Podría resaltar la excelente fotografía del film, y la no menos excelente iluminación, cuando ambas de la mano otorgan una increíble verosimilitud a esta maravillosa historia. Me encantan las películas cuyos recursos cinematográficos son verdaderos protagonistas...
Pero hay un aspecto que llena de principio a fin la cinta, desde los créditos de producción iniciales hasta los créditos de localización finales.
Las interpretaciones... las de todos!!! De este majestuoso mérito no se libran ni los extras.
Pero estaremos de acuerdo en que durante 97 minutos hemos sido testigos de dos actuaciones maestras, de enmarcar en pan de oro, de pasar a los anales de la historia. Reilly y Coogan tocan el cielo, y de hecho, habitan ya en él.
Personalmente, como fan del Sr. Reilly, debo decir que cuando crees que nada puede mejorar, se materializa el milagro de algo mejor.
Cuántos momentos mágicos le debo al Cine!!

En todas mis críticas, al menos en las que se da el fenómeno, digo lo mismo... Amo los Silencios en el Cine!!!!
Mrs. Close habrá necesitado, al acabar este rodaje, de intensas y numerosas sesiones de Pilates, porque ella solita ha llevado tooooodo el peso del film en su fornida espalda. Toda una mujer, cuyas dotes seductoras nunca han residido en su físico, aunque yo encuentro bellísima su nariz, sino en toda esa magistral gama de silencios que nos ha regalado a lo largo de taaaantos años. Ni siquiera en "Atracción Fatal" (1987), por razones obvias. Yo la encontré enteramente bella en "The Natural" (1987), la primera película favorita de mi vida.
En este film habla por los codos, no para de platicar mostrando el papel de esposa fiel, abnegada y solícita, leal colaboradora de su egoísta marido, un Jonathan Pryce que está fenomenal también. Pero a mí me ha interesado más el personaje que ha mostrado en sus silencios, en su mirada, mostrando contenciones de emociones como bombas nucleares, esquivando miradas con esos pequeños ojos azules que tiene de los que saca un partido brutal. Hay un momento, hacia el final del film, en el que detona esas contenciones, y por un momento la película decae, sin ni siquiera crear tensión verdadera. Me dio miedo. Pero duró un instante. En seguida regresaron sus pequeños ojos azules, su enorme boca y su fuerte mandíbula para seguir interpretando su papel, para seguir narrándonos su historia.
No he podido evitar tener en mente, durante todo el film, ese bestial final de "Las Amistades Peligrosas" (1988), con ese largo y muy elocuente silencio de esta SEÑORA, porque se me ha grabado como standard de dicho recurso.
Mr. Runge efectúa una puesta en escena impecable, sin que se me ocurra nada más que decir de él, salvo que aporta ese atractivo toque escandinavo, es decir, que lo discreto no está reñido con la calidad.
No recuerdo la Banda Sonora... mal asunto.
No me ha gustado la forma en la que se ha mostrado el trauma del hijo de los protas... histriónica a más no poder.
Por último, hay un elemento que me ha recordado a una mosca en mi plato de sopa... los Flashbacks. A mi humilde e ignorante modo de ver, sobraban, porque valoro más nuestra capacidad de intuir, y porque provocar la intuición es más... artístico? Ha habido, en el guión, cierta insistencia en que nos quedara muy clarito, bien masticadito y regurgitado, el durmiente secreto que habita en los protagonistas. Esos retrocesos en el tiempo lo son también en el film. Menos mal que de vez en cuando regresaba Mrs. Close para mantener viva la película.
Por cierto, ya que usas flashbacks, muestra en ellos el origen del trauma filial... era la oportunidad ideal.
Bueno, en fin, que la película está bien, con altibajos innecesarios, demasiado académica y cobarde para mi gusto, pero con un dúo interpretativo que compensa.

Madre mía!! Qué película tan bonita!!
A mí me encantan estos films que expresan tanto con tan pocas palabras... pero de qué manera tan precisa manifiestan sus emociones estos personajes, gracias a interpretaciones tan brutales.
La historia y su correspondiente guión me han parecido espectaculares, y el ritmo y los tempos tan milimétricos te mantienen pegado a la pantalla. No sólo el ritmo, sino todo lo demás... la banda sonora, que encaja como un guante en esta historia de silencios, de heridas de guerras que se han evitado. Nada como la música clásica de Mozart y de Bach, para EXPRESAR. Y si a eso le añades el mágico saxo de John Coltrane, pues ni te digo.
Tenía que ser música clásica y jazz, pero también tenía que ser blanco y negro. No sabría explicarlo técnicamente, pero si lo que quieres es que se preste atención a las expresiones, has de utilizar blanco y negro, tal y como me pasa a mí con las fotografías de aficionadillo que hago, siempre en blanco y negro cuando se trata de retratos.
Puesta en escena excelente, montaje magistral, y una realización bellamente académica, impecable y siempre en busca de las miradas, de los gestos y de los movimientos. Si prestas atención a las frases, aprendes pero poco. Si prestas atención a la expresión de los actores, te inundas de información. Pero ese trabajazo interpretativo pasaría más desapercibido si no fuera por esos maravillosos planos, esa cámara estática que deja fuera de plano a personajes pero manteniéndolos presentes, esos primeros planos del silencio, esos primerísimos planos de la duda o la inquietud. Esas escenas finales del deseo, y ese largo plano final que expresa la determinación y la sabiduría adquirida.
La vi hace unas tres horas, y aun se proyecta en mi mente, de principio a fin. No la olvidaré fácilmente. Es que no la quiero olvidar nunca.

Voy a realizar la dura tarea de apaciguar mi euforia, mi indignación, mi tristeza, mi innegable parcialidad en films de este género, y las inalienables moral y humanidad del Hombre como especie, que resulta inevitablemente mancillada por el relato.
Es imprescindible iniciar la crítica con las impecables y majestuosas interpretaciones a las que ya nos tiene acostumbrados el cine argentino, en especial desde que cuenta en su plantilla con la Presencia de Ricardo Darín, verdadero tronco central de la película, cuyas ramas, más que brotar de él, desembocan en el actor principal como afluentes de un largo y caudaloso río.
La puesta en escena es otro de los protagonistas de la obra, que junto a una más que decente banda sonora, mantienen en todo momento tensión y asombro. Para todos aquellos habitantes del planeta que en el momento histórico de los acontecimientos descritos, es decir, el juicio, miramos hacia otro lado, la estupefacción y la emocionante curiosidad ante el desenlace nos mantiene, no despiertos, sino expectantes.
Una vez más, como suele ocurrir con las obras de este género, el judicial, tenemos que agradecer al Cine una información histórica, más allá de cuestionar su rigor, embellecida para bien y para mal. Una fuente de emociones que no dejan indiferente a nadie, para bien o para mal.
En el territorio cinematográfico, hostil y vulgar, sólo brillan pequeñas lagunas, insignificantes charcos repletos de luz y vida, en los que se refleja el cielo. En los que se refleja el talento.
Para bien... o para mal de algunos.

Del Paraíso cinematográfico del Dios Pablo Larraín nos ha brotado esta miniserie técnicamente impecable y artísticamente muy digna.
La historia atrapa inevitablemente, porque han sabido mantener la intriga y la curiosidad del espectador muy vivas, segundo a segundo. Seis capítulos que transcurren en una exhalación, con un añadido y magistral uso de la cámara a un ritmo vertiginoso. La steadicam moviéndose al compás de los personajes, en movimientos nítidos y muy expresivos, seguidos por innumerables zooms pausados, como el desarrollo de la historia. Primeros planos bellos y enfoques de maestro.
Las interpretaciones, sobresalientes la mayoría de ellas. Veo en los realizadores chilenos un don muy especial para la puesta en escena.
Y en un acto de valentía, al estilo de Haneke, dejan la trama sin resolver, porque desde el primer capítulo ya hemos tomado partido, sea cual sea. Porque en realidad la serie narra conflictos, de esos que da igual quién sea el culpable.
Solo importan las víctimas vivas. Los daños colaterales de la preocupante ausencia de comunicación y de empatía que asola a la Humanidad.