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España España · Barcelona
Críticas de Rómulo
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Críticas 355
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
2 de abril de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Madame Marguerite

Florence Foster Jenkins fue una extravagante dama estadounidense de familia adinerada fallecida en 1944 y que adquirió gran fama en su época por razón de una obcecada u obsesiva peculiaridad ciertamente insólita que este cronista no les va a desvelar.
Pues bien, basada en estos hechos, el director francés Xavier Gianoldi realizó, hace una par de años, esta formidable película que yo acabo de ver. "Madame Marguerite" mereció cuatro premios César -de once nominaciones- en la 41 edición de la Academia del cine francés. Uno de ellos fue para la actriz, también francesa, Catherine Frot a la mejor intérprete femenina por su formidable trabajo en esta interesantísima cinta.
Gianoldi convierte a Foster en la baronesa Marguerite Dumont y la sitúa en Francia después de la Primera Guerra Mundial. "París era una fiesta" -así titula Hemingway una de sus novelas- en los alegres y despreocupados años 20. Francia y Europa entera desean olvidar los horrores de la guerra y la Ciudad de la Luz se convierte en un avispero de pintores, escritores, poetas, músicos y artistas de todo género llegados de los cinco continentes. París labora en el día pero al caer la noche sale, se divierte, abarrota los numerosos centros nocturnos entre confetis, burbujas de champán y baila al ritmo frenético que impone la moda de una música nueva. Durante la década prodigiosa nacerán revolucionarios movimientos en las distintas manifestaciones de las artes. Algunos morirán con la misma rapidez con la que vieron la luz y pocos sobrevivirán hasta nuestros días. Será el gran crisol o laboratorio de pruebas en un intento desesperado por enterrar un pasado doloroso y cambiar la concepción que del arte se había tenido hasta ese momento.
En este excitante y vertiginoso campo de cultivo transcurre la versión de Gianoldi. La historia de Marguerite oscila como un péndulo entre la comedia y el drama, el vodevil y la sátira más cruel. El espectador ríe a carcajas en algunos momentos pero esa misma risa queda en otros congelada para convertirse en un rictus amargo de infinita tristeza. La ambición, el desmesurado afán de protagonismo, el poder del dinero, la adulación interesada, la soledad y la incontenible necesidad de sentirse amado, la delgada línea que separa la dignidad del ridículo o el triunfo de la fama y su inevitable caída se dan cita en esta historia. "Madame Marguerite" es una caja de música con muchas resonancias, tal vez demasiadas en mi humilde opinión pero, a pesar de ello, no logra empañar las innumerables virtudes que acumula.
La ambientación, la música, el vestuario, su bellísima fotografía, una espectacular puesta en escena y, sobre todo la sublime interpretación de Catherine Frot, son razones más que suficientes para no perderse esta singular película con la que me lo he pasado en grande.
Y todos aquellos amantes de la ópera y de la música clásica tendrán la oportunidad de deleitarse con una nutrida selección de las arias más populares, desde Mozart a Wagner pasando por Leoncavallo, Bellini o Verdi, así como con deliciosas composiciones barrocas de Purcell, Vivaldi o Bach. Siempre y cuando, claro está, las desafinadas cuerdas de la baronesa no interrumpan nuestro apacible disfrute.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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8
31 de marzo de 2018
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La suerte de los Logan (Logan Lucky)

¿Quién no ha visto alguna vez una película o serie del estadounidense Steven Soderbergh? Verán, este hombre conoce el oficio como pocos y sus realizaciones llevan impresas una muy particular manera de entender el cine, lo que le hace diferente y especialmente reconocible. Es director, productor y editor de cine, televisión y fotografía, guionista y actor. Como carta de presentación no está nada mal ¿no creen? Y entre muchos otros importantísimos premios y reconocimientos conviene destacar que, en su ópera prima "Sexo, mentiras y cintas de vídeo", ya ganó la Palma de Oro en Cannes en la edición de 1989 y en el año 2000 el Óscar por "Traffic", ambos galardones a la mejor película.
Pues bien, su último trabajo, "La suerte de los Logan", supone también una gran suerte para todos aquellos que amamos el buen cine sin distinción de géneros. Primero porque el guion es muy original, sumamente divertido, no chirría ni desfallece en ningún instante, los diálogos son desternillantes, destilan veneno en estado puro y no están exentos de una buena dosis de crítica inteligente y mordaz que apunta directamene al corazón del sistema norteamericano, en donde las corruptelas son moneda de uso corriente en muchas de sus instituciones y actividades de todo tipo ya sean públicas o privadas. Y después, porque posee esa saludable brisa de cine clásico que tanto le gusta a Soderbergh, cuya fotografía me recuerda los colores vivos y luminosos de las películas de mi infancia. Apoyada en un guion sencillo pero muy eficaz, maravillosamente trazado, va directo al grano, no se entretiene buscándole tres pies al gato, con el único objetivo de contar una historia liberada de todo artificio que distraiga la atención de espectador.
Buena parte del éxito de esta brillante farsa recae sobre Daniel Craig, actor británico que saltó a la fama como el último James Bond, demuestra aquí sus dotes de extraordinario interpretando a Joe Ban, un atracador pirado especialista en explosivos que cumple condena en una cárcel de la América profunda en Virginia Occidental. Junto con él, Chanin Tatum y Adam Driver como los hermanos Jimmy y Claide Logan, un par de fracasados sin otro futuro que no sea el de ir tirando, herederos de un pasado familiar tan deprimente como desgraciado, con fama de gafes en todo el condado y de los que no se fiaría ni un escolar del colegio de san Ildefonso, pergeñan uno de los golpes más estrambóticos y rocambolescos que yo recuerde, con tantas posibilidades de éxito como las de un paralítico en la final olímpica de los 100 m lisos. El resto de los actores que forman parte de esta santa cofradía de la buena estrella están perfectamente esbozados y completan una de las bandas más incompetentes en toda la historia de la Unión Americana.
Y si ustedes, mis improbable lectores, desean pasar un buen rato y les pica la curiosidad por saber en qué termina la temeraria aventura de esta explosiva pandilla de histriónicos descerebrados, tendrán que ir a verlos. Estoy convencido de que no se arrepentirán porque "La suerte de los Logan" en una deliciosa, irreverente y desmadrada comedia que deberíamos apuntar, una vez más y para nuestra fortuna, en el haber de este genial cineasta que es Soderbergh.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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8
26 de marzo de 2018
1 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gorrión rojo (Red Sparrow)

Hace cuatro años el novelista estadounidense especializado en novela negra Jason Matthews inició una espléndida triología de espías con el título de "Gorrión rojo", cuya última entrega ha visto la luz muy recientemente. Se da la circunstancia -ciertamente feliz en este caso- que Matthews fue durante muchos años agente de la CIA, por lo que no cabe duda de que este hombre sabe muy bien de lo que habla y que muchas de las peripecias que relata pertenecen a experiencias vividas en carne propia y narradas en la línea de las mejores novelas de John le Carré.
De forma que el director Francis Lawrence, basado en la triología de Matthews, ha filmado con el mismo título una potente y brillante película a la que no resultaría excesivamente arriesgado compararla con la magistral "El espía que surgió del frío".
Y buena parte de esta poderosa puesta en escena se debe a la intervención de una bellísima, atractiva y gran actriz de apenas 27 años que responde al nombre de -no le une parentesco alguno con su director- Jennifer Lawrence. Ella es el alma de la cinta. Alma y carne viva en una milagrosa simbiosis que destila a manos llenas el embriagador veneno de la seducción, dejando al espectador indefenso ante el encanto y talento de esta maravillosa criatura.
"Gorrión rojo" no recurre al muy trillado procedimiento de atiborrar la narración con espectaculares persecuciones por tierra, mar y aire, o interminables y zigzagueantes carreras de coches que acaban por aturdir al auditorio. No, el admirable ejercicio de contención que ejecuta Francis Lawrence responde a un estilo narrativo mucho más sobrio y reflexivo, más turbador e incisivo, mérito que distingue y hace diferente a esta cinta de otras de su mismo género. Contiene una realidad pavorosa, no nos ahorra escenas de una truculencia y crueldad casi insoportables y, sin embargo, es difícil dudar de su autenticidad en un mundo en que los altos intereses de la política no se detienen ante insignificantes dilemas morales que puedan frenar el funcionamiento de su engrasada maquinaria.
La Guerra Fría ha cobrado un nuevo impulso, ha vuelto con renovada virulencia a ocupar un lugar preferente en la escena política de la Rusia de Putin y la América de Trump. Los servicios secretos y de inteligencia de ambas potencias reanudan su soterrada y diabólica partida de ajedrez. Y yo que ustedes no renunciaría a saber qué clase de métodos se emplean en las nauseabundas alcantarillas del poder, donde las ratas se mueven con total y recalcitrante libertad.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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8
20 de marzo de 2018
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El instante más oscuro (Darkest Hour)

"¿Tiene enemigos? Bien, eso quiere decir que usted ha defendido algo con convicción, en algún momento de su vida." Wiston Churchill

En 1940, Wiston Churchill, con 66 años y una vez destituido Chamberlain, es nombrado Primer Ministro y, sobre los hombros del eterno cascarrabias recaerá toda la responsabilidad en los días más sombríos y difíciles que tal vez haya atravesado Gran Bretaña en el último siglo. La película transcurre en los días que preceden al milagroso desalojo de 300 mil soldados ingleses -prácticamente la totalidad del ejército británico- de las playas de Dunquerque, completamente cercados por las tropas alemanas y sin posibilidad de escapatoria. Una numerosa flota de barcos civiles -estrategia ideada por el propio Churchill -cruza el estrecho, se lanza al rescate y consigue su casi imposible propósito en uno de los episodios más extraordinarios e inverosímiles de la historia de ese país. Ello suposo la salvación de la casi la totalidad del ejército y una inyección de fe y optimismo que levantó el ánimo tanto del Gobierno como del pueblo británico para iniciar así una resistencia heróica y en solitario en el momento en que media Europa está rendida y atrapada bajo las afiladas garras del nazismo.
Sin embargo, cuando Churchill accede al poder, debido a su tozudez, irascible carácter y, en buena parte, al desastre que supuso la batalla de Galípoli en 1915 de cuya derrota fue responsable directo, no cuenta con la simpatías del Rey Jorge IV, ni del Parlamento y ni siquiera de su propio partido. Ha cometido errores pero Chuchill es un hombre honesto y jamás ha faltado a la verdad. Contra viento y marea y con la inquebrantable fe de sus convicciones evita firmar cualquier tratado de paz con la Alemania de Hitler y decide luchar hasta las últimas consecuencias. Lo que pasó después, a pesar del sufrimiento y el coste de vidas que padeció el Reino Unido, dio la razón al gran estadista.
La actuación de Gary Olman, metido hasta los tuétanos en la piel del político, es sencillamente asombrosa. Reproduce cada gesto, cada mirada con increíble veracidad, ayudado por una prodigiosa caracterización que lo convierte en la imagen misma del personaje. Nos transmite su infinita soledad, el miedo y las dudas que le atormentan, su fortaleza y debilidad, al ser humano, en fin, en toda su insignificancia y grandeza. No es extraño que este maravilloso actor británico haya barrido en los BATFA, Globos de Oro, Oscar y con todos los demás premios a la mejor interpretación del pasado año.
"El instante más oscuro" es una estupenda película y visualmente bellísima. Joe Wright, su director, crea una atmósfera de tensión irrespirable. Cuesta creer cómo en una cinta tan intimista y básicamente filmada en interiores, logra durante dos horas mantener al espectador literalmente sobrecogido y con el corazón en un puño. Y es ese uno de los grandes méritos que se apunta Wright. Su cámara recorre ágilmente los pasillos de Westminster, cada rincón, estancia, se introduce en la Cámara de los Comunes y, apoyada en una formidable fotografía, consigue que cada encuadre parezca un cuadro del barroco en el que la luz penetra inclinada a través de sus ventanales confiriendo a las imágenes un poder casi místico, misterioso, como de recinto sagrado.
Y para terminar quiero recordarles que Churchill fue mucho más que un hombre de Estado. Inteligente, hábil, mordaz y escurridizo, gran orador y excelente escritor, el viejo zorro dejó su cargo en 1950, al término de la Gran Guerra y fue reelegido en 1951, año en el que le fue concedido el Premio Nobel de Literatura. Algo realmente insólito. Recibió todos los honores a los que un súbdito de la Corona inglesa puede aspirar y el reconocimiento de todo Occidente para pasar a la historia como uno de los más grandes personajes que han desfilado por sus páginas.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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8
4 de marzo de 2018
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Party

"The Party" es una demoledora y apabullante película configurada como pieza teatral que la genial británica Salli Potter escribe y dirige. Nos coloca al borde de un escalofriante precipicio en el que el vértigo amenaza con desestabilizar todos y cada uno de los prejuicios e ideas preconcebidas a lo largo de nuestra vida.
Filma en un luminoso blanco y negro, nos encierra en una típica casa londinense de clase media-alta y nos somete a una asfixiante catarsis que desmonta el sólido andamiaje sobre el que creíamos estar firmemente anclados.
Su capacidad de síntesis es realmente sorprendente pues en apenas 70 minutos despacha una obra en la que cualquier otro director bien podría haber empleado un par de horas. Tres matrimonios -uno de ellos compuesto por una pareja lesbiana- y un atormentado joven que acaba de descubrir la infidelidad de su adorada esposa, forman un exquisito elenco de extraordinarios actores entre los que destacan Kristin Scott Thomas, Timothy Sapall y Emily Mortimer, cuyas caras ya nos son muy familiares.
En el reducido espacio en el que Potter se mueve maravilla la agilidad y sincronización con la que maneja la cámara. Ésta salta con inusual soltura de una estancia a otra, sigue los movimientos de un personaje para abondanarlo después y enlazar con el siguente sin interrumpir la secuencia en una hipnótica demostración de habilidad y oficio.
Nuestra inteligente cineasta no se anda con rodeos y entra rápidamente en materia. La aparente normalidad de este reducido grupo unido por lazos de amistad estalla muy pronto en mil pedazos. No deja títere con cabeza y convierte la casa en un ring de boxeo en el que ningún contendiente quedará en pie. Y sería muy larga de enumerar aquí la gran cantidad de los diversos asuntos que aborda con saludable honestidad y que laceran a nuestras modernas sociedades del bienestar. En un vertiginoso encadenado de diálogos de enorme complejidad y altura intelectual, Potter dinamita los principios firmemente asentados en la comodidad y seguridad que les ofrece un sistema del que sistemáticamente despotrica una clase tan ilustrada como elitista pero del que objetivamente se ha beneficiado.
Durante estos escasos 70 minutos que se nos hacen cortísimos, Potter selecciona una serie de estupendas piezas musicales que se adaptan como un guante a cada situación de la cinta. Y pienso que no debe de ser casual -ésta no es sino una arriesgada suposición personal- escuchar durante los reconocimientos del final, "Emancipación", sublimemente instrumentalizada por el venerado y fallecido hace más de dos décadas compositor argentino, Osvaldo Pugliese, a tenor de los antecedentes de Potter cuando en 1997 estrenó "Lección de tango". Lo cual no deja de ser una cruel ironía -también esto es producto de mi maliciosa imaginación- si recordamos aquella desdichada confrontación entre británicos y argentinos que supuso la guerra de "Las Malvinas".
Y si se les rompió el espejo y no tienen en dónde mirarse, vean esta película y comprobarán cuan dolorosa y deprimente es nuestra imagen.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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