Interesante propuesta de terror para todos los públicos que va de más a menos.

Un arranque lleno de sugerentes ideas argumentales y visuales, así como de una puesta en escena con detalles llenos de buen gusto, nos hace preveer lo mejor. Luego, no obstante, la historia muestra sus carencias en lo que es su claro talón de Aquiles: un guión que no debería haberse permitido ciertas licencias e incongruencias si quería, como su dirección muestra, ser algo más que un producto de mero entretenimiento.

Y es que las películas son esencialmente una historia y ésta debe estar bien contada. Algo tan básico como esto es lo que poco a poco parece olvidar 'Mamá'. Y da rabia, la verdad, porque acaba entregándose al susto fácil e innecesario, la trama previsible, el problema no resuelto de cómo contar todo lo que debe contarse y a un tramo final deslavazado, a ratos bello, a ratos ridículo. Demasiado carrousel. Además, la filmación en HD y no en celuloide a veces se nota demasiado.

Aún así, el aplomo del director en la puesta en escena y la creación de un universo con cierta atmósfera nos mantienen con la atención intacta y la película nos deja un buen sabor de boca.

Nos gustan tanto las historias, en especial las policíacas y los dramas, que abrimos nuestros corazones a todo aquel que quiera explicarnos una. Somos así. El género negro es fácil porque la empatía es inmediata a menos que el guionista sea un mentecato. Por mal que esté la propuesta es una apuesta segura para distraerse un rato. Y esto es lo que da 'Broadchurch'. Y ya está. Es una serie correcta y nada más. Lo que la delata en sus fallos son detalles que rebelan una intención más ambiciosa que el mero entretenimiento de la audiencia y que no cuaja en absoluto en dicho propósito. Querría ser una especie de 'The Killing', se nota, pero está a años luz de ella. Esta ambición descarada sin apenas metas conseguidas le resta, y mucho.

De entrada, un error descomunal: se pretende un retrato sobrecogedor sobre las personas que pierden por asesinato a un hijo, un nieto, un hermano, y nos encontramos con padres, abuelas y hermanas que no lloran, que no se quedan catatónicos, ni necesitan ansiolíticos, ni se quedan en cama deseando morir. Al revés: hablan, cocinan, se van a correr, a comprar, a hablar con la gente de su trabajo, con su novio, con su amante... Un tratamiento realista pésimo, sonrojante si quieres tomártelo en serio. Esto es lo peor del guión, a lo que le sigue la resolución del caso: no me creo lo que pasó. De tan sutil que se pretende en su análisis psicológico del culpable, me pierdo en el porqué de sus actos. De verdad, no me lo creo. Y cuanta más distancia temporal pongo de por medio, menos. Por otro lado, las trampas lícitas para despistarnos funcionan bastante bien y son hábiles, aunque clásicas.

En cuanto a la dirección, cal y arena: el uso contínuo del lenguaje publicitario basado en la cámara lenta y el abuso de una música omnipresente que nos recalca qué debemos sentir a cada segundo rebajan el nivel global a 'muy justito' e, incluso, ofensivo. Dichos errores intentan subsanar las comentadas lagunas emocionales del guión, pero solo consiguen empeorar la situación. Por otro lado, escenas como la caminata en silencio del policía hasta la casa del culpable elevan el nivel varios enteros, amén de una fotografía muy, muy buena, aunque también efectista.

Este contraste de calidad tan dispar contínuo en todos los aspectos convierten a la serie en una buena jugadora en la liga menor o en una muy justita en Primera División. Ustedes eligen con que visión quedarse, pero en diez años ya no nos acordaremos de ella.

Chula, chulísima peli de aventuras futuristas. Tomando prestados elementos de diversas fuentes cinematográficas, es capaz de crear un universo propio bien engrasado que funciona a la perfección. Desde el personaje del antihéroe cobarde hasta la propia mecánica narrativa, superlativa.

Tom Cruise tiene una carrera impresionante forjada con éxitos de calibre asentados en la calidad de sus guiones y direcciones. Una garantía segura de espectáculo y respeto a su audiencia. Y aquí lo logra de nuevo: hay imaginación, buen gusto, ganas de molar, imaginación, ritmo, equilibrio, técnica superlativa... De todo.

El film no ha funcionado en taquilla lo bien que se esperaba de él. El éxito de 'Ocho apellidos vascos' ya nos advirtió de que ahora ya sólo van al cine, y una vez al año, los que nunca van al cine para ver films menores. Grandes películas como las de Cruise, que en los 80 o 90 habrían arrasado, se ven ahora relegadas a ser comparsas.

Que cambie todo, por favor.

El film asenta su credibilidad en una estética copiada de la fotografía documental de esos mismos lares y de la puesta en escena absorbente de 'Memories of Murder', la genial película coreana. Incluso en el cartel.

A partir de ahí, todo lo que me suscita su visionado son dudas. ¿Hasta que punto estoy asistiendo al espectáculo talentoso de un buen director o a algo sin mayor valor que la eficacia en su ejecución? El anterior film de Rodríguez, 'Grupo 7', contenía discurso propio, tenía una estética moderna pero personal y su guión era eficaz y desacomplejadamente norteamericano nivel Eastwood. Tanto es así que gustó incluso a los que no les gusta nada.

Pero esta isla mínima se me antoja un eficaz y sólido ejercicio de nada. La historia que cuenta parece trascendente y no lo es, las referencias a las dos españas son delgadas y facilonas, la plasmación de una época se queda en la evocación estética (muy buena) y no psicológica o social... Para mí, un modelo que podría haber estudiado Rodríguez hasta la saciedad pues es ejemplar y excelente es 'El Crimen de Cuenca', que tiene mucho en común en intenciones pero que donde aquella logra llegar con creces, esta ni se acerca.

Además hay lagunas de guión que claman al cielo, empezando por la resolución, pasando por escenas de trazo gordo y terminando con decenas de detalles no creíbles.

Creo que nos hallamos ante un espejo doloroso para el cine español: es tan buena y ejemplar técnica y esteticamente (aún siendo rodada en digital) que creemos que es mejor de lo que es. Ya pasó lo mismo con 'Lo imposible', donde sólo aquí se le vieron las supuestas e inexistentes gracias mientras en el resto del mundo pasó como una más de tantas. Pues eso: que está a un nivel perfecto para salir a dar la cara con honor y en su liga, pero que eso no tiene nada que ver con que sea una buena película. Y aunque lo parezca, no lo es.

Alberto Rodríguez no es el mejor director español vivo, como tanto les gusta (re)escribir a muchos a partir de un comentario promocional escrito por su colega Sánchez-Arévalo antes del estreno de la mencionada 'Grupo 7'. No lo es pero podría serlo si se mete otra vez en su mundo y abandona las copias y las referencias.

Un tropiezo muy exitoso que le puede salir caro a la larga.

Una nueva obra maestra de Quentin Tarantino. Ahondando en su nuevo camino temático emprendido con 'Malditos bastardos', consigue dotar a su estilo ya conocido de una estimulante madurez y profundidad. Se equivocan aquellos que sólo se acercan al cineasta con interés por sus referencias e influencias. Eso da igual, la verdad, aunque es especialmente interesante ver como todos estos elementos siempre presentes en sus films están cobrando un sentido y una coherencia absolutos.

El fresco de una etapa decisiva y vergonzosa de la historia de Estados Unidos se produce con respeto, conocimiento, lucidez, emoción y una fuerte carga ideológica y moral. La violencia aquí es justificable y necesaria narrativamente y, sin titubear, la muestra con crudeza real y respetuosa en la piel negra y en forma de slapstick, ficticia, intrascendente, en la piel blanca. Bien.

Más. Queda claro que Tarantino asume que hay gente que es escoria que impide la vida y la libertad (física y moral) a los demás con su sola presencia. Esta gente es gente mala y representan el Mal. Corrompen todo, acaban con todo. Son nuestros enemigos y nos obligan a escoger entre ellos o nosotros. Y Tarantino no duda: nosotros. Por pura supervivencia. Y es que defiende que los grandes cambios son necesariamente traumáticos y vienen provocados por nuestra fuerza, impulsada ésta a su vez por la verdad y la justicia.

Ideas como estas, peliagudas y peligrosas -siempre transitando en una suerte de equilibrio imposible entre aquello moralmente aceptable y aquello que no- en manos equivocadas darían lugar a un producto denunciable, execrable, pero pasadas por el intelecto genialoide de Quentin Tarantino, nos regalan tres horas de placer, de redención, de verdad y libertad. Al alcance sólo de alguien tan talentoso, con tanta inteligencia y con tanto sentido común como él.

Este cineasta es cada vez más grande, está produciendo una filmografía de una dimensión artística y moral extraordinaria y, por este camino, puede llegar a cotas imperecederas, trascendiendo incluso el cine para instalarse definitivamente como referencia ineludible en la historia del arte. Bravo.