Mientras escribo esta crítica, la gala oscaril se desarrolla con la habitual pompa y esplendor hollywoodense. Por culpa de las distribuidoras, quizás, en el país no se estrenó "Silencio" hasta un par de días antes. Miro las quinielas para confirmar lo que evidente (bueno, mi memoria podía engañarme): la nueva obra de Scorsese está prácticamente ninguneada en las nominaciones, si exceptuamos la fotografía de Prieto, la cual no se llevó nada. Que hay magníficas piezas entre las futuribles galardonadas no lo dudo. Si alguien descree de lo dicho, ahí tenéis mi testimonio sobre "Hacksaw ridge". Pero hacerle esto a "Silence", vaya por Dios (nunca mejor dicho). Consolémonos. Un filme puede no ganar ninguna estatuilla, aunque sí apoderarse de los corazones de los espectadores. Y eso es lo importante.
Esta película versa, en resumen, sobre los tremendos dilemas de fe de un sacerdote católico, Sebastiá Rodrigues, misionero en el Japón feudal, durante el siglo XVII. Acompañado del padre Garpe, deberá enfrentarse a situaciones horribles en aquella tierra extraña, por obra y gracia del gobierno nipón. Éste se encarna en el perverso Inoue, un hábil regente que conoce el cristianismo más de lo que parece a primera vista.
No entiendo las críticas que tachan a "Silence" de lenta. ¿Lenta? Lenta "To the wonder", que, pese a su parsimonia, es hermosa. De hecho, -salvo momentos puntuales- al visionar la última pieza del buen Marty, el tiempo se me fue volando, sin que se me hicieran pesadas sus dos horas y cuarenta minutos.
Respecto a la interpretación, éste ha sido un año excelente para Garfield; brilla aquí con tanta intensidad como lo hiciera en el filme de Gibson. Ni Driver ni los japoneses le van a la zaga: todos están increíbles. Neeson hace muy bien su trabajo, mas le faltaron minutos en pantalla. La fotografía, preciosa. La falta de música, por curioso que parezca, no menoscaba en modo alguno a "Silence", al contrario, realza su mensaje.
Detallar aquí toda la fuerza, el dramatismo, el dolor y hasta la esperanza de la película, llevaría sin más remedio a spoilers. Tendré que contentarme con lo ya escrito. Eso sí, no le doy el diez, por unas cosillas, especificadas más abajo. De todos modos, Scorsese demuestra una vez más su talento, regalándonos una obra bellísima.
He dicho.

He aquí que, pasado algún tiempo después de la, en opinión de un servidor, muy mejorable "The Lego movie", resurgen las entrañables piececillas para construir una secuela espiritual superior a su predecesora, "The LEGO Batman movie". Mejor, porque, a pesar de su delirio argumental, es más coherente que la película anterior y su humor es más inteligente. McKay tiene el pulso ágil. Retrata el archiconsabido trauma en cinco segundos para pasar a otra cosa, sin perder de vista jamás que en ese trauma reside el quid de toda la cuestión.
Innumerables referencias al universo Batman: las anteriores películas del personaje, (e incluso una loquísima referencia a la serie de los 60's), a ignotos villanos de la galería del murciélago (¿quién recordaba a Calendarman?) y hasta a otras licencias del conglomerado Warner harán las delicias de los fans en un breve recuento de todo lo que Batman ha sido y puede ser. Ninguna faceta importante de semejante icono de masas es esquivada, aunque, obviamente, el director ha subrayado los aspectos más cómicos, lo cual se agradece. ¡Hay que reír de vez en cuando! Algunos elementos se han visto cambiados de forma notable (como Robin o Barbara Gordon), pero ciertas de sus características más identificables han permanecido, con vistas a apoyar el eje de la historia: la soledad de Batman.
Los más pequeños la gozarán con deleite, y los batmaníacos verán realizadas sus más desquiciadas fantasías cinematográficas. Por desgracia, muchas de esas fantasías se quedarán allí, en esos breves planos, sin pasar a formar algo más grande. Quizás si hay una segunda parte aparezcan más. Ojalá existiera una Lego movie de Superman, de la JLA (y de la JLA Internacional) o de la JSA. Recemos. Esperemos.
En resumen, muy recomendable.

Han pasado varios años desde la última vez que Gibson tomó una cámara- Y, ¿quién lo diría?, sigue en forma, muy en forma. Ésta es una película suya desde principio a fin: la principal huella de su estilo se nota en su manejo de la violencia. Al director australiano no le tiembla la mano a la hora de retratar la violencia de la manera más cruda posible. Lesiones, pérdidas de miembros, heridas horripilantes, cadáveres, ratas. Aunque, siendo honestos, ¿qué otra cosa podría sacar de un conflicto como la Segunda Guerra Mundial?
La primera parte de la película sirve como introducción del personaje de Desmond Doss, el soldado adventista, y de sus valores. Ciertamente, el romance ñoño no aporta gran interés, pero sirve para demostrar la caladura de nuestro protagonista. Estos minutos iniciales, pese a su poderosa secuencia al comienzo, se van haciendo pesados, hasta que por fin llegamos al reclutamiento. A partir de ahí el ritmo se vuelve dinámico, poderosísimo, angustiante. Incluso posee ciertos toques de humor bien insertado. La angustia y el valor de Doss son nuestros; hasta podemos sentirnos héroes junto con él, atisbar un poco de su fe, o sentir su pena por la incomprensión sufrida -la escena del padre y la pistola no tiene precio-.
Respecto a las interpretaciones, bueno, Garfield está soberbio en casi todo el metraje (excepto en lo relativo al nacimiento de su romance con la enfermera, donde parece un poco lelo). Después de ver "Hacksaw ridge", es inimaginable a otro en su lugar, aun sus notables diferencias físicas con el verdadero Desmond Doss. Refleja con gran habilidad las peculiaridades de un personaje difícil de interpretar sin caer en una aparente inepcia.Sam Worthington, Vince Vaughn y Hugo Weaving están muy bien en sus respectivos papeles (en especial este último), y los demás son meras comparsas.
La música, normalilla por momentos, en los puntos necesarios, puede proporcionar la tensión requerida. Los efectos visuales y de audio, excelentes. "Hacksaw ridge" goza de un grandioso apartado técnico. Dudo que la película gane alguna estatuilla (quizás en sonido o algo así), mas estará ahí para quien desee apreciarla en su justo valor.
Puede que sea propaganda cristiana, pero es una de las mejores propagandas que he visto en mi vida.

"La princesa y el sapo" es tal vez la última película de Disney cercana al modelo de princesa típico de la compañía, aunque ya anuncia un rasgo presente en algunas de sus sucesoras: el protagonismo de una chica fuerte e independiente. En este sentido, se agradece la frescura argumental respecto a las damas del viejo Disney, constituyendo así uno de los aspectos más sólidos de la película. Por el contrario, el gran lastre del filme es su corta duración, que, a pesar de su agilidad, impide ahondar en la condición social de Tiana o en el perfil del doctor Facilier. Hubiera sido mucho pedir (por las dificultades del medio animado), pero una media hora más le habría venido muy bien. Además, se echa en falta un retrato más completo del vudú, en su vertiente buena (Mamá Oddie) y en la mala (Facilier).
Las canciones, piezas de vital importancia en el estilo de la casa ratonil, varían de calidad: unas discretas, otras encantadoras, todas dando un dinámico retrato de New Orleans y realzando el trabajo de ambientación de la Era del jazz. Los personajes están bien esbozados, aunque Louis es bastante irritante (el doblaje latino no ayuda ni en su caso particular ni el de Ray). El villano, con todo y sus referencias a otros malos, es carismático. Resumiendo, un pasatiempo entretenido, que hará las delicias de los más pequeños.

Habiendo visionado ya el trabajo más reputado de Argento, "Supiria", y resultado éste una manifiesta decepción, decidí intentarlo de nuevo con otra de sus piezas, "Profondo Rosso", el filme previo a "Suspiria" en la trayectoria del director. La experiencia ha sido más satisfactoria. "Profondo Rosso" posee una trama de mayor solidez, el suspenso está mejor manejado. Es bastante disfrutable a pesar de su gore y sus flaquezas de guión, que tenerlas, las tiene. Además, la música es empleada con más discreción y acierto, creando con habilidad las emociones necesarias. Argento articula unas secuencias preciosistas, un pelín más contenidas que en la peli de las brujas. ¡Hasta hay humor! De vez en cuando, la obra logra arrancarte algunas sonrisas.Sin embargo, las actuaciones no son la gran cosa, destacando por encima de todos un correcto Hemmings y una Nicolodi que por varios momentos se come a su partenaire. Los demás, sosos o sobreactuados (esa Macha Méril...). Sin duda, recomendable.