Es cierto que la historia es compleja, rebuscada, difícil de creer, incluso hay que hacer la vista gorda en el tratamiento de algunos temas, pero Daniel Sánchez Arévalo sale airoso manteniendo un buen pulso narrativo y cruzando las historias con oficio. Tratándose de un director novel el mérito es considerable. El trabajo de los actores es notable y los personajes se hacen creíbles en situaciones, a veces, algo artificiosas. Un trabajo sin alardes, sin virguerías, que cuenta bien una historia, lo cual es raro hoy en día.

El enfrentar el humor con el horror no lo inventó Tarantino, como algunos creen. Desde la magistral "El verdugo", de Berlanga, hasta la astracanada de "Acción mutante", del zafio Álex de la Iglesia, todo es humor negro. Pero bien es cierto que Tarantino ha hecho de este género un oficio, y que con mayor o menor fortuna ha hilado una filmografía muy respetable.

Estos dos israelíes han salido más papistas que el Papa, o sea, más tarantinianos que Tarantino. Y queriendo emular al maestro, es un decir, se han hecho un lío y les ha salido este dislate.

Y sí, a uno le choca ver a un tipo cortando una oreja mientras se come una hamburguesa, y hace cierta gracia que suene un ridículo tono de móvil cuando a uno le van a dar con un hacha, y en este plan. Pero es que no hay más, el talento les sirve para concebir cuatro ocurrencias de esta índole. Y con esto no se hace una película seria, porque el cine si es bueno es siempre serio, y riguroso. Y no se puede tirar de brocha gorda cuando el guión no funciona, como hace la pareja de directores.

La película se pierde en su propia grandilocuencia. Los diálogos de un supuesto alto nivel filosófico, con frases categóricas que harían las delicias de los lectores de Bucay o Coelho, rechinan en boca de narcos desalmados. En las novelas que he leído de Cormac MacCarthy, Meridiano de Sangre y La carretera (con la Trilogía de la frontera ya no pude), pasa lo contrario, los personajes son gente de pocas palabras, resalta más lo que se intuye que lo que se dice.

En El consejero, pese a la cháchara, abundan las elipsis y los sobreentendidos. Y yo me pierdo, y no ato cabos, y me digo que si fuera un poco más listo quizás estaría disfrutando de una gran película, y me irrito.

Pero me gusta el ambiente, y me gustan Fassbender y Cameron Díaz y Javier Bardem, y los mejicanos, y algunos detalles, y disfruto en esas zonas marginales, incapaz de encontrarle el alma a la película.

Leo que la mayoría de los sesudos críticos la encuentran obvia, de "perogrullo", manipuladora, parcial... Supongo que la gente vive más feliz ignorando la realidad de las cosas.

Moodysson ha realizado una película impecable, cruda, real, verosímil, de las que te dejan tocado si tienes un mínimo de sensibilidad. Lo que pienso de los críticos no puedo escribirlo porque incumpliría la tercera norma de publicación que se detalla por aquí abajo.

Ni vergüenza ni respeto tienen esta pandilla de descerebrados para atreverse a perpetrar un despropósito de este calibre. ¿Qué pintan actores del nivel de De Niro o Hoffman haciendo el payaso de esta manera? Sí, la pasta, pero ni así me lo explico; doy por sentado que deben tener la vida solucionada. No hace gracia ni a niños, ni a adolescentes ni a adultos, una sandez descomunal. No comprendo los comentarios ni las altas puntuaciones que algunos les dan aquí, supongo que el humor, como todo en la vida, tiene sus rarezas. O sus trastornos. Recomendada para tontos de remate.