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Críticas de AlvaroFaure
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Críticas 75
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
31 de enero de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tiene mucho del espíritu de Rivette, sobre todo en la relación entre las dos protagonistas y la casa en la que viven juntas, pero carece del misterio y del sentido lúdico y dinámico de su cine. Es imposible no pensar en Rohmer, de quien no solo recoge la ligereza y algo de su estilo único para los diálogos, sino que recupera a la protagonista de su maravillosa L'ami de mon amie, pero se desvía de sus intereses habituales y del resto de marcas de su cine.

No conozco demasiado de Jon Jost a estas alturas más allá de los títulos de algunas de sus películas, pero por la cantidad de influencias nada camufladas que hay aquí se puede interpretar fácilmente que es un cineasta con mucha pasión por el cine, lo suficientemente interesado por la obra de algunos autores como los que menciono para comprender realmente los entresijos de sus películas y saber cómo interpretarlos y adaptarlos a su creación de la manera adecuada.

Esta, como muchas de las obras de estos autores, es una película sobre la belleza en todas sus formas. La de un cuadro, la de un rostro, la de un lugar, la de una amistad... todo filmado con el cuidado, la atención y la dedicación de un cineasta que recorre las salas de los museos, las calles de la ciudad y las habitaciones de la casa con la misma fascinación que el empleado que, cansado del frenesí de los números que suben y bajan sin descanso, se detiene a contemplar frente a una pintura la extraordinaria belleza de lo inmutable.

En definitiva, con la misma fascinación que un apasionado del cine.
AlvaroFaure
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7
31 de enero de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película que literalmente no podría existir ni tendría sentido que existiese sin el Código Hays. Como si Sirk se dedicase simplemente a dejar que la censura por su cuenta le hiciese la película entera sin intervenir más que para complementar con su habitual talento en la dirección el sentido visual de estas ideas. Absolutamente todo lo que la hace enormemente divertida es justo todo lo que no se está diciendo y que a veces ni siquiera se sugiere con demasiado esfuerzo.

Una vez está planteado el tema a los 15 minutos de la película da igual si se molesta o no en dar a entender esto o aquello, simplemente es imposible que casi cualquier situación aparentemente normal no sea graciosa cuando eres consciente de la idea de fondo. Me imagino que debe de haber sido un auténtico dolor de cabeza para el censor de la época, incapaz de señalar un problema concreto pero perfectamente consciente de que nada de lo que había aquí estaba bien.
AlvaroFaure
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9
28 de enero de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Básicamente un drama de cámara ambientado en el Oeste que es una espléndida demostración (otra más a cargo de Boetticher) de que se pueden filmar este tipo de westerns oscuros y complejos dotando a los personajes de una fascinante dimensión moral sin lastrar la película con psicologismos baratos y falsa profundidad, un vicio muy común de quienes no pudieron o no quisieron asimilar las importantes lecciones de cineastas como Anthony Mann o de películas como esta, capaces de ir mucho más allá del mero y encorsetado estudio de personajes.

Me llama la atención la facilidad con que acomete constantemente –la mayoría de las veces casi por obligación económica– su depuración del western reduciendo todo lo que sabemos del género a un par de emplazamientos, a un par de caracteres y a un par de situaciones para hablar mejor que nadie y de una manera distinta de lo mismo que se habla aquí siempre, en donde hasta el personaje más cobarde y el asesino más sanguinario carga con una historia que ha hecho de él la persona que vemos y que, cuando no la conocemos a través de un par de diálogos sutiles que parecen no evidenciar nada, son sus acciones las que hablan de ello de manera muy elegante y velada.

Boetticher estructura brillantemente un metraje de solo 78 minutos comenzando con una larga y en apariencia irrelevante introducción que cimienta los otros contrastados y tensos dos tercios de una obra con una enorme economía de medios –una casucha ruinosa es un auténtico universo de posibilidades–, sustentada por su habitual expresividad a la hora de planificar y encuadrar para sacar el máximo provecho a un puñado de lugares y actores –construyendo recurrentemente suspense simplemente en base a cómo se observan, cómo se colocan o cómo se enfrentan en el plano dos personajes– y por su sensibilidad y su comprensión de lo que nos hace humanos, capaz incluso de lograr simpatía por el más cínico de los villanos.

A pesar de su fondo oscuro y de su estilo frío la envuelve un tierno y matizado optimismo. It's gonna be a nice day.
AlvaroFaure
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Soul
Estados Unidos2020
7,4
33.629
Animación, Voz: Jamie Foxx, Tina Fey
5
22 de enero de 2021
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
No conecto demasiado con esto, la verdad. Me hace gracia todo el debate que se generó en su momento con que si Pixar estaba descuidando a los niños haciendo películas para adultos. Esto es una película para niños –si es que existe algo así–, o al menos lo que la gente entiende que debería ser una película para niños hoy día, de hecho me parece que es una película aún más para niños que otras consideradas más infantiles como Toy Story.

Estoy de acuerdo en que los temas de fondo son cuestiones más maduras a las que ciertamente no se enfrenta un niño en su día a día, pero tampoco es que a un niño le quite el sueño el paso del tiempo como se presenta en Toy Story –y cuyo impacto nos pilló seguramente más mayores– ni creo que les sacuda demasiado el inicio de Up ni nada por el estilo. Estamos todos de acuerdo –porque se hicieron un montón de memes con esto– en que los temas maduros y para adultos siempre estuvieron ahí.

Lo que diferencia para mí esta película o Inside Out –que hoy en día tampoco me hace demasiada gracia– de otras como la mencionada Toy Story (casi todas las de Toy Story en realidad) o Monstruos S.A. es que la exposición de estos temas aquí es totalmente diferente (y más infantil diría de hecho). Las dos más recientes te escupen su discurso y te machacan con él desde el principio hasta el final de todas las maneras que encuentran posibles (explícitamente mediante reflexiones de los propios personajes, a través de metáforas y símbolos nada disimulados, diálogos, etc).

Y creo que esto es algo lícito precisamente porque es una película para niños y las reflexiones tienen que estar ahí de una manera más o menos accesible, pero echo un vistazo al mejor cine de Ghibli, donde las emociones y el discurso –si lo hay, que en realidad siempre lo suele haber, aunque no sea tan evidente– están tan delicadamente codificados en el entramado mágico y maravilloso que son sus películas y tengo que preguntarme si realmente es tan difícil llegar a eso. Demostrado está que se puede, pero requiere de un esfuerzo extra y de abandonar una fórmula industrial que trata de camuflar como marca de estilo lo que en el fondo me parece que en la mayoría de los casos solo es inercia.

Y no haría falta irse tan lejos, Toy Story tiene una línea de discurso muy evidente y aunque su mensaje se explicite en alguna ocasión jamás llega al punto de escupírtelo de manera tan directa y constante, sino que se llega a la sensación que ésta encapsula a través del viaje que hacemos con los protagonistas. Y no es que me guste que me compliquen las cosas o algo así, es que el efecto que deja en mí algo a lo que he llegado de una manera más o menos orgánica y progresiva a lo largo del trayecto que es la película me produce mucha más satisfacción y emoción que tropezar con ello a lo largo del metraje de esta forma.

Creo que tiene más valor llevar a un niño o a un adulto a sentir realmente que el valor de la vida puede estar en el regular old living, como se siente con fuerza en algunas películas que transmiten lo mismo, que simplemente contárselo de esta manera, como una revelación ajena a la que han llegado otros por las razones que sean. Y esa ha sido la gran asignatura pendiente de Pixar, un estudio que para mí a lo largo de toda su trayectoria solo en muy contadas ocasiones ha podido o ha querido trascender su calculada y milimetrada fórmula para contar algo que realmente desprenda vida. Qué le puede enseñar a alguien sobre la vida algo que carece de ella, pienso yo.

Sentiría que quizá es pedirle mucho a una obra o a una compañía que se proponen hacer películas divertidas y entrañables para niños, pero casualmente justo hace unos días volví a ver Totoro, que encaja totalmente en esta descripción y sin embargo es un milagro fascinante que sin hablar de nada concreto encapsula, recoge y transmite la más pura esencia de sentirse otra vez un niño, que no sé si lo será realmente pero se siente como uno de sus principales cometidos.

No tengo nada en contra de esto como tal, ya digo que me parece un enfoque lícito que a fin de cuentas simplemente no termina de conectar conmigo, pero de todas formas creo que, para hablar de todo lo que se habla aquí, tanto los niños como los adultos merecemos una película que nos deje sentirlo y entenderlo por nosotros mismos y no algo que nos lo exponga todo a través de discursos algo prefabricados y metáforas y conceptos socorridos y esquemáticos sobre almas perdidas y grandes compañías más allá de la vida y la muerte que carecen de la capacidad real y la esencia para afectar profundamente por más de un breve instante.

Aun así, igual es cosa mía. ¿Seguís pensando en esta película o por casualidad todo lo que sucedió aquí que nos conmovió y nos llenó de ilusión por un momento se fue apagando hasta desaparecer cuando terminaron de pasar los créditos? Un discurso sin alma, sin implicación, sin auténtica travesía, por muy fuerte que golpee... creo que a veces a fin de cuentas no dejan de ser solo palabras.
AlvaroFaure
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9
20 de enero de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre recuerdo lo desconcertantes que fueron mis primeros encuentros con el cine de Apichatpong. Los adjetivos que solía ver normalmente asociados a su nombre me habían empujado a pensar que sus películas, envueltas por algún critico u opinador muy ruidoso en este halo de cine autoral pretencioso y enrevesado, debían de ser de estas obras difíciles de atravesar e imposibles de comprender que exigen un gran esfuerzo al espectador por mantener la atención e interpretar su mensaje y sus intenciones.

Lo desconcertante viendo Syndromes and a Century o cualquiera de sus grandes obras es que no solo es imposible encontrar nada de esto sino que uno llega incluso a tener la sensación de que igual se está perdiendo algo porque lo que ocurre es exactamente lo contrario: lo que se suponía que era una obra pesada y cargada de ideas supuestamente posmodernas y extrañas con ínfulas de autor, planos de duraciones exageradas y demás vicios del estilo resulta que se trata en realidad de una cosa sencilla y apacible repleta de humor y ternura y envuelta en la más agradable y entrañable ligereza.

Es cierto que Apichatpong no reniega de algunos trucos narrativos y que siempre hay una gran carga conceptual en la mayoría de sus obras, pero el empleo de estos juegos y recursos, al igual que ocurre en el cine de Hong Sang-soo, más que el eje de la película funcionan como un añadido que refuerza, complementa o redefine la historia o el estado de ánimo que esencialmente se intenta construir y que para mí es el auténtico motor de estas obras y la más única e inestimable virtud de este cineasta.

En una de las mejores escenas de la película, un músico piensa que el joven monje con el que habla es la reencarnación de su hermano fallecido de cuya muerte se culpa. El monje, muy convencido, le explica que eso no puede ser porque él en su anterior vida fue otra cosa. El músico no le cree y le dice que solo quiere pedirle perdón y le ofrece un caballo de juguete que lleva consigo desde entonces, el cual el monje rechaza. Finalmente le entrega una copia de su último disco inédito y después de la conversación se marchan juntos.

La forma en que se captura esta entrañable conversación, otras tantas de la película, despojada de toda intensidad y de drama para dejar al descubierto la más sincera emoción, resume el talento de Apichatpong para combinar lo espiritual con lo cotidiano construyendo espacios serenos y plácidos a los que acudir no en busca de preguntas o de respuestas sino de la más plácida y reparadora calma, como a una tranquila ensoñación, dejando que el apacible respirar de la película nos acompañe a lo largo de la experiencia.
AlvaroFaure
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