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Críticas de Francisco Javier Millan
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Críticas 265
Críticas ordenadas por utilidad
9
3 de junio de 2016
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más de 1000 kilómetros separan a Islandia del continente europeo. Un país modélico en muchos aspectos, cuyo clima y horas de luz, provocan que sus habitantes vivan de puertas para dentro, generando en muchos casos la aparición de seres inadaptados.
A veces la distancia es relativa y no realmente física. Hay gente en la sociedad actual a la que le es imposible seguir el ritmo de los demás, una velocidad que marca unos tiempos para perder la virginidad, encontrar pareja y crear una familia.
Fúsi, el protagonista de esta historia, es un hombre obeso que vive con su madre, y el novio de ésta, mientras pasa los días trabajando en el aeropuerto y con su afición principal: las maquetas de hazañas bélicas.
El film presenta, con una naturalidad enorme, el devenir de este ser de gran corazón, cuya vida interior es mucho más rica que la que pueden tener los que le rodean. Sus compañeros se burlan de él en el trabajo, y su entorno familiar tampoco es favorable para un hombre de su edad y condición.
La interpretación de Gunnar Jónsson es magistral, valedora de dos premios en Tribeca y Valladolid respectivamente. El actor hace gala, dentro de su contención, de todo un ejercicio que provoca en el espectador un alto grado de compasión. Con solo unos poco elementos, escenarios y situaciones, la historia consigue conmover en varios niveles a lo largo del metraje. Es un film que va directamente al corazón, dejando aflorar un sinfín de sentimientos propios del alma humana.
La relación que se crea entre el protagonista y su compañera de baile, nos hace rememorar a un tipo de cine como el de Mike Leigh o Ken Loach, pero sin el componente social y militante de este último. Y, aunque todo parece discurrir de una manera típica, los giros argumentales, sobre todo en su tramo final, no dejarán indiferente a los que se dejen atrapar por esta sencilla y gran historia.
Cine artesanal, sosegado e intimista, a la vez que cercano. Todos en menor o mayor medida hemos sido Fúsi, encerrados en nuestros entornos familiares y laborales. Y de nosotros depende tomar ese avión que nos hará descubrir lo que es realmente el mundo que tenemos fuera.
No me equivoco al afirmar que nos encontramos ante una de las pocas películas que verdaderamente merecen la pena de este apático año. Sobresaliente e inesperada sorpresa.
Francisco Javier Millan
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6
7 de noviembre de 2014
17 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es curioso como el título de una película puede tener tantas lecturas. La mayor parte de los espectadores se quedarán con lo que ven en pantalla, un relato contundente donde un obrero de la minería decide dar un golpe en la mesa y decir basta. Pero otros, verán en el mismo una declaración de principios por parte de su director Ignacio Estaregui, y de todo su equipo.
Y es que hoy más que nunca en la débil producción aragonesa, un realizador necesitaba dar el grito y hacer “justicia” hacia un cine que merece mucho más apoyo y no tanto caminar en el desierto como viene ocurriendo durante décadas.
Al igual que sus personajes, el equipo de Estaregui son auténticos Quijotes en un mundo poco dado a la fantasía. Gente con la necesidad de tener que decir las cosas por su nombre, plantando cara a todos los que nos ponen obstáculos en el camino.
Políticos y empresarios corruptos campan a sus anchas en una realidad que supera en mil veces a la ficción. Un guión necesario para el presente, que no solamente tiene que hacer frente a todo estos tipos sin escrúpulos, sino que también nos hace reflexionar sobre la necesidad de movernos de nuestra zona de confort con el fin de provocar los cambios necesarios en la sociedad.
Y es que como dicen muchos analistas, no estamos ante una crisis cualquiera, sino más bien ante un cambio de época en la que personas como Justino y Ramón deberían estar mucho más presentes en la conciencia de todos y no solo como únicas metáforas.
La frase con la que arranca “me voy a reciclar” lo dice todo. Hace falta un lavado de cara de instituciones, personas y tendencias, para enderezar lo que otros muchos han destrozado.
Pero la empresa no es fácil, siempre nos asaltaran esos molinos cual gigantes, que harán un poco más escabroso el recorrido.
Justino vive un auténtico “viaje del anti-héroe”, acompañado de un inesperado escudero. Dos tipos cuyos destinos se cruzan y cuyas vidas caminaran en una peculiar “road-movie” sembrando el terror entre los corruptos, mientras provocan la admiración en el pueblo.
La película se beneficia de una pareja protagonista con una química excepcional, dos actores con mirada melancólica que se dejan querer por su corazón y por su bondad.
De manera imprevista (y muy triste) Álex Angulo nos abandonó el pasado verano, dejando una impronta en toda una generación. La cinta de Estaregui viene a ser un compendio de toda su obra, un resumen de toda una carrera en muchas ocasiones discreta, pero con una huella diferente a la que dejan los reconocimientos o los premios laureados. No sería de extrañar que su interpretación se colase en la categoría de protagonista en los próximos Goya. La Academia estaría muy ciega si no le otorgan al menos una nominación.
Por otro lado Hovik Keuchkerian se logra posicionar y dar un soplo de aire fresco, a un cine, como el español, que parece recurrir una y otra vez a los mismos nombres en los créditos principales.
El resto del elenco está algo desdibujado, se echa en falta una mejor subtrama en lo referente al trabajo policial, a la historia le hubiera venido muy bien una presencia como la que encarnaba Harvey Keitel en “Thelma & Louise”.
Y aunque las vidas familiares de ambos protagonistas solo se intuyen, son aspectos que no empañan demasiado, un conjunto orquestado por uno de los pocos directores en Aragón, que tiene algo interesante que contar. Sin duda habrá que seguirle la pista en próximas incursiones.
Francisco Javier Millan
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8
9 de julio de 2014
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Curioso lo que ha ocurrido con esta película. Tiene todos los elementos necesarios para gustar y para arrasar en premios, y por el contrario ha pasado de puntillas y ha sido completamente olvidada. El mundo del cine cada vez es más inexplicable.
Además me cuentan que durante la proyección en el Festival de San Sebastián fue uno de los títulos más aplaudidos por el público, mientras que la crítica especializada la recibía de una manera tibia y distante.
Cada cual que saque su conclusión, la mía está muy clara, estamos ante una película magnífica, que con un poco más de esfuerzo quizás hubiera sido extraordinaria.
Comienza de una manera muy diferente a lo que esperas, un hombre maduro, retraído, conoce a una mujer en uno de sus múltiples viajes en tren por Inglaterra. Todo parece que quiere discurrir por terrenos románticos con los paisajes de las Highlands de fondo. Pueda nada más lejos de la realidad.
El argumento nos deriva a las consecuencias de la guerra y a un universo que bien podría ser deudor del trabajo de cineastas como David Lean, del que bebe clarísimamente en contadas referencias a una de sus obras más conocidas “El puente sobre el río Kwai”. Pero a diferencia de esta recordada película, que apelaba al optimismo en medio de la barbarie, nos encontramos con un desarrollo mucho más cruel y repleto de torturas.
La trama se mueve en dos espacios temporales, y aunque temes que la cosa se embarulle, no tarda en centrarse y atraparte durante todo el metraje. Es una película pausada para ver tranquilamente y para disfrutar de sus excelentes interpretaciones. El siempre sólido Colin Firth da paso a su versión más joven con el rostro de Jeremy Irvine, un actor emergente, que da un paso más en una excelente interpretación, en ocasiones visceral. Nicole Kidman por el contrario, sin añadir nada nuevo ni destacar especialmente, pone su contrapunto, y el motor que mueve al corazón del protagonista. Y es que cuando uno tiene alguien a su lado, las cosas se ven de diferente manera.
Es una película que nos habla del perdón y de cerrar viejas heridas, algo que no solo se debe aplicar a tiempos de guerra, sino también a tiempos de paz.
Y un canto de amor hacía el ferrocarril, el medio de transporte más querido por muchos viajeros.
En resumen, una gran moraleja, y una gran lección de cine a la antigua usanza.
Francisco Javier Millan
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7
16 de abril de 2014
18 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
No me canso de decir una de las máximas habituales en el cine, las expectativas bajísimas suelen conllevar gratas sorpresas. Y sin duda estamos ante una de esos casos.
Curiosamente tanto el público como la crítica le ha dado la espalda, y digo curiosamente porque tiene los mismos elementos que hicieron que la primera parte de “The fast and furious” se convirtiera en un gran éxito. Incluso me atrevería a decir, que aún moviéndose en un terreno similar, termina siendo superior al primer capítulo que abrió la saga protagonizada por el malogrado Paul Walker.
El gran acierto de estas carreras ilegales es un planteamiento tradicional, teniendo como eje pivotante el factor venganza que tan bien suele funcionar en la pantalla, además de una serie de secuencias de acción rodadas a la vieja usanza. No en vano podremos descubrir un homenaje a la película “Bullit” en la escena del autocine.
Quizás por seguir comparándola esta producción puede llegar a carecer del carisma de los personajes de la citada saga, pero claro, aquellos llevan ya seis películas a sus espaldas y esta me temo que se quedará en un único episodio.
Parece que el tirón televisivo de Aaron Paul no es suficiente como para atraer en masa a los espectadores. Su presencia es agradable pero aún dista de convertirse en una estrella rompe taquillas.
La casualidad ha hecho que tanto él como su compañera de reparto Imogen Poots, estén también compartiendo protagonismo en la cartelera con el drama insulso “Mejor otro día”.
Pero no sería justo si no nombrase una serie de escenas que hacen que el conjunto se tambalee, y es que precisamente los momentos cómicos empañan un conjunto que planteado desde un punto de vista mucho más serio hubiera dado lugar a una gran película.
Estoy de acuerdo de que me digáis que está llena de clichés y tópicos habituales del género, pero qué demonios, no me ha hecho mirar el reloj en ningún momento durante los nada desdeñables 130 minutos.
Y en una nueva ocasión me ha hecho de nuevo viajar por las carreteras y paisajes de los Estados Unidos, impecablemente fotografiados.
Si sois amantes del automovilismo y la velocidad no os defraudará. Yo sin serlo, ha conseguido entretenerme, y con nota.
Francisco Javier Millan
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7
24 de abril de 2014
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muchos espectadores de mi edad añoramos en cierta medida ese estilo de hacer dibujos animados para entretener y formar al mismo tiempo. Algo que era muy habitual en décadas pasadas.
En el universo de este género hay múltiples propuestas, algunas de ellas son explícitamente formativas pero otras son un mero ejercicio de distracción. Películas y series que van en ocasiones a una velocidad de vértigo.
Dreamworks siempre se ha movido entre dos aguas, por un lado tiene la capacidad de producir grandes obras (por ejemplo “Cómo entrenar a tu dragón”) o realizar piezas de usar y tirar y de consumo fácil.
En esta ocasión nos encontramos con una película mixta que combina ambas posibilidades. Los productores toman como punto de partida unos personajes poco conocidos en nuestro país y cuyo origen parte del show de Rocky y Bullwinkle.
La película juega con los saltos temporales lo que da lugar a diferentes segmentos que forman parte de un todo, algo así como empalmar diferentes cortometrajes con un hilo conductor. Algo que por otro lado funciona bastante bien.
Es una propuesta estupenda para acudir con niños y que no olvida para nada a los adultos, los cuales se divertirán más si cabe que los más pequeños.
No estamos ante una película excelente, pero sí que sigue el buen camino que a buen seguro culminará con la llegada este verano del esperado regreso de Hiccup y sus amigos.
Francisco Javier Millan
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