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España España · Málaga
Críticas de Isildur
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Críticas 60
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
18 de agosto de 2016
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lars Von Trier está actualmente más desprestigiado de lo que merece: para el gran público es demasiado alternativo y para el público alternativo ya no mola decir que Lars Von Trier es guay. Pero es guay, muy guay, porque sigue reinventándose y jugando con las posibilidades narrativas y estéticas del cine a su antojo, sin dejar de provocar y subvertir mentes y estómagos. En los años 90 le dio por crear la corriente del Dogma, y Los idiotas es la primera peli suya que veo siguiendo esos postulados. Debo confesar que me gusta más cuando Von Trier se preocupa por la estética, aunque realmente lo de no preocuparse por la estética es también una decisión estética, y lo de que se vean los micrófonos o hasta algún operador de cámara por ahí tiene hasta su encanto. Y la verdad es que no sé cómo he podido vivir sin haber visto esta película antes. Es brillante, provocadora e incómoda hasta la médula. Habrá quien crea que es ofensiva por su punto de partida: un grupo de idiotas que se hace pasar por personas con retraso mental, pero quien se ofenda no se ha enterado de la misa la mitad: la película cuestiona desde el principio su premisa gracias a su estilo cercano al falso documental, y precisamente lo que mejor capta la película es la hipocresía, la incomodidad y las dificultades que tenemos los seres humanos a la hora de reaccionar ante personas que no saben o no pueden seguir las normas sociales, en una sucesión de escenas incisivamente divertidas protagonizadas por un reparto en estado de gracia. Una chulada más de un cineasta genial.
Isildur
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9
18 de agosto de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las relaciones nacen, crecen, algunas se reproducen y casi todas se mueren. El romance con Annie no fue idílico y tampoco duró eternamente, pero el impacto en la vida de Alvy es innegable. Annie Hall fue la primera película de Allen en la que dejó de lado la parodia absurda para diseccionar por primera vez una de las grandes constantes de su obra: las relaciones de pareja. Y el resultado fue exquisito, en un ingenioso formato que juega a romper la cuarta pared a su antojo y con algunos de los puntazos de humor más inspirados del neoyorquino, se introduce una certerísima reflexión sobre la necesidad del ser humano de querer y ser querido: las relaciones pueden irse al garete tan fácilmente como llegan, y cuando eso sucede, y a todos nos ha sucedido, o te la suda o te entristece o te frustra o te cabrea o te sume en un pozo de mierda o te todo a la vez, pero joder, no nos vamos quedar cual amebas solo por evitar eso, porque todo pasa y, al igual que aquel que no quería encerrar en un manicomio a su hermano que creía ser una gallina, necesitamos los huevos. Huevos de calidad regularucha de gallinas tristes encerradas en jaulas, o huevos de yema amarilla refulgente como el sol de gallinas felices que pastan por los campos, pero huevos en definitiva, y todos te valen para hacer tortilla. Y nadie le hace ascos a una tortilla papas.
Isildur
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4
23 de junio de 2016
2 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Recordáis lo coñazo que podían llegar a ser la clases de Historia en el instituto con el profesor ceporrón aquel que era lo suficientemente viejo como para poder haber vivido en primera persona lo que te estaba contando? ¿Recordáis esa desolación, esa impotencia, esa desesperación, esas ganas debocadas de que sonara el timbre de una puñetera vez para salir corriendo de allí y comerte el bocadillo de chóped? Pues todo eso he sentido viendo esta película. El horror. Al menos el título no engaña: Crónica de la Guerra Carlista. Tal cual, ni más ni menos: un par de viejos contándote el tema del examen del viernes que te vas a preparar de memoria el jueves para que el sábado te digan Amodeo y te creas que es una marca de mantecaos. Porque no hay desarrollo dramático ninguno, y ni siquiera tiene la agilidad de un buen documental. Es una puñetera lección de historia. Y está demostrado que el cerebro no puede asimilar durante tanto rato tanta información, así que mientras la película sigue, yo me entretengo riéndome con que, a pesar de estar rodada en español y euskera, el sonido no es directo y que uno de los actores del doblaje es el mismo que pone la voz del Sr. Burns en Los Simpson, con que el “prota” es el mismo actor que hacía de la parodia de Franco en Mortadelo y Filemón (aprendí más historia ahí, por cierto) y con que durante cuatro segundos y medio sale Anabel Alonso cantando “que le den agua de limón sin azúcar ni canela”. Sí, y con un poquito de cianuro, por favor. Insufrible.
Isildur
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10
20 de junio de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hablar de Pulp Fiction es hablar de palabras mayores. Estamos ante una de las obras clave de los 90, una película de culto que rompió moldes y creó toda una escuela de imitadores. Vamos, que es un puto clásico moderno. Pero, realmente, ¿por qué tanto alboroto? La verdad es que siempre me ha costado explicarlo. Recuerdo de hecho que cuando la vi por primera vez no me mató, era en plan “Reservoir dogs es mejor”, pero sí que me pareció chula. Y “chula” es la palabra que siempre he utilizado para definir a esta película, tanto en el sentido de que es guay (un juicio no tan subjetivo como podría parecer) como en el de que no le falta su toque de arrogancia tarantiniana, sin duda siempre necesario en el cine del tito Quentin. Porque Pulp Fiction es una película en la que cada secuencia, cada escena, cada plano, cada diálogo, cada frase, cada palabra, cada taco, cada canción, cada baile, cada gesto de los actores, cada escenario, cada jodido elemento de la utilería, es chulo. Y lo chulo se revaloriza y se intensifica con cada visionado, no deja de ser chulo con el tiempo, y el hecho de ser chulo lo hace más chulo todavía, por lo que la película acaba saliéndose de los cánones de lo estrictamente cinematográfico y pasa al plano de las más altas creaciones de la humanidad por ser simplemente eso, chula. Con Pulp Fiction se le concede valor artístico a lo chulo. Y es por eso que Pulp Fiction me parece una jodida obra maestra. Ea.
Isildur
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7
15 de junio de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A mí me pasa una cosa cuando veo una película de noche, o por las mañanas, o después de almorzar y es que, aunque me pueda estar pareciendo la rehostia en vinagre, me voy a quedar sopa tarde o temprano. Para intentar que esto no afecte demasiado a la calidad del visionado, mi cuerpo ha desarrollado instintivamente una técnica infalible: cuando empiezan a entrecerrárseme los ojillos, automáticamente mi mano derecha se extiende hacia la barra espaciadora del pecé y pone en pausa la reproducción del vídeo. Y pum, caigo rendido. Con Fahrenheit 451 irremediablemente me ha pasado, por mucha distopía futurista moderna del año la polca que fuera. La gracia es que cuando me he despertado a los 10 minutillos, la línea de diálogo congelada en los subtítulos encerraba toda la esencia de la película: “La vida no es como las novelas. Novelas y llanto, novelas y suicidio. Las novelas me dan asco”. A ver, cateta de la vida, está claro que tú solo has leído a Paulo Coelho. La distopía que nos propone Truffaut criminaliza la literatura y las humanidades mediante un régimen totalitario con un cuerpo de bomberos que se dedica a quemar los libros que se encuentre: donde no haya antena de tele, entramos con el soplete. No interesa la cultura para mantener a las masas aborregadas. Y en una España en la que cientos de telespectadores se quejan en internet porque se ha interrumpido la emisión de Mujeres y hombres y viceversa para realizar la cobertura informativa de un atentado terrorista, la película de Truffaut, aunque con toda su horteridad añeja, no puede estar más de actualidad. Pero la realidad supera a la ficción, porque al menos el programa favorito de la Julie Christie es una especie de culebrón a lo Dora la exploradora que te pregunta tu opinión, y joder, eso hasta mola. Muy interesante.
Isildur
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