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Críticas de Joan Ramirez
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Críticas 124
Críticas ordenadas por utilidad
9
1 de mayo de 2012
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pelo corto: el pasado. Pelo largo: el presente. Como bien dice Ovejanegra en su crítica, Lynne Ramsay, la directora escocesa de esta película, utiliza en la primera mitad del film una narrativa “ultra-fragmentada” que, efectivamente, en algún momento resulta algo enervante. ¿Por qué? Pues porque en esos minutos iniciales se plantea que algo terrible ha sucedido en la vida de la protagonista y no nos acaban de decir el qué. Si la película no fuera excelente no me hubiera muerto de ganas de conocer el misterio durante esos “ultra-fragmentados” minutos.

Supongo que ya conocen el argumento: la película narra la relación de una atónita madre con el cabronazo de su hijo, desde su gestación a la adolescencia. No podría decir nada más sin desvelar partes del argumento. Ahora bien, sí puedo comentar que los niños que lloran y/o hacen travesuras con frecuencia reclaman más atención de la que tienen. Pero… ¿y si, efectivamente, logran esa atención? Entonces hay que sospechar otra cosa.

No podría dejar de destacar la calidad de la interpretación de los protagonistas, especialmente de Tilda Swinton, sobre la que quizás recae demasiado el peso de la película. Da igual. Poco a poco quizás se te vayan haciendo más atractivos sus huesos. A ratos me recordaba a la Ana Torrent de hoy en día. La mirada. La delgadez. Quizás el corte de su rostro. No sé.

Les dejo en “spoiler” una pequeña reflexión, toda vez que no me atrevería a dudar de su perspicacia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Joan Ramirez
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10
13 de octubre de 2011
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fat City NO va de boxeo y además es una obra maestra.

No va de boxeo del mismo modo que Moby Dick no va sobre la pesca de la ballena. Y es una obra maestra porque todo en ella es creíble, coherente y sutil; porque ni le sobra ni le falta nada; porque habla de los sueños, las esperanzas y las ilusiones de los hombres; habla de las enfermedades del alma, de la aceptación, de la madurez y del secreto que hace rodar al mundo. Y no hay ni un solo personaje que no ponga en danza lo que lleva dentro. Ni uno.

El gran tema de Fat City es el alcoholismo y el fracaso que lleva asociado. Pero también la aceptación de nuestras limitaciones y de la vida que nos es propicio llevar. Porque sí: la vida no ha de ser fantástica, sólo propicia. Pero bueno… este es un pequeño axioma por el que las empresas de publicidad hoy en día ajusticiarían al personaje de Jeff Bridges…

Por su parte, Stacy Keach hace el papel de su vida. Hasta ahora, para mí este hombre era sólo Mike Hammer y poco más (escondiendo siempre el labio leporino bajo el bigote). Ahora ha pasado a ser para siempre Billy Tully, el boxeador que perdió las riendas de su vida, el hombre que transformaba sus pocas y escasas alegrías en fracasos para justificar su adición. Así es el alcoholismo. Otros quieren estar siempre contentos. El caso es tener una excusa para beber.

Y me da a mí que John Huston sabía un congo de esto. Un tío interesantísimo, pueden repasar su biografía: pintor, actor, guionista, militar, boxeador…Si supiera un poco mas de cine supongo que no estaría tan emocionado a estas alturas. Pero bueno, ¿y qué? ¿No estamos aquí para aprender?

Al margen de esto, les confieso que no entiendo como el guarrete de Aronofsky pudo rodar “El Luchador”, una película sospechosamente similar (pero en mala...) existiendo ya esta, que es magistral. Y ya no digo la versión aberrante que del alcoholismo ofrece Mike Figgis en Leaving las Vegas…

Entre nosotros… ¿saben cuál es el pecado de esta película? Que arroja luz... aunque sea mortecina y algo triste.

La verdad es así.

¡Que la disfruten!
Joan Ramirez
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3
17 de mayo de 2012
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Shame” nos cuenta las aventuras y desventuras de un ciudadano de Nueva York adicto al sexo y, por tanto, también a la pornografía (que no es lo mismo). Le veremos solicitando los servicios de profesionales del sexo, friendo la visa gozando de desnudos exclusivos vía web cam, sumido en prácticas onanistas entre las sugerentes cuatro paredes que acotan un inodoro y, en definitiva, ahogando su ansiedad en el consumo masivo de estímulos y personas.

Entiendo que el señor McQueen, director de la película, no tiene por qué ser un experto en adicciones y, aún siéndolo, sus criterios no tendrían por qué coincidir con los de otros supuestos expertos. Además de ser temas controvertidos, están sujetos a las interesadas leyes del mercado, cosa que dificulta enormemente que se arroje luz sobre las adicciones alimentadas legalmente en cualquier rincón de nuestra sociedad occidental. Por tanto, es posible que alguno de ustedes perciba que el problema del protagonista se refleja parcialmente, incurriendo en algunas contradicciones que hubieran exigido una mejor documentación por parte de McQueen, también guionista de este “festival”. Es decir: percibo una cierta tendencia a interpretar el contenido de esta película como un documental. Y no lo es.

Cinematográficamente, es una película lánguida, escasa, plagada de unas pausas que saltan más sobre el vacío que sobre el significado de “algo”. Desde mi ignorancia, buscando reacomodo en la butaca del cine cuando el aburrimiento me recuerda todo lo que me duele, se me ocurrió pensar que esto del “arte y ensayo” ya estaba superado. Por otra parte, también me pareció que Bach acompañaba muy a disgusto al protagonista cuando hace footing por las calles de Nueva York. Como algunas personas que se acomplejan, desde el primer minuto se percibe que “Shame” quiere ser más de lo que es: más interesante, más “cool”, más profunda… Resulta un poco irritante.

¿El título de esta crítica? Bueno… nace de una reflexión personal: al sexo se lo hemos ido quitando todo progresivamente: el proceso de elección de la pareja, la seducción, la capacidad reproductiva (y, por tanto, el tener que apechugar con sus consecuencias), la cordialidad, la amistad, el amor… ¡y el sexo mismo cuando la masturbación se impone frente al pornotube de turno! Dice un amigo mío psiquiatra que "esto de follar, al final será como darse la mano". Razón no le falta. ¿Será por eso que McQueen ha desnudado tanto su película? Lo dudo. Como sugiere Neathara en su estupenda crítica, también me inclino a pensar que este trabajo es un muy premiable ejercicio de oportunismo y pedantería.

(sigo en "spoiler" por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Joan Ramirez
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7
22 de noviembre de 2011
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Apolo XIII es prácticamente un documental, un film radicalmente basado en hechos reales. Tanto es así que, incluso, podándolo un poco, se podrían insertar en él entrevistas reales y una voz en off para completar lo que, de un tiempo a esta parte, en las televisiones llaman “nuevos formatos”.

Por tanto, conviene sentirse algo predispuesto al tema de los viajes espaciales, así como a asumir el espectáculo didáctico que propone la película sin esperar ningún vericueto dramático. En ese sentido, tanto la dirección como la labor de todos los actores me han parecido una perfecta demostración de escuela y oficio, sin excesos innecesarios. De hecho, me ha recordado a otra película americana que se rodó años después, “United 93” (2006), de Paul Greengrass, que narra con el mismo afán documental lo sucedido el 11-S en Nueva York.

Después de reflexionar un poco sobre este tipo de cine tan ajustado a los hechos reales, concluyo que ver una película de estas de vez en cuando no está mal, siempre y cuando se trate de un producto de calidad. Si alguien quiere experimentar el desastre que puede resultar cuando un director no sabe si está filmando un documental “o qué”, que le eche un vistacito a “Vivaldi, un príncipe de Venecia” (2006) y quedará, probablemente, tan espantado como quedé yo.

¿Y lo de “Horacio”? Bueno… por aquella máxima clásica de “enseñar deleitando”. Podemos ir a la luna a lomos de un cohete, pero aún me fascina más que un postulado poético tenga más de 2.000 años de vigencia. Apolo XIII es la muestra.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Joan Ramirez
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2
30 de marzo de 2012
13 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta nueva versión de Blancanieves es un auténtico horror, y no lo digo en referencia al escaso grado de respeto por el original escrito o por la versión animada de Walt Disney, si no porque ella misma es un producto de mal gusto, un centrifugado de estilos y voluntades tan poco armónico, que ni encandila, ni divierte, ni entretiene, ni descubre… Y lo que es peor: ¡ni escandaliza, ni edifica!

Por tanto, me sumo a los que se han aferrado a la butaca del cine como han podido frente al aluvión lujuriante y lujurioso de este neobarroquismo chungo y pos-pos-posmoderno, regalo del siglo XXI y su gran coctelera incapaz de inventar nada. ¡Pero es que nada, eh!

Lo único salvable y un pelín prometedor es el prólogo de cine animado del principio, unos cinco minutos en el que algunos quizás vean la influencia del pintaparedes que fue Gustav Klimt, pero que a mí me ha evocado muchísimo más a la gran pintora que fue Remei Varo.

Reconozco, no obstante, que Julia Roberts es valiente y está graciosa haciendo de reina malvada, pero su personaje no avanza ni evoluciona con el metraje; de principio a fin se queda con los mismos tics de divinidad narcisista (que tanto he visto en la vida real…) sin dar el paso a la alambicada esencia de la maldad pura. Una lástima.

Y ya no cuento nada más que no sea explicar el título de ésta crítica. ¡Voy!

Barcelona se me ha aparecido al menos 5 veces mientras veía la película. En 1953 se encargó al más que interesante arquitecto F.J. Barba Corsini que diseñara 13 apartamentos en los desvanes de “La Pedrera”, el fantástico edificio de Antoni Gaudí. Hoy ya no existen, pero leí en una entrevista a uno de los antiguos inquilinos que realmente le sabía mal tener que subir a tender la ropa a la terraza del inmueble, que alberga un conjunto escultórico con más magia que toda la Isla de Pascua. Decía el entrevistado que realmente le dolía amarrar una cuerda a los “guerreros” de Gaudí para dejar secando al sol sus calzoncillos y sus sábanas. El casco de esos “guerreros” (en realidad, son chimeneas…) ha sido llevado, tal cual, por Eiko Ishiosa (q.e.p.d), la responsable del diseño de vestuario, a los guardianes de la Corte de la Madrastra en esta película.

O sea: del calzoncillo al bodrio: el círculo se cierra y mi amado arquitecto místico, el hombre que fue arrollado por un tranvía cuando iba a rezar con sólo un puñado de cacahuetes en el bolsillo, da un paso más hacia la gloria auténtica, que no hacia la beatificación que el Vaticano le racanea.

Las otras apariciones de BCN en la película: las columnas grabadas también del interior de La Pedrera; la claraboya del Palau de la Música de Domènech i Muntaner; la chimenea del piso Principal de la Casa Batlló, también de Gaudí, en la forma de varias puertas de palacio. Y… ¡cómo no, un enano haciendo de trilero!

Definitivamente, Ishioka y el amigo Tarsem estuvieron por aquí. Dios mío…¡estar en el mapa para esto!
Joan Ramirez
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