Leyendas de pasión es una de esas películas que nunca veo empezar, y ni falta que hace, salvo en una ocasión que la vi entera. Siempre me las he arreglado para verla ya entrada en su parte final. Y es así como debe ser, porque esa parte final es lo mejor de la película.

Una película que avanza a base de impulsos, de impactos. Que coge con la fuerza de sus imágenes.
Tiene unas cuantas bazas que juegan a su favor. A destacar una dirección arriesgada y acertada.
Darren Aronofsky da su mejor cara ante el publico y la critica, después de taladrar duramente a ambos con Pi. Aun así, no abandona la paranoia, ni los cambios de ritmo, ni la angustia vital que fuerza a la reflexión. En contra de lo que ocurría en Pi, Requiem por un sueño conecta mejor con el público, es menos extraña y mas atrayente.
También cuenta con un reparto convencido de sus posibilidades y dando cada uno de los gestos, miradas y momentos que sus personajes determinan. Lo mismo que hace la historia en la que están inmersos.
Ya habrán oído hablar de la fantástica actuación de Ellen Burstyn, pero un servidor quiere destacar a los jóvenes Jared Leto y Jennifer Connelly, los dos están geniales, los dos son reales. Marlon Wayans demuestra que puede transmitir cosas cuando se aleja de la comedia.
Y por encima de todo lo dicho, una banda sonora maravillosa,
Requiem por un sueño juega con los personajes y en ella se pasa con extrema facilidad del cielo, de lo oniricamente perfecto, al fondo de los infiernos.

Bella película es lo menos que puedo decir de la cinta de Paolo Sorrentino. También es sincera, si se entiende por sinceridad el relatar la abrupta senda de la vida, haciendo paradas en el amor, el recuerdo, la juventud, la madurez, la nostalgia o la perdida, con la crueldad y el dolor que acompañan. La perdida de la vida, y la perdida de lo que la hace hermosa, la perdida de la fe y la esperanza.
Todo a través de las vivencias de un protagonista, fenomenal Toni Servillo, trasnochado en parte, cínico y misántropo según le cojan, pero en realidad perdido en una búsqueda constante de algo que no puede encontrar al echar una mirada a su alrededor.
La película mezcla de manera inteligente momentos llenos de falsedad bien aceptada, con otros de puro sentimiento. La desnudez de los personajes que pululan por Roma, y la verdad que surge en sus encuentros. La tristeza, la amargura del pasado recorriendo las venas hasta llegar al corazón, destrozado como no, esperando sucesos que den para unas miseras letras en un trozo de papel, algo que le hagan a uno palpitar de nuevo.
La gran belleza se encuentra en sus escenas, en las menos esperadas, en las que llegan después de una fiesta, del ruido y el champagne. Una reunión de viejos amigos que torna en verdades que duelen, el misterioso diario de una mujer a la que has amado, o una bandada de pájaros perdiéndose en el horizonte.
La nostalgia que nos lleva, y el tiempo que nos queda.

Lejos veo ya tiempos pretéritos en los que dejaba mis letras por estos lares, con criticas, algunas, medianamente conseguidas, y otras, realmente olvidables. Pero pobre de aquel que no regrese sobre sus pasos para rescatar vivencias y actos, que quizá no fueran espléndidos, pero si amados, pues no todo regreso al pasado debe ser amargo. Pero olvidémonos de mí y de los versos, vayamos a lo que nos ocupa.
El director brasileño Andrucha Waddington nos presenta una visión de la vida de Lope de Vega, que anda cercana al perfil típico y tópico presentado en cualquier película, de cualquier época, de cualquier otro tipo. Es decir, que nos encontramos con una historia simple y plana, donde Lope se debate entre el amor de dos mujeres. Todo contado muy por encima, sin profundizar en ningún momento, quizá por miedo a aburrir al público de nuestros días, quizá porque realmente no se sabia como afrontar tal hazaña, y optando finalmente por una obra sin personalidad propia, sin sello de identidad que pueda hacerla, como decirlo... memorable.

Resulta algo decepcionante que las subtramas románticas de la vida del poeta, se adueñen de toda la película, y resulta aun si cabe más doloroso que se desperdicie la oportunidad de contar las tribulaciones de uno de los grandes personajes de nuestra historia.
La verdad es que ciertos aspectos, ambientación, fotografía, vestuario, banda sonora, todo ayuda a sumergirse en el siglo de oro español. Y también es cierto que el reparto no resulta una carga como en otras producciones patrias. Alberto Ammann mantiene el tipo como un joven Lope, y aunque el logopeda no hace milagros, el chico le echa descaro y sale relativamente airoso. Pilar López de Ayala y Leonor Watling, teniendo en cuenta lo que se pide, reflejan con verosimilitud y naturalidad sus personajes, aunque la primera en mi opinión salga mejor parada.

Destacables intervenciones de grandes actores de nuestro cine como Juan Diego, bastante cómodo en la piel de Jeronimo Velázquez, hombre de teatro y "explotador" de talento, y Luis Tosar, como un fray sin pretensiones, mas allá de hacer entrar en razón en ciertos momentos a un algo desbocado Lope. Además de algún que otro actor secundario, tantas veces a la sombra pero solventes, como Antonio de la torre o el sevillano Antonio Dechent.

De acuerdo, no es una película que presente un referente, estandarte del género de época que pocos tienen el atrevimiento de evocar y abordar con el respeto que deberían, pero dentro de lo que se ve actualmente se hace en nuestro cine, es totalmente accesible y cuenta con momentos (quizá no sea suficiente para algunos) en los que entretiene, aunque seguramente no perdurarán en nuestra memoria.

Con franqueza, el argumento de la película no da para mucho y su consistencia queda en muchos momentos en entredicho. Es floja, para que nos vamos a engañar.
Hay gente que adora la Nouvelle Vague, otra gente la odia. En mi caso, me despierta cierta indiferencia. Pero cierto es que esta película tiene una posición pionera en este movimiento y es respetada y alabada a partes iguales. Por eso separaría el plano técnico, innovador en su momento, del argumental, simplón pero cumpliendo lo justo para seguir la historia con cierto interés. Al mismo tiempo valorar la película de Godard y su repercusión posterior en otros creadores.
También hay que tener en cuenta a un Belmondo desatado y una guapa Jean Seberg. Aunque los dos están maravillosos, ni Belmondo es Bogart, que esta más entregado a las muecas, los gestos, al cigarrillo, a la pose, que al marcado carácter del antihéroe. Ni la Seberg cumple con nota en el papel de femme fatale, el personaje le viene grande, sobre todo en los instantes finales.
Por todo esto comprendo y entiendo el valor de la película para muchos, pero si el cine es arte, entretenimiento, es gozo, es identificacion, es satisfacción, es vivir otras vidas y es querer vivirlas o no querer vivirlas por nada del mundo, entonces es una buena película, respetada, pero como le ocurre a la chica en esta película, sin llegar al corazón.

PD: Aprovechando que hay una persona que creo que me lee aquí. Quiero pedirle perdón por todo lo que le he hecho pasar estos últimos meses. Que soy un cabrón y un sin vergüenza como todos los hombres, pero que me doy cuenta y que intento cambiar. Espero que me lea y podamos algún día volver a ser como poco amigos.