Mágica, sensual, adictiva...en el que el silencio acaricia al espectador, y lo abraza cálidamente hasta que consigue que éste caiga rendido a sus pies.
Kim Ki-Duk nos captura con un lenguaje basado en las miradas y en situaciones mágicas para narrarnos una de las historias de amor más bellas del cine.

Sin "más" palabras.

Guión infame, montaje sin comentarios, historia de amor intrascendente y cero sentido del ritmo narrativo crean el "anticlima perfecto" para aburrirnos con esta prescindible historia de amor entre una chica y tres amigos cuyas relaciones se ven truncadas por una promesa de patio de colegio y el ya clásico telón de la guerra.
Quiero que me devuelvan los 118 minutos que he perdido viendo esta película.

Película dividida en dos partes a la que le sobra la primera.

Aproximadamente una introducción de 60 minutos para presentarnos a actor venido a menos, marcado por la desidia, el tedio y la desesperación, el cual decide visitar a un amigo, después de recibir una llamada de éste invitándole a visitarle.
Y cuando parece que esa lasitud y desesperación se van a apoderar también del espectador, la película da un pequeño giro para devolvernos un hálito de ilusión.
El protagonista decide regresar a su casa en tren y aquí conocer a una extraña y peculiar mujer, la cuál supone el antes y después de una película que parecía no tener fin.

Me gustaría reseñar por último una frase que aparece al principio de este film y que me tomado la libertad de utilizar como título a mi crítica aunque nada tenga que ver con su contenido: muy interesante la reflexión que se puede extraer de ella.


L.B