Alguien me dijo que "Gladiator" y "Matrix" son de las películas que más daño han hecho a la historia del cine. Pues es cierto. Sin duda, desde el punto de vista técnico, impuso una forma diferente de hacer cine: más grandilocuente, más musical, más visual, más apabullante, con un tono más rápido, más directo, empleo de realidad virtual a porrillo, etc. Y junto a esto, más vacio, más intrascendente, más "moderno". En fin, mucho más juvenil, menos serio, menos maduro, con mucho menos contenido, menos artístico y con bastante menos calidad.

Junto a este estilo moderno poco afortunado, resulta que "Gladiator" no deja de ser una especie de refrito de grandes clásicos: Ben-Hur, Espartaco y Braveheart con pinceladas de Conan y Lawrence de Arabia. Entiendo que es difícil reflejar una historia, por ejemplo de gladiadores, sin que te recuerde a "Espartaco" pero es que en este caso no existe el más mínimo esfuerzo de ser original.

La historia no deja de ser bastante simple con una héroe, Máximo, bastante soso, poco expresivo y con escasísimos matices. Un personaje simple movido por un lógico deseo de venganza pero que apenas esboza. En cambio, quizás el único gran acierto, si es un gran personaje, estupendamente interpretado por Joaquín Phoenix, Cómodo, un malo que llega a cautivarte: cruel, malvado, trastornado, pero que desea a toda costa ser amado, ser reconocido, temeroso de todos los que le rodean, sufriente, que llora de dolor cuando se siente traicionado. (Y que dialecticamente les da un repaso a los senadores republicanos y cuyo visión orientalizante del poder absoluto, de la monarquía, no deja, un servidor, de mirar con agrado. ¡Aunque las intenciones democráticas-republicanas de la cinta son evidentes!).

En fin "Gladiator", aunque simplista, pobre y carente de valores, logra entretener medianamente y gracias sobretodo al excelente personaje de Cómodo alcanza el aprobado. Otra cosa es que le dieran el Óscar como mejor película. Ciertamente ya en el 2000 no es que se rodaran películas mucho mejores (acabábamos de salir de la "edad dorada" del cine clásico-moderno) pero al menos de las nominadas me quedo sin duda con "Traffic".

Como estamos en navidades, tocan películas de dibujos animados, así que seguimos con la obra de Hayao Miyazaki, a ver si en alguna suena la flauta. Pero va a ser que no. En este caso, se adapta a sí mismo en tanto que él es el autor del manga en el que se basa "Nausicaä del Valle del Viento", que nos lleva a un mundo apocalíptico basado un poco en "La guerra de las galaxias". Bueno, no tiene mala pinta pero pronto nos damos cuenta de que la historia no es más que un pretexto para colarnos las ideas progresistas de su director, además de una forma increíblemente estúpida. Ese es el problema del cine ideológico, que cuando parte de una visión disparatada, lo que sale en pantalla es un cúmulo de tonterías. Prometo que me he reído unas cuantas veces con esos giros a lo "Bobobo" (2003-2005), como con la niña tan amiga de los insectos asquerosos. Porque resulta que la naturaleza no es así, ni el problema es el hombre blanco, ni los animales actúan como justicieros morales, ni la violencia es fruto del miedo, ni la guerra es "mala" de por sí, ni las chicas son tan viriles, ni guerreras, ni tan hábiles como aquí.

La película es objetivamente mala porque su desarrollo no obedece a la lógica de los hechos, al principio de la realidad sino al ideológico. Por eso, si quiero poner a una mocosa ganando a seis o siete soldados a la vez en combate personal, para que sea vea lo empoderada que está ella, pues lo pongo, sin importar lo más mínimo que la escena sea aberrante porque lo que interesa es lanzar el mensaje feminista, ecologista, pacifista, políticamente correcto y punto. Ahora bien, ¿dónde está el mérito de la película cuando todo el mundo nos vierte ahora el mismo discurso? Pues en su modernidad. Por ejemplo, una heroína tan sobradamente preparada como ésta no la hemos visto hasta "Vaiana" en el 2016 o una visión neohippie de entendimiento con los animales y repudio al hombre occidental hasta el 2009 con "Avatar". Pero 25 o 32 años atrás todo esto ya estaba en "Nausicaä del Valle del Viento". Compárese Nausicaä con la dulce protagonista de "Los Gremlins" (1984) o el "mensaje" con el de "Aliens" (1986) y es que hay todo un mundo que separa la forma de pensar antigua y reaccionaria con la actual y progre.

En una polémica privada, un usuario de esta página me reprochaba que estaba obsesionado con la ideología, como si las cosas se hiciera por casualidad. Amigos, la ideología, los valores, la doctrina está en todos lados, otra cosa es que finjamos no verla porque estemos tan identificados con la misma que la consideremos natural. Así, por ejemplo, nada más empezar esta "Nicky, la aprendiz de bruja" vemos a una niña de unos trece años con el pelo corto. ¿Por qué no lo lleva largo? ¿Es algo azaroso? ¿Miyazaki se jugó el diseño del personaje a cara o cruz? No, por supuesto, lo ha dibujado así porque quería hacerlo, porque de esta forma transmite lo que le parece oportuno, en este caso, esa seña de identidad de estudios Ghibli de personajes femeninos fuertes, activos, independientes y feministas, en realidad unos caballos sin ningún atractivo, y que por cierto son todos iguales físicamente. Por ejemplo, la protagonista es exactamente la misma, salvo por la edad, que la de "Mi vecino Totoro" (1988).

Dicho lo cual, a pesar de mi animadversión hacia Miyazaki, reconozco que este trabajo me despertó cierto interés en tanto que la heroína era una brujita. Pero por desgracia, el propio planteamiento en un pretexto para empoderar a las mujeres. Así, irse de casa es la excusa para estar sola y hacer lo que les da la gana. Se supone que debería aprender las artes mágicas pero es que el largometraje pasa de la brujería que tiene entre manos porque ésta no es más que una engañifa para adoctrinar. Miyazaki quiere hablarnos de la maduración del personaje, de la responsabilidad, de valerse por sí misma, pero teniendo en cuenta que ella es una bruja con poderes, que vive y trabaja lejos de casa con trece años y que habita en un mundo ideal y naif de piruletas, y todo gira sobre esto, el paralelismo con la vida real es más bien nulo, así que la obra no es más que una gran chorrada para complacer a los padres progres y aburrir a los hijos e hijas que tengan que sufrir este rollazo de película "instructiva".

Juraría que había visto esta película hace ya algunos años, como una década, pero no recordaba absolutamente nada, así que ya no sé qué pensar. El caso es que esta "Me casé con una bruja" es la adaptación cinematográfica de una novela de Thorne Smith y Norman H. Matson, publicada en 1941, "The Passionate Witch" o "La bruja apasionado", por medio del realizador francés René Clair. Esto me genera una duda porque no sé hasta qué punto el director europeo se adapta al texto y al público norteamericano o bien impone su criterio, me parece que es lo primero. Eso sí, la escena en la que una ventisca en plena boda levanta los vestidos de las señoras seguro que es de su cosecha propia. En cualquier caso se trata de una comedia romántica fantástica que podría dar mucho juego, hay por ejemplo varios filones cómicos de altura, pero que se deshace a las primeras de cambio.

Parte del supuesto atractivo de este largometraje reside en contar con una de las actrices más llamativa de los años cuarenta, Veronica Lake, pero la impresión que me ha dejado es que tenía mucha más pose que sustancia. No diría que era fea, eso sería pasarse, pero desde luego está muy lejos del top ten de las grandes bellezas de esta década e incluso de las diez siguientes no tan espectaculares. Volviendo a la película, ésta tiene tres problemas gordos: 1º Que la tal Jennifer (Veronica Lake) es una pesada medio loca autodegradante que produce rechazo en vez de atracción. Una petarda. 2º Que por este motivo el romance es de lo más falso, precipitado y estúpido. 3º Que al final la brujería, el elemento mágico, resulta totalmente irrelevante para lo que es la trama, no participa. Esta historia resultaría igual si en vez de hechicera fuera una mendiga que se ha encontrado en el incendio.

No sé si en la jornada de votación para las elecciones generales, hoy, se debe hablar de política pero qué mejor homenaje que comentar una película de este género. Así que la elegida es "El elegido", valga la redundancia, que es el acercamiento a Ramón Mercader (Alfonso Herrera), el hombre encargado por orden de Stalin de matar a León Trotsky hacia 1937, veremos a ver si lo logra o no. Como se deduce de la introducción la historia es totalmente real y altamente interesante, de hecho la presente no es la primera que lleva al cine este sorprendente episodio. Por ahí hay una del año 1972, "El asesinato de Trotsky", que nada más por su reparto, Richard Burton, Alain Delon y Romy Schneider, merecería la pena de verse. Dicho esto, aunque la historia es atractiva el largometraje no lo es mucho. La ambientación no es mala y hay algunos diálogos inteligentes pero resulta demasiado plana, sin un ápice de tensión, muy previsible y con un enfoque demasiado personalista en cuanto a los protagonistas, que no dejan de ser meros peones. Al final la parte política se solventa con dos o tres conversaciones para ensalzar al trostkismo y como thriller con vocación de angustioso, teniendo en cuanta que la trama se basa en una doble identidad, los servicios de espionaje de medio mundo y el miedo a ser descubierto, está a años luz de obras como "No hay salida" (1987). A pesar de lo expuesto "El elegido" tampoco es mala y resulta instructiva, aunque trate de salvar la cara a la izquierda genérica, los republicanos españoles también. Por eso, porque la película lo hace sólo a medias, es bueno aclarar por los menos tres puntos.

El primero, lo siniestro que era el universo comunista, lleno de mentira, crímenes y manipulación, de los que aquí vemos una pequeña parte. Hoy día hasta hay progres que condenan el comunismo pero entonces y durante muchas décadas para ellos era la verdad, la felicidad y el bien. Hasta intelectuales de la talla de Paul Sartre podían vanagloriarse de frases como "Un anticomunista es un perro". Por fortuna hubo quienes se dieron cuenta de su perfidia y les frenaron los pies, por ejemplo, los franquistas durante la Guerra Civil Española. Segundo, Stalin nunca traicionó a la revolución, ni al marxismo, sino que los llevó a sus últimas consecuencias. Quien dice esto es que no entiende su doctrina, quiere engañarnos o está tan abrumado por las aberraciones estalinistas que prefiere creer que Stalin no podía ser de los suyos. Pero sí lo era y alumno de los más aventajados. Curiosamente el "error" Stalin se ha dado en otros muchos lugares: Corea del Norte, China, Etiopía, Camboya, etc. El fallo no está en la persona, sino en una doctrina materialista, atea y deshumanizadora, basada en el odio y la lucha. Tercero, por todo lo dicho, Trotsky no fue un santón progre sino un dirigente brutal y su marxismo, tan asesino como el de Stalin o el de Lenin. Recordemos, por ejemplo, que Trotsky aprobó la ejecución de la familia imperial rusa o las masacres y torturas de las checas y que como responsable del Ejército Rojo impuso un régimen de terror con ejecuciones masivas. Vamos, lo lógico cuando pensaba cosas como "tenemos que acabar de una vez por todas con esa charla papista-cuáquera acerca de la santidad de la vida humana".