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España España · Santa Cruz de Tenerife
Críticas de gerardops
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Críticas 304
Críticas ordenadas por utilidad
5
8 de marzo de 2013
3 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tengo la impresión de que, cada vez con mayor frecuencia, se intenta ocultar la falta de ideas brillantes por medio de una avalancha de progresos técnicos y de espectacularidad visual. “Oz, un mundo de fantasía” se presenta como una adaptación de la famosa novela de L. Frank Baum, pese a que se aleja mucho de la trama clásica ya trasladada a la gran pantalla en otras ocasiones, al tratarse de uno de los cuentos norteamericanos más populares. Es evidente que esta nueva versión es un prodigio de colorido, fantasía y magia. Sin embargo, y aun reconociéndole dichos méritos, la considero una cinta un tanto vacía de contenido, sin nada destacado que contar y cuyo entretenimiento se basa en la intención de sorprender al público por la vía de los efectos especiales, la música y los buenos intérpretes. Pero el problema es que sólo con esos ingredientes cuesta mucho realizar un proyecto de más de dos horas de duración sin que se aprecien sus carencias, principalmente una falta de interés narrativo que se evidencia más pronto o más tarde en función de la mayor o menor predisposición del espectador hacia la citada fantasía. Si es especialmente receptivo a los mundos habitados por hadas, brujas y hechizos, la insustancialidad del guion le pasará más desapercibida y sólo se le hará patente cuando el final de la proyección esté cerca. De lo contrario, hacia la mitad ya se preguntará si la historia contiene algún significado que vaya más allá del entretenimiento basado en una imaginación desbordante.
Es probable que mi valoración tan poco generosa obedezca a que el nivel de irrealidad de las recientes producciones cinematográficas ha sido muy elevado y nada acertado. Después de ver “La extraña vida de Timothy Green” y “Hansel y Gretel: Cazadores de brujas”, este universo de Oz ha saturado hasta el hastío mi cota de imaginación. Esperaba algo más de este título porque, en el fondo, de la idea original de Baum, pese a su envoltorio infantil y a sus formas visionarias e ilusorias, se podían extraer ciertas moralejas, enseñanzas o reflexiones, si se quiere. Sin embargo, más allá del aplauso a sus virtudes técnicas y visuales, es complicado obtener nada más. Decía Pablo Picasso que "el arte es una mentira que nos acerca a la verdad" pero, en el caso de esta película, no nos acerca a ninguna parte.
De hecho, ni siquiera parece obra de su realizador Sam Raimi, acostumbrado a filmar largometrajes de acción ágil y con enjundia -como las tres primeras entregas de la saga de “Spiderman”- o de terror ácido y alocado -como “Posesión infernal” o “Terroríficamente muertos”-. Destaca especialmente en su filmografía “Un plan sencillo”, entretenida aproximación a la condición humana, elevada a la categoría de cine de culto y de la que se aprende con cada nuevo visionado. Pero todas ellas, aparte de unos notables efectos especiales y de una cuidada producción, contienen todo lo que en “Oz, un mundo de fantasía” se echa de menos. Si, para colmo, se han invertido en ella doscientos millones de dólares, opino que las exigencias deberían ser más altas, lo que acentúa todavía más mi decepción. En definitiva, sus innegables cualidades (que las tiene) se me antojan insuficientes.
Entre ellas, sobresale el equipo artístico, integrado por unos actores muy interesantes que dan vida a los personajes con acierto. James Franco, que ya trabajó a las órdenes de Raimi en la trilogía de “Spiderman”, ha destacado en “Mi nombre es Harvey Milk” y “127 horas”. Pero quizá sean más populares sus compañeras de reparto: Rachel Weisz (Oscar por “El jardinero fiel” y protagonista de “Ágora”), Mila Kunis (“Cisne negro”) y Michelle Williams (“Mi semana con Marilyn”, “Blue Valentine”).
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@gerardo_perez_s
gerardops
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3
23 de diciembre de 2016
2 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Varios factores juegan en contra de la película “Belleza oculta”. Quizás el principal sea el de las altas expectativas generadas por su reparto, plagado de estrellas y de actores notables. A ello se debe añadir una promoción centrada especialmente en la trascendencia, intensidad y emotividad del relato que traslada. Razones, en definitiva, que hacían presagiar el éxito del proyecto. Sin embargo, su tráiler publicitario se había encargado de rebajar las perspectivas, ya que se podía intuir una sensiblería narrativa mal dosificada. Y, en efecto, tras sus escasos noventa minutos de duración, la sensación de decepción resulta incuestionable. Es la demostración de cómo una buena idea originaria termina convirtiéndose en una obra mediocre.
Su director, David Frankel, curtido en el mundo de la televisión, debutó en la pantalla grande con “Miami”, insulsa cinta de tono humorístico protagonizada por Sarah Jessica Parker, Mia Farrow y Antonio Banderas. Sin embargo, su segundo trabajo detrás de las cámaras, “El diablo viste de Prada”, sí obtuvo un destacable éxito de crítica y público. El film destilaba mayores dosis de ingenio y audacia y, además de dos nominaciones a los Oscar, tres a los Globos de Oro y cinco a los BAFTA, recaudó más de trescientos millones de dólares en todo el mundo. Tras esa sonora repercusión, Frankel retomó su clara tendencia hacia lo anodino, rodando “Una pareja de tres”, “El gran año” y -aunque en menor medida- “Si de verdad quieres”, en las que abandonó cualquier viso de riesgo y de creatividad para apostar por la comedia americana más vulgar.
Ahora, en un giro drástico y más bien errático, ha pretendido abordar un drama profundo, reflexivo y con ínfulas filosóficas que, desgraciadamente, evidencia su naturaleza prefabricada. Ni la historia ni los personajes parecen creíbles, y las secuencias más sentimentales resultan forzadas, de tal manera que ese torbellino de emociones del que quiere presumir se revela como un truco fallido.
Un triunfador ejecutivo de Nueva York, cuya vida es plena y feliz, entra en una profunda depresión después de sufrir una tragedia familiar. Como reacción a su amargura, decide mandar cartas, pero no a personas sino a conceptos, como la Muerte, el Tiempo o el Amor. Dadas las circunstancias, sus amigos pondrán en marcha un plan poco convencional para obligarle a afrontar su sufrimiento, sin controlar los efectos que con ello van a provocar.
Algunos momentos de la proyección enternecen y varias de las escenas llegan al corazón. Pero, incluso en esos instantes puntuales, los espectadores son conscientes de la manipulación a la que están siendo sometidos. Más allá de los que acudan a la sala predispuestos a sacar el pañuelo a la más mínima oportunidad, el resto del público no podrá conectar seriamente con ninguno de los perfiles a cargo de su irrepetible reparto de lujo.
El talento de todos y cada uno de los actores que lo integran no admite discusión y sólo cabe rendirse ante él, desde Edward Norton (tres veces nominado al Oscar y uno de los grandes profesionales de su generación) a Kate Winslet (con un Oscar de siete nominaciones y una de las intérpretes más versátiles del panorama actual), pasando por Helen Mirren (dueña de otra estatuilla dorada de entre cuatro candidaturas), Keira Knightley (dos veces aspirante al máximo premio de la Academia de Hollywood y un lujo en todos los sentidos) y el verdadero protagonista de la película, Will Smith (que ha optado igualmente al galardón cinematográfico por excelencia). El mero hecho de haber reunido a tantas figuras del Séptimo Arte es un mérito en sí mismo. Probablemente el único que posea esta “Belleza oculta”.
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@gerardo_perez_s
gerardops
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5
17 de abril de 2013
2 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace pocos días saltó la noticia de la prohibición en el Parlamento de Cantabria y por unanimidad (circunstancia rara donde las haya en el actual panorama político nacional) de una técnica de extracción de gases denominada fractura hidráulica (“fracking”). En otras Comunidades Autónomas como Castilla y León ya se están planteando medidas similares, mientras que algunas formaciones políticas han solicitado su prohibición a nivel nacional. Consiste en la inyección a presión en el terreno de algún material (normalmente agua, arena y productos químicos) con el fin de ampliar las fracturas existentes en el sustrato rocoso que encierra el gas para, así, favorecer su salida al exterior. Sin embargo, este procedimiento suscita muchas controversias debido a sus efectos secundarios sobre el medio ambiente y es objeto de protestas por parte de plataformas y organizaciones que luchan por su erradicación.
Tal vez esta introducción sea impropia de una crítica de cine pero se trata de un asunto de plena actualidad que encaja perfectamente en el contenido de la película. Dos ejecutivos de una importante multinacional llegan a un pueblo de Norteamérica con el propósito de convencer a sus habitantes para que le permitan usas sus tierras y extraer los yacimientos de gas que se encuentran bajo sus pies. En un principio, las suculentas ofertas económicas apuntan a una serie de acuerdos rápidos y sencillos, teniendo en cuenta la pobreza del lugar. Pero los rumores sobre las devastadoras consecuencias que puede provocar el “fracking” comienzan a extenderse, dando lugar a una mezcla entre los remordimientos éticos de uno de los empleados de la empresa y el juego sucio de quienes son capaces de poner en riesgo a los ciudadanos con tal de lograr sus objetivos.
Los principales responsables de “Tierra prometida” son el director Gus Van Sant y el actor y guionista Matt Damon, que ya han colaborado en proyectos anteriores. El más célebre es “El indomable Will Hunting”, largometraje que obtuvo dos Oscar en 1998 (uno de ellos, al mejor guión para el propio Damon) de entre nueve nominaciones. Van Sant es un realizador interesante pero muy irregular. Cuenta en su filmografía con títulos muy recomendables además del ya mencionado, como “Drugstore Cowboy”, “Todo por un sueño” o el más reciente “Mi nombre es Harvey Milk”. Sin embargo, hay otros que, incomprensiblemente, también llevan su firma, como un remake de “Psicosis” imposible de entender. En cuanto a Damon, en mi opinión es el mejor intérprete de su generación. Ha destacado tanto en la acción (todas sus entregas de la saga “Bourne” son una joya que eleva la categoría de este habitualmente desprestigiado género) como en cualquier otro tipo de cine en el que ha intervenido. Cintas como “El talento de Mr. Ripley”, “El buen pastor” y “Syriana” u otras situadas en un escalón inferior, como “Rounders”, “Legítima defensa” o “La leyenda de Bagger Vance” son buena prueba de ello. Por lo tanto, nos hallamos ante dos buenos profesionales que conocer el triunfo profesional.
Sin embargo, su afán por insistir en la moraleja ha hecho que, en esta ocasión, su trabajo se resienta y la calidad cinematográfica quede relegada a un segundo plano. Ponen tanto empeño en resaltar su mensaje que han descuidado la profundidad de los personajes y el arte de la narración. Caen en demasiados tópicos y en algún giro de guión un tanto forzado con el ánimo de lograr su principal objetivo: transmitir un mensaje educativo. Pero si bien esta finalidad es muy loable y nada criticable desde un punto de vista personal, no debe ser la prioritaria desde un punto de vista estrictamente cinematográfico. Pese a todo, algunas de las secuencias son muy notables, lo que permite concluir que, sin conformar una gran película, tampoco puede ser calificada como mala.
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@gerardo_perez_s
gerardops
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5
10 de noviembre de 2012
2 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nunca he sido un aficionado declarado de las películas de James Bond. A mi modo de ver, esta legendaria saga cinematográfica resulta demasiado artificial. Su protagonista, excesivamente trucado, desde la forma de conquistar a las mujeres a la de salir indemne de las peleas, desde la chulería con la que pide el Martini a la sofisticación de las armas que utiliza o el lujo de los coches que conduce. Y los demás personajes, demasiado estereotipados. El conjunto rebosa una falsedad que termina por desagradarme, similar a la sensación que me produce Las Vegas en mitad del desierto de Nevada, con sus luces de neón, sus opulentos casinos, sus fuegos artificiales y la suntuosidad de sus hoteles. Admito que los visitantes puedan sentirse cautivados de entrada ante semejante espectáculo visual pero, con el paso del tiempo, lo postizo y hortera de la propuesta neutraliza cualquier otra virtud.
Durante décadas, las aventuras de 007 eran para mí como la ciudad del juego por excelencia. Es cierto que, al fin y al cabo, hablamos de ficción y, por lo tanto, no procede exigir en modo alguno una precisión realista pero, como ocurre en gastronomía, para hacer un plato hay que poner las dosis justas de cada condimento y hacerlo a gusto del comensal y, en este caso, la dosis de falsedad se me antojaba excesiva y la cocción alejada del punto exacto.
Pero llegó la versión de “Casino Royale” de 2006 (no la original de 1967) y reconozco que me gustó. Contenía en gran medida la esencia del agente secreto creado por Ian Fleming pero reflejaba además un modelo de acción mucho más trepidante y elaborada. El personaje mostraba más matices y complejidades y la trama estaba narrada con cierta coherencia. Supuso para mí el resurgimiento de una saga en decadencia, hasta el punto de considerarlo el mejor título de cuantos la integran.
Sin embargo, “Skyfall” da un paso atrás, principalmente debido a un guion salpicado de fallos, que avanza a trompicones y sin una coordinación mínima. Obviamente, esta circunstancia no influirá sobre aquellos espectadores que se conforman con la aparatosidad de las peleas, la tensión de las persecuciones y la grandilocuencia visual. Pero quienes aspiren a disfrutar de un relato bien contado se sentirán decepcionados. Pondré un par de ejemplos. Uno, la falta de creatividad que implica no aclarar cómo se escapa el villano de su celda y mata a sus vigilantes. Dos, la chapuza que supone mostrar el apellido Bond sobre las tumbas de los padres del espía, muertos cuando éste era un niño, habida cuenta que se trata de una identidad falsa utilizada en sus misiones. En definitiva, son numerosas las secuencias inexplicables que el público debe dar por buenas durante toda la proyección porque, como le dé por pararse a pensar, empezará a entrar la risa.
Para colmo de males, las denominadas “chicas Bond”, seña de identidad de estos largometrajes, aquí carecen prácticamente de relevancia. Lejos quedó Vesper Lynd, desgraciadamente.
Pero, aunque no esté a la altura de las grandes muestras del género y se sitúe muy por detrás de otros de sus colegas –como el incomparable Jason Bourne- no todo es negativo en “Skyfall”. Algunas de sus escenas logran entretener, si bien en un metraje cercano a las dos horas y media mantener el listón del entretenimiento a una altura permanentemente elevada es dificilísimo. Lo más elogiable son las interpretaciones de la pareja protagonista. En concreto, el actor español Javier Bardem lleva a cabo una recreación muy solvente del malvado Silva y lo coloca en lo más alto del pódium de quienes se han enfrentado al carismático agente del MI6 a lo largo de su dilatada trayectoria. Por lo que respecta a la fotografía y a la dirección artística, ambas son correctas. Y, por último, el emblemático tema principal compuesto por Monty Norman y popularizado por el maestro John Barry continúa siendo un placer para los oídos.
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@gerardo_perez_s
gerardops
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8
24 de marzo de 2015
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
J.C. Chandor ha acreditado una reputación de buen cineasta con sólo tres películas y en sólo tres años. Sorprendió en 2011 “Margin Call”, una recreación sobre el origen de la actual crisis financiera y sobre la inmoralidad de las grandes firmas dedicadas a invertir ingentes sumas de dinero ajeno en Bolsa. La cinta le reportó numerosas alabanzas y le hizo acreedor de una nominación al Oscar al mejor guion. Dos años más tarde cambió radicalmente de estilo y filmó “Cuando todo está perdido”, un atípico film sin apenas diálogos acerca de la desesperación de un navegante solitario que, en mitad del océano, descubre una vía de agua en su barco. Finalmente, hace unos meses estrenó en Estados Unidos “El año más violento”, la mejor película de la pasada temporada a juicio del National Board of Review, que galardonó además la labor interpretativa de sus dos protagonistas. Modificando de nuevo su registro y su fórmula narrativa, ha rodado su mejor obra hasta la fecha, confirmando así su condición de profesional cuya pista merece seguirse en el futuro.
“El año más violento” es un drama ambientado en la ciudad de Nueva York en 1981 y cuenta la historia de Abel Morales, un emigrante hispano que trata de dirigir su negocio de forma honesta en una ciudad asolada por la violencia y la corrupción. Su empeño en mantenerse firme en sus principios éticos choca irremediablemente con el mundo que le rodea. Investigado por fraude, acosado por sus competidores y asaltado por la delincuencia callejera, lucha por salir adelante y preservar a su familia de esta trágica situación.
El largometraje refleja hasta tal extremo la estética de los films de los 70 y principios de los 80 que parece realizado conforme a los cánones de dichas décadas. Se trata de un título honesto, perfectamente narrado, ambientado e interpretado y que atesora una notable calidad. Su ritmo pausado, lento, sobrio y, a veces, intenso, tal vez desilusione a ese público que asocia el cine de acción a la agilidad de las escenas. En mi opinión, tal vinculación es un error, ya que existen otra vías para abordar dicho género con solvencia. Algunas secuencias recuerdan a “El Padrino” y, aunque no alcance el nivel de la emblemática y magistral saga del maestro Coppola, su actor principal comparte con Al Pacino el esfuerzo por mantenerse al margen de los negocios sucios y de conducir a su familia por la senda de la legalidad, si bien las circunstancias le acabaran condenando a lo contrario.
Las actuaciones del elenco son sublimes. El casi desconocido Oscar Isaac, que ya apuntó buenas maneras en “A propósito de Llewyn Davis” y “Drive”, se consagra como un magnífico actor. Jessica Chastain, que ya había demostrado su enorme valía en “La noche más oscura”, “Criadas y señoras”, “Interstellar” o “La desaparición de Eleanor Rigby” (todas ellas de obligada visión), continúa una racha envidiable que la confirma como una de las mejores actrices del actual panorama cinematográfico. Lamentablemente, “El año más violento” ha padecido una distribución muy irregular y una tardía llegada a las carteleras pero resulta altamente recomendable, sin duda alguna.
www.cineenpantallagrande.blogspot.com
@gerardo_perez_s
gerardops
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