Sherlock Holmes se asoma a la Ingletarra de los bombardeos alemanes. Moriarty sigue siendo el rey del crimen y se hará con un nuevo aparato óptico para el lanzamiento de bombas desde aviones.
El mensaje cifrado del científico autor del invento es un recurso utilizado en la novela La aventura de los bailarines, del libro titulado La reaparición de Sherlock Holmes. También aparece el disfraz, otro recurso muy usado por Holmes para avanzar en sus investigaciones.
Las secuencias de la película son tenebrosas para ayudar a mantener el misterio, el logro de las novelas.

Se recorren los barrios de las riberas del Támesis alcanzando el sabor narrativo de los buenos maestros literarios del crimen en Inglaterra.
En plena guerra mundial, el Dr. Watson tiene que aguantar un papel más cómico, mientras que los agentes de Policía ingleses, con Lestrade al frente, son tratados con más consideración que en las novelas de sir Arthur Conan Doyle.

Hay también referencias a la capacidad deductiva del célebre detective, ahora bien, sus actuaciones pasan a ser más propias de un espía debido al argumento.
Excelente ambientación novelística pero recordar que el doctor John Watson fue el personaje más serio y digno de confianza de todos los que aparecieron en las aventuras de Sherlock Holmes.

Descubro, contra lo que me esperaba, que las críticas no se portan mal con esta película.
Y estoy de acuerdo porque en principio es la típica película a la que todo el mundo pondría a parir. Y la verdad es que no sería muy justo.
La película no es gran cosa, sencillamente creo que ha acertado de la siguiente forma:

-No se eterniza. No se hace larga.
-La chica rubia no se quita la gorra roja. Es importante ese dato. En los Supervivientes de la edición actual, una de las concursantes enseña una teta accidentalmente. Grave percance porque distrae la atención sobre la prueba. Si la rubia de la película se hubiera quitado la gorra, el cocodrilo igual al no verla, se habría marchado.
-Los personajes son muy creíbles. Las mujeres están tan asustadas como estaba Tony Genil metido en un tonel de barro hasta el cuello a punto de ahogarse.
-Se masca la tragedia. Alguno de los personajes debe morir en las fauces del cocodrilo. Igual que en Supervivientes ya fuera Kiko Pantoja o la cuñada de la Jurado o ambos deberían ser atacados por el gran cocodrilo, para jolgorio de Aída Nizar. Que luego sería el postre.

Floja más bien; enternecedora. Con un final rebosante de almíbar. En todo caso, película exclusivamente para niños a los que les gustará.

Fofito hace de bueno, claro. De buenísima persona. De filántropo al estilo de su famoso hijo Emilio que se dio a conocer gracias al honrado trabajo de su padre y sus tíos. ¡Qué bien supo luego ir tomando las riendas del negocio e ir quitándose de en medio a todo el que le molestaba!

Los malos de esta historia son el director del colegio y su secuaz, Márquez. El director quiere hacer negocio a costa de los huerfanitos de la Fundación Fofito y cargarse a los profesores que quieren de verdad a los niños. Entre los niños está Carlitos, un as del balón que jugará la final del mundialito infantil. Todo el argumento es de lo más encasillado.

El caso es que la producción musical corre a cuenta del señor Emilio Aragón, el ente diabólico, el payaso de las pesadillas, el millonario mafioso que ha creado un imperio a lo Spectra, el que se cree muy gracioso haciéndose el simpatiquillo en la tele, el ejemplo de ciudadano progresista cuyo triunfo le viene por la herencia del franquismo, el papá modelo de familia telerín que vive en adosado de lujo. El maravilloso cantante, actor, músico, presentador, empresario, benefactor de la humanidad… Benefactor de todos los pelotas que le rodean, de todos menos de uno que no le fue tan bien, familia suya y del que no quiere saber nada. Emilio Aragón, uno de los tíos más siniestros de este país, y mira que hay.

Se ve que seleccionó esa mierda de musiquilla para la película y de paso enchufó a su papá Fofito para que trabajara en ella. Estará muy orgulloso de su hijo.

Me he reído con esta película. Me mola eso de ver al marido castigado por la mujer que es la que lleva los negocios y los pantalones y le llama a su querido esposo “el majadero”.
Yo mando en mi casa, desde luego (otra cosa es que me hagan caso), por eso me río en estas películas de tipos que tienen una mujer que los tratan como si fueran tontos mandados de hacer de encargo, qué bueno.
La tía gana millones y millones de liras y el marido monta un negocio de ascensores y nada más que pone uno en un bloque se cae a la primera. Así dicho a lo mejor no tiene gracia pero viendo al Sr. Sordi (que es el maltratado marido) en la oficina, con su secretario, el técnico y el chofer, yo me parto.
Alberto Sordi parece nacido para estos papeles.
-No se preocupe, jefe, que no ha muerto nadie -le dice el secretario.
-Imbécil.
El secretario es marqués, fue capitán suyo durante la guerra, ahora es el que hace los recados, el botones, y sufre mucho porque como eso de ser marqués en Italia no da dinero (es el caso del famoso conde Lecquio que para subsistir tiene que hacer el indio en televisión) pues está a lo que le mande el señorito, a veces de malos modos, y eso es muy duro para su dignidad; de todas formas le estima incondicionalmente.
El inventor de los ascensores es un pederasta, escapado de Alemania. Es una afirmación que hace el señorito y yo creo que es mentira; es imposible que esa persona, de respetable edad y siempre a lo suyo, violara a una niña de 12 años.
El chofer es el tío del señorito. Tiene asignado un seiscientos pero el cabrón coge siempre el cochazo de la señora, je, je, que tiene su propio chofer con uniforme y todo; y a éste le jode mucho, claro. El chofer del señorito no soporta ver a su jefe en un coche tan humilde y eso que le debe un montón de pasta.
La peli me ha encantado. Divertida a tope. Con el clásico sabor italiano y humor disparatado. Ojo, todo esto está contado sin que decaiga la narración ni un ápice.
Cuando Sordi se entera que su mujer ha fallecido en un accidente de tren… bueno, no se puede describir con palabras la felicidad que le invade, es algo inmenso; es algo como si por fin uno hubiera hablado con Dios, de hombre a hombre. De hecho yo creo que le da las gracias. Aunque disimula muy bien en el funeral.
La expresividad de Sordi es un valor incuestionable.
Un humor buenísimo, cruento, despiadado...
Indispensable dentro del género dramático-matrimonial.

Nueva entrega del inspector Jefe Jacques Clousseau. Otra historia a cargo de Blake Edwards con el referente de la conexión francesa de la droga. Nuevas escenas de Peter Sellers de caídas marca de la casa, estrepitosas y memorables (que no se cansa uno de verlas) y repetidas de otros éxitos anteriores.

Una más que divertida película con momentos épicos como aquel contra un experto asesino en su casa (con una caída olímpica atravesando suelos que es para rememorarla), y como siempre, practicando el combate sorpresa contra Kato. De nuevo el inspector se le aparecerá a su antiguo jefe: Dreyfus. Hay que valorarla por su estilo propio, por la corrección en el montaje de las secuencias cómicas y por la limpieza de las escenas, detalles que tanto se echan en falta hoy día en las denominadas comedias, que ya quisieran llegar a la clase de esta. Y un final antológico como colofón que es una auténtica delicia, en el puerto de Hong Kong, con esas explosiones tan recurridas por Blake Edwards y que resultan tan apañadas.