrados en Los Angeles. El hecho de que 'Foxcatcher' tenga como punto de partida el momento en el que dos de sus protagonistas ya hayan probado las mieles del éxito, demuestra que aquí lo importante no son los premios ni la adrenalina generada por las peleas, sino otro tipo de conflictos en los que están mucho más inmersos los personajes: los conflictos internos. La lucha de estos personajes no se desarrolla en ningún momento sobre la lona de combate, es en sus mentes donde se está viviendo un enfrentamiento continuo por el deseo de obtener un reconocimiento que no llega, a pesar de haber hecho méritos para alcanzarlo.

Esa insatisfacción es lo que motiva a Mark a mudarse a la vasta finca Foxcatcher, a petición de su dueño, el millonario John du Pont, con el objetivo de que Schultz liderara un equipo de luchadores en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988. La amplitud de ese inmenso recinto resalta la soledad de su propietario, un hombre que atesora todo el poder imaginable y que puede conseguir todo lo que quiere gracias al dinero, menos aquello que le haga sentir completo, la satisfacción de lograr algo verdaderamente relevante con sus propias manos. Este binomio entre el deportista inseguro a la par que visceral y el imprevisible y oscuro mecenas nos deja una relación tan compleja como sus integrantes, que evoluciona de una manera inevitablemente explosiva. Incluso alguna escena protagonizada por ambos tiene un significado sexual implícito realmente obvio, remarcando la personalidad de falso dominante de uno y la agresividad amansada del otro. El millonario se va mostrando poco a poco, aunque el enigma que supone este inestable personaje no queda resuelto cuando los títulos de crédito finales invaden la pantalla, es un rol de los que hay que meditar durante un tiempo para simplemente atisbar cuales eran sus motivaciones, aunque estas no lleguen a comprenderse. El fantasma de una madre a la que querer complacer es mostrado en varias ocasiones, pero una simple justificación freudiana no haría justicia a la enrevesada mente de du Pont.

El tercero en discordia es Dave Schultz, el hermano de Mark, que es el único de los tres capaz de componer una familia y de alcanzar una aparente felicidad. Este personaje será el que ponga algo de cordura, el elemento estable dentro de una fórmula tan volátil. Era necesario analizar a los personajes para comprender el brutal trabajo de los tres actores protagonistas. No solo Steve Carell deja aquí su mayor esfuerzo interpretativo hasta la fecha, sino que Channing Tatum y Mark Ruffalo también alcanzan un nivel que deja sin palabras. La intensa preparación física de medio año es solo la punta del iceberg del titánico trabajo llevado a cabo por Tatum y Ruffalo para dar vida a los hermanos Schultz. Un rodaje tan alienante como el de 'Foxcatcher' podría haber quebrantado la moral de muchos actores, pero ese ambiente tan árido impuesto por Bennett Miller en el set sirvió para dejarnos tres interpretaciones para la memoria. Las peleas reales tienen verdadero poder visual, aunque el momento en el que Channing Tatum rompe un espejo con la cabeza, sin ningún tipo de truco de por medio, realmente demuestra la intensidad de ese rodaje, que puede palparse en la pantalla en cada fotograma.

Pero es precisamente esa intensidad infatigable la que provoca que la película sea demasiado distante. Es muy difícil empatizar con personajes tan intrincados y difíciles de descifrar como estos. Lo anterior puede no ser un impedimento si la historia en sí te apasiona, pero al estar todo sustentado en los protagonistas, hay momentos en los que tanta crudeza puede resultar algo asfixiante. El trabajo de Miller tras las cámaras también es digno de mención, muy pocos directores podrían haber hecho esta película o al menos haberla hecho así. La personalidad que demostró hace una década con 'Truman Capote' se mantiene vigente aquí y más viva que nunca. La templanza en la narración, centrada totalmente en los personajes y en su desarrollo interno, no se desboca en ningún momento, gracias esa sobriedad, 'Foxcatcher' adquiere un ritmo característico que puede no ser llamativo todo el tiempo, pero que es capaz de mantener la intriga. Aunque como he dicho anteriormente, tal nivel de complejidad no es apto para todos los públicos, no estamos ante una película de gran estudio que puedes ir al baño durante la proyección, volver, y no haberte perdido nada. Aquí hay que prestar verdadera atención, no tanto a los actos sino a la lucha interna de los personajes, que se percibe gracias a unos fantásticos actores y un director que no dejó nada al azar.
(Continúa en spoilers por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
alroderagft
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10
11 de septiembre de 2014
13 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
En julio del año pasado estaba escribiendo la reseña de Antes del anochecer y pensaba que ningún otro proyecto podía mostrar el paso del tiempo con tanta fidelidad como esa maravillosa trilogía. Entonces busqué cuál iba a ser el próximo trabajo de su director, Richard Linklater, y me encontré con una película que llevaba casi doce años en desarrollo. La idea de grabar unos días cada año durante más de una década a los mismos actores me pareció lo más ambicioso e increíble que se podía hacer en el cine, y tras catorce meses de espera he tenido la oportunidad de ver el resultado de ese experimento llamado Boyhood.

Ya sabemos que Linklater es el maestro de captar la evolución de los personajes a lo largo del tiempo, dejando que los años pasen, sin ningún tipo de artificiosidad (cambios de actores, toneladas de maquillaje…). Con la trilogía de Antes del amanecer Linklater ya se ganó su hueco en la historia del cine, y ahora con Boyhood tiene su plaza asegurada entre los más grandes y atrevidos realizadores. No es solo el hecho de haber rodado durante doce años, que ya tiene un mérito tremendo, sino que Linklater ha conseguido captar la vida, que es probablemente lo más difícil de conseguir a la hora de hacer una película.

Algo que temía mucho antes de ver la película era que las transiciones entre los fragmentos que se habían rodado, en el respectivo año, quedarán muy forzadas al haber un salto temporal que se refleja (más evidentemente) en el físico de los personajes, pero el paso de un año a otro es totalmente natural. En ningún momento te sientes desubicado. Esa era solo una de las pocas cosas que podrían haber salido mal, si algún actor hubiera perdido el interés y hubiera renunciado, si alguien del equipo hubiera fallecido, si la evolución de los actores hubiera distado demasiado de lo que el director tenía en mente… Muchos condicionantes, pero por suerte todo ha salido aparentemente bien.

Como dice el propio director, elegir al protagonista era lo más complicado, ya que aunque el niño que tienes delante pueda parecer perfecto en un primer momento no sabes cómo va a ser dentro de doce años, por lo que era una elección muy arriesgada. Viendo a Ellar Coltrane se disipan todas esas dudas, no tuvo ninguna restricción a la hora de alterar su físico, es decir, no estaba obligado a permanecer siempre igual para el papel. El director le pidió que hiciera lo que quisiera hacer, y este es el gran acierto de Linklater, porque solamente aquellas experiencias que había vivido Ellar en la vida real eran las que posteriormente iban a formar parte de la historia.

Lo anterior impide la existencia de un guión como tal, Linklater estructuró un esquema general con lo esencial que le tenía que ocurrir a los personajes, pero todo se iba adaptando al desarrollo de los actores año a año. Así se consigue que no haya evidentes trampas para seducir al espectador ni situaciones inconexas con la historia, todo transcurre de forma que resulta creíble a la vez que te mantienes expectante por saber cómo va a continuar la historia. Los 166 minutos se pasan volando porque cada vez que comienza una nueva escena es como si se entrara en nuevo territorio, nuevas experiencias que van forjando a los personajes y te hacen reflexionar sobre cada etapa de la vida. Nos encontramos con personajes a los que vamos conociendo gradualmente, todos sufren una evolución natural, crecen, maduran y cambian su forma de ver el mundo, todo esto lo comprendes porque has sido testigo de las situaciones que han marcado su vida y porque tú mismo puedes haber vivido esas experiencias.

Pero no todo el peso de la película recae en Ellar Coltrane, le acompañan Patricia Arquette e Ethan Hawke, haciendo de sus padres, y Lorelei Linklater, que interpreta a su hermana. La química existente entre estos actores es palpable durante toda la película y el trabajo de Hawke y Arquette es tremendo, de hecho no puedo imaginarme a ningún otro actor haciendo el rol de padre que no sea Hawke. Los personajes de los padres también son complejos y el hecho de que solo se rodara un par de días al año implica que los actores tenían que recuperar ese personaje entre otros proyectos, pero consiguen hacerse con sus personajes y hacer una labor fantástica.

Parte del encanto de Boyhood reside en que debido al tiempo en el que tiene lugar se convierte en un espejo del siglo XXI, todas las referencias a la cultura popular (música, tecnología, política, literatura, televisión…) hacen cómplice al espectador. Nos encontramos con Dragon Ball, High School Musical, Arcade Fire… entre otras muchas referencias y una banda sonora que también denota el paso del tiempo. Todo esto hace que la película, que toma lugar en Texas, pueda resultar familiar a cualquier persona, no solo por esos detalles sino por lo identificado que te puedes llegar a sentir con las situaciones que se muestran.

Después de ver Boyhood solo puedo agradecer a Richard Linklater que se haya atrevido a hacer algo tan innovador y único y espero que nunca deje de experimentar, porque entre la trilogía de Jesse y Celine, Tape, Dazed and Confused, Waking Life… y ahora Boyhood tenemos ante nosotros a uno de los directores más especiales del panorama actual. Como se dice en la propia película, para alcanzar la categoría de arte con tu obra hay que hacer algo totalmente diferente, y Richard Linklater lo ha conseguido con Boyhood, ha creado una obra de arte eterna.
alroderagft
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8
14 de agosto de 2014
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de ponerme a hablar de Guardianes de la galaxia tengo que reconocer que las películas de Marvel cada vez me aburren más. Esto se debe a que nos encontramos en un momento en el que hay una saturación tremenda de cine de superhéroes y al final parece que todas las películas son iguales, que en Disney tienen una máquina expendedora de guiones al lado de la de café. Pero de vez en cuando nos encontramos con excepciones que destacan sobre el resto, como Los Vengadores o Iron Man 3, y en especial la película de la quiero hablar en este momento: Guardianes de la galaxia. Este nuevo film está siendo un éxito de taquilla, y aunque esto no suele estar ligado con la calidad del producto, en este caso extrañamente sí que nos encontramos con algo que no solo mantiene entretenido al público (como los robots gigantes, los dragones gigantes o los lagartos gigantes con sobrepeso) sino que nos deja algo más impresionante y trascendente que eso.

Los personajes principales de esta historia son Star Lord, Gamora, Drax, Rocket y Groot. Ellos forman este heterogéneo grupo, tan variado que cuenta con alienígenas, un mapache, un árbol… Si el hecho de que un mapache parlante sea uno de los protagonistas no te llama todavía lo suficiente la atención como para ver la película, aquí voy a hablar de unas cuantas razones más.

Algo que hay que destacar es que estos personajes resultan desconocidos para la mayoría del público, lo cual podría haber producido rechazo. Es obvio que si la gente no conoce a los personajes no va a tener una base de fans incondicionales como tienen personajes como Spider Man o Iron Man, pero en este momento Marvel ha conseguido crear expectación con casi cualquier proyecto en el que están involucrados. El factor fundamental del éxito de este nuevo grupo es que los personajes que lo componen son totalmente insólitos, todo lo visto anteriormente parece convencional ante la presencia de Rocket o Groot. Además entre estos personajes hay una química latente (que nada tiene que envidiar a la magnífica compenetración de Los Vengadores) y que hace que ninguno quede excluido, al tener características individuales que los diferencian, no solo físicamente. Una de esas características es sin duda el humor, ya que nos encontramos con diferentes tipos de humor en la película. Últimamente nos hemos acostumbrado a que las películas de superhéroes tenga una alta carga cómica, y en el caso de Guardianes de la galaxia no se ha hecho una excepción, pero este humor va a otro nivel porque evita el chiste fácil y las situaciones desgastadas.

Esta película supone el salto a la primera línea de Hollywood de Chris Pratt, algo que nos alegra mucho a los fans de Parks and Recreation, que ya conocemos de sobra su capacidad de ganarse al público con su naturalidad y espontaneidad. Pratt demuestra tener un carisma increíble interpretando a Star Lord, lo cual es indispensable para liderar este tipo de películas y él lo cumple con creces. Este personaje de Peter Quill (aka Star Lord) se caracteriza por la música, que forma parte de su personalidad y nos la va mostrando a lo largo de la película. Así se consigue que la banda sonora tenga un vínculo especial con el personaje y nos acerca más a él y al grupo.

Su director y coguionista, James Gunn, ya demostró con Super que el cine de héroes y villanos no tiene que ser siempre igual, en ese caso desde un punto de vista algo más realista sin perder la originalidad. Digo esto porque en Guardianes de la galaxia nos encontramos con lo mejor de ese tipo de cine pasado por un filtro que elimina los estereotipos o que incluso se ríe de ellos. Pero sigue siendo una película de superhéroes con su villano maligno e implacable, sus espectaculares escenas de acción y sus momentos épicos. Todo eso sin necesidad de elementos reiterativos de otros films como las peleas interminables o la pirotecnia y los megalómanos efectos especiales que buscan atontar al espectador y atraer su atención por el camino fácil.

En definitiva, Guardianes de la galaxia me parece de lo mejor del año y va más allá de ser un simple blockbuster de verano, así que no me queda otra que aplaudir a Marvel por confiar en el talento de James Gunn y del equipo de la película. Solo queda esperar que prolifere este tipo de entretenimiento más perspicaz y que los espectadores podamos volver a disfrutar en el cine tanto con la perplejidad del niño que llevamos dentro como con el intelecto de un adulto.
alroderagft
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8
22 de marzo de 2014
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Wes Anderson es un director cuyas películas inauguran festivales de prestigio internacional como el de Cannes y el de Berlín, un autor capaz de plasmar su habilidad y estilo en cada película y de hacer que (si eres capaz de conectar con su forma de hacer cine) cada vez que vayas a ver una de sus obras te sientas inmerso en un mundo único que parece seguir evolucionando.

Tratar de explicar de qué trata una película de Anderson puede ser complicado, pero en líneas generales El gran hotel Budapest nos traslada a la centroeuropea república de Zubrowka a mediados del siglo XX, concretamente a este maravilloso hotel. Gustave, el conserje del hotel, entablará una amistosa relación con el nuevo botones, Zero. Esta pareja, acompañada por una multitud de personajes secundarios, vivirá una peculiar aventura.

A los travellings, panorámicas, colores llamativos, planos cenitales, personajes peculiares, travellings ópticos… típicos en las películas de Anderson hay que añadir en esta ocasión un juego narrativo fascinante. La narración consta de varias capas en diferentes épocas que se enlazan con los mismos personajes con diferentes edades. Anderson juega con formatos de relación de aspecto, pasando del panorámico habitual al 4:3, para crear una atmósfera diferente en cada una de estas capas y llega a jugar también con la iluminación creando en una de estas capas una puesta de escena teatral. Esta experimentación demuestra una vez más la habilidad narrativa de Anderson. Hay que tener en cuenta que tras colaborar principalmente con Owen Wilson, Noah Baumbach y Roman Coppola en los guiones de sus films anteriores, con El gran hotel Budapest Wes Anderson debuta como guionista en solitario y solventa la labor con maestría, sin perder ni un ápice de la originalidad que definía las colaboraciones anteriores.

Como el talento atrae al talento en el reparto de lujo de El gran hotel Budapest nos encontramos con actores habituales en las películas de Anderson como Jason Schwartzman, Owen Wilson, Bill Murray, Willem Dafoe y Adrien Brody, y también repiten tras Moonrise Kingdom Edward Norton, Harvey Keitel y Tilda Swinton. A este plantel hay que sumar las incorporaciones entre otros de Saoirse Ronan, Léa Seydoux, Jude Law, F. Murray Abraham y de los dos actores que se podría decir que lideran un reparto tan coral: Tony Revolori y Ralph Fiennes. El reparto en conjunto funciona a la perfección y a pesar de ser tan multitudinario cada uno consigue dotar de personalidad a su personaje. Una vez más Alexandre Desplat se encarga de la banda sonora y vuelve a demostrar que le ha cogido el truco a las historias de Anderson.

A pesar de que a veces se tache a Wes Anderson de que todas sus películas son iguales en mi opinión todas tienen un estilo similar pero esto no impide que cada una aporte cosas nuevas. En el caso de El gran hotel Budapest nos encontramos ante una comedia tan soberbia como surrealista, definida por personajes estrafalarios y situaciones peculiares. Todo esto hace que se trate de algo diferente de lo visto en sus películas anteriores pero manteniendo el espíritu que caracteriza a la odisea marítima de Life Aquatic, la historia de amor adolescente de Moonrise Kingdom, la unión fraternal de Viaje a Darjeeling y la imaginativa de Fantástico Sr. Fox.

Precisamente esa personalidad es la que hace que un director pase a ser un autor y que decidas ir a ver una película porque la ha realizado alguien capaz de introducirte en un universo tan reconfortante como fantasioso. El gran hotel Budapest es una seña más de la atemporalidad del cine de Wes Anderson que si hubiera trabajado en los años 30 habría competido con genios inimitables de la talla de Frank Capra.
alroderagft
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