De toda la retahíla de anime clásico, digamos del que se extiende de 1980 hasta mediados de los 90, para distinguirlo del anterior, el anime arcaico, que nos llegó a España, primero por algunos canales autonómicos, en concreto TV3, y luego por Telecinco, "Bola de Dragón" (1986) y luego su continuación, "Bola de dragón Z" (1989), fueron los más populares pero posiblemente de los más flojos. Yo nunca he entendido la fiebre que arrasó a los de mi generación por las aventuras de Goku y compañía, una obra bastante simplona, con personajes de cartón, dibujo no muy atractivo y evolución excesivamente exagerada en su largo desarrollo. Tal vez se salva la primera parte con Goku niño pero en conjunto se queda muy muy lejos de otros títulos como "Dr. Slump" (1981), "Campeones" (1983), "Los caballeros del Zodiaco" (1986), "Johnny y sus amigos" (1987) o "Ranma ½" (1989).

El caso es que a tenor del éxito mundial del manga de Akira Toriyama, ya han tardado en hacer la pertinente versión cinematográfica en los Estados Unidos. El resultado tiene pinta de ser desastroso pero en realidad no es tan mala como las viscerales críticas de los fans del anime original dan a entender. Por ejemplo, no lo es tanto como para ser elegida la peor película de esta página, tanto en la lista correspondiente como en puntuación, un 1,7, aunque sobre esto no sé cómo mirarlo, así que me fío de otros compañeros y de mi propia memoria. "Dragonball Evolution" tiene el grave inconveniente de adaptar completamente a la ligera el extenso material primitivo. Al final han hecho una americanada total. Sin embargo, si dejamos al margen esto y pensamos en una obra dirigida a niños o adolescentes, no me parece tan mediocre. Tampoco había demasiado para elegir.

Los más crueles dirán ¿Jane qué? Pero me consta que entre los 40 y 50 era uno de los sex symbols de los Estados Unidos. Sin embargo a mi me ha parecido escasamente atractiva, con unos rasgos demasiado bastos, incluso masculinos. Si uno mira por el barco hay otras chicas más guapas que ésta a las que no le hacen tanto la pelota, sin ir más lejos, la que aparece con una boina violeta en la escena en la que conocen a Piggy (Charles Coburn), bailando justo detrás. Encima Marilyn Monroe, que en ese momento empezaba su carretera y por lo tanto, ejercía más bien de secundaria, la eclipsa por completo en belleza, salero y picardía. Por ejemplo, su vis cómica es muy notable, mientras que Russell termina ejerciendo de comparsa. De hecho, lo que se recuerda de la película es ella. Incluso hay imágenes de la promoción o similares en la que aparecen las dos pero que luego se han recortado para dejarla sola como pasa con las celebres instantáneas en las que Marilyn Monroe posa con su estrella en el Paseo de la Fama de Holywood.

Dicho esto, se entiende que "Los caballeros las prefieren rubias", que es una adaptación de la novela homónima de Anita Loos convertida previamente en un musical, sea un trabajo cojo que cuenta con una rubia que le da cierta vida y una morena que se la quita. De hecho la sencilla trama de la primera engancha mucho más que el pobre romance de la segunda. De todos modos, la historia está más bien desaprovechada porque no se juega con la ambigüedad de los personajes, ni con sus rasgos más definitorios. Me pregunto, por ejemplo, hasta dónde estaría dispuesta a llegar Lorelei (Marilyn Monroe) para conseguir los apreciados diamantes. En todo caso, aunque estas dos chicas no se portan bien, especialmente Lorelei, que no sólo es frívola y tonta aunque no siempre, sino falsa, por un extraño motivo no hacen realmente nada malo, y como es Marilyn, nos cae bien. Que no se nos olviden algunos números musicales famosos, si bien el que más me ha gustado es el del café parisino donde Marilyn está tierna pero sensual.

En estos tiempos de crisis económica en la que el desempleo galopa como si fuera uno de esos caballos del Apocalipsis, qué cursi y qué estirado me ha salido, como decía, ante la falta de trabajo, nuestros protagonistas van y desprecian el suyo. No voy a decir que ser analista informático, repasar números y llevar cuentas de una gran corporación sea la repera en vinagre pero por mucho que protesten, hay oficios bastante peores. Sin ir más lejos, el de Joanna (Jennifer Anniston). En todo caso, comedia negra o mejor sátira social con más intención que resultado pues más allá del espejismo del argumento, se entrega sin rumbo fijo a una series de situaciones inanes y poco imaginativas.

El primer mensaje de importancia que aparece en "Trabajo Basura" es el de tomarse las cosas con una relajación rayana con el pasotismo. Admito que en un primer momento me resultó simpático pero enseguida entramos en la irresponsabilidad, el desinterés por todo y todos, e incluso la falta de educación directamente. Así que Mike Judge pasa del hipnotismo y nos sale con un conato de robo improvisado. Lo malo del intento no es que se olvide realmente de cualquier atisbo de crítica social, ni que ofrezca ninguna salida digna, sino que no tenga ninguna gracia. Lo único que me ha gustado es Milton (Stephen Root), un personaje tan bueno que exige ser el protagonista.

Antes de que tuviera una idea clara de lo significaba la grandeza del colonialismo hubo una imagen que me impactó hasta las entrañas: la ceremonia de devolución de Hong Kong a China en 1997. Era extraño que a las puertas del siglo XXI aún permaneciera este enclave, como una reliquia del pasado, en manos extranjeras pero en el fondo, lo que me transmitía todo aquello era una profunda tristeza, no exenta de rabia y asco. La perla de oriente, el último símbolo del espléndido y extenso Imperio Británico, cuyo solo nombre evoca ensueños de exotismos, tras más de siglo y medio de soberanía inglesa era entregada, casi sacrificada, al gigante asiático, comunista para más inri, para ser una comarca más por muy Región Administrativa Especial con que la adornen. En todo aquel desfile fantasmal de soldados, himnos y banderas que se arrían para cerrar para siempre una etapa gloriosa, el apoteosis lo pusieron las bellas hijas de Chris Patten, el último gobernador de Hong Kong, llorando como magdalenas en ese barco que les arrancaba de su edén colonial.

Más allá de la nostalgia del asombroso y conmovedor evento que podéis consultar en youtube, hay una película que parte del mismo para darle más empaque, cuyo nombre es "En el ojo del huracán". Fallido acercamiento de Van Damme a la buddy flim con un Rob Schneider mucho mejor que en otros trabajos, de complicada trama y excesiva aparatosidad. Participan los dos protagonistas, la CIA, unos mafiosos rusos, otros autóctonos, unas minibombas camufladas en muñecas o pantalones, una policía de Hong Kong, otro de no se sabe dónde, una empresaria que luego resulta otra cosa... De entrada tiene unos movimientos de cámara y unos efectos de imagen que son cutres. No hace falta tanta modernidad, especialmente en los las peleas que salen muy agitadas, que Van Damme se basta solo. Eso sí, espectacular sí es, por más que las explosiones sean verdes, unas gafas se conviertan en armas mortales o los chinos se agiten mucho pero no ataquen. Resulta amena, tampoco tiene errores gordos pero es una con la que te la risa.

Lo cual no es ningún cumplido. Sea como fuere parece que Clint Eastwood se inspira en la de Ivan Reitman para su ¿comedia? de ámbito militar. La que nos ocupa ahora, "El pelotón chiflado", todo un éxito en los Estados Unidos, no en vano fue la quinta película que más dinero recaudó en los cines, parte de una idea tan simple como efectiva: dos ineptos, John Winger (Bill Murray) y Russell Ziskey (Harold Ramis) que entran en el ejército porque se creen que es Jauja. Allí conocerán a otros reclutas igual de torpes y juntos les pasará de todo.

Lo malo de la película es que salvo alguna risa en el entrenamiento, hace muy poca gracia. La pareja protagonista, que coincidirían en "Los Cazafantasmas" (1984), carece de un mínimo de vena cómica y el papel de los secundarios es demasiado irrelevante. Aún peor es el conjunto de las pobres aventurillas que componen el guión, sin más sentido que ocupar minutos y de paso sacar algunos desnudos. La película carece del sentido del ridículo aunque si el espectador tampoco lo tiene y no espera grandes cosas, puede hasta pasar un rato distraído.