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Argentina Argentina · Buenos Aires
Críticas de Charly Barny
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Críticas 195
Críticas ordenadas por utilidad
6
17 de julio de 2018
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María Schrader, actriz, guionista y directora alemana pone en escena los últimos años de la vida del escritor austriaco de origen judío Stefan Zweig. Lo hace de manera austera concentrándose en cinco momentos diferentes de su vida en el exilio a través de una puesta que no ignora la vasta experiencia teatral de la directora. Justamente si el film peca de algo es de poco cinematográfico. Sus cinco escenas son eminentemente teatrales y en general todo el énfasis narrativo radica en los excelentes diálogos y en las notables actuaciones que se presentan en el film.
Queda claro que no estamos ante una biografía del autor sino de cinco momentos importantes antes de su muerte. La película comienza en 1936, en oportunidad de desarrollarse el Congreso Internación del Pen Club en Buenos Aires, donde Zweig asiste como miembro de esa institución, y ofrece un importante discurso donde pone en evidencia la situación que bajo el nacionalsocialismo se vive en Alemania, y se continua en sucesivas escenas separadas en forma de capítulos que indican lugar y año en que transcurren las acciones: Bahía de San Salvador, Nueva York, y Petropolis durante 1941, y un epilogo, en este último lugar, un año más tarde.
El film se concentra en el profundo desagrado que como judío siente Zweig, primero como simple ciudadano y hombre de letras ante el avance del nacional socialismo y su política persecutoria en la Alemania de los años 30, y luego ante la declaración de la guerra, cuando comienza a denunciar los crímenes cometidos en los campos de concentración del nazismo. Como consecuencia de ello, el film más que mostrar la obra y el pensamiento de un escritor y periodista se concentra más en la figura del humanista, del hombre que se dedica a denunciar el estado de locura que reina en su país.
Consecuencia de ello, el film aparece como algo inacabado, como si solo relatara una parte, posiblemente la más importante de su vida, cuya oposición política trasciende de lejos a su trayectoria como escritor. Mirada desde el punto de vista que propone la película podríamos afirmar que la visión crítica del periodista se impone a la del escritor y filósofo, particularmente toda vez que asume este papel desde una situación de exilio forzado dado que el destino de su permanencia en su propio país hubiera sido sin duda su envío a un campo de concentración.
La puesta de María Schrader es una permanente contraposición entre lo que se intuye que pasa en Europa y no se ve (persecución, guerra, destrucción y muerte), y las añoranzas del escritor en medio de ese regalo que le está dando el gobierno de Brasil que lo asila y lo libera para disfrutar la vida en medio de un paraíso con la forma de una hacienda que produce caña de azúcar en el interior del país.
Y aquí aparece una cuestión filosófica, aquella relacionada con el ser y el tener que precisamente lleva al suicidio del escritor en diciembre de 1941. El exilio (siempre forzoso) supone una ruptura de la personalidad y se relaciona con la pérdida de las raíces. Siendo alojado con todas las comodidades por el gobierno de Brasil, y siendo ese país un verdadero crisol de razas, termina suicidándose con su segunda mujer y secretaria. Solo es posible entender este acto desde el sentimiento de pérdida que alude al forzoso abandono de un proyecto personal y cultural: El sonido de otro idioma. El perfume de otras tierras. La lejanía de los amigos. La desilusión de una Europa que dejaba de ser lo que era arroyada por la guerra. El profundo rechazo hacia el nacional socialismo. Y obviamente a la figura de Adolf Hitler.
El problema de la película es que es fría y distante. Cuesta empatizar con la figura que presenta de Zweig. Un hombre solitario, algo ido, no obstante eminentemente lucido, un intelectual de valía que dejó una obra que podríamos considerar inconclusa y que el tiempo ha ido borrando de la memoria colectiva y que ahora rescata esta interesante película alemana de María Schrader.
Charly Barny
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6
26 de marzo de 2018
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Basada en la obra teatral del ganador del Premio Tony August Wilson, y con guión del propio autor, Denzel Washington dirige con mucho tacto esta obra que también actúa acompañado en los papeles centrales por la notable Viola Davis, y Stephen Henderson.
La obra transcurre a principio de los años 60, en un barrio de gente de raza negra en la ciudad de Pittsburgh, al noroeste de los Estados Unidos, cuando todavía el prejuicio racial no se había superado totalmente en aquel país. Las cercas de que habla el título en inglés de la obra (Fences) no solo marcan o separan los límites de la casa, sino también los que su personaje central quiere imponer a cada miembro de la familia, pero que paradójicamente, es incapaz de ponerse a si mismo.
Washington, como director, mantiene la estructura teatral de la pieza, logra un clima absolutamente intimista, y retrata a la vez el estado de segregación racial existente de por fuera, y los problemas de la intimidad de la familia Maxson por dentro.
A su vez, interpreta al personaje principal de la obra: Troy Maxson, un recolector de basura que trabaja para la municipalidad cuya mayor ambición es poder llegar a ser chofer de camiones de dicha dependencia.
Pero lo más interesante está en el cuadro familiar que la obra plantea. Troy busca desesperadamente que la disfuncionalidad que presenta dicho cuadro se corrija pero en realidad hace todo lo contrario para complicarlo. Él sabe que debería hacer cada uno de sus hijos, pero es un irresponsable que no sabe hacer algo mejor de su propia vida. Esto hace, por un lado, que el drama se suavice con una cuota de un humor que nace fundamentalmente de unos diálogos chispeantes, pero a la vez, aparece con más crudeza la disfuncionalidad familiar.
Al promediar la obra, en un momento de inflexión de la misma, emergerá la imagen de su segunda esposa, una inolvidable Viola Davis (ganó el Oscar a la Mejor Actriz de Reparto) en el papel de Rose Maxson, quien a la postre, y ante una sucesión de hechos inesperados, se convertirá en el verdadero baluarte y sostén moral de la integridad de la familia. Allí se encuentra el sentido de esas cercas del título de la obra, aquellas que por un lado separan (un barrio y una comunidad negra) y por otro protegen (la unión de la familia).
Convencional por momentos, haciendo recordar por un lado al Arthur Miller de La Muerte de un Viajante y al J. B. Priestley de El Tiempo y los Conways, por otro, excelentemente actuada, rescatando siempre el aspecto más humano de los personajes, tanto en sus virtudes como en sus defectos, Fences se termina imponiendo por la visión humanista de la lucha por la sobrevivencia, la manutención de los valores y la búsqueda de la integración racial de una comunidad perseguida por siglos de separatismo.
Charly Barny
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8
26 de febrero de 2018
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“Algún día, no obstante, lloraras, por cosas que sabrás perfectamente. Pero ahora, muchacha, da lo mismo el nombre que les des, pues solo hay una forma de dolor” Gerard Manley Hopkins (1844-1889)
En el comienzo del film, Lisa Cohen (Ana Paquin), protagonista casi absoluta del film, sin intencionalidad alguna, pero con absoluta irresponsabilidad, provoca un accidente de tránsito que deja como resultado una mujer muerta. Lisa es una adolescente que cursa su último año de secundaria, hija de padres divorciados, que vive con su madre y su hermano en el West Side de Nueva York. Su padre, se ha mudado a California por un asunto de negocios y vive allí con su nueva esposa.
El film es la descripción de una crisis. Es el relato de una toma de consciencia. Es la soledad que expresa una joven que sabe que ha cometido una acción equivocada pero que aún no comprende sus consecuencias. En ella se suceden los distintos estados de ánimo que genera el accidente. Queda en estado de shock mientras trata de entender qué ha pasado. Cuando lo entiende, deviene en una negación del hecho, por lo cual se expresa con rebeldía y fastidio hacia todo lo que la rodea, especialmente su madre y sus profesores.
Desde lo psicológico, aparecerá la frustración cuando reconoce que el accidente ha sucedido de modo diferente. Entonces, comienza a buscar una válvula de escape y ve con agrado la posibilidad que le ofrece su padre de irse a vivir a California con él e iniciar sus estudios universitarios en aquel lugar. Esta especie de cambio no es más que un abandono. La toma de consciencia no se da y aparece una necesidad de experimentar, de crecer, de madurar. Nuestra protagonista decide perder su virginidad. Su cuerpo se transforma en el de una mujer aunque su cabeza continúa siendo la de una adolescente que pretende tomar una decisión. Se pone en contacto con una amiga de la persona fallecida en el accidente y busca generar una causa legal contra el conductor de colectivo. El resultado final será una nueva decepción dado que sus pensamientos adolecentes coalicionan contra un mundo adulto regido por intereses mayormente de tipo económico, lejos del ideal de justicia.
Pero si miramos desde lo religioso, es el sentido de culpa el que la desgarra emocionalmente y la transporta compulsivamente hacia sus semejantes: padres, profesores y compañeros. Lisa es una especie de tormenta que no encuentra contención. No obstante, hija de un padre judío y una madre católica, ninguno de los dos practicantes, no parece el culto religioso ser un componente influyente en su comportamiento, ni muchos menos de sus decisiones morales.
Lonergan se detiene en la relaciones de Lisa con respeto y pulcritud. Describe minuciosamente la relación en el hogar con su madre y su hermano. En ello aparece un mundo lleno de frustración donde aparece un modelo de familia disfuncional. Padres separados y ausentes. Su madre encuentra su propia válvula de escape e incluso una forma de vida a través del teatro vocacional. Es actriz. Y su padre, solo aparece y se manifiesta en forma telefónica. Su hermano es un ser que no existe para ella.
El mundo de la escuela pretende ser un mundo de aprendizaje y reflexión dentro de un marco de austeridad y disciplina, donde obviamente el mundo perturbado de Lisa no encuentra demasiado lugar ni contención. Su desinterés por las clases y sus profesores es manifiesto. Sus hormonas están en un estado de ebullición tal que la aproximación a sus profesores está más signada por lo sexual que por lo intelectual.
El film está armado como un rompecabezas en el cual todo gira alrededor de Lisa, epicentro absoluto del relato. Es notable la forma en que Lonergan describe a sus personajes y las relaciones que se establecen entre ellos. Si bien narrado siempre desde el punto de vista de Lisa, el mundo que gira a su alrededor queda retratado en forma firme e indeleble.
Relato sobre una adolescente que se transforma en mujer, el film encuentra en todo momento la sensibilidad de Lonergan, especialmente en su hermoso final en la Opera de Nueva York, cuando emocionada por la música estalla en llanto y su madre le dice: Es que la vida no es una ópera…Y no todos somos personajes secundarios de tu vida!
Queda una pregunta para el final. ¿Quién es la Margaret del título? Es la muchacha al que poeta Gerard Manley Hopkins le dedica el poema “Primavera y Otoño”, el cual habla del dolor de crecer. De ese dolor es el que nos habla Lonergan en este gran film.
Charly Barny
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9
26 de febrero de 2018
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Hace casi 50 años, en diciembre de 1967, se estrenaba en Estados Unidos, un film que marcaría una época: El Graduado. Dirigido por Mike Nichols y protagonizado por Dustín Hoffman y Anne Bancroft, era una comedia que se metía de golpe en la vida de alguien que no sabía qué hacer con su vida. El afiche de la película presentaba la situación diciendo: Este es Benjamin, y está algo preocupado por su futuro.
La preocupación de Benjamin, que acababa de graduarse en la universidad, expresaba una situación de incertidumbre frente a la necesidad de comenzar una vida profesional en un mundo que comenzaba a mostrar los primeros signos de la decadencia de una sociedad industrial que comenzaba a transformarse en una sociedad de servicios. Un amigo de su padre le decía que el futuro estaba en los plásticos. Más tarde, la realidad respondió algo diferente.
Los problemas de Hedi son un poco más complejos. Vive en Túnez con su madre. Tiene un empleo de vendedor de autos, pero lo que más le interesa es la ilustración de comics, cuestión que realiza solo como pasatiempo. Como Benjamin, Hedi también está preocupado sobre su futuro. Pero su problema es más próximo. Su madre ha arreglado un matrimonio para el cual él no está preparado.
Pero ese es solo un avatar personal. En Túnez se huelen todavía vientos de cambios. La primavera árabe, como intento revolucionario de una demanda de mayores libertades individuales y democracia como forma de gobierno, que después se replicó en gran parte del mundo árabe, tuvo nacimiento en aquel país. Muchos de esos cambios fueron gatopardismo puro. Se han cambiado hombres, pero no ha cambiado la situación fundamental que originaba la protesta. La corrupción imperante es la misma. La insatisfacción generalizada y que se expresa como una falta de futuro es la que expresa Hedi en ese viaje hacia la nada que intenta realizar.
Es que Hedi es un personaje estereotipo de un inconformismo que no encuentra respuesta. Parte por su propia personalidad. Parte por la forma en cómo fue criado, la rebelión de Hedi no encontrará el camino tal como no encontró camino la propia Primavera Árabe.
Hedi se ha criado en medio de una estructura regida socialmente por lo religioso y esa estructura rígida lo vuelve rígido a él. El sometimiento al que lo obliga su madre es notable, al igual que las visitas nocturnas a la novia, siempre caracterizadas por su carácter furtivo y apurado. La representación de su vida familiar y la de su futura esposa representan un mundo absolutamente cerrado, caracterizado por velos que no solo tapan las caras y las distancias impuestas, sino un mundo en el que no todo es santo y también existe la corrupción.
Dentro de esa estructura, Hedi es un muchacho joven que por un lado expresa una rebeldía, pero por otro exige certezas donde no las hay. Él sabe lo que no quiere, pero desconoce lo que quiere. Le cuesta asumir el riesgo del cambio.
Se podría decir que Hedi es un hombre en medio de un desierto en un día nublado. No hay sol ni estrellas que puedan guiarlo. No sabe qué hacer con su vida, pero tampoco tiene los instrumentos para poder elegir un rumbo.
Hedi es la opera prima del tunecino Mohamed Ben Attia, que muestra un serie de virtudes y un equilibrio narrativo realmente sorprendente en una ópera prima aunque Ben Attia tiene una larga trayectoria en la televisión de su país. Su narración es prolija, consistente, y logra establecer un clima de incertidumbre que es la misma falta de certezas que tiene su protagonista. Su mirada existencialista de una vida es notable y parece estar preguntando permanentemente quién soy, que hago aquí y dónde quiero ir.
Financiado por Les Films du Fleuve, productora de los films de los Hermanos Dardenne (entre otros), el film tiene mucho de la impronta de los belgas. La Amante es un film solido en su estructura narrativa, económico en el sentido que solo dice lo que tiene que decir sin perder un solo minuto de su metraje, es conciso y preciso en su mensaje. Así mismo, su puesta en escena es despojada, tendiendo al encierro propio de la situación que describe hasta que el personaje encuentra a Rym, una tunecina mucama de un hotel internacional que ha trabajado en Europa, liberada de las rigideces religiosas, quien será la amante del título. Ella lo sacará a la luz, lo llenará de vida, e incluso le mostrará un camino. No obstante, queda claro que cada cual es dueño de su destino.
Tal vez estemos ante la mejor opera prima del año. La Amante es un film para tener en cuenta. Reflexivo, profundo en su temática, interesante en su puesta en escena, muy bien actuado y fotografiado, da a conocer a un cineasta y autor que pareciera tener mucho por decir en el futuro.
Charly Barny
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5
20 de febrero de 2018
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Alexander Payne es el gran guionista y director de Entre Copas, Los Descendientes y Nebraska, por citar tan solo sus trabajos que más me gustaron y por otra parte lo hicieron conocido o le dieron la fama que hoy le permite trabajar con un gran presupuesto para la Paramount en esta nueva y floja nueva película suya cuyo título en castellano no traduce literalmente el fenómeno de empequeñecimiento del cual verdaderamente trata la película. Un film que con ritmo de comedia bien podría instalarse en la ciencia ficción.
El film dura 2 horas y 15 minutos, pero lo único rescatable e interesante son los primeros 30 minutos donde plantea el tema de la miniaturización. Después de eso, la nada. La idea es que los miniaturizados se vuelven ricos porque consumen solo una centésima parte de lo que les demanda una vida normal. Pero como mantienen sus recursos, la miniaturización es negocio puro. En lugar de trabajar pueden dedicarse al ocio. Sus vidas, entonces, se vuelve disipada y viven de fiesta en fiesta aunque en esa pequeña sociedad de la abundancia se mantienen las diferencias sociales. Es decir, algunos son más ricos que otros.
Si el film pretende ser una crítica contra el capitalismo más salvaje, me parece un tanto ridícula. La sociedad de la abundancia que aparece en el pequeño mundo ideado por Payne es un sinfín de fiestas, baile, sexo, drogas, y alcohol. Parece una sociedad ociosa en la que cabría preguntarse hasta qué punto puede llevarse una vida de puro gasto sin renovar recursos. Claro esta que esta pequeña sociedad convive con la sociedad normal, en las que las diferencias sociales y las necesidades básicas continúan con alarmantes signos de insatisfacción que de alguna manera bien podría estar siendo financiada por los recursos ociosos de la sociedad miniaturizada. Pero esto es una simple especulación propia, la película ni siquiera lo insinúa.
En el tercio final, Payne se sumerge en el misticismo religioso y sus personajes emprenden una especie de viaje hacia la tierra prometida y la búsqueda de su creador, el físico noruego. La película de ciencia ficción que comenzamos viendo es ahora un film pretendidamente místico. La película cae en una nada bastante preocupante tratándose de un escritor y director tan notable como Alexander Payne. Deseo que sea solo un traspié de alto presupuesto. Con mucho, pero mucho menos, había logrado películas notables.
Charly Barny
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