Haz click aquí para copiar la URL
Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por utilidad
8
3 de mayo de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Detenido en Francia, donde al parecer jugaba a los espías haciéndose pasar por un periodista, Donald Free huye cuando intentan recapturarlo, y de regreso a su país busca empleo como detective… hasta que por fin se le abre (¿o él la abre?) una puerta que le permite asociarse con el singular detective, Dan J. Hogan, quien, pronto prosperará al asociarse –sin que lo sepa Free- con el dueño de un casino llamado, Tony Bandor.

La labor de la agencia –ahora exitosa- tiene mucho que ver con la de otras tantas: Hacer lucir infieles a mujeres cuyos maridos quieren zafarse de ellas; crear motivos para quitarle el hijo a ciertas esposas; avergonzar a ciertos padres de quienes se espera algo; chuzar conversaciones… y otras desvergüenzas que suele asumir Hogan porque, Free, aún tiene escrúpulos, y como pregona su apellido, quiere vivir Libre de improcedencias. Por esto, las cosas serán a otro precio cuando se le asigne la tarea de entrampar a Janet Reynolds, una preciosa muchacha aficionada al juego que, en el casino de Bandor, viene ganando una gruesa suma que éste pretende no pagarle.

Un guion muy bien estructurado por, Rian James, partiendo de una entretenida historia de detectives de Raoul Whitfield, conjuga una pizca de intriga internacional, muy buenos toques de comedia a continuación, hasta pasar, luego, a una trama bastante entretenida en la que, de nuevo, el gran director, Michael Curtiz, demuestra que conocía el oficio como el que más.

Especie de anticipo del que, a partir del año siguiente, sería su más exitoso rol en, “The Thin Man”, William Powell derrocha, aquí, esa chispa y esa especial caballerosidad que lo convertiría en uno de los galanes más apreciados del cine de la primera mitad del siglo XX. Junto a él, Margaret Lindsay, una actriz a quien, Curtiz, tuvo por entonces en alta estima (“The Case of the Curious Bride”, “Gold is where you find it”), consigue otra de esas interpretaciones donde desborda carisma y encanto a borbotones; y para completar el trío en el embrollo, Arthur Hohl, es el eficaz presidente de la Agencia de Detectives Peerless, quien parece tonto, pero quizás no lo sea tanto… ¿O sí?

Otros notables valores del filme, son su iluminación y fotografía (ésta a cargo del comúnmente efectivo, Tony Gaudio), con lo cual se logran planos que, además de su gran atractivo visual, también pretenden significados muy conscientes y estimulantes. A manera de ejemplo: esa vela que ilumina las figuras de la pareja hallada in fraganti por Hogan y su secretaria, mientras Free argumenta en su defensa; o ese preciso claroscuro del cuarto de Bandor, cuando allí entra el detective para indagar por su cuenta.

Ignoro si fue cosa de olvido, algún corte impuesto por los productores, o quizás sea alguna suerte de rompecabezas… pero, por más cuidado que puse en comprenderlo no pude explicar ¿Por qué la película se titula, <<PRIVATE DETECTIVE 62>>?, no conseguí hallar explicación alguna a semejante código. ¿Podría aclararlo alguien?, ¿O fue, el que no tuviera explicación la razón por la que, en posteriores reposiciones, le cambiaron el título por, “Man Killer”?

En cualquier caso, Michael Curtiz, nos ofrece aquí un entretenimiento asegurado.

Título para Latinoamérica: <<EL DETECTIVE 62>>
Luis Guillermo Cardona
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
13 de abril de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Winnetou, es un hombre de palabra. Como líder de los Apaches, ha firmado una tregua con el general Taylor, que se espera concluya con la firma de un tratado de paz en el término de un mes... pero, por egoístas y retorcidas razones, hay individuos a los que no les interesa la paz (porque se benefician de la guerra) y están dispuestos a valerse de sus más sucias cartas para impedir que ésta llegue a consolidarse.

Cuando flechas indias aparecen en los inertes cuerpos de los granjeros, Baxter y su esposa, el ejército piensa entonces que los Apaches están violando la tregua de manera infame, y el alemán (venido a América hace muchos años), Old Shatterhand, tendrá que disponerse a ayudar a su “hermano” indio, para demostrar que son impostores, aliados con comanches, quienes han cometido el crimen porque, entre sus planes, está el apoderarse de las ricas tierras de los apaches.

Partiendo, muy libremente, de otra de las acreditadas obras de Karl May, el húngaro Ladislas Fodor y el alemán Robert A. Stemmle -dos escritores con numerosos créditos en su historial-, lograron un guion que asume un profundo compromiso con la causa de los Apaches, al tiempo que aboga por la paz y por el respeto entre todos los hombres. Pero su historia es realista, y al tiempo dará cuenta de que, quién sabe por cuantos años (o siglos más) los indios tendrán que seguir luchando para defender la escasa tierra que, cada vez es menos para su gente. El arrogante hombre blanco sigue sintiendo inferior al indio y apoderarse de lo suyo es todavía la meta de los más inescrupulosos.

Dirigida por el argentino, Hugo Fregonese, quien estuviera asentado en Hollywood y en Europa, hasta que decidió pasar los últimos días en su tierra natal, <<LA ÚLTIMA BATALLA DE LOS APACHES>>, es uno de los más atractivos filmes que llegaron a hacerse con las obras de Karl May y con el legendario personaje de Winnetou. Siguiendo la mejor línea, la ambientación es esplendorosa y el filme fue rodado en Superpanorama 70, un formato que hace honor a lo que promete, porque cada paisaje luce absolutamente paradisíaco.

Algunos simpáticos toques de comedia, unos acentuados momentos dramáticos, y una efectiva acción que alcanza su culmen en la escena de la gran batalla, consiguen que la película resulte bastante entretenida, al tiempo que se propone rendir honor a la valerosidad y la dignidad de los indios. Llama la atención el momento en que, Paloma, indaga a Rosemary acerca de Old Shatterhand, y ésta, anticipándose al futuro histórico, pero recordando también lo que ahora sabemos, le dice: “El viene de una tierra en la que unos mataban a los otros porque pensaban que habían nacido mejores que los demás”.

Personajes como, Tujunga (Alain Tissier), el joven aspirante a sucesor de Winnetou. Paloma (Daliah Lavi), la joven y atractiva mestiza que se convertirá en una suerte de ángel para Old Shatterhand; o el general Taylor (Charles Fawcett), ejemplo de la integridad que hace brillar las filas del ejército, complementan una película que se cerrará, de manera muy encomiable, con una imagen en negro acompañada por el magnífico tema musical que ha identificado a la serie, pero esta vez en versión nostálgica tras la partida de los indios… un oportuno momento para reflexionar en lo que hemos venimos trazando como historia personal y humana.

Título para Latinoamérica: LA ÚLTIMA LUCHA DEL APACHE
Luis Guillermo Cardona
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
26 de marzo de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todos los comportamientos humanos pueden explicarse, y tanto los impulsos positivos de honradez, generosidad, respeto… como los impulsos negativos de deshonestidad, egoísmo, maltrato… son respuestas a un proceso de formación y a la suerte de incidentes (asertivos o deplorables) que nos hayan marcado. Los instintos, los impulsos persistentes y las obsesiones, no son de fácil manejo. Es como si, en nosotros, hubiera un otro desobediente que, aún a sabiendas de que lo que nos anima es “malo” o “amoral”, nos empuja a seguir haciéndolo porque, ya hemos probado, que nos aporta ese misterioso y cierto placer de lo prohibido.

Marnie es ahora una preciosa mujer que no tuvo padre; y a su madre, una mujer discapacitada y fría, solo la ve de vez en cuando para llevarle uno que otro regalo y para recibir una y otra manifestación de rechazo. De su último trabajo, la atractiva rubia ha huido tras sustraer cerca de 10 mil dólares y cuando planea su próximo golpe… el destino pondrá en su camino al empresario, Mark Rutland, en cuya editorial Marnie entra como ratona anhelando queso.

Lo que parecía ser una aventura policial bordada con suspenso, enseguida se convierte en un juego psicoanalítico sin psiquiatra a bordo, pero Rutland hará lo suyo como bien puede, desde el mismo momento en que se siente fascinado por la linda Marnie a quien, más que victimaria, comenzará a ver como una víctima con profundas heridas en el alma.

En este nivel, el filme de Alfred Hitchcock es bien interesante, puesto que dará fe de que lo dicho antes tiene sentido. Y lo más significativo es que, a medida que ahondamos en la vida de su personaje central y mientras más conocemos los errores cometidos, más la valoramos y nos compenetramos con ella. El conocimiento trae luz y el entendimiento perdón… así actúa la eterna y radiante generosidad de la vida. Por eso, no te atrevas a juzgar por los simples hechos, porque hasta que no conozcas los verdaderos motivos, es bien probable que resultes injusto y equivocado.

Mark Rutland se va a convertir en un personaje casi inverosímil, pero a la vez admirable, al ser la suerte de hombre aguerrido que, enamorado u obsesionado por tener sexo con Marnie (o ambas cosas, quizás), es capaz de perdonarlo todo, de aceptarlo todo, cual si fuera el más avezado psicoanalista que está empeñado en inducir a su paciente hasta el momento justo y liberador de la catarsis.

Para “MARNIE, LA LADRONA”, se ha partido de la novela que, el inglés Winston Graham (1908-2003), publicara en 1961. Hitchcock se la pasó primero a Evan Hunter (“Los pájaros”) para la adaptación cinematográfica, pero, al enseñarle luego lo escrito por él a la también guionista, Jay Presson Allen, ésta descontó el valor de lo aportado por Hunter e hizo una nueva versión altamente psiquiátrica que persuadió a Hitch… aunque los espectadores luego le darían la espalda al filme por privilegiar los diálogos (nada simples) en detrimento de lo cinemático que es lo que, comúnmente, caracteriza sus realizaciones.

En lo personal, este aspecto me deja satisfecho, sobre todo porque logra un ejercicio terapéutico muy significativo y ejemplarizante. Lo que siento que desluce la película, es ese excesivo cuidado de la imagen de “Tippi” Hedren, con cabalgatas de estudio que lucen la más radiante ñonería, y mostrándola –con apenas una excepción- en las peores crisis emocionales con un rostro tan artificial como cualquiera que haya retocado Arden, Rubinstein o cualquiera otra marca de grasas multicolores.También, la escena en la piscina es para reírse, y entre otros detalles que se haría un tanto largo mencionar, digamos que, ciertos cambios emocionales en la protagonista (su actitud ante los besos, por ej.) no quedan siempre satisfactoriamente explicados.

Creo que, cortándole éstas y otras “empantanaditas”, de “MARNIE, LA LADRONA” podría extraerse un cuento bien digno de verse.
Luis Guillermo Cardona
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
6
25 de marzo de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nacida con el terrible peso de pertenecer a una de las familias de actores más representativas de Hollywood, Diana Barrymore, fue la hija del renombrado galán, John Barrymore; sobrina de, Ethel y Lionel Barrymore, otras dos leyendas con una extensa y valiosísima filmografía; y hermanastra de, John Barrymore Jr., otro popular actor, padre de la más reciente promoción de la familia, la traviesa y muy dulce, Drew Barrymore.

Quizás, la vida esperaba de ella otra cosa, pero súbitamente, Diana Barrymore se sintió arrastrada por el torbellino de actores que reclamaba de ella otro tanto, y quizás por esta razón, desde su infancia fue muy infeliz. Su madre, la poetisa Michael Strange (en realidad, Blanche Oelrichs, pero eran tiempos en que las mujeres debían usar seudónimos masculinos para no ser ignoradas), la educó en prestigiosas escuelas privadas de Francia; y su padre pronto la ingresó en la Academia Americana de Artes Dramáticas, de donde enseguida salió para debutar en las tablas. Por pertenecer a los Barrymore, no fue difícil para Diana abrirse camino en el mundo del cine... pero no le fue fácil conseguir importantes ofertas, entre otras razones, supongo, por no tener una figura que impactara notablemente en el medio.

Luego de co-protagonizar, “Eagle Squadron” (Arthur Lubin, 1942), que pasó sin pena ni gloria por las carteleras, y al agotarse, tras seis películas juntos, la labor del poderoso tándem, Deanna Durbin-Henry Koster, la Universal quiso filmar una historia que aún tenía en remojo, y al no contar con la Durbin, pensó en, Diana Barrymore, para que emulara a aquella encantadora actriz que tanto éxito les había dado. Pero, pese a demostrar que era una buena actriz, haciendo simultáneamente cuatro caracterizaciones (una anciana en el teatro; la muchacha de 21 años –como realmente era- en la calle; una chiquilla traviesa de 12 añitos, dentro de su casa, para hacerle creer al pretendiente de su madre que ésta es más joven de lo que aparenta; y una tía alcohólica que se inventa cuando, Jimmy Blake, descubre un delator retrato), la joven Barrymore no alcanza, ni de lejos, la ternura, la gracia, ni el ángel que hacía de, Deanna Durbin, un ser insustituible... y entonces, <<ENTRE NOSOTRAS>> no logró el éxito comercial que se esperaba, pese al gran esfuerzo que hizo el director alemán, Henry Koster, para sacarla adelante como una divertida y exitosa comedia.

Frustrada, y quizás convencida de que no sería nunca otra de Los Grandes Barrymore, Diana se deprime y se refugia en el alcohol para huir de su, para ella, penosa realidad. Consigue aparecer en cuatro películas más, pero ninguna le sirve para rozar la cumbre... y ni siquiera media fama de la que tuvo el resto de sus parientes. Entonces, intenta suicidarse, pero tampoco logra este cometido. En su matrimonio se agudiza la crisis y la relación se viene al piso… y entonces, Diana siente que ya no vale la pena seguir ocupando un lugar en la existencia. Extraviada su conciencia, es llevada entonces a un sanatorio donde la muerte se compadece de ella cuando tan solo ha cumplido 39 años. Dejó escrita una conmovedora y sentida autobiografía, “Too much, too soon”, que, en 1958, sería llevada al cine con idéntico título. Dorothy Malone, la representaba a ella y, Errol Flynn, hizo las veces de su padre… pero ni la novela ni la película, alcanzaron tampoco el éxito.

Vivencias como éstas, son las que me llevan a recomendar a los chicos: No sigan a los demás, busquen debidamente en su ser interior y, contra todo, sigan sus propios impulsos, sobre todo si creen que éstos los hará felices.

Conociendo algo de la vida de Diana Barrymore, el nuevo visionado de esta película me ha hecho sentir más tristeza que alegría.

Título para Latinoamérica: FRUTO VERDE
Luis Guillermo Cardona
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
9
13 de marzo de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Iniciado el año 1954 -fecha en la que transcurre la historia de “SHUTTER ISLAND”-, el libro “Waldem” de Henry David Thoreau, fue retirado de las bibliotecas públicas por el Servicio de Inteligencia (¿?) de los Estados Unidos, porque había sido calificado como “absolutamente socialista”. Muchas otras cosas así venían sucediendo, hasta que, el 22 de abril de ese mismo año, se inició el juicio contra el vergonzosamente célebre senador, Joseph McCarthy, quien, después de 36 días donde se conocieron sus barbaridades y atropellos, terminó por completo desacreditado.

Los años del Maccarthismo son un insuceso que nadie quiere olvidar, porque se espera que, ninguna democracia del mundo, vuelva a caer jamás en semejante atropello contra la libertad de pensamiento. ¿Lo estaremos cumpliendo… o habrá todavía gobernantes dispuestos a cercenar el cerebro de aquellos que se atrevan a pensar distinto?

Una nueva novela de Dennis Lehane -el bostoniano que ya nos diera la magnífica “Mystic River”-, y que en sus propias palabras “es una mezcla de lo gótico, el cine de serie B y el género pulp”, es el punto de partida para “SHUTTER ISLAND”, la cual fue adaptada por Laeta Kalogridis, productora y guionista que, no por nada, hizo parte activa de La Huelga de Guionistas de los Cien días (05-11-2007 a 02-02-2008), que le costaría a la industria unas pérdidas estimadas en 500 millones de dólares en ‘costes de oportunidad’, mientras que los guionistas lograron firmar un merecido acuerdo de aumento salarial.

El filme de Martin Scorsese, no es nada fácil de digerir, pues juega con una serie de elementos de corte psicológico: manipulación, pesadillas, alucinaciones, efectos psicotrópicos, dobles personalidades… que se prestan para dobles lecturas y para variadas especulaciones, siendo el espectador el que, con su sapiencia y capacidad de discernimiento, tendrá que tomar partido por la interpretación que le parezca más cierta. Se aplica así la libertad de pensamiento, en contra de la manipulación que, es precisamente, lo que suele caracterizar al cine del montón y a toda ideología, siendo justo esto lo que se busca denunciar con esta brillante película.

A medida que avanza la historia, y oídos los solventes argumentos de los más fuertes personajes: El Dr. Cawley, director del hospital; Rachel Solando, la psiquiatra fugitiva; el Dr. Nachring, científico asistente; y Teddy Daniels, el inspector federal, entre otros, ¿A quién vas a creerle? ¿Quién te parece más honesto? ¿Qué influye más en ti, la autoridad profesional o la voz de quienes lucen como víctimas?

Bajo estas alternativas, esta es la suerte de filme que no conseguirá jamás ponernos de acuerdo, entre otras cosas por las alzas y bajas de los niveles intelectuales, pero deberías aplaudirlo porque es la suerte de filme que te comprueba que las cosas no son blanco o negro, bueno o malo, feo o bonito. Y el derecho a pensar, a sacar tus propias conclusiones, te convierte en creador, siendo ésta, sin duda, la más positiva manera de tratar a un ser humano.

Una buena dosis de suspenso, una inquietud constante con lo que puede suceder en el próximo recodo, y una exigencia incontenible para aguzar el pensamiento, hace de “SHUTTER ISLAND”. un filme realmente brillante. De esos materiales que nos reclaman volver a verlos una y otra vez.

Impecables interpretaciones de Leonardo DiCaprio, Ben Kingsley, Patricia Clarkson, Michelle Williams y Max von Sydow, y magnífica fotografía de Robert Richardson, en unos tonos que, muy eficazmente, nos remiten al gran cine de los años 1950.

Esta es la suerte de thriller político y sociológico que da mucho, pero mucho de qué hablar. Y así es como debe ser.

Título para Latinoamérica: “LA ISLA SINIESTRA”
Luis Guillermo Cardona
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
Más sobre Luis Guillermo Cardona
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow