¿Cuál es el criterio que utilizamos para elegir una película a la hora de ir al cine? No sabría decir. Para ver la película que nos ocupa me pareció bastante motivo la pobreza de la cartelera actual, la presencia de una Cameron venida a menos, pero todavía digamos que potente, y una aceptable nota de mi página web de cine favorita, o sea, ésta en la que estamos. El recuerdo de otra película, con título inicial coincidente y con Cameron también presente jugó un papel menor, pero he de reconocer que aumentó a medida que el metraje avanzaba. Seré directo, la película es una agradable sorpresa, la carcajada no te abandona en ningún momento, el humor no es estúpido, roza el absurdo y pocas veces resulta grueso y molesto. Para muestra dos botones: La impagable escena inicial de la fiesta sorpresa del cumpleaños del novio de Cameron, o las escenas paralelas de los dos protagonistas determinando su viaje a Las Vegas. El romanticismo impregna toda la película, un romanticismo muy alejado de un tono acaramelado. Por cierto, casi se me olvidaba, Cameron está estupenda y deja pequeño a su compañero de reparto. En fin, que no estamos ante una película que nos cambie el punto de vista con que observamos la realidad o nos haga crecer internamente, pero ni falta que hace. Al acabar el film abandonamos la sala con el primer mandamiento del buen cine cumplido: Hacernos pasar un buen rato, sin tomarnos por tontos; ya quisieran muchas pretenciosas películas conseguir la mitad de lo mismo, claro que para ello deberían superar el "ombliguismo" que tanto las limita.

Ya tocaba porque ya cansaba. Tanto superhéroe con tanto lado oscuro como pueblan últimamente las pantallas está fuera de lugar por dos razones: la primera porque en pocas ocasiones el tratamiento de ese lado oscuro llega a nada claro, es decir, profundo y verdadero; es, sobre todo, un ejercicio nihilista de búsqueda de arte con mayúsculas pero escrito realmente con letra de tamaño muy pequeño. En segunda lugar, porque el universo Marvel no era de ese tono, al menos cuando en mis años mozos lo leía y lo seguía con devoción. Por supuesto que no eran superhéroes sin asperezas, las tenían y muchas, pero no se pretendía bascular la historia en pesadillas no resueltas.

Por eso es de agradecer este Deadpool, descarado y descarnado. No lo llegué a conocer en su versión de cómic pues no me cogió por la edad, pero ya lo echo de menos. Tengo que decir que me he divertido mucho con este héroe de pacotilla capaz de curarse de cualquier herida o mal y que es capaz de todo por tal de recuperar a la chica de sus sueños. Hay en el film un lenguaje malhablado, una estética sucia y una falta de moral, que aunque no ejemplarizante, conviene mucho como contrapunto a tanta película bienintencionada como sufrimos ahora

Gran película, vaya esto por delante. El gran reto de un film como este era tratar un tema tan espeluznante como es el secuestro y abuso de una chica durante años por parte de un miserable y hacerlo con realismo, pero que este realismo no fuera tal que la crudeza de lo que vemos nos hiciera retorcernos en nuestras butacas, con el pie derecho o izquierdo a punto de abandonar la sala.

Pues bien, digamos que su director lo ha conseguido. Estamos ante un film dividido en dos partes muy bien diferenciadas pero ambas unidas por una ligera película o capa que la unifica de forma muy solvente; y esta no puede ser más que el niño fruto de esa relación forzada, el niño y si se me apura la habitación. Parece mentira, pero cuando nuestro mundo es una habitación y siempre lo ha sido, parece como si todo el universo cupiera en ese estrecho espacio, -que ese es el significado de room en inglés- y que tu madre fuera todo el mundo porque no sabes que allí fuera existe lo que existe.

Y todo esto, el universo reducido y aparentemente autosuficiente, el dolor constante provocado a los inocentes que te pone la sensibilidad a cien, la indiferencia o los comentarios sin pensar que pueden decir los presumidamente calificados como buenos es lo que nos ofrece con dolor, pero casi sin resentimiento, esta gran película irlandesa.

Me dicen que esta película está basada en hechos reales y no lo dudo; el problema es que a pesar de que una historia esté basada en hechos reales, esta tiene que ser contada como creíble y, sobre todo, de manera que nos trasmitan una parte de vida que fue vivida como un drama.

En este film se nos cuenta de manera bastante plana parte de la biografía de la primera persona que se sometió a un cambio de sexo. No estar conforme con tu cuerpo es algo que nos pasa a muchos, pero bien, en buena lógica son pequeñas desavenencias que tenemos con nuestro cuerpo, que no deja de ser conflictos con nosotros mismos; si de pequeñas pasan a mayores ya entramos en otros borrascosos terrenos.

La ruptura interna que se debe experimentar en tales casos debe ser tal que convivir con ella debe ser algo insufrible, o al menos, así se percibe. Al final, desde un punto de vista puramente fisiológico se trata de dejarte mutilar en una operación que hace un siglo era simplemente una aventura más que probable a la muerte.

A pesar de que este conflicto interno debe muy desgarrador, poco o nada transciende de la pantalla al espectador. La risa tonta o nerviosa a la que recurre el protagonista poco ayuda a esa transmisión; el apoyo incondicional de la mujer del protagonista debería ser para ella también algo que resquebraja por dentro, pero tampoco aquí encontramos, al menos yo, esa comunicación con el espectador, a pesar de la siempre agradable presencia de Alicia Wikander.

En definitiva, que me esperaba más, algo así como una especie de confirmación del director británico, Tom Hooper, que venía dando buenas señales con “Los Miserables” o “El discurso del Rey”. Habrá que esperar un poco más.

David Fincher siempre es garantía de buen cine; un cine de autor, de lo que se identifican claramente, en su caso por la densa atmósfera que envuelve sus films y lo enrevesado e inesperado de sus guiones. Si a esto le acompañamos el siempre funcional Ben Affleck tenemos antes nuestras pupilas un rato de buen cine; en mi caso de un cine cacereño en visita a esa hermosa ciudad extremeña.

Este el caso de “Pérdida”, un film donde nada es lo que parece y todo resulta provisional. No se puede hacer una crítica mínimamente profunda sin desmenuzar y revelar información sensible para el lector. Lo mejor es ir al cine y dejarse llevar por esa historia que comienza con un marido renuente a ir a casa y celebrar el quinto aniversario de boda y que cuando llega encuentra que su mujer está en paradero desconocido. A partir de ahí asevero, sin riesgo a equivocarme, que se disponen de dos horas y media de entretenimiento, intriga y continuos vericuetos en la historia. Queda dicho.