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Críticas de Filiûs de Fructüs
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Críticas 37
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
24 de julio de 2010
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ahí reside la gran fuerza de 'Grupo Salvaje'. Bueno, no, también reside en muchos otros aspectos: en el reparto de auténtico lujo, un grupo de puros profesionales que no interpretan, simplemente ahí están, apoderándose de sus personajes y dotándoles de una vida que no desean. También uno puede fijarse en la tremenda BSO, especialmente en la escena en la que los habitantes de Agua Verde, quizá conscientes del futuro del grupo de Pike, les cantan como adiós 'La golondrina'. ¿Qué más se puede pedir? Ya que estamos una buena historia, y 'Grupo Salvaje' la tiene. Guión, fotografía, montaje, interpretaciones, dirección, todo está a un altísimo nivel, haciendo de 'Grupo Salvaje' uno de los westerns con más fuerza de la historia. Y uno de los más atípicos. La dirección y el montaje, ahí quería dirigirme. Sobria, elegantísima, la cámara de Peckinpah está en buenas manos. Pero lo que de verdad impresiona es su montaje. El montaje definitivo. Y para comprobarlo podemos visionar cualquier tiroteo de la película y, sencillamente, disfrutar. El final es antológico, un prodigio, uno no tiene palabras para explicar lo que está viendo. ¡Qué dominio!¡Qué bien llevado está! Lo dicho, el tiroteo final me parece de lo mejorcito que he visto nunca en cuando al montaje del mismo.

Pero ciñéndonos a la historia, que es lo que nos importa. Al principio del film, y a modo de presentación actoral, vemos como el grupo de forajidos con el que acabaremos empatizando llegan a un pueblecito. Pasan por delante de unos niños. Ellos ríen, parece que realmente son felices, que disfrutan. Peckinpah nos acerca un poco más hacia esos niños, de mirada inocente, casi angelical. El pasatiempo que vemos es desgarrador, se dedican a lanzar escorpiones a un nido de hormigas. Los escorpiones son grandes, y mucho más fuertes, pero nada pueden hacer al final con una enorme multitud de hormigas (1). Al final los niños queman lo que queda de escorpiones y hormigas. Después del primer tiroteo y con nuestro grupo salvaje ya lejos del lugar del suceso, los niños vuelven con tranquilidad a la calle, juegan a que se disparan, nos disparan a nostros, a los espectadores. Esos niños beben de la violencia, la ven como un juego. ¿Y cuando crezcan? Pike y su grupo también fueron niños. Y puedo apostarme lo que sea que también mamaron de la violencia de su infancia. Por eso ahora no entienden otro modo de vivir la vida.

Sigue en spoiler:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Filiûs de Fructüs
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8
5 de julio de 2010
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay muchos autores que utilizan recursos técnicos para hacer al espectador partícipe completo de sus películas. Uno de los más conocidos y aclamados cineastas que hacen uso de ello es Roman Polanski (compatriota de Kieslowski, por cierto). Polanski juega mucho con el espectador, un juego de vouyerismo. Mediante ventanas de un baño lejano, ojos de cerradura, mirillas, etc. consigue crear entre el público que visiona sus películas un cierto aura de malestar, un sentimiento unánime de fisgonería, que, por otro lado, también es atrayente. ¿Quién es el verdadero mirón? ¿El personaje ficticio de la película que mira a escondidas por la ventana o el espectador que sigue, paso a paso, el desenlace de la acción que lleva a cabo el personaje? ¿Quién no recuerda al personaje de James Stewart en 'La ventana indiscreta', con su escayola en la pierna, su silla de ruedas y sus tardes prismáticos en mano?

Kieslowski también quiere que nos metamos en el papel de Tomek, un joven de 19 años que está obsesionado, desde hace ya un año, con su vecina del edificio de enfrente. Controla todos sus movimientos, se pone el despertador a la hora en que ella llega a casa, la acosa mediante falso correo, e incluso trabaja de lechero para poder dejar la botella de leche delante de la puerta de Magda, su obsesión. El joven y tímido Tomek, armado con un pequeño telescopio se dedica a seguir la ajetreada vida de Magda, sigue de cerca sus desilusiones, sigue de cerca sus relaciones con una multitud considerable de hombres, sigue de cerca todo.

Con un pulso y una precisión magistrales, Kieslowski hace que vivamos cada suceso como si fuera en nuestra piel, casi parece que podamos tomar las decisiones del pobre Tomek, de mente frágil e insegura. Con un ritmo pausado pero para nada soporífero nos vamos introduciendo en un drama considerable, en la siempre triste desazón de aquél que ama sin ser correspondido. Finalmente, un buen día, Tomek, decide contarle a Magda su pasión desmesurada, aún sabiendo que ni para él tiene demasiado sentido más allá de la simple obsesión. Entonces empieza la truculenta y extravagante relación entre el voyeur y la víctima del observismo desmesurado. Ella también es una mujer débil, solitaria. Siempre ha tenido a los hombres que ha querido, pero siempre se ha sentido sola, desgraciada. Ello lo podemos constatar en la magistral escena de cuando se le cae la leche en casa, presa de la desesperación, dejando que se vacíe lentamente, pasando su mano lentamente por la leche derramada encima de la mesa. La extraña pareja ha entrado en un bucle difícil de analizar. Son dos personajes tremendamente complejos, tremendamente ambiguos, dotados incluso de cierta frialdad para con su entorno. A medida que avanza el relato, uno está enteramente metido en él, alienado de todo lo que le rodea, sintiendo incluso la constatable aceleración de los latidos de su corazón. Un final magnífico, aunque algo idealista y feliz, pone la guinda al pastel cocinado por Kieslowski.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Filiûs de Fructüs
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9
19 de mayo de 2010
34 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Enigmática película cuyos temas están basado en experiencias personales de los dos guionistas: Hans Janowitz y Car Mayer.

El checo Hans Janowitz paseaba por un parque de Reeperbahn buscando una joven que le había llamado la atención, cuando de repente en un parque vislmubró una figura imprecisa en la oscuridad que hizo que la joven desapareciera. Al dia siguiente los periódicos informaron de un crimen sexual en un parque. Hans decidió ir al funeral y en él sentía constantemente la presencia amenazadora del asesino.

El otro tema no adquiere visos tan dramáticos pero sí inquietantes. Tiene como protagonista el coguionista Carl Mayer y sus experiencias con un psiquiatra durante la I Guerra Mundial.

Ante tales precedentes los dos guionistas deciden unificar sus historias y después de elegir el nombre del protagonista, Caligari (de la obra “Las cartas desconocidas” de Stendhal) presentan su historia al director, Robert Wiene, el cual hace una extraordinaria simbiosis de los temas y decide contar la historia a través de la fantasía de un loco. El resultado es excelente desde todos los condicionamientos cinematográficos.

Esta trama, en la que se ha querido ver una premonición del nazismo desde la perspectiva de Alemania surgida de la guerra (Caligari sería el Estado y Cesare, el sonámbulo, el asesino del pueblo bajo órdenes estatales) podría entenderse como una película antiautoritaria, aunque claro, eso ya es según la vista de cada uno.

Si la película tuvo un gran impacto y reputación en su época (y porqué no, actualmente aún puede gustar, es un film imperecedero) fue en GRAN parte gracias a esos decorados expresionistas que surgieron de la mano del diseñador Alfred Kublin y a la claustrofóbica música que la acompaña.
Los decorados están pintados en dos dimensiones claramente cubistas y góticos, tienen a su vez un estilo muy teatral; con muros inclinados, chimeneas oblicuas, pasadizos, puertas barridas por el viento, todo para darnos esa sensación de mal rollo, esa sugerencia de angustia y locura que emana de por todos lados.

La versión original fue coloreada con verdes, marrones, azules para darle un aspecto aún más dramático.

Obviamente, hoy en día, El gabinete... se contempla con dificultad, no sólo por su silencio (cine mudo) sino por su teatralidad y guión un poco confuso, junto con las exageraciones típicas de los actores de esta época.
Filiûs de Fructüs
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7
19 de mayo de 2010
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya de entrada, fijándonos en los intérpretes, nos entra cierta buena impresión. Y es que si juntas a Alec Guinness, a Herbert Lom y a Peter Sellers en una película puedes estar seguro que algo bueno saldrá de ello, y oiga, sí que sale.

Vamos por partes. Quizás el título (inglés) os suene de algo, ¿alguien recuerda el film “The Ladykillers” de los hermanos Coen y que contaba con Tom Hanks como protagonista? Pues bien, era un remake de ésta pequeña joyita del 1955; un remake bastante sosete y bastante inferior al cine al que nos tienen acostumbrados los Coen.

El film, gira alrededor de cinco atracadores (interpretados por Alec Guinness, Herbert Lom, Danny Green, Cecil Parker y Peter Sellers) que utilizan la casa de una anciana para planear un atraco, simulando que son un quintento de cuerda y tienen que ensayar cada día. En realidad, todo el film gira alrededor de la anciana. Aunque sería más apropiado decir que prácticamente toda la trama gira alrededor de la casa donde vive la ancina y se aloja el Coronel Marcus, el personaje interpretado por Alec Guinness, con unos personajes que rozan la caricatura, sobretodo los atracadores (cada uno interpreta a un personaje diferente pero llevándolo al terreno del “cartoon”, el Coronel interpretando un personaje vehemente y con “tics” que recuerdan a los genios del cine mudo, Lawson One-Rown un gigantón de pocas luces, Louis con una pinta de gangster de medio pelo, el mayor Courtney compone un ladrón asustadizo, y curiosamente el personaje de Peter Sellers es el que menos caracterizado está), prácticamente todos ellos interpretan una caricatura de ellos mismos.

Todo ello sazonado con una magnífica puesta en escena, en la que todo confluye a la perfección y con ése humor inglés tan negro y que tanto nos gusta. McKendrick nos muestra un retrato cáustico, corrosivo, de la Inglaterra victoriana, de un Londres típico, neblinoso. La mayor parte del film está rodada en interiores, ya sea la casa de la anciana Wilbeforce, como la estación de tren o la comisaría; pero es en los momentos clave y más interesantes de la película en los que el rodaje es en el exterior, por ejemplo, la genial media hora final, que pone la guinda a un proyecto muy divertido en su defecto -e infinitamente superior al remake de los Coen-.
Filiûs de Fructüs
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8
19 de mayo de 2010
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fresas salvajes nos introduce de lleno en la mente de un laureado y pedante doctor que tiene que asistir a su jubilación y que a lo largo del viaje hasta la universidad donde se desarrollarán las honras (que decide a última hora realizar en coche tras un extraño sueño, uno de los puntos clave del film, un clímax justo al inicio) hace un recorrido interior por lo que ha sido su vida.

Una vida llena de altibajos. Para la mayoría, normalmente conocidos del doctor (como puedan ser los que llevan la gasolinera o los tres alegres viajeros que les acompañan fortuitamente) fue un gran hombre, inteligente, de unos modales exquisitos y unas formas intachables.
Pero no para su hijo, que le odia, ni para su nuera ni siquiera para la persona que más le conoce y más ha tenido que batallar contra su carácter, su ama de llaves.
Todos ellos coinciden en que el doctor siempre fue un hombre frío, extremadamente egoísta, solitario y sin una pizca de sensibilidad.

Bergman nos muestra el ocaso de un hombre soberbio, disciplinado y duro, pero que también evoca momentos de ternura de su juventud, en su casa de verano. Es una dualidad que probablemente se encuentra dentro de cada uno de nosotros, pero que es difícil retratar con la maestría y sensibilidad que Bergman lo hace aquí.

Así, a caballo entre lo real y lo surrealista, nos muestra las debilidades de un hombre fuerte, severo, pero que a la vez contempla como se le ha escapado la vida de entre las manos sin haber demostrado que es una persona tan capaz de amar como cualquier otra.

Todo ello adornado por una extraordinaria interpretación (especialmente la del protagonista Victor Sjöström) y un manejo magnífico de las sombras y las luces en una época en la que los medios, evidentemente, no eran los de ahora.

En resumen, un film muy entretenido que nos habla de la degeneración de las personas, muy avanzado técnicamente (estamos hablando del 57) y que ahonda en lo más profundo de las personas.
Filiûs de Fructüs
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