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Críticas de Joan Ramirez
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Críticas 124
Críticas ordenadas por utilidad
5
7 de agosto de 2011
10 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Espesa, sí, porque a ratos parece un biberón de petróleo. Mi modesta opinión es que la gente que se emociona con la filosófia debería escribir libros o dar clase, pero llevarlo al cine, tal cual... durillo. Y encima, para acabar dilucidando que más vale ser creyente... por si acaso. Madre mía. Pero bueno, al menos me reconforta encontrar una película con más moral que moralina en una época en que ya nada es bueno ni malo, sinó sólo "diferente".

Lo que pasa es que en los sesenta una forma de ligar era ir de intelectual. En los tiempos presentes, que a nadie se le ocurra, o morirá virgen (si lo fuere). Y, en ese sentido, hace gracia ver una película tan "de la época". A mi me atraía Trintignant, que es un grandísimo actor y aquí tampoco defrauda. De Rohmer no sabía, nada, quizás le demos otra oportunidad con el dedo cerca del fast forward.

La parte moral: que hay que ser fiel a nuestro yo original pese al empuje del entorno. Y que, una vez cometidos los desastres de nuestra vida, no hay más que mirar hacia adelante con ilusion. Hay que revisar nuestras grandes o pequeñas hecatombes, pero nunca serán el motor de nuestro progreso.

Te salvas, Rohmer, porque estamos de acuerdo. Que si no...
Joan Ramirez
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4
5 de mayo de 2011
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que cuando una película se sustenta principalmente por la relación entre dos personajes, ésta ha de ser suficientemente rica y dinámica, de lo contrario se corre el riesgo de que “no pase nada”. ¿En la película? ¡No! En el espectador.

Digo esto porque he leído que era voluntad expresa de Urszula Antoniak suprimir el conocimiento que tienen los espectadores de las motivaciones de sus personajes. La directora pretendía así “no manipular al espectador, sino desafiarlo”. Como explica Espanto en su crítica con muchísimo criterio, con declaraciones como esta se hace el ridículo, confundiendo el valor aditivo de una elipsis bien hecha con la indiferencia que suscita no poder entender a los personajes.

Resumo el argumento por si alguien no lo conoce. En la primera escena, una chica sola, lábil y dolida, se desprende de su alianza nupcial y, ya puestos, del resto de sus enseres. A continuación, mochila en ristre y pulgar en alto, se lanza a su propia restauración sentimental por las carreteras, campos y desmontes de Irlanda. De este modo, pronto dará con un viudo solitario que le dará trabajo a cambio de manutención, logrando así detenerla en su dolido peregrinaje.

Estupendas premisas para hilvanar una buena película, quizás por eso es algo pasable. No obstante, se va descafeinando a medida que avanza hasta que, llegados al final, sospechas que es una opera prima en la que la autora se ha pasado de lista. Y aciertas.

Por otra parte, debo añadir que, al contrario de lo que algunos opinan por aquí, la fotografía del film tampoco funciona. Teniendo buenos paisajes a mano, ni siquiera se acerca al postalismo, que ya es un recurso barato de por sí. Los planos de los protagonistas sentados a la puerta de la casa, con la pared de fondo, caen sobre el espectador avezado como losas marmóreas.

Mi conclusión: prescindir, y que haya más, es un arte sublime que esta obra no alcanza. De otro modo, la vacuidad no podría existir. ¿No creen?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Joan Ramirez
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5
4 de abril de 2012
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los ingleses, a diferencia de la gente más meridional, se esfuerzan enormemente en mantener erguidas las barreras de su “yo”. Allá donde unos pueblos sacan la silla a la calle y la cabeza al balcón, otros parcelan milimétricamente su jardín y espían tras las cortinas. Unos son más descarados. Otros más hipócritas. Ahora mismo no sabría decir qué es peor.

Esta película, entre otras cosas, es fiel reflejo de lo antes dicho. Una pareja acomodada se enzarza en esas barrocas discusiones de los ingleses, tan aparentemente pedantes, tras las que se escuda el origen de su cabreo. El film también testimonia la anglosajona costumbre de que los matrimonios duerman en camas separadas, cuando no incluso en dormitorios diferentes, como es el caso. Cada cosa en su sitio: detrás de un hombre que lee el periódico no hay voluntad de informarse, hay un hombre que quiere estar solo.

Como seguramente ya saben, el film narra la engorrosa presencia del espíritu semiencarnado de la difunta primera mujer de un escritor. Ésta se presenta después de una sesión de espiritismo a cargo de una simpática vidente del pueblo. El hecho de que sólo el escritor la pueda ver dará pié a constantes discusiones con su mujer.

Supongo que la película es un clásico de visión obligada para la gente cinéfila, pero el público en general igual se la puede saltar. No diría lo mismo de la siguiente del mismo director, David Lean, “Breve Encuentro”, también de 1945. En esta segunda, los silencios también hablan, y eso le hace ganar muuuuuchos puntos frente a las altaneras y pedantes discusiones matrimoniales que a mitad de película ya se me hacían cansinas.

Por lo demás, es un film divertido a ratos, especialmente cuando sale la vieja vidente. Recomiendo también fijarse en los inocentes efectos especiales que merecieron un Oscar para esta producción.

En resumen: recomendable para los amantes del cine clásico y de las bizantinas discusiones.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Joan Ramirez
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5
28 de agosto de 2011
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues sí, qué fuerte. Yo que no soy nadie y he entendido la novela mucho mejor que Luchino Visconti.

Primera escena: un mar calmo, el vapor avanza lentamente entre nieblas... y yo no me lo puedo creer. Como decimos en mi lengua madre, "me'n feia creus" (me persignaba de pura incredulidad). ¡¡Visconti se pasa por el forro el capítulo primero!! Sí señores, esta película se basa en la aclamada novela de Thomas Mann Muerte en Venecia... ¡pero a excepción de su capítulo primero! Empieza en el segundo, obviando de manera criminal unas páginas que contienen la clave del desenlace y que determinan y guían el periplo decadente del personaje. IM-PER-DO-NA-BLE.

A partir de aquí, muchos son los aciertos, pero ya me lo miro todo con escepticismo. Hasta que me doy cuenta de que Luchino Visconti se vuelve a equivocar de modo garrafal:

A ver, Luchino de mi alma, ¿¿cómo haces del protagonista un fracasado, un compositor musical denostado huyendo de su fracaso?? Que hagas de él un músico en vez del escritor que describe la novela, en el fondo no tiene mayor importancia. Pero hombre de Dios... ¡¡si uno de los pilares de la novela es la descripción y crítica del éxito vacío!! Me pregunto cómo no ha entendido que todo el descenso al Averno se justifica, en gran parte, por la falta de substancia de un triunfador brillante sólo por fuera. La obra de Mann es, entre otras cosas, una crítica feroz al escritor adocenado, pagado de sí mismo, elevado y sostenido por el poder para beneficio mútuo. Joder, Visconti, ¿¿no sabías que Mann anticipaba así una actitud que años después le obligó a emigrar a los EEUU por sus críticas al fürer??

Por el contrario, el director se saca de la manga un alter ego con el que el protagonista discute de forma esteril consideraciones, si no discutibles, claramente de caracter secundario en relación a la grandeza de la obra original. Y espesan el visionado innecesariamente.

En fin.. menos mal que esto es gratis y nos permite opinar a los cualquiera. Qué fuerte.
Joan Ramirez
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5
1 de mayo de 2014
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay hombres que se levantan por la mañana y se disponen a ir a trabajar. Se afeitan, desayunan, se visten y su rutina tan sólo se ve detenida unos breves instantes cuando se ven con dos corbatas en la mano tratando de decidir cuál ponerse.

A mí estas cosas no me pasan, lo mío es mucho peor. No sabía si ver una peli de romanos, o de griegos y sus civilizadas polis, o un western, o una película de ciencia ficción, o un pastiche amoroso, o un film de animación, o quizás rememorar la saga de La Guerra de las Galaxias, o si imbuirme del espíritu decimonónico de Julio Verne, si revisitar Conan el Bárbaro, Batman (con mayordomo y todo) o decantarme por los conjuros de Harry Potter.

La acrisolada solución fue ver John Carter.
Joan Ramirez
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