Aunque las cosas que tengo claras acerca del argumento de esta peli son como una diminuta isla en medio de una inmensa laguna, lo cierto es que no me ha dejado indiferente, ni me ha aburrido, ni me ha desagradado.

Prueba de ello es que si alguien me la explicara detalladamente yo sería todo oídos.

De hecho he entrado corriendo aquí a ver si encontraba esa explicación...

Y no creáis que me he congratulado con el hecho de que andéis igual de desorientados que yo...

Más bien he pensado, joder, con lo listos y entendidos que parecemos todos por aquí y no hay tan sólo una persona que haya llenado un spoiler con una explicación convincente...

La valoración de la película poco o nada me importa (le dejaré un 5 neutral) porque poco puedo valorar sin haber entendido mucho.

Lo que sí he comprobado es que la gente se ofende muchíiiiiisimo por sentirse tonta.
... Y esa no parece la actitud idónea para poder aprender nada.

Cuando te pones a ver un clásico que todo el mundo te ha dicho que es el no va más, automáticamente pones el listón por las nubes, esperando asistir a algo fuera de lo común. En el caso de "La mujer del cuadro", no sólo he asistido a algo fuera de lo común, sino que además he visto los 5 minutos finales de película más geniales que recuerdo. Lo que me sorprende es que haya quien vea semejante guinda de genialidad como un pero, porque son precisamente esos 5 minutos los que separan una obra de culto de una obra de arte.

Edward G. Robinson es el ser humano perfecto para ser diseccionado ante la cámara. La habilidad de Lang para trazar su personaje en apenas dos escenas es tan certera que nos permite sumergirnos en la trama de inmediato, y comenzar el viaje a los infiernos de ese tipo aparentemente bonachón, refinado y crepuscular.
Guiado por sus instintos el personaje se tornará apasionado, temerario y calculador.

Y luego llega ese final absolutamente magnífico sobre el que sería pecado no opinar en el espacio reservado al spoiler...

Kirk Douglas, ese pedazo de actor que se ponía el pantalón por encima del ombligo porque su verdadero ombligo estaba en mitad de su barbilla, protagoniza magistralmente esta peculiar historia fronteriza.

Fronteriza no sólo por enmarcarse en Nuevo México, sino también por esa frontera entre la vida y la muerte a la que se enfrenta Leo, un hombre atrapado en una mina, que desencadena la historia.

Y una frontera entre los límites de la prensa, cuando ésta no se limita a relatar la realidad, sino a alterarla.

Y una frontera marcada entre la ambición personal y el sentimiento humano entre los que se debate el protagonista de la historia.

Poco importa qué valioso mineral pudiera hallarse dentro de esas minas indias, porque lo que es seguro es que Billy Wilder convierte en oro todo lo que toca.

Film muy recomendable para aquellos quienes disfruten también con los ataques epilépticos, o cerrando los ojos y dando vueltas sobre sí mismos durante 2 horas y media sin descanso.

Gilliam consigue introducir 10 genialidades en cada uno de los fotogramas por segundo de la peli, con lo cual él estará muy orgulloso, pero yo personalmente he terminado de ver la película con náuseas y alucinaciones.

El 3 que le he puesto se debe a esa ambientación que toda película de ciencia ficción requiere. Aunque es barroca hasta decir basta, creo que es el punto fuerte y más logrado, y lo que tiene sorbido el seso a todos los que ven en este bodrio una obra de culto.
Y si es un bodrio es porque la capacidad narrativa, los diálogos y las interpretaciones del film son deplorables.

En cuanto a las múltiples interpretaciones que se le pueden dar a la película, creo que en concreto se le pueden dar 130 interpretaciones, una por cada inconexo minuto de film que va transcurriendo de manera interminable.

El tal Jonathan Pryce y su estúpido enamoramiento tampoco convencen. Además no paraba de verle un insoportable parecido con Ramón Arangüena. Comparar a este menda con el John Hurt que interpreta a Winston Smith en 1.984 me parece un grave insulto.

Y lo que ya acaba de rematarme es que la gente se felicite por la aparición de De Niro. En sus dos breves apariciones apenas se distingue un frondoso bigote que bien podría pertenecer a Kevin Kline o a Tom Selleck... yo hasta lo dudo.

Cuando la vi por primera vez, no me gustó. El otro día le volví a dar una oportunidad y la verdad es que quedé muy impresionado con la primera media hora. Los dos chavales sencillamente lo bordan y las escenas son como pinceladas que poco a poco nos dejan ir viendo el cuadro de la historia. Impecable.

Pero cuando la película me tenía totalmente contra las cuerdas comenzó a desinflarse y a retroceder, entonces recordé por qué no me había gustado la otra vez, porque volví a experimentarlo.
De repente los niños empiezan a irse a un segundo plano y aparecen sus padres acaparando la historia y tirándola por tierra.
Porque toda la riqueza que desbordan los personajes poliédricos de los niños, dan paso a unos personajes totalmente planos y estereotipados. Y eso que las interpretaciones de los padres son muy correctas, pero el problema está en el guión. El bueno que parece malo y el malo que parece bueno empiezan a ocupar la pantalla y, mientras, "El Bola" que se nos va rodando cuesta abajo, porque el film ya no levanta cabeza. Incluso yo creo que Achero Mañas se da cuenta y la peli termina de forma súbita y precipitada porque ya no hay quien salga de ese laberinto.

Quiero hacer especial hincapié en el patético trazo grueso que hay en el personaje del padre de Alfredo, el que hace tatuajes. Parece como si Mañas dijera "oye, que hay gente cubierta de tatuajes hasta las cejas que es de puta madre". Quizá esa apreciación le viniera bien a mi abuela, pero mi abuela hace ya tiempo que sólo ve las de "Cine de Barrio".

Precisamente "Barrio" de Fernando León tiene un aire parecido y es mucho más redonda.