Eduardo Manostijeras es, sin duda, una de las películas con mayor trascendencia en la historia del cine.
El director confiere al filme una huella identitaria única, dotada de elementos góticos con claras reminiscencias del cine de terror de los años 60. El aura que envuelve esta grandiosa obra es tan meláncolica, como alegre. Tan oscura, como colorida. Y es que el vitalismo de los personajes que habitan el pintoresco barrio estadounidense confluye con la personalidad apocada y sumisa del joven Edward.
El cineasta construye una atmósfera mágica de la mano de Danny Elfman, que puntúa la obra de manera extraordinaria con sus composiciones musicales, dando fruto a un misterioso cuento de fantasía.
Esta cinta es probablemente el mejor exponente del estilo burtoniano. Pues el director y guionista, además de hacer uso de los componentes góticos recurrentes en su obra, retrata a la perfección personajes inadaptados y minorías latentes en la sociedad contemporánea.

Con este filme estamos ante una de la comedias más ácidas del siglo XXI. Ghost World se erige como un relato psicológico que explora temas tan humanos como la soledad y el abandono. El director estadounidense, Terry Zwigoff elabora un producto dotado de una gran fuerza visual que, sin duda, se convierte en una brillante adaptación de aquel cómic independiente de Daniel Clowes, que porta el mismo nombre que el metraje.
La película es un sinfín de referencias a la cultura estadounidense, la sociedad de consumo y lo más recóndito de la mente humana. La cinta cuenta con la magnífica actuación de Thora Birch, encarnada en una rebelde y carismática adolescente punk, que transgrede todos los estereotipos y convencionalismos de lo "políticamente correcto" y se niega someterse a la alienación presente en la sociedad. Su amistad con Rebecca, interpretada por una jovencísima Scarlett Johansson deriva en una montaña rusa de sentimientos y peripecias cuanto menos sugerentes. A su vez, resulta imposible obviar el personaje masculino de Seymour y su ferviente relación con la protagonista, que se convierte en el hilo conductor de la película e infunde un gran magnetismo. Seymour es un personaje complejo que representa la incomprensión, el inconformismo, y la soledad desmedida. Gracias al mundo fantasmal que este recrea, vislumbra una vía de escape capaz de salvarle del mundo real y terrenal que tanto le aflige.
El fruto de este artefacto es un filme con un gran componente íntimo, que indaga en lo más profundo de nuestra psique y nos permite desarrollar una entrañable conexión con las historias que acontecen en aquella ciudad perdida y excéntrica.

Carlos Vermut confecciona de manera extraordinaria un filme cuanto menos bizarro, hipnótico y desmedido, capaz de atrapar a los espectadores que decidan sumergirse en su visionado. Esta obra audiovisual esboza una estética costumbrista, pero también perfila un halo excéntrico que radica en la complejidad de sus personajes.
La innovación del director queda expresa durante todo el metraje, construyendo a base de pequeñas piezas una fascinante y espeluznante historia magníficamente interconectada.
Magical Girl se erige como una de las mejores películas del siglo XXI y consagra al que fue también director del perturbador thriller Diamond Flash.
Y es que esta cinta se acomoda en nuestra mente y se convierte en un recuerdo indeleble.

Magistral largometraje. Sin duda el director, Dexter Fletcher, se corona con este filme encarnado por un Taron Egerton polifacético, descarado y con una puesta en escena sublime. Un papel protagonista que consigue plasmar la verdadera esencia de una de las mayores figuras del rock de todos los tiempos.

Si por algo despunta la obra del director y productor sueco Lasse Hallstrom es por su precisión y su minuciosidad al retratar historias conmovedoras y con un sólido componente lacrimógeno, capaces de calar lo más recóndito de nuestro ser.
En el caso de ¿A quién ama Gilbert Grape? el director confecciona un escenario idóneo: Endora, un pueblo estadounidense manso y tedioso, para desenvolver uno de los mejores dramas de la década de los 90. El filme está protagonizado por un jovencísimo Leonardo DiCaprio, que encarna un papel cuanto menos emotivo y enternecedor como el hermano pequeño de la familia Grape, al que su hermano mayor Gilbert cuida y protege debido a su discapacidad mental.
Este metraje pone de manifiesto el conflicto existente entre la familia y el amor, reconvertido en una lucha interna para Gilbert, ya que en ocasiones le resulta imposible compaginar ambos y es incapaz de encarrilar su vida como un alma libre. Esta película, además, perfila y visibiliza enfermedades como la depresión o la obesidad y plasma cómo la sociedad percibe y responde de manera cruel ante estas realidades.
El artefacto resultante es una cinta magníficamente pulida e hilvanada que consagra a Johnny Depp para toda la posteridad.