Es una película que a priori no dice mucho pero que está muy bien pensada y también plasmada en la pantalla. Smallfoot es una película entretenida ante todo, pero llena de momentos bastante memorables, o por lo menos a una altura superior a la que estamos acostumbrados en este tipo de producciones. Sin llegar a conseguir esa empatía buscada de Pixar, Smallfoot es una agradable sorpresa.

Son muchas las razones por las que uno quiere ver esta inspirada producción. La animación es más que correcta, los chascarrillos funcionan bien como chispazos y los momentos musicales no se hacen especialmente pesados o pastelosos. Kirkpatrick y Reisig mueven todo de una manera sencilla y amena, pero a la misma vez cargada de contenido.

Quizá es especialmente buena por pillarte por sorpresa, ya que hemos visto varias películas de animación en los últimos años muy dignas de ser olvidadas, pero sea por demérito de las demás o por méritos propios, Smallfoot me pareció una película muy redonda a la que sólo le faltó un poquito de ambición.

No tenía mucha fe en esta secuela por el mero hecho de que la primera parte me gustó considerablemente gracias a demasiados intangibles, a demasiadas razones muy subjetivas que creía muy difíciles de repetir. Aquellos primeros 45 minutos de la película original de Bryan Bertino eran especialmente tensos y bien llevados, con ausencia de banda sonora en escenas donde habitualmente se nos bombardea con ella y con viejos recursos de mostrar cosas en segundo plano pero que se sentían bastante frescos.

Cacería nocturna no mejora a la anterior, y no la iguala, pero consigue extraer unas gotas de su medicina para crear tensión y, sobre todo, inquietud ante los tres psicópatas que atormentarán a un reparto principal algo deficiente de entre los cuales no tardarás en adivinar quiénes tienen posibilidades de supervivencia.

La película se mueve un poco en la irregularidad, pero su acertada fotografía que permite ver una película de manera cómoda cuando apuesta por la continua oscuridad, la selección de canciones en momentos oportunos y la plasticidad de algunas de sus escenas hacen que la película llegue a merecer la pena para los que vienen ya atraídos de la primera.

Película bastante deficiente en producción, pero que funciona bien porque es muy difícil aburrirse en una película que contiene diferentes historias. Siempre tienes ese sentimiento de "vale, ésta me está pareciendo un coñazo, pero a ver la siguiente" que de alguna manera suaviza el tedio de sufrir una hora y media de calidad ínfima. El nexo entre todas las historias es precisamente lo más flojo de la película con un aburridísimo y fuera de sitio Enrique Arce. Los relatos no son gran cosa, pero tienen cierta chispa ocasional.

Un gran sorpresón. Si ya cuesta hacer bien una película sobre personajes de videojuegos, no os quiero contar una de Sonic y además en un "live action". Para alguien que escribe estas líneas con una Sega Mega Drive en su estantería junto con su mando de seis botones, hablar de Sonic, la película, es hablar de buenas noticias. Una película tremendamente divertida, con un Jim Carrey old school y un Sonic que, tras el rebozado visual debido al terrible feedback que recibió la compañía (los updates llegan al cine), luce tremendamente bien en pantalla y capta la esencia de un personaje aparentemente plano.

Para los que llegan aquí de rebote, o para acompañar al niño de turno -está bastante enfocada a una audiencia infantil-, una película trepidante donde siempre están pasando cosas, con algunos buenos puntos. Para los que vienen con una Game Gear en el bolsillo, una sorpresa gratificante por haber respetado un personaje y haberlo tratado con mimo y dedicación. El único punto gris, es que faltan referencias no sólo a Sonic sino a la cultura de los videojuegos. Tampoco es en plan montar aquí el Ready Player One, pero uno se decepciona muchas veces mirando escenarios, mirando las esquinas de las escenas y pausando la película, para comprobar que muy rara vez existe algún guiño o algo que destacar, en una película que es una pequeña celebración de una mascota noventera en claras horas bajas en la actualidad consolera -Sonic Mania aparte-.

De alguna manera, estoy encontrando en las películas de bajo presupuesto lo que grandes producciones no me ofrecen. Quizá alejadas de grandes productoras, estas películas no van a revolucionar el género, pero desde su factura de casi telefilm ofrecen ideas interesantes. Honeymoon parece más un thriller que una película de miedo, pero consigue interesantes atmósferas gracias a unos personajes que, de alguna manera, se acaban comportando tal y como un humano normal pudiera comportarse en esa hipotética situación.

Este realismo chocando con un relato de terror-ciencia ficción tan en principio trillado, es lo que le da el tono a la película. Un tono que se apoya en unas ganas de contar una historia que por sí misma no es gran cosa pero que acaba cuajando gracias a asumir todos y cada uno de los complejos que una película así suele tener. Hemos visto varias películas que tiran por derroteros más psicológicos intentando tapar carencias visuales, y Honeymoon no es de las que se esconde detrás de una foografía oscura o en movimientos de cámara rápidos y borrosos.

Es, en definitiva, diferente y atrevida, lo cual no es poco para cómo está el género.