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España España · santa cruz de tenerife
Críticas de argonauta
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Críticas 39
Críticas ordenadas por utilidad
7
20 de marzo de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizás ésta sea una de esas historias que conectan con la complejidad de la realidad presente. El cómo la degradación moral va asociada a una clase de privilegiados que se sienten por encima de cualquier tipo de ética, salvo la suya propia, que es una doctrina del desprecio absoluto por la dignidad humana, cayendo en una especie de exaltación fundamentalista de una raza superior con proclamas bíblicas. Los hombres que no amaban a las mujeres es un relato que nos adentra en el horror de la pérdida de todo aquello que nos califica como humanos. Poco a poco David Fincher va desmigajando el misterio de la desaparición de Harriet, sobrina de un poderoso potentado sueco. Lo hace a través de la investigación del periodista Mikel Blomkivst, eficazmente interpretado por Daniel Craig. A su lado, un personaje de magnetismo poderoso: Lisbeth Salander; su estética gore, su turbio pasado, sus habilidades de hacker e investigadora, su sociopatía, los abusos a los que se ve sometida, etc, la convierten en un poderoso catalizador a nuestra mirada. Su sufrimiento y su capacidad para luchar contra la injusticia la convierten en una heroína atípica moderna. Rooney Mara no consigue que nos olvidemos de Noomi Rapace, la actriz sueca que interpretó a Lisbeth en la adaptación fílmica de 2009. A pesar de ello, mantiene el nivel suficiente para que el personaje no pierda su aureola. La fotografía se adapta perfectamente al ambiente gris y oscuro que requería la historia, facilitado por el hecho de rodar en la propia Suecia. En algún momento, se produce cierta confusión por la concatenación abusiva de hechos, pero en general, destaca la habilidad de Fincher para reunir las numerosas piezas del puzzle en que se convierte la investigación. El final, con la victoria del débil-bueno sobre el fuerte-malo, consigue adentrarnos en una catarsis necesaria para aliviar la oscuridad que algunos espíritus pueden llegar a albergar en su interior, tal y como muestra la preciosista y virtuosa introducción de los títulos de crédito. En definitiva, la mano artesana del director consigue un homenaje de altos vuelos a la obra literaria de un autor sensible con la problemática de su época; por ello, ¡larga vida a Stieg Larsson!.
argonauta
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8
26 de febrero de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Roman Polanski posee el don de penetrar, sin esfuerzo aparente, en los recovecos más oscuros y escondidos de la psique humana. Su mirada kafkiana provoca una perturbación soterrada, otorgando a cada plano de significados latentes e inherentes. Con cuatro personajes encerrados en una habitación es capaz de mantener el pulso y el interés en todo momento, desmenuzando progresivamente la “cáscara” de cada uno de los personajes, y descubriéndonos “descarnadamente” los impulsos y valores más primitivos que anidan en cada uno de ellos. Dos matrimonios reunidos para hablar civilizadamente de una agresión entre sus hijos adolescentes, se convierte en un “tratado” sobre las pulsiones, convencionalismos, hipocresías, frustraciones, violencia, desdicha, etc, que anidan en los corazones del grupo. La exposición gradual está definida de forma magistral, creando un crescendo que culmina con el abandono de cualquier disimulo y estableciéndose, paradójicamente, una relación de cercanía y confianza que “desata” las lenguas de todos ellos, y que pese, a la crudeza de las acusaciones e insultos, “uno” llega a pensar que los dos matrimonios “podrían” llegar a convertirse en “amigos”. La escena final, por tanto, posee un valor catártico no sólo para los personajes, si no también para el propio espectador que, inducido por el director, descubre el inmenso valor de la honestidad como herramienta de autoconocimiento.
argonauta
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6
26 de febrero de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este es uno de esos trabajos que despierta admiración por el enorme derroche de talento y trabajo puesto en cada escena. De nuevo, nos sentimos apabullados por la exquisita elaboración formal, que de forma hipnótica nos “engancha” al asiento. Son tantos y tan bellos los estímulos visuales, que resulta difícil zafarse de ellos para prestar atención a lo que se nos está contando. En pocas pinceladas comprendemos que el protagonista tiene que enfrentarse a una doble y asimétrica orfandad, lo que nos parece un recurso “facilón” para conseguir empatía con Hugo. A pesar del pretendido tono Dickensiano de las circunstancias, no llegamos a “conectar” del todo con lo que se nos cuenta, en especial, cuando se pretende “equilibrar” la tragedia personal del niño con un personaje “humorístico” y “bobalicón” interpretado por el actor Sacha Baron Cohen. Se hubiera necesitado un personaje cargado de maldad para contraponerlo a la inocencia y desamparo, y así hacer más creíble la situación. Un error no haber desarrollado el personaje del Tío Claude, magnífica y brevemente interpretado por Ray Winstone. De esta forma, las líneas principales de la acción parecen transitar por unos caminos de “corrección moral” que consiguen restar credibilidad a las circunstancias de los personajes, aunque uno de ellos sea el mismísimo George Melies. El director, Martin Scorsese, rinde homenaje a uno de los grandes pioneros del cine mundial, a través de un personaje interpretado con la fuerza y garantía habitual por Ben Kingsley, aunque sus silencios parezcan un poco impostados. El desenlace, tan previsible y dulzón, termina por finiquitar un trabajo que hubiera podido ser mucho más de lo que es, quedándose, de esta forma, en un acercamiento blando y luminoso al vitalista y tenebroso mundo de Charles Dickens.
argonauta
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7
30 de enero de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces, lo más difícil para hablar de los desafíos que presenta la vida es conseguir el “tono” adecuado. Este es uno de esos trabajos donde todos los elementos parecen converger en un “extraño” equilibrio; sin estridencias, con suavidad, se van presentando los hechos que llevan al personaje principal a una sala de quimioterapia. La banda sonora irradia suavidad y ternura, y actúa como contrapeso del trasfondo dramático de la historia. Todos los personajes se ven afectados “emocionalmente” por el descubrimiento de la enfermedad del protagonista. El guionista, Will Raiser, utiliza con agudeza e inteligencia sus reacciones para imprimir un tono “humorístico” que inunda de principio a fin la película. Lo más extraordinario es descubrir en esta historia la capacidad del espíritu humano para sobreponerse a las circunstancias más difíciles, sin negar la evidencia del sufrimiento que causa la enfermedad. Por eso, resulta reconfortante apreciar historias que saben conectar con nuestra fragilidad, y entender que, cualquier experiencia, por dura que sea, puede llevarnos a un sitio mejor que en el que estábamos anteriormente. La vida, como saben ustedes, es un puro milagro.
argonauta
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4
8 de enero de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos mujeres en busca de sí mismas a través de los fogones y en épocas distintas. Son dos historias que pretenden estar imbricadas pero que no llegan a conseguirlo. Como consecuencia de ello, parecemos asistir a dos películas en una, sin llegar ninguna de las dos a “llenarnos” del todo. Los dos personajes principales, sin embargo, están poderosamente interpretados por Mery Streep y Amy Adams. La primera recrea un personaje “arrollador” en simpatía, ingenuidad y arrojo. Con una voz “falseteando” constantemente, Mery Streep consigue despertar nuestra sonrisa una y otra vez, en sus andanzas por la Francia de postguerra, persiguiendo, en lucha feroz, un “sueño” personal. Amy Adams, que interpreta con solidez el personaje de Julie, se inspira en el sueño de Julia, para perseguir el suyo propio ya en nuestra época. Las historias carecen, sin embargo, de la suficiente “carga emocional” como para sentirse atraídos por ellas. Nunca llegamos a “sentir” un especial interés por los personajes por que no nos parecen demasiado “llenos” de vida, al menos, en lo que respecta a una buena “historia”. La ausencia de conflictos deriva hacia el tedio y, por desgracia, la escritura de un libro de recetas de cocina y un blog sobre el mismo tema nunca llegan a “encender” el fogón de nuestro corazón. No podemos dejar de pensar que todo hubiera sido distinto si Nora Ephrom se hubiera centrado en la historia de Julia Child, un personaje cuyas líneas vitales invitaban a un desarrollo mayor, eso sí, sacándola un poquito más de entre sus cacerolas. Lo sentimos, no podemos desearles “Bon Appétit”.
argonauta
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