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Argentina Argentina · Buenos Aires
Críticas de Nostradamus
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Críticas 76
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
26 de diciembre de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más cerca a la épica cinematográfica de su anterior trilogía que al infantil libro de Tolkien, Peter Jackson nos vuelve a sumergir en su taquillera visión de la Tierra Media con la evidente aspiración de superar sus propias marcas (incluidas ganancias, por supuesto). Para lograrlo, entendió que debía dotar a la historia original con nuevos (y muchos) elementos que la hicieran articulable -a su criterio y asumiendo el riesgo- con la saga que lo catapultara a la fama y la riqueza. Más aún de lo que había tenido que hacer el propio autor con su modesto Hobbit, cuando concluyó con la epopeya del anillo a mediados de los años 50.

Esta nueva primera parte de otra trilogía (malpensados los que vean una maniobra comercial detrás), inspirada en un trabajo mucho menos sombrío, que no llega a cubrir el tercio de hojas de su secuela (me refiero a El Señor de los Anillos), aunque con aspiraciones de impactar en pantalla grande y en las boleterías tanto como esta, se nos presenta recargada de secuencias, licencias y detalles que bien pueden causar el beneplácito de los fanáticos de los anteriores filmes (no así de los ortodoxos de los libros, que no es lo mismo), tanto como el tedio de los no iniciados. Incluso el Gollum goza de tantas líneas y gestos como en la totalidad de sus anteriores apariciones.

Así es como la impecable factura técnica de la cinta, a la altura de sus predecesoras, se ve ensombrecida por la cadencia de algunos tramos que parecieran injertados para el deleite de los seguidores a ultranza de la versión del neocelandés (no de los ortodoxos de Tolkien, insisto) y para dotar al conjunto de un volumen que justifique su realización en tres partes, cosa que también se podría haber logrado sin necesidad de restar ritmo a la trama y abusar de la paciencia de los espectadores neutrales. He aquí donde reside su principal falencia.

En lo personal, y a juzgar por el calambre en los glúteos que me llevé en este tramo del viaje, espero que las próximas entregas de la serie me dejen piernas (mejor dicho, asentaderas) para aguantar hasta el final del recorrido.
Nostradamus
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4
19 de diciembre de 2012
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿No era que “Gran Torino” iba a ser la última aparición del viejo Clinton frente a las cámaras en la piel de Walt Kowalski? En fin, lo cierto es que el octogenario republicano, posiblemente afectado por el resultado de las elecciones presidenciales de su país, volvió al ruedo con menos pulgas y más asperezas que Harry Callahan para dar otro “Malpaso” en su dilatada y oscilante carrera.

Acaso lo más llamativo de esta previsible y estereotipada novelita sea su sola presencia, aunque no su reinterpretación del sobrevalorado Walt (en este caso es Gus Lobel, un cazatalentos del baseball), que a esta altura empiezo a dudar que se funde con su propia personalidad.

La única -de un elenco principal que acompaña sin despeinarse por las pocas exigencias del guión- que se hace lugar para aportar una cuota extra en la interpretación de su personaje es Amy Adams, y a juzgar por el contexto general, no atribuyo esto a un mérito de la dirección.

El resto del producto, salvo para fanáticos a ultranza del vaquero preferido de Sergio Leone, no amerita llegarse hasta el cine, y apenas alcanza para acortar una de esas tardes de fin de semana que nos sorprende sin nada que hacer y con el control remoto en la mano, presto para usarse cuando los tramos de baseball se tornan pesados o Clint se pone a refunfuñar interpretando a Gus, a Walt, a Harry o a Clint, da lo mismo.
Nostradamus
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5
3 de diciembre de 2012
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El escocés Bond cumplió 50 años en la pantalla grande y, por esas circunstancias del espectáculo, lo festeja estrenando un guión que no salió de la pluma de Ian Fleming, su creador (simplemente porque se filmaron todas sus novelas y alguno que otro cuento que se justificaba), y nuevamente encarnado por el segundo rubión de la historia fílmica del agente secreto más conocido (luego del taquillero, amanerado y jocoso Roger Moore): un recio y poco elegante Daniel Craig, que por momentos recuerda a Steve McQueen, pero que está muy alejado de la fisonomía del personaje original (más emparentado con el aspecto físico del shakespereano Timothy Dalton, el cuarto actor que “oficialmente” lo interpretó) y, porqué no decirlo, también de sus modos y costumbres.

Ya sin la red bajo el trapecio que proporcionaban las novelitas de Fleming, envalentonados por la dura prueba que sorteó airoso Craig con “Casino Royale” e ignorando las flaquezas que aparecieron en su secuela “Quantum of solace”, los guionistas de esta nueva aventura de 007 se mostraron reticentes en incluir muchos elementos característicos de la saga en favor de algunos ya olvidados hace tiempo, y por respetar la típica estructura de sus películas. Con ese mismo espíritu, se aventuran por caminos poco tradicionales, prescinden de mucha pirotecnia grandilocuente a la que acostumbraba recurrir nuestro héroe cuando se encontraba acorralado, y nos llevan a las raíces mismas del personaje, cosa que pocos hicieron.

Obviamente, no faltó la contracara de Bond (esta vez sobreactuada y muy psicótica, aunque robada de otros personajes), las chicas casuales y no tanto, un renacido Q, más emparentado con Peter “Spider-Man” Parker que con un rejuvenecido Desmond Llewelyn (que en paz descanse), y hasta el salto sobre el lomo de un reptil (perdón por la infidencia), más creíble que el que realizara el elegante “Simon Templar” sobre los cocodrilos militarmente alineados en “Live and let die”.

Si a lo dicho hasta aquí no lo condimentamos con la magia Bond, nada más y nada menos, la receta no funciona, y cualquier error o desvío se profundiza. Y este ingrediente es el que, lamentablemente, le falta a esta vigésimo tercera aventura, provocado, en parte, porque en el afán de actualizar el personaje, de hacerlo más creíble y de traerlo a estos días, cosa que en cierto modo celebro, finalmente se pasaron de rosca y tomaron demasiada nota de otros caracteres (el Batman oscuro de Miller y el Bourne de Ludlum, por mencionar algunos recientes), terminando por despojarlo (salvo la frialdad) de muchas de las características que lo hicieron famoso (presumido, calculador, inteligente, glamoroso, elegante, perspicaz, sagaz, soberbio, etc.) y que inspiraron a tantos otros imitadores. A punto tal que, por momentos, esta podría pasar por una película de acción más, prescindente de las mañas a que nos tenía acostumbrados el hijo dilecto del MI6.

El resto de la culpa recae en la historia que esta vez fabricaron, y aunque no es una debilidad exclusiva de este moderno Bond, está demasiado plagada de baches para los tiempos que corren, y algunos de los hechos que acontecen resultan imperdonables y de una candidez sorprendente, contrastando esto con el aire de verosimilitud que se le quiso imprimir al renovado 007.

Reconozco que el público mayoritariamente joven, que ni siquiera escuchó hablar de los actuales octogenarios actores que popularizaron el personaje, se identifique con este atlético, hosco y simiesco agente, de igual modo que le ocurrió a cada generación contemporánea con el Bond de turno. Pero los que venimos asistiendo a la sala de cine desde que nuestro agente lidiaba con el achinado Dr. No, seguramente percibiremos con mayor perspectiva la mutación del personaje y, sin ánimo de resultar peyorativo, estaremos en mejor posición de comparar y elegir. Al fin y al cabo, todos quisimos ser como tal o cual James Bond alguna vez en la vida, sin importarnos lo que tuvo en la cabeza Ian Fleming cuando lo imaginó. Incluso a los más jóvenes les ocurrirá lo mismo mientras Producciones EON pueda seguir recaudando con la saga.

Entonces si, retrospectivamente hablando, considero que la torta de cumpleaños que prepararon para festejar el medio siglo de vida cinematográfica de nuestro entrañable agente secreto, no estuvo a la altura ni de las circunstancias ni de su trayectoria (incluso el haber reservado el papel que interpreta Albert Finney para Connery o Moore hubiera tenido mayores ribetes de festejo). Y aunque todavía no haya perdido su licencia para matar, lamento mucho la oportunidad que se perdió de hacerlo a lo grande.
Nostradamus
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5
24 de octubre de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un nuevo intento por obtener los buenos dividendos que le dieron algunos de los personajes que supo explotar otrora hasta al hartazgo, el sexagenario Stallone se pone nuevamente en la piel (ritidectomía mediante) de Barney Ross para conducir a su pandilla de descerebrados e indestructibles mercenarios, y darse el lujo de interactuar en tono de solfa con sus ex-socios de Planet Hollywood: Bruce Willis y un contracturado Arnold Schwarzenegger.

Además, y de igual modo que ocurriera con su anterior “capítulo piloto”, en el cual se reservó un rol para otro bueno (Mickey Rourke) y un malo (Eric Roberts), esta vez se hace lo propio con el bueno de Chuck Norris y el malo de Jean-Claude Van Damme. Ya llegará el momento de reclutar a Steven Seagal y Jackie Chan para cubrir esos papeles…

Pero al igual que ocurriera con su anterior trabajo, vuelven a reafirmar la idea que no basta con amontonar a rutilantes figuras del género de acción con tufo de autoparodia, introducir un par de diálogos en tono de “pasada de factura” y disponer de suficiente pirotecnia para celebrar un año nuevo chino, sin ocuparse de construir un guión que aproveche esos recursos, como sí se logró en su momento con "The magnificent seven" (1960) y "A bridge too far" (1977).

Hasta el viejo pedante e individualista de James Bond tomó nota de esto y, antes que perder la pulseada frente al joven norteamericanito de Jason Bourne, tuvo que memorizar mayor cantidad de líneas, transpiró, se ensució, se dejó golpear y llegó a sangrar. Todo un logro que permitió revitalizar al manoseado y desgastado personaje de Ian Fleming.

En este caso, la troupe de Sly nos ofrece un cine de acción chato, obsoleto, cándido y asexuado que, de manera despreocupada y con aires de homenaje, pareciera querer recorrer innecesariamente por su cuenta, todo el largo camino que necesaria y circunstancialmente tuvieron que recorrer otros que los precedieron, para terminar adaptándose a estos tiempos si querían permanecer vigentes. Aunque a juzgar por la edad de sus principales protagonistas, no creo que les quede mucha soga en el carretel para que alcancen otra madurez que no sea la que les imponga una merecida jubilación.
Nostradamus
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4
7 de septiembre de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En lo que a mí respecta, a esta altura ya no me quedan dudas que existen dos Burton, como una suerte de Dr. Jekyll y Mr. Hide. Está aquel que me sedujo con Beetle Juice, Batman, Edward Scissorhands, Ed Wood, Big Fish; pero también aquel otro, que me espantó con Mars Attacks!, Sleepy Hollow, Planet of the Apes, Charlie and the Chocolate Factory y Alice in Wonderland.

Hasta aquí, podría decir que la mitad de su obra consiguió despertar mi interés y, en muchos casos, lo hizo con creces, alcanzando su apogeo con Ed Wood y Big Fish, las cuales considero que, a la fecha, son los máximos exponentes de su talento.

En este nuevo trabajo que firma Hide..., perdón!, Burton, basado en la serie televisiva del mismo nombre, los típicos guiños y artilugios, propios de su marca registrada, siguen presentes, aunque empañados por un inconsistente y errático manejo de la historia, proclive a detenerse en nimiedades y artificios que solo aletargan el interés del espectador.

Depp, su protagonista fetiche e inefable amigo, nuevamente lo acompaña, recreando otro de sus artificiosos, carapálidos y excéntricos personajes que tanto le gusta componer. La madurita Pfeiffer aporta su serena belleza y nada más, Bonham Carter, su infaltable esposa, solamente canta presente, y Eva Green, la ex chica Bond, luce con más convicción su atractiva figura que el malvado rol que interpreta.

En definitiva, y muy a mi pesar, Dark Shadows se inscribe en la lista de las menos inspiradas realizaciones de la factoría Burton, a pesar de haber contado con toda la artillería habitual de sus mejores producciones. Claro que en este caso, la pólvora otra vez se le humedeció y no sirvió siquiera para encender mi adhesión. Mucho menos para abrir fuego y acabar con este Mr. Hide que otra vez reapareció.
Nostradamus
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