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Críticas de Vagabundoespiritual
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Críticas 82
Críticas ordenadas por utilidad
7
25 de febrero de 2018
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Small Town Crime, la historia de un ex-policía alcohólico, de pasado complejo, cuya vida va a la deriva y ve una oportunidad de redención en la resolución del crimen de una joven prostituta que encuentra tirada en la carretera, es una producción independiente de cine negro y pulp de manual, que deleitará a todos los amantes del género.

Es cierto que los guionistas y directores (Eshom e Ian Nelms) de esta película no inventan ni plasman nada que no hayamos visto antes cientos de veces, pero el amor y pasión que demuestran por el género negro, sus mecanismos y sus personajes se ve reflejado en cada minuto de la historia.

Los personajes y situaciones son los establecidos en los cánones del género negro y criminal (alcohólicos en busca de salvación, prostitutas confidentes, amigos leales, macarras de buen corazón, asesinos a sueldo despiadados, policías metomentodos, etc.), y pese a ello, la historia no sólo no desfallece o aburre si no que va creando expectación y adicción constante, finalizando la función con un estupendo y apoteósico tiroteo que dejará gran sabor de boca.

Gran culpa de los fabulosos resultados finales de esta producción lo tiene un guion perfectamente medido y equilibrado repleto de humor negro, una dirección sobria y contundente, y unos personajes creíbles y carismáticos. Inmenso John Hawkes como el ex-policía Mike Kendall (una de sus mejores interpretaciones).

Sin duda, los amantes del cine que le den una oportunidad a esta cinta serán recompensados con una de las propuestas independientes de cine negro americano más interesantes y atractivas del último (tal vez, últimos cinco) años. Joyita a reivindicar desde ya.
Vagabundoespiritual
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8
3 de abril de 2013
16 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los Ojos Sin Rostro es un estupendo film a mitad de camino entre el terror y el thriller que dirigió Georges Franju en 1960 (año en el que vieron la luz obras maestras del género como Psicosis y El Fotógrafo Del Pánico) y que desgraciadamente es poco conocido por la mayoría de los amantes del cine. Esta obra, que merece ser reivindicada, ha influido enormemente en multitud de autores (De Palma, Carpenter, Cronenberg, etc.) y películas posteriores (la última en mostrar sus clarísimas influencias es, ese querer y no poder de nuestro Pedro Almodóvar, La Piel Que Habito).

La historia es simple pero potente y turbadora. Un eminente cirujano, Genessier (Pierre Braseur), que regenta una de las mejores clínicas de Paris y se encuentra desarrollando una novedosa técnica quirúrgica (heteroinjerto), intenta desesperadamente y bajo un gran sentimiento de culpa reconstruir el rostro desfigurado de su hija Christiane (Edith Scob) que ha sufrido un terrible accidente de tráfico. En su anhelo, Genessier, tendrá la colaboración de Louise (fabulosa Alida Valli), una ambigua y enigmática secretaria-enfermera (y también incondicional esclava) que comparte un pasado turbio con el doctor. Esta buscará jóvenes que comparten ciertas similitudes físicas con la hija de Genessier, para una vez “engatusadas”, ser conducidas a la mansión privada del insigne doctor, la cual posee las instalaciones adecuadas para llevar a cabo sus experimentos y que se encuentra aislada en un frondoso y tétrico bosque. Al tiempo que afloran jóvenes desfiguradas y Christiane se derrumba angustiada por la vida de pesadilla que lleva (fantasmagórica se nos muestra cada vez que aparece en pantalla), la inepta policía comienza a investigar el extraño caso de las jóvenes mutiladas.

La historia suena a sobada (de hecho se nos ha contado en innumerables ocasiones), pero este film tiene unas cualidades especiales que la convierten en una pieza casi única. Posee un detallismo estético casi documental, por momentos la cinta es aséptica y distante, y a la par, tiene una enorme carga simbólica y surrealista que impregna el film de un hiperrealismo extrañamente onírico. Tal vez sean la frialdad y naturalidad con la que se muestran las cruentas acciones una de sus bazas más importantes. Impresiona hoy día la escena de la operación de trasplante de cara (con lo que no puedo imaginar lo que debió suponer para la época su visionado). Además, el guión, que corre a cargo del propio autor de la novela (Jean Reno) sobre la que se basa, de los prestigiosos Pierre Boleau y Thomas Narcejac (autores entre otras de Las Diabólicas y Vértigo) y Claude Sautet, no sólo se contenta con ser un film de suspense con tintes de terror, sino que trata de temas tan eternos como el sentimiento de culpa, las atrocidades que es capaz de perpetrar el amor obsesivo, los intentos de sobreponerse a los designios del destino y la necesidad de libertad, pero sin juzgar a los personajes.

Cuatro elementos sobresalen poderosamente por encima de todo el conjunto. La maravillosa fotografía en blanco y negro del gran Eugen Schufftan que potencia intensamente las sensaciones de claustrofobia y siniestrabilidad, la partitura del maestro Maurice Jarre que enfatiza y enriquece con aires pesadillescos cada secuencia, la simplicidad (aparente) con la que están planificadas todas las escenas por parte de Franju que nos sitúa en el epicentro de la acción y las actuaciones de los actores protagonistas que están cargadas de matices y sentimiento. Estos elementos perfectamente conjugados consiguen una atmósfera inquietante, turbia y amoral que durante 90 minutos se despliega con ritmo pausado pero certero ante nuestros ojos generándonos sin que nos demos cuenta una sensación de desasosiego y malestar que alcanza su catarsis en un final trágicamente poético (que estoy seguro ninguno olvidará).

Esta recomendable (e imprescindible) película es la muestra perfecta de cómo crear suspense y terror sin necesidad de recurrir a efectos sonoros ensordecedores, chillidos continuos, casquería barata, carreras desesperadas y asesinos rocambolescos. Menju sabe infundir tensión y miedo con un estilo sutil y delicado, muy difícil de alcanzar en el mundo del cine y que desgraciadamente muy pocos han vuelto a repetir con resultados tan fabulosos.
Vagabundoespiritual
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7
18 de junio de 2017
19 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Baby Driver, lo nuevo del siempre atrayente Edgar Wright, es otra muestra más de la habilidad del cineasta británico para, siguiendo (y subvirtiendo) las reglas de los géneros, como ya hizo en Shaun of the Dead, Hot Fuzz o The World’s End, ofrecer un producto divertido, espídico y muy disfrutable.

Baby Driver es la historia de un joven prodigio al volante, con un problema auditivo producto de un accidente de niño que lo aísla del resto de personas, el cual debe conducir coches empleados en atracos y asaltos hasta liquidar una deuda pendiente con un importante cerebro criminal de la ciudad de Atlanta, Georgia. Su vida dará un enorme vuelco cuando conozca a una joven camarera igual de apasionada por la música que él y la imposibilidad de abandonar el mundo criminal una vez saldados sus compromisos.

La portentosa narrativa de Wright junto a una fotografía espectacular del maestro Bill Pope (Darkman, Bound, la trilogía de Matrix o Team America) se ven sublimadas por un montaje que no da tregua a ritmo de hit musical. Destacando la gran persecución del prólogo de la cinta (al nivel de las mejores de la historia del cine, como las de Bullit, French Connection, To Live and Die in LA, The Hidden, Ronin o Drive) y el deslumbrante plano secuencia inicial. Pocas veces el montaje de una película ha estado tan bien sincronizado con la banda sonora, materializándose esta en cada uno de los fotogramas que vemos.

En cuanto al conocido reparto, Kevin Spacey, Jon Hamm, Jamie Foxx, Jon Bernthal o Eiza González, decir que pese a estar todos estupendos en sus prototípicos personajes de historia pulp de manual, se ven eclipsados por unos jovencísimos pero fantásticos Ansel Elgort y Lily James.

En definitiva, a pesar de no ser perfecta ni la mejor obra de Edgar Wright, ese honor lo siguen ostentando Shaund of the Dead y The World’s End (para quien escribe), es una película endiabladamente entretenida, con una factura técnica fabulosa, diálogos y golpes de humor típicos de Mr. Wright, personajes pasados de rosca y al borde de la caricatura, y un continuo devenir de hits musicales de grandes artistas (Queen, T-Rex, Simon & Garfunkel, James Brown, The Commodores, etc.) que conseguirán que disfrutemos como enanos durante casi 120 minutos con esta historia de atracos, tiroteos y persecuciones a toda velocidad por las calles de Atlanta.
Vagabundoespiritual
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5
8 de octubre de 2022
25 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aceptable regreso, sin más, del infierno cenobita y sus placeres prohibidos pero muy lejos de las expectativas creadas y de lo que un entusiasta de la Configuración del Lamento desea ver.

Desde que descubrí a Clive Baker a mediados de los 80 mi mundo cambio completamente, su debut cinematográfico y sus Libros Sangrientos me volaron la cabeza y me sumergieron en un universo perverso, sicalíptico, delirante, sangriento, doloroso y tremendamente placentero que nunca he abandonado.

La saga Hellraiser, lamentablemente solo cuenta en mi opinión con una película verdaderamente reseñable más allá de la original, que fue su continuación, Hellbound: Hellraiser II, donde Tony Randel junto al resto del equipo técnico y parte del reparto de la original daban una nueva vuelta de tuerca y expandían el imaginario planteado por Baker un año antes. Lamentablemente la falta de presupuesto y diversos contratiempos hicieron que no alcanzara las cotas de grandeza a las que apuntaba.

Después de aquello el páramo más absoluto, y con cada nueva entrega producciones más bajas y equipos técnicos y artísticos más amateur. Parecía que la saga no podía descender más profundamente en el infierno (olvido).

Afortunadamente, David Bruckner, fue el elegido de traernos nuevamente el averno y esta nueva entrega vuelve a contar con un presupuesto aceptable y un equipo técnico y artístico competente. El resultado: la mejor entrega desde la secuela de 1988, lamentablemente dados los precedentes eso no es decir gran cosa.

Bruckner vuelve a demostrar su valía y buen hacer tras la cámara e imprime dinamismo y agilidad a la narración, la factura técnica: fotografía, montaje, sonido, banda sonora y los efectos, tanto de maquillaje como visuales, son más que aceptables (aunque en algunos pasajes habría preferido menos CGI), lamentablemente el guion no deja de ser un montón de lugares comunes (a veces sin sentido), algunos personajes carecen de carisma (fundamentalmente la protagonista Riley), el reparto cumple con su cometido, y en cuanto a la irrupción del dolor, la sangre y las vísceras, que todos ansiamos, ofrecen los mínimos exigibles. La sensación es que no han pisado el acelerador del gore (y el relato lo demanda a gritos).

En definitiva, una propuesta aceptable, que no aburre ni traiciona el espíritu de la obra de Baker, que trae nuevamente el infierno y a Pinhead a nuestras vidas, mejorando enormemente los productos infectos en los que había degenerado la saga, pero por desgracia no brinda las dosis de dolor, salvajismo y demencia que los acólitos de los cenobitas deseamos. Esperemos que la próxima vez que alguien juegue con la Caja de Lemarchand destape el verdadero infierno en la Tierra.

Una recomendación, a los que os deleitasteis con las dos primeras entregas de los cenobitas, devorad la publicación en castellano del libro: Los Evangelios Escarlata de Clive Barker, editado en ingles en 2015, y que es continuación de su novela corta The Hellbound Heart del año 1986 y que dio como fruto: nuestra idolatrada Hellraiser.
Vagabundoespiritual
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9
22 de enero de 2010
19 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
La cinta blanca (“Das Weisse Band”) la aclamada película del director Michael Haneke desarrolla su historia en un pequeño pueblo del norte de Alemania, en los albores de la Primera Guerra Mundial, donde extraños, inexplicables y violentos incidentes hacen tambalearse los cimientos de dicha comunidad.
A partir de la narración en off de estos “irracionales?” hechos acontecidos que nos relata el maestro de la escuela de la pequeña localidad, Haneke los utiliza como pretexto para en realidad diseccionar los aspectos sociológicos y psicológicos que nos rodean y determinan. Retratando con una maravillosa a la vez que dura fotografía en blanco y negro un mundo de mentiras, miedo, envidia, ira y horror que pone de manifiesto que las acciones más terribles que podamos imaginar perpetradas por el ser humano no son fruto de la excepcionalidad e irracionalidad, sino de la consecuencia lógica de un “caldo de cultivo” que desde muy pequeños vamos asimilando de forma consciente o inconsciente.
Lo que vemos durante el metraje de la película, mediante un “tempo” narrativo pausado pero lleno de matices, es como una sociedad opresora, llena de hipocresía y vicios ocultos, va minando la naturaleza inocente de los más pequeños hasta convertirlos en monstruos igualmente barbaros y despiadados.
Pero por encima de la profundidad del mensaje que propone el film, la maestra dirección de Haneke (recordando por momentos al mejor Ingmar Bergman), la bella fotografía o la austera pero perfecta ambientación que da una fisicidad a la historia envidiable, hay que destacar la interpretación de todos y cada uno de los actores que aparecen en la película.
Los niños pasan de tiernos e indefensos corderos a verdaderos “killers” en apenas unos planos, desplegando alguno de ellos todo un abanico de matices muy difícil de ver en jóvenes de su edad. A destacar la magnífica escena en la que un niño muy pequeño se despierta solo en mitad de la noche y busca en la oscuridad de la casa a su hermana para que le consuele y se encuentra con un secreto inconfesable.
En los adultos, igualmente portentosos (magníficos el doctor, la comadrona o la joven doncella que cuida los hijos del duque) en su demostración de que todos somos ángeles y demonios, cabe destaca por encima de todos el personaje del párroco y guía espiritual del pueblo que con solo su presencia llena la pantalla de tensión y miedo. Reseñable la impresionante escena en la que el doctor inflige una humillación a la comadrona a través de una violencia verbal brutal difícil de aguantar sin incomodarse.
En resumen una magnífica película que roza la perfección y no acaba con el fin de la proyección ya que queda retenida en tu cabeza y te hace plantear ciertos aspectos de esta compleja y violenta existencia.
Vagabundoespiritual
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