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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por utilidad
8
28 de abril de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Poeta, periodista y pintor, Cesare Zavattini (20-09-1902 – 13-10-1989) fue, sobre todo, uno de los más calificados guionistas que nos ha dado el cine italiano, y en especial, el movimiento Neorrealista del cual fue uno de sus más notables teóricos. Después de escribir numerosos artículos en diferentes medios de comunicación que, años después, serían compilados en obras tituladas: Parliamo tanto di me (Hablamos mucho de mí, 1931), I poveri sono matti (Los pobres están locos, 1937), Io sono il diavolo (Yo soy el diablo, 1941)… Zavattini quedó tan impregnado de realidad que no tardaría en acercarse al cine donde rápidamente se convierte en un importante exponente del Neorrealismo, movimiento cinematográfico que abogaba por contar las problemáticas de la gente humilde que habitaba los barrios marginales, y que, plagada de carencias sobrevivió a la II Guerra Mundial. Se trabajaba con escasos recursos en escenarios sin mayores retoques; se servía cada director de actores en su mayoría naturales… y se exaltaba la resiliencia y los grandes valores morales que aún subsistían entre los humildes.

Trabajando, prácticamente, para todos los directores importantes de la época: Vittorio de Sica, Federico Fellini, Luchino Visconti, Pietro Germi, Roberto Rossellini… Zavattini puso su firma en títulos tan memorables como: “I Bambini ci Guardano”, “Ladri de Biciclette”, “Miracolo a Milano”, “Umberto D.”… y el estar casi permanentemente en los estudios de cine, también le permitió conocer hasta cierto punto la vida privada de las grandes actrices de la época: Ingrid Bergman (quien estuvo casada con Roberto Rossellini), Alida Valli, Isa Miranda, Anna Magnani (para quien escribió, “Bellisima”) y otras tantas.

Con este conocimiento que tenía de las actrices, fue que surgió en Zavattini la idea de volver a la suerte de trama que ya había recreado en la película de Visconti, “Bellísima” (1951), en la que una temperamental madre, ansiando que su hija de apenas 8 años no sea “una desgraciada como ella”, va a luchar con todo su ímpetu para que haga una prueba para una película y sea la elegida.

<<NOSOTRAS LAS MUJERES>>, nace, pues, de un proyecto de Cesare Zavattini, para el cual escribe 5 historias (la última en colaboración con Suso Cecchi D’amico) y donde busca mostrar el contraste entre una serie de chicas que ansían convertirse en famosas actrices (segmento 1 dirigido por Alfredo Guarini) y agregando luego 4 historias con las actrices citadas arriba, donde cada una cuenta una situación que las hace anhelar, por su parte, esos momentos en que fueron (o son) gente del común.

Resultan muy cálidas y sentidas las historias que cuentan, Alida Valli e Isa Miranda (cada director tituló su segmento con el nombre de la actriz) en las que vuelven a anhelar una vida sencilla en la que puedan aflorar un sincero amor; e Ingrid Bergman y Anna Magnani, prefieren contar anécdotas divertidas de esas que es difícil olvidar. La de la Magnani con el taxista que le quiere cobrar una lira de más por llevar un perro, ¡es estupenda!

Los directores, además de Guarini, fueron en su orden: Gianni Franciolini, Roberto Rossellini, Luigi Zampa y Luchino Visconti. Al ver cada una de estas gratas historias, vuelve a reafirmarse la idea de que, lo que más atrae es aquello de lo que uno carece… y ¿Qué es lo mejor? Aquello que al hacerlo te hace feliz. Nada más, ¡absolutamente nada más!
Luis Guillermo Cardona
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8
6 de abril de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El inglés, Ray Milland, fue uno de esos actores que se pasó gran parte de su vida en los sets cinematográficos. Cuando justo cumplía los 21 años, como Raymond Milland comenzó a tener algunos extras en títulos como, “Moulin Rouge” (1928), “Picadilly” (1929)… y ese mismo año 29 tuvo su primer co-protagónico en, “The Lady from the Sea” (Dir. Castleton Knight), pero siguió una larga lista de roles secundarios… ¡hasta que por fin tuvo su primer protagónico al lado de Dorothy Lamour en, “The Jungle Princess” (1936)! y su nombre definitivo comenzó a ser, Ray Milland. Siguió intercalando los roles de tercero a bordo con los protagónicos… y llegó ese momento en que su nombre comenzó a significar calidad interpretativa, hasta convertirse en uno de esos actores que siempre daba gusto ver en cualquier cartel de cine: “Ebb Tide”, “Beau Geste”, The Doctor Takes a Wife”, “Ministry of Fear”… y entonces llegó: “The Lost Weekend” (Billy Wilder, 1945), donde recreando a un conmovedor alcohólico impactó tanto al público que terminó haciéndose merecedor al premio Oscar al Mejor Actor.

Pasó casi una década y tuvo otra gran oportunidad en, “Dial M for Murder” (Alfred Hitchcock, 1954), y justo en ese momento, a Ray Milland le picó el gusanillo de ser director. Dirigió entonces varios episodios para la serie de tv., “Meet Mr. McNutley”, que él mismo protagonizó… y cuando se sintió listo, habló con el productor, Herbert J. Yates, a quien le propuso dirigir un western de bajo presupuesto que había escrito, John Tucker Battle, basado en una historia de Mort Briskin.

Acordaron que, Milland, trabajaría solamente por un porcentaje en los recaudos… y fue así como surgió, <<UN HOMBRE SOLO>>, la historia de un famoso pistolero llamado, Wesley Steele, quien, tras un largo viaje por el desierto huyendo de su pasado, termina llegando a un pueblo llamado Mesa, tras haber visto a las víctimas de una masacre cometida en el camino. Sin pretenderlo, Wes se entera de lo que realmente ocurrió y quienes ejecutaron el hecho, pero tendrá que esconderse, casualmente, en la casa del sheriff Corrigan, la cual se encuentra en cuarentena porque éste padece ahora la fiebre amarilla. El encuentro con, Nadine, la bella hija del sheriff, facilitará su estancia, y así comienza una historia que, por enésima vez, reafirmará que los “poderosos” se forjan a base de corruptelas e indeseables complicidades.

La trama está bien llevada evitando todo tipo de situaciones superfluas, y se agradece que, Milland, da mayor relevancia al rol de la guapa actriz, Mary Murphy, con la cual se define un personaje femenino de afinado temperamento y marcada sensatez. Nadine, es una jovencita que se está haciendo mujer, y la llegada de éste hombre injustamente perseguido para cargarle un crimen que no cometió, le va a dar la oportunidad de solidificar su carácter y demostrar que puede defender aquello en lo que cree.

En el reparto hay nombres sobresalientes como: Raymond Burr (Stanley), el banquero que parece tener al pueblo por su cuenta. Lee Van Cleef (Clanton), el pistolero empeñado en que la gente mire para otro lado. Arthur Space, el sensato Dr. Mason… y, Ward Bond, el sheriff que tendrá que definir de qué lado está.

Título para Latinoamérica: <<EL SOLITARIO>>
Luis Guillermo Cardona
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7
23 de febrero de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los indios Apaches (entre ellos, N’dée > la gente) han abandonado la reserva que se les había asignado en San Carlos, por el trato recibido de parte de los colonos (ambiciosos mineros) y del gobierno que, como es habitual, incumple los ‘Tratados de Paz’. Ante tales hechos, el comandante del ejército Unionista decide cambiar el mando de la caballería que controla la zona… y es el capitán, Jeff Stanton, quien, por su fama de hombre duro y enemigo de los indios (un hecho del pasado que luego conoceremos, lo marcó), resulta encargado de emprender la tarea de conseguir que la gente apache, cuyo jefe es Victorio, regrese a la reserva.

Muchas cosas sucederán a continuación para reafirmar una vez más que, aunque las culturas indígenas han sido recreadas como la suerte de males que la sociedad estadounidense debe arrasar, y por más que se diga que, “el único indio bueno es el indio muerto”, en realidad, son los colonos blancos y el ejército estadounidense, quienes, con mayor frecuencia, han cometido toda suerte de canalladas para arrebatarles sus territorios y sus riquezas.

Aplaudo la actitud consecuente y de avanzada del director, William Witney, quien se propone romper, una vez más, con las tergiversaciones y manipulaciones históricas tan acostumbradas por el cine hollywoodense. Su película es de serie B, pero, no obstante la austeridad de recursos, su historia tiene alma, compromiso con la verdad y disposición con la justicia social... y, en lo personal, prefiero cien veces este tipo de realizaciones a ciertas rimbombantes superproducciones que no son más que eso, porque su objetivo no es otra cosa que limpiarle la mugre a la muy oscura historia norteamericana.

Se parte en, <<RIFLES APACHES>>, de una historia escrita por, Kenneth Gamet y Richard Schayer, trasladada a guion por, Charles B. Smith, pero, es evidente el toque personal del director quien da cuenta de que conoce de primera mano la historia de su país natal, hecho que puede ratificarse en sus siguientes películas junto a Audie Murphy.

Hay una frase muy interesante puesta en boca del médico de la película: “La realidad puede ser un punto de vista”, refiriéndose a la diferencia de apreciación que tenía el padre de Stanton con respecto a los indios, en relación con la que, el hijo, tiene ahora. ¿Cuál es la diferencia? El conocimiento. Papá Stanton los conocía a fondo, su hijo apenas comenzará a conocerlos… y solo entonces podrá decidir si se mantiene en su dura posición o cambia de parecer.

En fin que, estamos ante un filme que busca la objetividad, que quiere desvelar las constantes patrañas que nos han inyectado con respecto a las culturas nativas… y que se propone decir unas cuantas verdades acerca de la manera como muchos de los blancos de los Estados Unidos de Norteamérica se han hecho ricos y “poderosos”.

A resaltar la actuación de, Michael Dante, quien, como Red Hawk (Halcón Rojo), logra una carismática y fuerte interpretación, siendo el hijo del cacique que sabe poner las cosas en su lugar.

Complementan el reparto: Robert Brubaker (el leal sargento Cobb), John Archer (el impertinente coronel Perry), Linda Lawson (la misionera, Dawn Gillis) y J. Pat O’Malley (el atinado médico)

Titulo para Latinoamérica: FLECHA APACHE
Luis Guillermo Cardona
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8
23 de enero de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No obstante que, desde muy chico demostró su gran afición por la literatura, Arthur Hailey (Lucon, Inglaterra, 1920-2004), no pudo obtener una beca para adelantar sus estudios universitarios y tuvo que dedicarse a llevar una vida como autodidacta hasta que le llegó la hora de servir en la R.A.F. (Real Air Force) durante la II Guerra Mundial. Luego, se radicó en Canadá, y mientras laboraba como vendedor de camiones, se dedicó a escribir y consiguió, al fin, que uno de sus guiones dramáticos (“Flight to Danger”) fuese llevado a la televisión. Entonces, lo convirtió en novela y la publicó con el título, “Runway Zero-Eight”, en 1958.

Hailey, se dedicó entonces de lleno a la literatura, y tras publicar sin mucho éxito dos o tres novelas más, consiguió que, “Hotel” (1965), fuera llevada al cine, dirigida ¡nada menos que por Richard Quine! Ya el escritor se había hecho un nombre… y tras haber leído sobre el que pudo ser el primer acto de terrorismo ocurrido dentro de un avión, cuando, Thomas Doty Jr., hizo explotar un Boeing 707 de Continental Airlines, mientras sobrevolaba con 45 pasajeros entre, Centerville y Unionville, en los Estados Unidos de Norteamérica, el 22 de mayo de 1962, en horas de la noche.

Durante la investigación que se llevó a cabo por este hecho, se comprobó que, Doty, había sido vendedor en Kansas City, estaba casado y tenía una pequeña hija, en cuyo favor hizo un seguro por 300 mil dólares, antes de detonar 6 cartuchos de dinamita que portaba en un maletín y que llevó hasta uno de los baños del avión donde iba como pasajero. Un mes atrás, Doty había estado arrestado por el robo a mano armada a una mujer. Fijada la fecha de la audiencia, confesó a sus amigos que se suicidaría antes de que lo condenaran… fue entonces, cuando planeó lo del avión habiendo pensado, quizás, en cobrarle a la sociedad su personal infortunio.

Con este hecho en mente, surgió “Airport” (1968), novela que, como “Hotel”, reúne una serie de historias de amor y desamor… antes de que el avión levante vuelo y la tragedia tome su lugar. Los personajes están muy bien recreados y hasta es posible que uno se sienta identificado con alguno de ellos… y, Hailey dará ciertos giros a la trama, haciendo que lo que veamos sea más un recuento de los esfuerzos humanos que llevan a la superación de situaciones críticas.

El trabajo en equipo, los bemoles de la aviación, la serie de personajes que intervienen en el funcionamiento de un aeropuerto quedan muy bien plasmados… y con ellos, también se verá la manera como se resuelven las “avionadas” de cierta clase de gente. Algunos detalles (como la manera en que el terrorista y, luego, la polizona consiguen ingresar al avión, y dos o tres más) resultan difíciles de digerir, pero, en general la trama luce muy bien resuelta.

El director, George Seaton, se ocupó también del calificado guion cinematográfico; y el lujoso reparto incluye nombres de la talla de, Burt Lancaster, Jacqueline Bisset, Dean Martin, Jean Seberg, George Kennedy, Van Heflin… pero sobresalen, muy especialmente, Helen Hayes como la polizona Ada Quonsett (se hizo merecedora al premio Oscar como Mejor Actriz de Reparto), y Maureen Stapleton, la atribulada esposa del terrorista, ganadora por su parte, del Globo de Oro a Mejor Actriz de Reparto.

Pretendiendo ser un paquete completo de entretenimiento (no por nada la recaudación superó los ¡100 millones de dólares!), <<AEROPUERTO>> contiene, drama, romance, comedia… y una buena dosis de suspenso que nos mantendrá con el cinturón ¡bien puesto!
Luis Guillermo Cardona
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6
11 de enero de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hija de un párroco anglicano, Emily Brontë (1818-1848), fue la 5ª de seis hermanos, Su hermano, Patrick Branwel, quien tenía un apreciable talento como pintor y poeta, no logró el éxito que esperaba, y tras haber sido despedido de un par de empleos a los que accedió para solventarse, se dedicó al alcohol a lo que luego añadió el opio… pero, Emily, lo valoraba tanto que se propuso cuidar de él hasta el fin de sus días, el cual se presentó cuando apenas él cumplía 30 años. De cierta manera, esta parte de su vida aparece reflejada en su única novela, “Wuthering Heights“ (1847), con el personaje de Hindley, el hermano de Catherine.

Como sus hermanas, Charlotte y Anne, también, Emily, forjó un carácter fuerte e independiente, y cuando, un día, cada una se propuso escribir su propia novela, el personaje protagónico que Emily eligió (Catherine), es una suerte de otro yo, con esa fuerza y ese talante firme que la caracterizaba. Pero, por alguna razón -y ésto vuelve a reflejarlo el director, Luis Buñuel, en una adaptación cinematográfica pretendidamente fiel al espíritu de la escritora-, no logra uno encontrar un personaje digno de aprecio en esta historia. Catalina (así la llama Buñuel al trasladar la historia a México), es improcedente en algunas acciones que asume frente a Alejandro (Heathcliff) y la actitud emocional que asume, desde cierto momento, contradice por completo su fuerte carácter.

Alejandro, es burdo, vengativo, violento, utilitarista… y no entiende uno (o quizás sí, pero resulta inaceptable), qué es lo que lleva a que las mujeres se apasionen con él de una manera que se asemeja harto a los amores parásitos (aquellos que necesitan al otro como suelo nutricio para poder vivir). Por su parte, Isabel (Isabella) peca de ingenua, pues, teniendo muy claro que Alejandro ama a otra mujer, se presta a seguirle el juego… y ni hablemos de Eduardo (Edgar en la novela), un tipo de una improcedencia que da grima.

En fin que, como reflejo del amour fou y de una época de atraso y malquerencia, el cuento funciona bien. Los diálogos, por momentos, son bastante atinados (“-¿Y si yo le matara?” -“No te serviría de nada. Lo seguiría queriendo lo mismo después de muerto”…), aunque, en otros, resultan bastante absurdos (“No serás capaz de quererme la mitad de lo que me quiere Alejandro”… “Quiero a Alejandro más que a la salvación de mi alma”…)

En el guion que escribieran, Luis Buñuel, Julio Alejandro y Dino Maiuri, lo que no logro digerir, es ese final –por suerte menos necio que el que se inventara el director, William Wyler, para su adaptación de 1939-, que intenta hacernos creer que, “el amor” de Alejandro y Catalina, trasciende hasta el más allá.

No es pues raro que, luego, Buñuel hubiese dicho: “No me interesaba hacer ese filme y no quise innovar (…) pero creo que es fiel al espíritu de Emily Brontë” (1) Y ni qué decir que nunca estuvo a gusto con el grupo actoral que le impuso la producción: Jorge Mistral (a quien encuentro muy ajustado), Irasema Dilian (entonces la esposa del co-guionista, Maiuri. Razón -quizás- para que el par de besos que solo cerca del final se da la pareja de enamorados, resulten tan desapasionados). Junto a ellos, Lilia Prado y Ernesto Alonso, pero, quien mejor estuvo fue sin duda, Luis Aceves Castañeda, en el rol del alcohólico y mal padre llamado, Ricardo.

Quedan, pues, algunas razones por las que nunca he tenido interés en leer la novela de la señorita Brontë.

(1) “Luis Buñuel. Obra Cinematográfica” Agustín Sánchez Vidal.
Luis Guillermo Cardona
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